EXHORTACIÓN APOSTÓLICA DE SU
SANTIDAD PABLO VI
"EVANGELII NUNTIANDI"
AL EPISCOPADO, AL CLERO Y A LOS FIELES
DE TODA LA IGLESIA ACERCA DE LA EVANGELIZACIÓN
DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO
INTRODUCCION [nn.1-5]
I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A LA IGLESIA
EVANGELIZADORA [nn.6-16]
II. ¿QUE ES EVANGELIZAR? [nn.17-24]
III. CONTENIDO DE LA EVANGELIZACION
[nn.25-39]
IV. MEDIOS DE EVANGELIZACION [nn.40-48]
V. LOS DESTINATARIOS DE LA EVANGELIZACION
[nn.49-58]
VI. AGENTES DE LA EVANGELIZACION
[nn.59-73]
VII. EL ESPIRITU DE LA EVANGELIZACION
[nn.74-80]
CONCLUSIONES [n.81]
Exhortación apostólica de su Santidad Pablo VI
Evangelii
nuntiandi.
INTRODUCCIÓN
Venerables hermanos y
amados hijos: Salud y
Bendición
Apostólica
Compromiso evangelizador
1. El esfuerzo orientado al anuncio del
Evangelio a los hombres de nuestro tiempo, exaltados por la esperanza
pero a la vez perturbados con frecuencia
por el temor y la angustia, es sin duda alguna un servicio que se presenta
a la comunidad cristiana e incluso a toda
la humanidad.
De ahí que el deber de confirmar a los
hermanos, que hemos recibido del Señor al confiársenos la misión del
Sucesor de Pedro (1), y que constituye
para Nos un cuidado de cada día (2), un programa de vida y de acción, a
la vez que un empeño fundamental de
nuestro pontificado, ese deber, decimos, nos parece todavía más noble y
necesario cuando se trata de alentar a
nuestros hermanos en su tarea de evangelizadores, a fin de que en estos
tiempos de incertidumbre y malestar la
cumplan con creciente amor, celo y alegría.
Conmemorando tres acontecimientos
2. Esto es lo que deseamos hacer ahora, al
final del Año Santo, durante el cual la Iglesia se ha esforzado en
anunciar el Evangelio a todos los hombres
(3), sin embargo otro objetivo que el de cumplir su deber de mensajera
de la Buena Nueva de Jesucristo proclamada
a partir de dos consignas fundamentales: "vestíos del hombre nuevo"
(4)
y "reconciliaos con Dios" (5).
Tales son nuestros propósitos en este
décimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, cuyos
objetivos se resumen, en definitiva, en
uno solo: hacer a la Iglesia del Siglo XX cada vez más apta para anunciar el
Evangelio a la humanidad del siglo XX.
Nos queremos hacer ésto un año después de
la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos -consagrada,
como es bien sabido, a la evangelización-;
tanto más cuanto que esto nos lo han pedido los mismos padres
sinodales. En efecto, al final de aquella
memorable Asamblea, decidieron ellos confiar al Pastor de la Iglesia
universal, con gran confianza y sencillez,
el fruto de sus trabajos, declarando que esperaban del Papa un impulso
nuevo, capaz de crear tiempos nuevos de
evangelización (6) en una Iglesia todavía más arraigada en la fuerza y
poder perennes de Pentecostés.
Tema frecuente de nuestro pontificado
3. En diversas ocasiones, ya antes del
Sínodo, Nos pusimos de relieve la importancia de este tema de la
evangelización. "Las condiciones de
la sociedad -decíamos al Sacro Colegio Cardenalicio del 22 de junio de
1973- nos obligan, por tanto, a revisar
métodos, a buscar por todos los medios el modo de llevar al hombre
moderno el mensaje cristiano, en el cual
únicamente podrá hallar la respuesta a sus interrogantes y la fuerza para
su empeño de solidaridad humana" (7).
Y añadíamos que, para dar una respuesta válida a las exigencias del
Concilio que nos están acuciando, necesitamos
absolutamente ponernos en contacto con el patrimonio de fe que
la Iglesia tiene el deber de preservar en
toda su pureza, y a la vez el deber de presentarlo a los hombres de
nuestro tiempo, con los medios a nuestro
alcance, de una manera comprensible y persuasiva.
En la línea del Sínodo de 1974
4. Esta fidelidad a un mensaje del que
somos servidores, y a las personas a las que hemos de transmitirlo intacto y
vivo, es el eje central de la
evangelización. Esta plantea tres preguntas acuciantes, que el Sínodo de 1974
ha
tenido constantemente presentes:
-¿Qué eficacia tiene en nuestros días la
energía escondida de la Buena Nueva, capaz de sacudir profundamente la
conciencia del hombre?
-¿Hasta dónde y cómo esta fuerza
evangélica puede transformar verdaderamente al hombre de hoy?
-¿Con qué métodos hay que proclamar el
Evangelio para que su poder sea eficaz?
Estas preguntas desarrollan, en el fondo,
la cuestión fundamental que la Iglesia se propone hoy día y que podría
enunciarse así: después del Concilio y
gracias al Concilio que ha constituido para ella una hora de Dios en este
ciclo de la historia, la Iglesia ¿es más o
menos apta para anunciar el Evangelio y para inserirlo en el corazón del
hombre con convicción libertad de espíritu
y eficacia?
Invitación a la reflexión y exhortación
5. Todos vemos la necesidad urgente de dar
a tal pregunta una respuesta, leal, humilde, valiente, y de obrar en
consecuencia.
En nuestra "preocupación por todas
las Iglesias" (8), Nos quisiéramos ayudar a nuestros hermanos e hijos a
responder a estas preguntas. Ojalá que
nuestras palabras, que quisieran ser, partiendo de las riquezas del Sínodo,
una reflexión acerca de la evangelización,
puedan invitar a la misma reflexión a todo el pueblo de Dios congregado
en la Iglesia, y servir de renovado
aliento a todos, especialmente a quienes "trabajan en la predicación y en
la
enseñanza" (9), para que cada uno de ellos sepa distribuir
"rectamente la palabra de la verdad" (10), se dedique a
la predicación del Evangelio y desempeñe
su ministerio con toda perfección.
Una exhortación en este sentido nos ha
parecido de importancia capital, ya que la presentación del mensaje
evangélico no constituye para la Iglesia
algo de orden facultativo: está de por medio el deber que le incumbre, por
mandato del Señor, con vista a que los
hombres crean y se salven. Sí, este mensaje es necesario. Es único. De
ningún modo podría ser reemplazado. No
admite indiferencia, ni sincretismo, ni acomodos. Representa la belleza
de la Revelación. Lleva consigo una
sabiduría que no es de este mundo. Es capaz de suscitar por sí mismo la fe,
una fe que tiene su fundamento en la
potencia de Dios (11). Es la Verdad. Merece que el apóstol le dedique todo
su tiempo, todas sus energías y que, si es
necesario, le consagre su propia vida.
NOTAS
1.Cf. Lc. 22, 32. [Regresar]
2. Cf. 2 Cor. 11, 28. [Regresar]
3. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad
gentes, 1: AAS 58 (1966), p. 947. [Regresar]
4. Cf. Ef. 4, 24; 2, 15; Col. 3, 10; Gál.
3, 27; Rom. 13, 14; 2 Cor. 5, 17. [Regresar]
5. 2 Cor. 5, 20. [Regresar]
6. Cf. Pablo VI, Discurso en la clausura
de la III Asamblea General del Sínodo de los Obispos (26 octubre,
1974): AAS 66 (1974), pp. 634-635.
[Regresar]
7. Pablo VI, Discurso al Sacro Colegio
Cardenalicio (22 junio, 1973): AAS 65 (1973), p. 383. [Regresar]
8. Cor. 11, 28. [Regresar]
9. 1 Tim. 5, 17. [Regresar]
10. 2 Tim. 2, 15. [Regresar]
11. Cf. 1 Cor. 2, 5. [Regresar]
Exhortación
apostólica de su Santidad Pablo VI
Evangelii nuntiandi.
I. DEL CRISTO EVANGELIZADOR A
LA IGLESIA EVANGELIZADORA
Testimonio y misión de Jesús
6. El testimonio que el Señor da de Sí
mismo y que San Lucas ha recogido en su Evangelio "Es preciso que
anuncie también el reino de Dios en otras
ciudades" (12), tiene sin duda un gran alcance, ya que define en una sola
frase toda la misión de Jesús:
"porque para esto he sido enviado" (13). Estas palabras alcanzan todo
su significado
cuando se las considera a la luz de los
versículos anteriores en los que Cristo se aplica a Sí mismo las palabras del
Profeta Isaías: "El Espíritu del
Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres" (14).
Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo
a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso
anuncio del cumplimiento de las promesas y de
la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para la que Jesús
se declara enviado por el Padre; todos los
aspectos de su Misterio -la misma Encarnación, los milagros, las
enseñanzas, la convocación de sus
discípulos, el envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de
su
presencia en medio de los suyos- forman
parte de su actividad evangelizadora.
Jesús primer evangelizador
7. Durante el Sínodo, los obispos han recordado
con frecuencia esta verdad: Jesús mismo, Evangelio de Dios
(15), ha sido el primero y el más grande
evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el
sacrificio de su existencia terrena.
Evangelizar: ¿Qué significado ha tenido
esta palabra para Cristo? Ciertamente no es fácil expresar en una síntesis
completa el sentido, el contenido, las
formas de evangelización tal como Jesús lo concibió y lo puso en práctica.
Por otra parte, esta síntesis nunca podrá
ser concluida. Bástenos, aquí recordar algunos aspectos esenciales.
El anuncio del reino de Dios
8. Cristo, en cuanto evangelizador,
anuncia ante todo un reino, el reino de Dios, tan importante que, en relación a
él, todo se convierte en "lo
demás", que es dado por añadidura (16). Solamente el reino es pues
absoluto y todo
el resto es relativo. El Señor se
complacerá en describir de muy diversas maneras la dicha de pertenecer a ese
reino, una dicha paradójica hecha de cosas
que el mundo rechaza (17), las exigencias del reino y su carta magna
(18), los heraldos del reino (19), los
misterios del mismo (20), sus hijos (21), la vigilancia y fidelidad requeridas
a
quien espera su llegada definitiva (22).
El anuncio de la salvación liberadora
9. Como núcleo y centro de su Buena Nueva,
Jesús anuncia la salvación, ese gran don de Dios que es liberación
de todo lo que oprime al hombre, pero que
es sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría
de conocer a Dios y de ser conocido por
El, de verlo, de entregarse a El. Todo esto tiene su arranque durante la
vida de Cristo, y se logra de manea
definitiva por su muerte y resurrección; pero debe ser continuado
pacientemente a través de la historia
hasta ser plenamente realizado el día de la venida final del mismo Cristo, cosa
que nadie sabe cuándo tendrá lugar, a
excepción del Padre (23).
A costa de grandes sacrificios
10. Este reino y esta salvación -palabras
clave en la evangelización de Jesucristo- pueden ser recibidos por todo
hombre, como gracia y misericordia; pero a
la vez cada uno debe conquistarlos con la fuerza, "el reino de los
cielos está en tensión y los esforzados lo
arrebatan", dice el Señor (24), con la fatiga y el sufrimiento, con una
vida
conforme al Evangelio, con la renuncia y
la cruz, con el espíritu de las bienaventuranzas. Pero, ante todo, cada uno
los consigue mediante un total cambio
interior, que el Evangelio designa con el nombre de metánoia, una
conversión radical, una transformación
profunda de la mente y del corazón (25).
Predicación infatigable
11. Cristo llevó a cabo esta proclamación
del reino de Dios, mediante la predicación infatigable de una palabra,
de la que se dirá que no admite parangón
con ninguna otra: "¿Qué es esto? Una doctrina nueva y revestida de
autoridad" (26);
"Todos le aprobaron, maravillados de
las palabras llenas de gracia, que salían de su boca..." (27); "Jamás
hombre
alguno habló como éste" (28). Sus
palabras desvelan el secreto de Dios, su designio y su promesa, y por eso
cambian el corazón del hombre y su
destino.
Signos evangélicos
12. Pero El realiza también esta
proclamación de la salvación por medio de innumerables signos que provocan
estupor en las muchedumbres y que al mismo
tiempo las arrastran hacia El para verlo, escucharlo y dejarse
transformar por El: enfermos curados, agua
convertida en vino, pan multiplicado, muertos que vuelven a la vida y,
sobre todo, su propia resurrección. Y al
centro de todo, el signo al que El atribuye una gran importancia: los
pequeños, los pobres son evangelizados, se
convierten en discípulos suyos, se reúnen "en su nombre" en la gran
comunidad de los que creen en El. Porque
el Jesús que declara: "Es preciso que anuncie también el reino de Dios
en otras ciudades, porque para eso he sido
enviado" (29), es el mismo Jesús de quien Juan el Evangelista decía
que había venido y debía morir "para
reunir en uno todos los hijos de Dios, que están dispersos" (30). Así
termina
su revelación, completándola y
confirmándola, con la manifestación hecha de Sí mismo, con palabras y obras,
con
señales y milagros, y de manera particular
con su muerte, su resurrección y el envío del Espíritu de Verdad (31).
Hacia una comunidad evangelizada y
evangelizadora
13. Quienes acogen con sinceridad la Buena
Nueva, mediante tal acogida y la participación en la fe, se reúnen
pues en el nombre de Jesús para buscar
juntos el reino, construirlo, vivirlo. Ellos constituyen una comunidad que
es a la vez evangelizadora. La orden dada
a los Doce: "Id y proclamad la Buena Nueva", vale también, aunque de
manera diversa, para todos los cristianos.
Por esto Pedro los define "pueblo adquirido para pregonar las
excelencias del que os llamó de la
tinieblas a su luz admirable" (32). Estas son las maravillas que cada uno
ha
podido escuchar en su propia lengua (33).
Por lo demás, la Buena Nueva del reino que llega y que ya ha
comenzado, es para todos los hombres de
todos los tiempos. Aquellos que ya la han recibido y que están
reunidos en la comunidad de salvación,
pueden y deben comunicarla y difundirla.
La evangelización, vocación propia de la
Iglesia
14. La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva
conciencia de que las palabras del Salvador: "Es preciso que anuncie
también
el reino de Dios en otras ciudades"
(34), se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte ella añade de
buen grado, siguiendo a San Pablo:
"Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me
impone
como necesidad. ¡Ay de mí, si no
evangelizara!" (35). Con gran gozo y consuelo hemos escuchado Nos, al final
de la Asamblea de octubre de 1974, estas
palabras luminosas: "Nosotros queremos confirmar una vez más que la
tarea de la evangelización de todos los
hombres constituye la misión esencial de la Iglesia" (36); una tarea y
misión
que los cambios amplios y profundos de la
sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye,
en efecto, la dicha y vocación propia de
la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es
decir, para predicar y enseñar, ser canal
del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el
sacrificio de Cristo en la santa Misa,
memorial de su muerte y resurrección gloriosa.
Vínculos recíprocos entre la Iglesia y la
evangelización
15. Quien lee en el Nuevo Testamento los
orígenes de la Iglesia y sigue paso a paso su historia, quien la ve vivir y
actuar, se da cuenta de que ella está
vinculada a la evangelización de la manera más íntima:
- La Iglesia nace de la acción
evangelizadora de Jesús y de los Doce. Es un fruto normal, deseado, el más
inmediato y el más visible "Id pues,
enseñad a todas las gentes" (37). "Ellos recibieron la gracia y se
bautizaron,
siendo incorporadas (a la Iglesia) aquel
día unas tres mil personas... Cada día el Señor iba incorporando a los que
habían de ser salvos" (38).
- Nacida por consiguiente de la misión de
Jesucristo, la Iglesia es a su vez enviada por El. La Iglesia permanece en
el mundo hasta que el Señor de la gloria
vuelve al Padre. Permanece como un signo, opaco y luminoso al mismo
tiempo, de una nueva presencia de
Jesucristo, de su partida y de su permanencia. Ella lo prolonga y lo continúa.
Ahora bien, es ante todo su misión y su
condición de evangelizador lo que ella está llamada a continuar (39).
Porque la comunidad de los cristianos no
está nunca cerrada en sí misma.
En ella, la vida íntima -la vida de
oración, la escucha de la Palabra y de las enseñanzas de los Apóstoles, la
caridad fraterna vivida, el pan compartido
(40) - no tiene pleno sentido más que cuando se convierte en
testimonio, provoca la admiración y la
conversión, se hace predicación y anuncio de la Buena Nueva. Es así como
la Iglesia recibe la misión de evangelizar
y como la actividad de cada miembro constituye algo importante para el
conjunto.
- Evangelizadora, la Iglesia comienza por
evangelizarse a sí misma. Comunidad de creyentes, comunidad de
esperanza vivida y comunicada, comunidad
de amor fraterno, tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe
creer, las razones para esperar, el
mandamiento nuevo del amor. Pueblo de Dios inmenso en el mundo y, con
frecuencia, tentado por los ídolos,
necesita saber proclamar "las grandezas de Dios" (41), que la han
convertido al
Señor, y ser nuevamente convocada y
reunida por El. En una palabra, esto quiere decir que la Iglesia siempre
tiene necesidad de ser evangelizada, si
quiere conservar su frescor, su impulso y su fuerza para anunciar el
Evangelio. El Concilio Vaticano II ha
recordado (42), y el Sínodo de 1974 ha vuelto a tocar insistentemente este
tema de la Iglesia que se evangeliza a
través de una conversión y una renovación constante, para evangelizar al
mundo de manera creíble.
- La Iglesia es depositaria de la Buena
Nueva que debe ser anunciada. Las promesas de la Nueva Alianza en
Cristo, las enseñanzas del Señor y de los
Apóstoles, la Palabra de vida, las fuentes de la gracia y de la benignidad
divina, el camino de salvación, todo esto
le ha sido confiado. Es ni más ni menos que el contenido del Evangelio y,
por consiguiente, de la evangelización que
ella conserva como un depósito viviente y precioso, no para tenerlo
escondido, sino para comunicarlo.
- Enviada y evangelizada, la Iglesia misma
envía a los evangelizadores. Ella pone en su boca la Palabra que salva,
les explica el mensaje del que ella misma
es depositaria, les da el mandato que ella misma ha recibido y les envía a
predicar. A predicar no a sí mismos o sus ideas personales (43), sino un
Evangelio del que ni ellos ni ella son
dueños y propietarios absolutos para
disponer de él a su gusto, sino ministros para transmitirlo con suma fidelidad.
La Iglesia inseparable de Cristo
16. Existe por tanto un nexo íntimo entre
Cristo, la Iglesia y la evangelización. Mientras dure este tiempo de la
Iglesia, es ella la que tiene a su cargo
la tarea de evangelizar. Una tarea que no se cumple sin ella, ni mucho menos
contra ella.
En verdad, es conveniente recordar esto en
un momento como el actual, en que no sin dolor podemos encontrar
personas, que queremos juzgar bien
intencionadas pero que en realidad están desorientadas en su espíritu, las
cuales van repitiendo que su aspiración es
amar a Cristo pero sin la Iglesia, escuchar a Cristo pero no a la Iglesia,
estar en Cristo pero al margen de la
Iglesia. Lo absurdo de esta dicotomía se muestra con toda claridad en estas
palabras del Evangelio: "el que a
vosotros desecha, a mí me desecha" (44). ¿Cómo va a ser posible amar a
Cristo
sin amar a la Iglesia, siendo así que el
más hermoso testimonio dado en favor de Cristo es el de San Pablo: "amó a
la Iglesia y se entregó por ella"?
(45)
NOTAS
12. Lc. 4, 43. [Regresar]
13. Ibidem. [Regresar]
14. Lc. 4, 18; cf. Is. 61, 1. [Regresar]
15. Cf. Mc. 1, 1; Rom. 1-3. [Regresar]
16. Cf. Mt. 6, 33. [Regresar]
17. Cf. Mt. 5, 3-12. [Regresar]
18. Cf. Mt. 5-7. [Regresar]
19. Cf. Mt. 10. [Regresar]
20. Cf. Mt. 13. [Regresar]
21. Cf. Mt. 18. [Regresar]
22. Cf. Mt. 24-25. [Regresar]
23. Cf. Mt. 24, 36; Act. 1, 7; 1 Tes. 5, 1-2. [Regresar]
24. Cf. Mt. 11, 12; Lc. 16, 16. [Regresar]
25. Cf. Mt. 4, 17. [Regresar]
26. Mc. 1, 27. [Regresar]
27. Lc. 4, 22. [Regresar]
28. Jn. 7, 46. [Regresar]
29. Lc. 4, 43. [Regresar]
30.
Jn. 11, 52. [Regresar]
31. Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dog. Dei Verbum, 4: AAS 58 (1966), pp. 818-819. [Regresar]
32. Cf. 1 Pe. 2, 9. [Regresar]
33. Cf. Act. 2, 11. [Regresar]
34. Lc. 4, 43. [Regresar]
35. 1 Cor. 9, 16. [Regresar]
36. Cf. Declaración de los padres
sinodales, en N.U.: Oservatore Romano, Edición en Lengua Española, 3 de
noviembre de 1974, pág. 8. [Regresar]
37. Mt.28, 19. [Regresar]
38. Act.2, 41-47. [Regresar]
39. Cf. Conc. Ecum. Vat. II,
Const. dogm. Lumen gentium, 8: AAS 57
(1965), p. 11; Decr. Ad gentes, 5: AAS
28 (1966), pp. 951-952. [Regresar]
40. Cf. Act. 2, 42-46; 4, 32-35; 5, 12-16.
[Regresar]
41. Cf. Act. 2, 11; 1 Pe 2,
9. [Regresar]
42.
Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 5, 11, 12. AAS 58 (1966), pp. 951-952,
959-961. [Regresar]
43. Cf. 2 Cor. 4, 5; S. Agustín, Sermo
XLVI De Pastoribus: CCL 41, pp. 529-530. [Regresar]
44. Lc. 10, 16. Cf. S. Cipriano, De unitate
Eclessiae, 14: PL 4, 527; S. Agustín, Enarrat. 88, Sermo, 2, 14. PL
37, 1140; S. Juan Crisóstomo, Hom. de
capto Eutropio, 6 PG 52, 402. [Regresar]
45. Ef. 5, 25. [Regresar]
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