
San Kenelmo, mártir
En el monasterio de Winchelcumbe, en la región de Mercia, en Inglaterra, san Kenelmo, príncipe de este territorio, que, según la tradición, está considerado mártir.
Verdaderamente difícil es hacer emerger de la neblina d ela historia la figura de este santo mártir. Según una leyenda medieval, cuando Kenelmo tenía siete años murió su padre Kenulfo (Coenwulf), y el joven príncipe resultó así heredero de los tronos de Mersia, Sussex, Wessex y de Anglia del Este; su hermana Quendreda (Cynefrith o Quoenthryth) pagó a su tutor, Asceberto, para que lo matase en la floresta de Clent, y así pudiese ella reclamar el trono. Asceberto cumplió el encargo, pero cuando fue descubierto el cuerpo sin vida del joven, y fue sepultado, numerosos prodigios comenzaron a verificarse en su tumba.
En realidad esta leyenda tiene algo de ficción, ya que si bien Kenelmo existió, no murió a los 7 años, sino hasta más o menos los 20, y fue muerto en una batalla entre el 812 y el 821, antes que su padre, por lo que no pudo sucederle en el trono.
En el medioevo Kenelmo recibió culto en Inglaterra como santo y mártir, y hasta hoy sus reliquias son veneradas en Glouchesteer y Winchcombe, donde reposan. La iconografía lo representa como un joven príncipe con una lámpara brillante en la mano; en otras imágenes aparece con una paloma que lleva una carta en la boca. No hay duda de que se le tributó culto martirial desde el principio, pero ignoramos los ribetes históricos que le dan fundamento.
Traducido , con escasos cambios, de un artículo de Fabio Arduino.
fuente: Santi e Beati
San Colmano de Baviera
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San Colmano, peregrino
En Stockerau, cerca de la ciudad de Viena, en Baviera, san Colmano, irlandés, que, al dirigirse como peregrino en nombre de Dios a Tierra Santa, fue tomado por un explorador enemigo, motivo por el cual le colgaron de un árbol y llegó así a la Jerusalén celestial.
patronazgo: protector del ganado, y de los viajeros, contra la enfermedad, los dolores de cabeza y pies, la peste, las tormentas, incendios, y plagas de ratas y ratones.
tradiciones, refranes, devociones: Verso tradicional para jóvenes casaderas: «Heilige Koloman, / schick mir einen braven Mann.» (San Cólomán, envíame un buen hombre.»)
Hasta 1633 fue el patrono principal de las tierras austríacas, aunque lluego de ese año cedió en devoción al margrave san Leopoldo, llamado «el Piadoso». Colman era de origen irlandés, y estaba de peregrinación a Tierra Santa, pero cuando en el 1012 llegó a Stockerau, cerca de Viena, fue confundido con un espía y ahorcado. Según la tradición, el árbol donde fue colgado se conserva hasta hoy en el castillo de Kreuzenstein, cerca también de Viena, mientras que el cuerpo del santo reposa en Melk, en la tumba que hizo construir en su honor el margrave Enrique II.
Su culto comenzó casi enseguida: resultó ser que el cuerpo permaneció incorrupto durante 18 meses, y los habitantes del lugar entendieron este signo como una señal del Cielo de que había muerto injustamente; a esto se sumaron milagros obrados por el santo, y la veneración se extendió, desde el 13 de octubre del 1014 (deposición de su cuerpo), por Austria, Hungría, el Tirol, Baviera y el Palatinado; en su honor fueron erigidas muchas capillas, especialmente en las zonas montañosas. Aun hoy es posible encontrar en los campos fuentes de agua dedicadas al santo.
Junto a los santos Fridolino y Leonardo, Colman era especialmente invocado para curar el ganado equino y bovino, y los animales eran habitualmente llevados a cualquier capilla dedicada al santo los días 13 de octubre para su bendición. San Colman es invocado contra la peste; se narra incluso que en una de 1713 que afectó a toda Austria, dejó libre a la ciudad de Melk, ya que los ciudadanos invocaron al santo, ofreciéndole un cirio de setenta libras.
En el culto popular -aunque el Martirologio no lo recoge así- es impropiamente invocado como mártir, según cierta tendencia medieval a considerar martirio algunas muertes violentas seguidas de milagros. Su iconografía lo presenta con hábito de peregrino y una cuerda en la mano en recuerdo de su ahorcamiento. Nunca hubo aprobación oficial del culto, pero se puede considerar como tal su inclusión en la última edición del Martirologio Romano.
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La forma clásica de la leyenda de san Colman puede encontrarse en la Biblioteca de Austria. El presente artículo traduce, con algunas precisiones, uno de Antonio Borrelli.
fuente: Santi e Beati
Santos Zoerardo, o Andrés, y Benito
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En Nitra, en la ribera del río Waag, en los montes Cárpatos, santos Zoerardo o Andrés, y Benito, ermitaños, que, venidos de Polonia a Hungría a petición del rey san Esteban, llevaron en un eremo del monte Zabor una vida de extrema austeridad.
- Santa Eduvigis de Polonia
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Santa Eduvigis de Polonia, reina
En Cracovia, ciudad de Polonia, santa Eduvigis, reina, que, nacida en Hungría, heredó el reino de Polonia, y casada con el gran duque lituano Jaguelón, que en el bautismo tomó el nombre de Ladislao, sembró con él la fe católica en Lituania.
Santa Eduviges, reina de Polonia, gozó durante siglos de veneración popular, y de la atribución, en la práctica, del título de beata, hasta que el 8 de junio de 1997 el papa Juan Pablo II la canonizó formalmente.
Eduviges nació en 1371. Era la hija menor de Luis, heredero al trono de Polonia, que ocupaba entonces Casimiro III. Después de la muerte de éste, en 1382, se propuso a Eduviges como un deber religioso el matrimonio con Jagielo, duque de Lituania, que era aún pagano. Desde el punto de vista diplomático, dicho matrimonio parecía ventajoso para Polonia y para la Iglesia, pues el duque prometía abrazar la fe cristiana y aseguraba que todo su pueblo se convertiría con él. Aunque no tenía entonces más que trece años, Eduviges tuvo que elegir, siguiendo únicamente el dictado de su conciencia. Un autor moderno narra así la elección de la princesa:
«Cubierta por un espeso velo negro, Eduviges se dirigió a pie a la catedral de Cracovia, donde se retiró a una de las capillas. Ahí permaneció tres horas, con las manos entrelazadas y los ojos llenos de lágrimas, luchando con la repugnanancia que experimentaba en su interior. Al fin se levantó, con el corazón ligero, dejando al pie de la cruz sus sentimientos, su voluntad y sus esperanzas de felicidad terrena. Había hecho el sacrificio de sí misma y de cuanto tenía, acababa de ofrecerse en perpetuo holocausto a su Redentor crucificado, considerándose muy feliz de que su sacrificio pudiese contribuir a la salvación de las almas por las que Cristo había vertido su preciosa sangre. Antes de salir de la capilla, cubrió con su propio velo el crucifijo, como si quisiese ocultar bajo esa especie de capa mortuoria los últimos brotes de debilidad humana que pudiese haber todavía en su corazón, y estableció una fundación perpetua para renovar esta imagen de la pena de su alma. La fundación existe todavía. El crucifijo se yergue aún en la misma capilla, cubierto con el velo negro de la princesa; generalmente se le llama «el crucifijo de Eduviges».
Jagielo había sido sincero. En el bautismo tomó el nombre de Ladislao. Sobre la conversión del pueblo lituano la leyenda ha bordado historias fantásticas, como la de la destrucción total de los templos paganos y la del bautismo en tropel, en el que los hombres, las mujeres y los niños, divididos en grupos, recibieron el agua bautismal de manos de los obispos y sacerdotes. Los iniciantes de cada grupo fueron bautizados con el mismo nombre.
Durante los años turbulentos que siguieron, Eduviges fue un elemento de estabilidad y equilibrio en el gobierno del reino. Ejerció una influencia benéfica sobre su marido; defendió a sus subditos, que frecuentemente eran víctimas de los errores y el egoísmo de sus jefes; su caridad y su bondad le ganaron el afecto de todo el pueblo; finalmente, Eduviges supo defenderse con dignidad de los injustos accesos de celos de su marido. Sólo en la penitencia parecía olvidar la moderación; pero esto no le impedía el cumplimiento perfecto de sus deberes de esposa y su marido sentía por ella el más profundo afecto, no exento de cierto reverencial temor. Jagielo se mostró espléndido en los preparativos que organizó con motivo del próximo nacimiento del heredero del trono. Aunque en ese momento se hallaba en el frente de batalla, ordenó por medio de una carta que se sacaran las joyas de la corona y los brocados. Eduviges respondió: «Hace mucho tiempo que renuncié definitivamente a las pompas del mundo, y ciertamente no quisiera verlas reaparecer en el lecho en que voy a dar a luz, que para tantas mujeres es el lecho de muerte. No son las perlas y las joyas las que pueden hacerme agradable a Dios, quien se ha dignado librarme de la esterilidad, sino la entrega total a su voluntad y la conciencia de mi propia nada».
Considerando las cosas desde un punto de vista puramente humano, Eduviges cometió algunos excesos en materia de penitencia y oración. La víspera de su gran sacrificio, su matrimonio, pasó la noche entera en oración ante el crucifijo cubierto con su propio velo; sus damas de honor la encontraron delante de él, desmayada o en éxtasis. Poco después, el nacimiento de su hija, que sólo vivió unas cuantas horas, le costó la vida. Se cuenta que en su tumba se obraron numerosos milagros.
A. B. C. Dunbar, Dictionary of Saintly Women, vol. I, pp. 366-369; H. Sienkiewicz, Knights of the Cross, c. IV. Homilía (en castellano) de SS Juan Pablo II pronunciada en Cracovia, en la canonización de la santa. En Acta Apostolicae Sedis, 89 (1997), pag 423 puede leerse el «Decretum super virtutibus», con una pequeña biografía en latín.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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