ABRAZARSE A LOS
RECUERDOS
Eso me lleva a
otro tema, a otro tópico. Pero este nuevo tema se relaciona mucho con lo que he
venido diciendo y con mi indicación de ser consciente de todas las cosas que le
agregamos a la realidad. Miremos esto paso a paso.
El otro día un
Jesuita me contó que hace varios años estaba dando una charla en Nueva York, en
donde los puertorriqueños eran muy impopulares en ese momento debido a algún
incidente. Todo el mundo decía toda suerte de cosas contra ellos. de manera que
en la charla dijo: "Voy a leerles algunas de las cosas que la gente de
Nueva York dijo sobre ciertos inmigrantes". Lo que les leyó fue realmente
lo que la gente había dicho sobre los irlandeses, y sobre los musulmanes, y
sobre todas las otras olas de inmigrantes que habían llegado a Nueva York años
antes. Él lo dijo muy bien: Estas personas no traen la delincuencia con ellos;
se convierten en delincuentes cuando se enfrentan con ciertas condiciones aquí.
Debemos comprenderlos. Si ustedes quieren solucionar la situación es inútil que
reaccionen con prejuicio. Ustedes tienen que comprender, no condenar". Así
es como se logra el cambio en uno mismo. No condenando, no insultándose a sí
mismo, sino comprendiendo lo que está sucediendo. No llamándose a si mismo un
suco pecador. ¡No, no, no, no!
Para obtener
consciencia usted tiene que ver, y no puede ver si tiene prejuicios. Miramos
con prejuicio casi todas las cosas y a casi todas las personas. es casi
suficiente para desanimar a cualquiera.
Es como
encontrarse con un viejo amigo a quien no veía hace mucho tiempo. "Hola
Tom", le digo, "Qué bueno verte" y le doy un gran abrazo. ¿A
quién estoy abrazando, a Tom o al recuerdo que tengo de él? ¿Un ser humano
vivo, o un cadáver? Estoy suponiendo que todavía es el muchacho interesante que
yo creía que era. estoy suponiendo que todavía responde a la idea que tengo de
él con mis recuerdos y asociaciones. De manera que le doy un gran abrazo. Cinco
minutos después me doy cuenta que él ha cambiado y ya no me interesa. Abracé a
la persona que no era.
Si quieren
saber cuán valedero es esto, escuchen: Una religiosa de la India va a hacer un
retiro. Todo el mundo en la comunidad dice: "Ah, ya lo sabemos, eso es
parte de su carisma; ella siempre va a seminarios y a retiros: nunca la
cambiará nada". Bueno, sucede que esta hermana sí cambia en este
seminario, o grupo de terapia, o lo que sea. Ella cambia; todo el mundo se da
cuenta de la diferencia. Todo el mundo dice: "Realmente has comprendido
muchas cosas". Es verdad, y ellos pueden ver la diferencia en su comportamiento,
en su cuerpo, en su rostro. Siempre se nota cuando hay un cambio interior.
Siempre se ve en el rostro, en los ojos, en el cuerpo. Bien, la hermana regresa
a su comunidad, y como la comunidad tiene un prejuicio, un idea fija sobre
ella, van a seguir mirándola con los ojos del prejuicio. Ellas son las únicas
que no ven en ella ningún cambio. Dicen: "Si, parece estar más animada,
pero esperen: se volverá a deprimir". Y en unas pocas semanas, se deprime
de nuevo; ella está reaccionando a la reacción de las otras. Y todas dicen:
"¿Ven? Ya lo habíamos dicho: no ha cambiado". Lo trágico es que sí
había cambiado, pero ellas no lo veían. La percepción tiene consecuencias
devastadoras en los asuntos del amor y de las relaciones humanas.
Cualquiera que
sea una relación, ciertamente implica dos cosas: claridad de percepción (tanta
cuanta sea nuestra capacidad de ella; algunas personas discutirían hasta dónde
podemos lograr claridad de percepción, pero no creo que nadie discuta que es
deseable aproximarnos a ella) y precisión en la respuesta. Es más probable que
uno responda con precisión cuando percibe con claridad. Cuando su percepción
está distorsionada, no es probable que responda con precisión. ¿Cómo puede uno amar a alguien a quien ni
siquiera ve?. ¿Usted ve realmente a alguien a quien está ligado? ¿Realmente ve
a alguien a quien teme y que, por lo tanto, no le gusta? Siempre odiamos
aquello que tememos.
"El temor
del señor es el comienzo de la sabiduría", me dice a veces la gente. Pero
espere un momento. Espero que comprendan lo que están diciendo, porque siempre
odiamos aquello que tememos. Siempre queremos librarnos de lo que tememos,
destruir y evitar lo que tememos. Cuando usted teme a alguien, a usted no le
gusta esa persona. Usted detesta a esa persona, tanto cuanto la teme. Y usted
tampoco ve a esa persona porque las emociones interfieren. Bien, eso también es
cierto cuando alguien le resulta atractivo. Cuando llega el verdadero amor, ya
no le gustan o le disgustan las personas en el sentido ordinario de la palabra.
Usted las ve con claridad y responde con precisión. Pero en ese nivel humano,
sus gustos y sus antipatías y sus preferencias y sus atracciones, etc., siguen
interfiriendo. De manera que debe ser consciente de sus prejuicios, sus gustos,
sus antipatías, sus atracciones. Todos ellos están presentes, provienen de su
condicionamiento. ¿Por qué a usted le gustan cosas que a mí me disgustan?
Porque su cultura es diferente a la mía. Si yo le diera a usted algunas de las
cosas de comer que a mí me gustan, usted se apartaría con asco.
En algunas
partes de la India, a la gente le gusta la carne de perro. Pero otras personas,
si les dijeran que les están dando filete de perro, enfermarían. ¿Por qué?
Condicionamientos diferentes, programaciones diferentes. Los Hindúes
enfermarían si supieran que habían comido carne de res, pero a los americanos
les encanta. Ustedes preguntan: "Pero ¿por qué no comen carne de
res?" Por las mismas razones por las cuales ustedes no se comerían a su
perro. La misma razón. Para el campesino hindú la vaca es lo que para usted es
un perro. No se la quiere comer. Hay un prejuicio cultural que salva a ese
animal que se necesita para la agricultura, etc.
Entonces,
realmente, ¿por qué me enamoro de una persona? ¿Por qué me enamoro de una clase
de persona y no de otra? Porque estoy condicionado. Subconscientemente, tengo
la imagen de que esa clase particular de persona me gusta, me atrae. De modo
que cuando me encuentro con esa persona, me enamoro totalmente. ¿Pero la he
visto? ¡No! La veré después de casarme con ella; es entonces cuando llega el
despertar. Y es entonces cuando puede empezar el amor. Pero enamorarse no tiene
nada que ver con el amor. No es amor; es deseo, ardiente deseo. Usted quiere,
con todo su corazón que esta criatura adorable le diga que usted la atrae. Eso
le da una gran sensación. Mientras tanto, todo el mundo dirá: ¿Qué diablos será
lo que le ve? pero es su condicionamiento -usted no ve. Dicen que el amor es
ciego. Créanme, no hay nada que tenga una visión tan clara como el verdadero
amor, nada. Es lo que puede ver mas claramente el mundo. Las adicciones son
ciegas, los apegos son ciegos. El aferramiento, el anhelo y el deseo son
ciegos. Pero no el verdadero amor. Pero, por supuesto, la palabra ha sido
degradada en la mayoría de las lenguas modernas. La gente habla de hacer el
amor y enamorarse. Como el niño que le dice a la niña:
-¿Alguna vez
has sentido amor?
Y ella le
contesta;
- No, pero he
sentido gusto.
Entonces ¿de
qué habla la gente cuando se enamora? Lo primero que necesitamos es claridad de
percepción. Una de las razones por las cuales no percibimos claramente a la
gente es evidente: nuestras emociones interfieren, nuestros condicionamientos
interfieren, nuestros gustos y nuestras aversiones interfieren. Tenemos que
enfrentar este hecho. Pero tenemos que enfrentar algo mucho mas fundamental:
nuestras ideas, nuestras conclusiones, nuestros conceptos. Creámoslo o no, todo
concepto diseñado para ayudarnos a ponernos en contacto con la realidad acaba
interfiriendo ese contacto con la realidad, porque, tarde o temprano, nos
olvidamos de que las palabras no son la cosa. El concepto no es lo mismo que la
realidad. Son diferentes. Por eso les dije antes que la última barrera para
encontrar a Dios es la palabra "DIOS" y el concepto de Dios. Ello
interfiere si no se tiene cuidado. Debiera ser una ayuda; puede ser una ayuda
pero también puede ser un obstáculo.
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