martes, 7 de julio de 2015

San Ilídio - San Willebaldo de Eichstätt - Santa Edilburga - Beato Benedicto XI 07072015

San Ilídio

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San Ilídio, Obispo de Clermont (Auvergne, Fra

San Ilídio fue el cuarto obispo de los Auvergneses, según san Gregorio de Tours.
Su nombre podría tener como origen el río Allier: el santo nació en sus riberas y allí comenzó también su veneración. La vida de san Ilídio fue escrita por san Gregorio de Tours siguiendo la tradición de la Iglesia de Clermont.
San Ilídio asumió su episcopado a continuación del de San Leogontius, hacia el año 370. Su reputación de santidad se extendió hasta la capital de Trier, en el Mosela.
El emperador (usurpador) Maxime tenía una hija poseída del demonio, incurable. Él recurrió al taumaturgo de Auvergne: Ilídio fue solicitado; éste llegó, actuó y venció; con simplemente poner un dedo en la boca de la joven, ella sintió inmediatamente la curación. El emperador, agradecido y sorprendido, le ofreció una gran cantidad de dinero, pero Ilídio la rechazó. Simplemente pidió que el acostumbrado tributo de vino y maíz otorgado a la Iglesia - hasta entonces pagados en especies - fueran convertidos en dinero efectivo. Ilídio regresaba a su casa cuando fue sorprendido por la muerte. Debía ser el año de 384, puesto que en el Concilio de 385 Clermont ya tenía como obispo a Népotien. Dos siglos después de su muerte, la veneración a Ilídio permanecía tan viva como desde sus mismos comienzos en Clermont - en tiempos de san Gregorio de Tours - quien ya entonces decía: "sus milagros son innumerables, tantos que no todos pueden ser registrados ". Muchos de ellos ocurrieron en el lugar de la tumba del santo, situada en la cripta de Santa María de los Santos, la cual después se convirtió en la Basílica de San Ilídio.
Cuando Gregorio se convierte en obispo le dedica un oratorio que aún guarda sus reliquias. Los normandos quemaron la Basílica de San Ilídio en el año 865. Fue reedificada en el siglo X y asignada como monasterio benedictino. Hacia el año 916, un monje publicó una nueva biografía del santo, atribuyéndole aún más milagros.
(Tomado de "Vie des Saints et des Bienheureux selon l'ordre du calendrier, avec l'historique des fêtes" de los Padres Benedictinos de París).



San Willebaldo de Eichstätt

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San Willibaldo de Eichstätt, monje y obispo
En Dryopolis (Eichstätt), en Franconia, san Willibaldo, obispo, el cual, habiendo profesado como monje, peregrinó a lo largo de lugares santos y muchas regiones para renovar en ellos la vida monástica, hasta que san Bonifacio le ordenó obispo de esta ciudad e hizo de él un valioso colaborador en la evangelización de Germania, pues convirtió a muchos pueblos a Cristo.
Wlllebaldo nació alrededor del año 700, en el reino del occidente de Sajonia. Fue hijo de san Ricardo, y por lo tanto, hermano de los santos Winebaldo y Walburga. A los tres años de edad, se desesperaba de que conservase la vida, porque había sido atacado por una gravísima enfermedad. Cuando todos los remedios naturales resultaron inútiles, sus padres le tendieron al pie de una gran cruz que se levantaba en un lugar público, vecino a la casa de la familia; ahí hicieron, ante Dios, la solemne promesa de que, si el niño vivía, le consagrarían a su divino servicio. La criatura quedó curada inmediatamente. Ricardo dejó a su hijo al cuidado del abad del monasterio de Waltham, en Hampshire. Willebaldo no volvió a salir de ahí hasta el año de 720, cuando acompañó a su padre y su hermano en una peregrinación, como se relata en la vida de san Ricardo.

En Roma, padeció de fiebre palúdica y, tras de permanecer algún tiempo en la ciudad, partió de nuevo con sus compañeros para visitar los Santos Lugares que Cristo había bendecido con su presencia mientras vivió en la tierra. El viaje comenzó con la travesía hasta Chipre y de ahí prosiguió hacia Siria. En Emesa (Homs) los sarracenos sospecharon que san Willebaldo era un espía y lo apresaron, junto con sus compañeros, pero al poco tiempo, todos fueron puestos en libertad, porque el magistrado dijo al quedar frente a ellos: «Con frecuencia he visto hombres de la parte de la tierra de donde éstos vienen a visitar nuestro país. Os aseguro que no tratan de hacernos ningún daño y sólo desean cumplir con sus leyes». Después de aquella aventura, se fueron a Damasco y de ahí a Nazaret, Caná, el Monte Tabor, Tiberíades, Magdala, Cafarnaún, las fuentes del Jordán (donde Willebaldo advirtió que el ganado mayor era distinto al del Wessex, puesto que tenía «lomos muy largos, patas cortas, los cuernos largos y hacia arriba y eran todos de un solo color»), el desierto de la Tentación, Galgal y por fin, Jerusalén. Ahí se detuvo Willebaldo durante algún tiempo para venerar a Cristo en los lugares donde había obrado tan grandes misterios, y para ver las maravillas que hasta hoy se muestran a los piadosos peregrinos. También visitó famosos monasterios, «lauras» y ermitas, con el deseo de aprender e imitar las prácticas de la vida religiosa, a fin de adoptar los medios que le pareciesen más convenientes para la santificación de su alma. Luego de una corta permanencia en Belén, visitas a las ciudades de la costa, a Samaría, a Damasco y varias más a Jerusalén, se embarcó por fin en Tiro, permaneció largo tiempo en Constantinopla, y llegó a Italia antes de que terminara el año de 730.

Willebaldo decidió establecerse en el célebre monasterio de Monte Cassino, que acababa de ser reparado por órdenes del papa san Gregorio II. El ejemplo del peregrino inglés contribuyó a reintegrar a los monjes en el espíritu original de su santa regla, durante los diez años que vivió ahí; a decir verdad, todo indica que Willebaldo desempeñó un papel muy importante en el restablecimiento de la observancia en Monte Cassino. Después de aquel período, estuvo de visita en Roma, donde fue recibido por el papa san Gregorio III, quien se interesó en sus viajes y se sintió atraído por el carácter sencillo y apacible de Willebaldo y le pidió que fuese a Alemania para unirse a la misión de su compatriota san Bonifacio. Tan pronto como pudo, partió hacia Turingia donde el santo lo ordenó sacerdote. Desde aquel momento, emprendió su tarea en la región de Eichstätt, en Franconia, con tanto empeño, que el éxito más extraordinario coronó sus esfuerzos.

En vista de que no era menor su poder en las palabras que en las obras, poco después de haber llegado, san Bonifacio le consagró obispo y le puso a cargo de una nueva diócesis cuya sede se instaló en Eichstätt. El cultivo de un terreno espiritual tan árido como aquel, fue una tarea ardua y penosa para Willebaldo; pero su paciencia y su energía superaron todas las dificultades. Comenzó por fundar, en Heidenheim, un monasterio doble, cuya disciplina era la de Monte Cassino, y en el que su hermano, san Winebaldo, gobernaba a los monjes y su hermana, santa Walburga, a las monjas. Aquel monasterio fue el centro desde el que se organizó y condujo el cuidado y la evangelización de la diócesis. En él, Willebaldo encontró refugio para descansar de los trabajos de su ministerio. Pero su deseo de soledad no menguaba la solicitud pastoral por su rebaño. Estaba siempre atento a todas sus necesidades espirituales; a menudo visitaba cada aldea e instruía a sus gentes con celo y caridad infatigables, hasta que «aquel campo tan árido e inculto, floreció pronto como una verdadera viña del Señor». Willebaldo vivió más tiempo que su hermano y su hermana; gobernó a su rebaño durante unos cuarenta y cinco años, antes de que Dios le llamara a su seno. Innumerables milagros fueron los premios a su virtud, y su cuerpo fue sepultado en su catedral, donde yace todavía.

El material literario sobre la vida de san Willebaldo es extraordinariamente abundante y digno de confianza. Contamos, sobre todo, con la narración de sus primeros años de existencia, de sus viajes y observaciones (el Hodoeporicon), cuidadosamente escrito por Hugeburca, una inglesa, parienta del santo y que fue monja en Heidenheim. El mejor de los textos, se encuentra en Pertz, MGH. Scriptores, vol. XV. Pero hay además varias biografías cortas y muchas referencias en cartas, estudios, etc. Todos los datos de mayor importancia se encontrarán en Mabillon, vol. III y en los bolandistas, Acta Sanctorum, julio, vol. II. Vease también W. Levison, England and the Continent in the Eighth Century (1946).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




Santa Edilburga

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Santa Edilburga, abadesa
En Ebreuil, en la región de Meaux, en Aquitania, santa Edilburga, abadesa del monasterio de Faremoutiers, que, siendo hija del rey de los anglos orientales, dio gloria a Dios con su severa abstinencia y su perpetua virginidad.
Santa Edilburga era una de las hijas de Anna, rey de Anglia oriental, como santa Etelreda. Recibió la gracia de la vocación religiosa y se trasladó a las Galias con su medioliermana, santa Setrida. Santa Burgundófara las recibió en la abadía, conocida más larde con el nombre de Faremoutier, en el bosque de Brie. Setrida sucedió a la fundadora en el cargo de abadesa. A la muerte de Setrida, Etelburga pasó a ocupar el puesto. Entonces comenzó a construir una nueva iglesia paara la abadía, pero murió antes de verla terminada. Fue sepultada allí, pero como la construcción no se prosiguió después de la muerte do la santa, su cuerpo fue trasladado, siete años más tarde, a la iglesia de San Esteban, aún en perfecto estado de conservación.

El Martirologio Romano y algunos martirologios ingleses mencionan a santa Etelburga, y su nombre aparece también en el martirologio francés, bajo la forma francesa de Aubierge. Con ella vivió también su sobrina santa Ercongota, hija de Erconberto, rey de Kent, y de santa Sexburga. Beda dice que la razón por la que éstas y otras santas ingresaron en la vida religiosa en los monasterios de Faremoutiers, Celles y otros de la Galia, fue que había muy pocas instituciones de ese tipo en el país de los anglos.

La principal fuente es la Historia Ecclesiástica de Beda, lib. III,8; ver también las notas de Plummer. Cf. Stanton, Menology, pp. 13-14, 319-321, 324; y sobre todo H. M. Delsart, Ste Fare (1911), pp. 112-113 y 181-185. En el calendario santoral anterior se conmemoraban en este mismo día a santa Ercongota y santa Setrida, sin embargo, parece que no hay evidencias de culto antiguo de estas dos, por lo que el nuevo Martirologio ha dejado sólo a santa Edilburga. En algunos santorales se identifica a santa Setrida con santa Sexburga (que sería su madre, en el esquema de Beda).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Beato Benedicto XI

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Beato Benedicto XI, papa
En Perugia, de la Umbría, tránsito del papa beato Benedicto XI, de la Orden de Predicadores, que, benigno y bondadoso, conciliador y amante de la paz, promovió durante su breve pontificado la concordia en la Iglesia, la renovación de la disciplina y el enaltecimiento de la devoción religiosa.
Nicolás Boccasini nació en Treviso en 1240. Se educó en su ciudad natal y en Bolonia, donde tomó el hábito de Santo Domingo, a los dieciesiete años. En 1268, fue nombrado profesor y predicador en Venecia y Bolonia. En el ejercicio de su cargo, comunicó a otros las riquezas espirituales que había atesorado en el silencio y el retiro, sin dejar por ello de progresar en la vida interior. El beato compuso un volumen de sermones y escribió varios comentarios sobre la Sagrada Escritura, que se conservan todavía. Fue elegido prior provincial de Lombardía y, en 1296, fue nombrado superior general de la Orden de Predicadores. Dos años más tarde, recibió el capelo cardenalicio y, poco después, fue hecho obispo de Ostia. El Sumo Pontífice le envió a Hungría como legado ad latere para arreglar las diferencias que dividían el país. El cardenal empezaba con éxito su misión, porque su saber, su prudencia y su desinterés, le ganaban el respeto de todos, cuando fue súbitamente llamado de nuevo a Roma.

Desde tiempo atrás, la Santa Sede se hallaba en dificultades con el rey Felipe de Francia, quien había exigido considerables impuestos al clero para poder llevar adelante la guerra contra Inglaterra. Los cardenales Colonna se aliaron con el monarca francés contra Bonifacio VIII. Como el rey de Francia hubiese sustituido por un documento falso, el documento en el que dicho Pontífice afirmaba las prerrogativas pontificias, Bonifacio VIII publicó la famosa bula «Unam Sanctam», en la que determinaba, entre otras cosas, las relaciones entre el poder espiritual y el poder temporal. Al año siguiente, Felipe convocó a un concilio general para que juzgara al Papa de los cargos, tan infames como falsos, presentados por el consejero real, Guillermo de Nogaret, y un caballero, Guillermo du Plessis (estos personajes, muy duchos en esa clase de hazañas, desempeñaron más tarde un papel importante en la supresión de los Templarios, a los que se acusaba de crímenes horribles). Bonifacio tuvo que refugiarse en Agnani, abandonado de todos, excepto del cardenal obispo de Sabina y del cardenal obispo de Ostia, Nicolás Boccasini. Aconsejado y apoyado por ellos, Bonifacio procedió rápidamente y con vigor. Preparó la bula de excomunión contra el rey de Francia, pero la víspera de su promulgación, Nogaret y Sciarra Colonna, uno de los jefes del partido gibelino, irrumpieron en la residencia del Pontífice, a la cabeza de un grupo de esbirros armados y se apoderaron de Bonifacio VIII. Tres días después, el 11 de septiembre, los habitantes de Agnani pusieron en libertad al Papa, quien volvió a Roma. donde murió el 11 de octubre.

El cardenal Nicolás Boccasini se hizo cargo de la difícil situación, pues fue elegido Papa dos semanas después y tomó el nombre de Benedicto XI. Inmediatamente se consagró a resolver el problema, con plena confianza en Dios y de acuerdo con su intachable rectitud. Pero en su breve pontificado apenas tuvo tiempo de dar los primeros pasos para restablecer la paz. La política del nuevo Pontífice fue de paz, sin comprometer por ello la actividad de su predecesor. Benedicto favoreció a los frailes mendicantes. Todos los cardenales nombrados por él eran dominicos; entre ellos se contaba a los ingleses Guillermo Maklesfield, arzobispo de Canterbury, que murió en Lovaina, antes de que llegase la noticia de su elevación al cardenalato y Walter Winterburn, arzobispo de Salisbury. El Papa siguió practicando las mortificaciones y penitencias de un fraile, así como la humildad y moderación que siempre le habían caracterizado. En cierta ocasión, su madre vestida en forma especialmente elegante, fue a visitarle a la corte pontificia pero Benedicto se negó a recibirla hasta que cambió sus vestidos por el modesto atuendo ordinario. Benedicto XI sólo reinó ocho meses y algunos días; sin embargo, en ese breve espacio, como lo dice el Martirologio Romano, «promovió la concordia en la Iglesia, la renovación de la disciplina y el enaltecimiento de la devoción religiosa». Murió súbitamente en Perugia, el 7 de julio de 1304. Su culto fue confirmado en 1736.

En la «Biblioteca Hagiográfica Latina» de los Bolandistas se mencionan varias breves biografías de Benedicto XI (nn. 1090-1094); entre ellas se cuenta un resumen biográfico, debido a la pluma de Bernardo Guy, adoptado por el Líber Pontificalis (vol. II, pp. 471-472). Véase también Mortier, Maitres Généraux O. P., vol. II; H. Finke, Aus den Toden Bonifaz VIII (1902); las Regesta de Benedicto IX, editadas por C. Grandjean; y A. Ferrero, B. Benedetto XI (1934).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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