martes, 25 de agosto de 2015

San Aredio de Attane - Santo Tomás Cantelupe - Beato Pablo Juan Charles - Beata María del Tránsito 25082015

San Aredio de Attane

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San Aredio, abad
En Attane, en el territorio de Limoges, en Aquitania, san Aredio, abad, que compuso para el cenobio que había fundado una sabia regla extraída de los preceptos de varios institutos de vida monástica.




Santo Tomás Cantelupe

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Santo Tomás Cantelupe, obispo
En Montefiascone, de la Toscana, muerte de santo Tomás Cantelupe, obispo de Hereford, en Inglaterra, el cual, célebre por sus conocimientos, se mostró severo para consigo mismo, pero excepcionalmente generoso para con los pobres.
Los Cantalupo constituían una familia normanda que pasó a Inglaterra con Guillermo el Conquistador, quien le concedió múltiples honores y posesiones. Gracias a una serie de convenientes matrimonios, los Cantalupo aumentaron sus riquezas y emparentaron con los Strongbow y los Marshal, condes de Pembroke, con los Fitzwalter, condes de Hereford, y con los Brasoe, señores de Albergavenny. El padre de Santo Tomás era ayuda de cámara de Enrique III; su madre, Millicent de Gournay, era condesa de Evreux y de Gloucester. Tomás tenía cuatro hermanos y tres hermanas, con quienes no llevaba relaciones muy estrechas. Nació hacia el año 1218, en Hambleden, en las proximidades de Great Marlow. Su educación quedó a cargo de su tío Walterio, obispo de Worcester, quien le envió a Oxford a los diecinueve años. Pero el joven pasó poco tiempo ahí y se trasladó luego a París con su hermano Hugo(1). En Francia los jóvenes vivían en una inmensa posesión. En 1245, acompañaron al Concilio de Lyon a su padre, quien había sido enviado como legado de Inglaterra. Probablemente Tomás recibió ahí la ordenación. El Papa Inocencio IV le concedió una dispensa para que pudiese gozar de varios beneficios eclesiásticos simultáneamente, y el joven Tomás hizo amplio uso de dicha dispensa.

Después de enseñar derecho civil en Orleans por algún tiempo, volvió a París. Ahí obtuvo el título de licenciado y entonces pasó a Oxford a enseñar derecho canónico. En 1206 fue elegido canciller de la Universidad. Aunque se distinguió siempre por su caridad para con los estudiantes pobres, no dejaba por ello de exigir severamente el cumplimiento de la disciplina. Había entonces en Oxford una buena cantidad de estudiantes aún no graduados, a los cuales se permitía portar armas. Desgraciadamente, se hallaban divididos en dos partidos: los del norte y los del sur. Tomás llegó a formar un verdadero arsenal con las armas que se vio obligado a confiscar. Cuando el príncipe Eduardo acampó cerca de la ciudad y puso en entredicho a la Universidad, los estudiantes quemaron la casa del preboste, hirieron a muchos de los habitantes y vaciaron la bodega del alcalde, que era un comerciante en vinos. El abuelo de Tomás había sido uno de los defensores de Juan sin Tierra; en cambio, Santo Tomás se alió con los barones en la lucha contra Enrique III y fue uno de los designados para defender la causa de los barones en 1264, en Amiens, ante San Luis de Francia. Después de la derrota de Enrique III en Lewes, Tomás fue nombrado canciller del reino. Su prudencia, su valor, su sentido de justicia y su absoluto desprecio del respeto humano, así como su incorruptible honradez hacían de él un prototipo de magistrado. Sin embargo, no ocupó mucho tiempo el cargo, ya que fue depuesto cuando Simón de Montfort triunfó en Evesham. El santo, que tenía entonces unos cuarenta y siete años, se retiró a París.

Algunos años más tarde retornó a Oxford. Tal vez fue nombrado nuevamente canciller de la Universidad; lo que está fuera de duda es que recibió el grado de doctor en teología en la iglesia de los dominicos. En el discurso que pronunció con tal ocasión, Roberto Kilwardby, arzobispo electo de Canterbuy declaró que el nuevo doctor había llevado una vida irreprochable. Sin embargo el santo siguió demostrando que el pluralismo de beneficios eclesiásticos no estaba reñido con las más grandes cualidades: en efecto, además de ser archidiácono de Stafford y chantre de York, poseía cuatro canonjías y siete u ocho beneficios parroquiales, particularmente en Hereforshire. Administraba sus beneficios por medio de vicarios y solía presentarse de improviso para estar seguro de que sus súbditos recibían los cuidados corporales y espirituales que se les debían. En 1275, elegido obispo de Hereford, recibió la consagración episcopal en la iglesia de Cristo, de Canterbury. El santo comentó con desagrado el hecho de que los obispos de Gales no hubiesen asistido a su consagración.

Debido a las guerras civiles y a la pusilanimidad de sus dos predecesores la amplia y rica diócesis de Hereford se hallaba en un estado lamentable cuando Santo Tomás fue elegido para gobernarla. Enfrentándose con los señores temporales y espirituales de la región, que se aferraban a sus derechos y posesiones, fue venciéndolos uno a uno. Excomulgó a Corbet, barón de Gales; obligó a lord Clifford a hacer penitencia pública en la catedral de Hereford; el obispo de Saint Asaph y el obispo de Menevia, que habían tratado de impedir que consagrase la iglesia abacial de Dors, experimentaron el peso de la mal de la mano aquel prelado feudal, que era a la vez barón y obispo, "solícito y prudente en las cosas de este mundo y todavía más solícito y prudente en las de Dios." El santo hubo de luchar durante largo tiempo con Gilberto de Clare, conde Gloucester, quien insistía en cazar en la posesión del obispo, en Malvern. Gilberto replicó a las amenazas del prelado llamándole "cleriguillo" y amenazándole con golpearlo. Naturalmente, el epíteto provocó la cólera de Sato Tomás, quien citó al conde ante los jueces. El resultado del juicio puede verse todavía en el "Foso del Conde". Ese foso es muy anterior a la época de Gilberto de Clare, pero fue él mismo quien lo mandó reparar y cercar para marcar los límites de su propiedad y evitar que sus venados se refugiasen en las tierras del obispo. Entre los numerosos incidentes y rasgos de la vida y la persona de Santo Tomás que se hallan consignados en el proceso de canonización, se cuenta que, cuando visitaba su diócesis, preguntaba a todos los niños que encontraba en el camino si estaban confirmados; si la respuesta era negativa, procedía a conferirles inmediatamente el sacramento. Excomulgaba y reprendía a los pecadores públicos, sobre todo a aquellos que ocupaban puestos de importancia y daban mal ejemplo a sus subordinados. No permitía que se acumulasen beneficios eclesiásticos, sin la dispensa requerida para ello; así, privó de sus beneficios al deán de San Pablo y a los archidiáconos de Northampton y Salop.

Desgraciadamente, en los últimos años de la vida de Santo Tomás estalló una disputa entre él y Juan Peckham, arzobispo de Canterbury, debido a ciertas cuestiones de jurisdicción y a algunos incidentes ocurridos en la diócesis de Hereford. En un sínodo que tuvo lugar en Reading en 1279, Santo Tomás encabezó a los sufragáneos ofendidos. Roma les dio la razón a su debido tiempo; pero Juan Peckham excomulgó a Santo Tomás. Algunos obispos se negaron a publicar el decreto de excomunión, y Santo Tomás anunció públicamente que iba a apelar ante el Papa Martín IV, a quien fue a ver a Roma. Todavía se conservan ahí algunas cartas de los procuradores de Juan Peckham. A pesar del alboroto que éstos causaron en la Ciudad Eterna, el Sumo Pontífice acogió amablemente a Santo Tomás en Orvieto. Mientras se estudiaba el proceso, el santo se retiró a Montefiascone, pero, ya para entonces, las fatigas y el calor del viaje habían arruinado su salud y cayó gravemente enfermo. Se cuenta que uno de sus capellanes, al comprender que la enfermedad era mortal, le dijo: "Señor, ¿no quisierais confesaros?" Tomás se le quedó mirando y replicó: "Estáis loco." El capellán repitió por dos veces la proposición y recibió la misma respuesta. Lo que ignoraba el pobre capellán era que el santo acostumbraba confesarse todos los días. Santo Tomás falleció el 25 de agosto de 1282 y fue sepultado en Orvieto. Sus reliquias fueron pronto trasladadas a Hereford. La capilla catedralicia en la que fueron depositadas, se convirtió en uno de los santuarios más famosos del occidente de Inglaterra (Juan Peckham se negó a conceder el permiso de enterrar los restos hasta que vio con sus propios ojos el certificado de absolución concedido por la penitenciaría papal). Los milagros empezaron a multiplicarse: en las actas de canonización se enumeran nada menos que cuatrocientos veintinueve. La causa se introdujo a instancias del rey Eduardo I y llegó a su término en 1320. El Martirologio Romano menciona a Santo Tomás el día del aniversario de su muerte, pero los canónigos regulares de Letrán y las diócesis de Birmingham, Shrewsbury y otras celebran su fiesta el 3 de octubre. Las diócesis de Cardiff y Salford la celebran el 5 de octubre, y la de Westminster el 22 del mismo mes.

Los bolandistas, que pudieron servirse de los documentos del proceso de canonización, presentan un relato muy completo sobre Santo Tomás en Acta Sanctorum, vol. 1, octubre. La obra de Strange, Lile and Gests of St. Thomas of Cantelupe (1674), se basa únicamente en los materiales que proporcionan las crónicas de Capgrave y Surio; la Quarterly Series publicó, en 1879, una reimpresión de la obra del P. Strange, que es ya muy anticuada. Actualmente disponemos de una inmensa cantidad de nuevos materiales, gracias a la publicación de las actas episcopales de Cantelupe llevada a cabo por la Canterbury Society y la York Society, así como a la publicación de "Bishop Swinfield's Household Expenses" (Camden Society), de la correspondencia de Juan Peckham (Rolls Series), etc. Por otra parte, se encuentran bastantes referencias a Santo Tomás en casi todas las crónicas de la época. El artículo de Tout, en DNB, vol. VIII, pp. 448-452, es muy completo y de un tono acertadísimo. Desgraciadamente no podemos decir otro tanto del bien documentado artículo de A. T. Bannister, The Cathedral Church of Hereford (1924). Acerca de las reliquias del santo, véase el artículo de E. Horne en Clergy Review, vol. XXVIII (1947), pp. 99-104. Cf. D. L. Dowie, Archbishop Pecham (1952).


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI




Beato Pablo Juan Charles

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Beato Pablo Juan Charles, presbítero y mártir
En un viejo navío anclado ante la costa de Rochefort, en Francia, beato Pablo Juan Charles, presbítero y mártir, que, siendo prior en la Orden Cisterciense, en el furor de la Revolución Francesa, por el hecho de ser sacerdote, fue conducido por los perseguidores desde el monasterio de Septfontaines a una prisión naval, donde murió consumido por el hambre y la enfermedad.
Juan Charles nació el 29 de diciembre de 1743 en Millery, Cóte-d'Or. Educado cristianamente, a los 28 años pidió el hábito en la abadía cisterciense de Sept-Fons, en la que ingresó el 25 de junio de 1771, e hizo la profesión religiosa el 29 de septiembre de 1772, tomando el nombre de Pablo. Posteriormente fue ordenado sacerdote. Tras la elección del abad Sallemard de Montford (6 de julio de 1788), fue nombrado prior claustral. Y sucedió que cuando empezó la Revolución y empezaron los problemas con las casas religiosas, el abad dejó el monasterio y se fue con su familia, quedando entonces Pablo al frente de su monasterio.

Procuró mantener la vida monástica, aseguró la cohesión de la comunidad y su nivel espiritual, haciendo frente con fortaleza a las muchas dificultades. No sirvió que 32 municipalidades pidieran el mantenimiento de la abadía de Sept-Fons. La abadía fue suprimida, y Pablo se marchó a Donjon con sus monjes y pidió se les concediera una casa donde vivir. El Directorio del departamento les asignó el exconvento de los capuchinos de Montlucon. Le acompañaban veinte monjes que intentaron vivir su vida de comunidad con los escasos ingresos que tenían, y aun así se sabe que hacían obras de caridad con los más pobres, que agradeció la municipalidad. El 14 de agosto de 1792 se les intimó a prestar el juramento de libertad-igualdad, a lo que todos se negaron. Entonces se les intimó orden de dispersión. Se fueron donde pudieron. Cinco de ellos se quedaron con el prior y se instalaron en Saint-Sauvier durante el invierno de 1792-1793, en el castillo de La Romagére.

Finalmente el 30 de marzo de 1793 fue arrestado en el castillo Des Ages. Fue llevado a Montlucon, donde fue interrogado, y de ahí a Moulins, donde fue encerrado el 2 de abril siguiente en la cárcel de Sainte-Claire. Declarado capaz de ser deportado, en diciembre de 1793 se le destina a Rochefort. Embarcado en Les Deux Associés, las duras condiciones de su detención y la falta de alimentos acaba con su salud y muere el 25 de agosto de 1794, siendo enterrado en la isla Madame. Excelente religioso, instruido, piadoso, dulce y ameno, dejó un magnífico recuerdo entre sus compañeros de prisión. Fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003




Beata María del Tránsito

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Beata María del Tránsito de Jesús Sacramentado Cabanillas, virgen y fundadora
En Córdoba, en la República Argentina, beata María del Tránsito de Jesús Sacramentado Cabanillas, virgen, que se dedicó con empeño a la formación cristiana de la infancia pobre y abandonada, y fundó en este país el Instituto de Hermanas Misioneras de la Tercera Orden Regular de San Francisco.
María del Tránsito Eugenia de los Dolores, nombre que le pusieron en el bautismo, nació el día 15 de agosto de 1821 en la estancia de Santa Leocadia, actual Carlos Paz (Córdoba, Argentina). Su padre, Felipe Cabanillas Toranzo, descendía de una familia de Valencia (España), que emigró a Argentina durante la segunda mitad del siglo XVII y que logró reunir una cierta fortuna económica en su nuevo ambiente, pero que se distinguió sobre todo por su profunda religiosidad cristiana.

En 1816, el señor Felipe Cabanillas se unió en matrimonio con la joven Francisca Antonia Luján Sánchez, de la que tuvo once hijos. Tres fallecieron prematuramente, cuatro contrajeron matrimonio y los otros cuatro se consagraron a Dios: uno como sacerdote secular y tres como religiosas en diversos institutos, continuando así una larga y gloriosa tradición familiar.

La beata María del Tránsito fue la tercera nacida de la familia. Bautizada por D. Mariano Aguilar el día 10 de enero de 1822 en la capilla de San Roque, le impusieron los nombres de Tránsito, es decir, María del Tránsito o María Asunción, y de Eugenia de los Dolores. Recibió el sacramento de la confirmación con cierto retraso, el día 4 de abril de 1836, dada la lejanía del centro diocesano.

Tras la primera educación familiar, María del Tránsito fue enviada a Córdoba, ciudad de nobles tradiciones culturales, con su famosa universidad del siglo XVII, fundada por el obispo franciscano Fernando Trejo y Sanabria, y los colegios de Santa Catalina (1613) y de Santa Teresa (1628). Desde 1840, al mismo tiempo que proseguía sus estudios, cuidaba de su hermano menor, que estaba preparándose para el sacerdocio en el seminario de Nuestra Señora de Loreto de la citada ciudad de Córdoba.

En 1850, tras la muerte de su padre, D. Felipe Cabanillas, la familia entera se trasladó definitivamente a Córdoba, por lo que María del Tránsito se estableció con su madre, su hermano -ordenado sacerdote en 1853-, sus hermanas y cinco primas huérfanas, en una casita situada cerca de la iglesia de San Roque.

María del Tránsito se distinguió por su piedad, sobre todo hacia la Eucaristía; llevó a cabo una intensa actividad como catequista e hizo muchas obras de misericordia, visitando frecuentemente a los pobres y a los enfermos en compañía de su prima Rosario.

Después del fallecimiento de su madre, acaecido el 13 de abril de 1858, María del Tránsito ingresó en la Tercera Orden Franciscana e intensificó su vida de oración y de penitencia, dirigida espiritualmente por el padre Buenaventura Rizo Patrón, franciscano, que sería ordenado obispo de Salta en 1862. Pero ella anhelaba consagrarse totalmente a Dios. Por eso, en 1859, con ocasión de su profesión en la Tercera Orden de San Francisco, emitió el voto de virginidad perpetua y le surgió la idea de fundar un Instituto para la instrucción cristiana de la infancia pobre y abandonada.

En 1871 entró en contacto con la Sra. Isidora Ponce de León, que se interesaba vivamente por la erección de un monasterio de carmelitas en Buenos Aires. Al año siguiente, María del Tránsito la siguió hasta Buenos Aires e ingresó en el monasterio el 19 de marzo de 1873, el mismo día en que se inauguró. Pero su compromiso ascético resultó superior a sus fuerzas físicas, cayó enferma y, por razones de salud, tuvo que abandonar la clausura en abril de 1874. En septiembre de aquel mismo año, creyéndose suficientemente recuperada, ingresó en el convento de las religiosas de la Visitación de Montevideo, pero también allí cayó enferma pocos meses después.

Aceptó todo con admirable resignación, abandonándose cada vez con más confianza en las manos de la Divina Providencia. Al mismo tiempo, volvió a pensar en una fundación educativa y asistencial al servicio de la infancia. Varios franciscanos la alentaron a ello y D. Agustín Garzón le ofreció una casa y su colaboración, al tiempo que la puso en contacto con el P. Ciríaco Porreca, OFM, de Río Cuarto.

El 8 de diciembre de 1878, obtenida la aprobación eclesiástica de su proyecto de fundación y de las constituciones, y después de unos ejercicios espirituales predicados por el P. Porreca, María del Tránsito Cabanillas, en compañía de sus dos compañeras, Teresa Fronteras y Brígida Moyano, dio inicio a la Congregación de las Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas de la Argentina. A petición de la fundadora, el P. Porreca, franciscano, fue nombrado director del Instituto.

El 2 de febrero de 1879 María del Tránsito y sus dos primeras compañeras emitieron la profesión religiosa, y el día 27 de aquel mismo mes y año escribieron al P. Bernardino de Portogruaro, Ministro general de la Orden de Frailes Menores, solicitándole la agregación de su Instituto a la Orden Franciscana. El P. Bernardino de Portogruaro les respondió afirmativamente el 28 de enero de 1880.

La nueva Congregación tuvo inmediatamente una gran floración de vocaciones, de manera que todavía en vida de la fundadora se inauguraron el colegio de Santa Margarita de Cortona en San Vicente, el del Carmen en Río Cuarto, y el de la Inmaculada Concepción en Villa Nueva.

La beata María del Tránsito guiaba el floreciente Instituto con admirable sabiduría y prudencia, pero sus fuerzas físicas iban cediendo gradualmente a las fatigas de cada día y a los rigores ascéticos. El 25 de agosto de 1885, en San Vicente de Córdoba (Argentina), murió santamente, como había vivido durante toda su vida, dejando en herencia heroicos ejemplos de humildad y de caridad, sobre todo al servicio de la infancia, de los pobres, de los enfermos y de sus hermanas.

Entre sus virtudes deben subrayarse sobre todo la prudencia, la paciencia, la fortaleza de ánimo para afrontar las múltiples pruebas de la vida, su asidua actividad enseñando el catecismo y atendiendo a la infancia abandonada, su amor a la pureza y la confianza en la Divina Providencia, que le respondía con frecuencia con signos sorprendentes.

Como fundadora, supo infundir en sus hijas el espíritu sobrenatural, la generosidad, el amor a la infancia, el espíritu de penitencia y de mortificación.

Su Santidad Juan Pablo II la beatificó el 14 de abril del 2002, y estableció que su fiesta se celebre el 25 de agosto.

Nota de ETF: Nosotros tomamos esta hagiografía -junto con la estampa que la ilustra- de franciscanos.org, quienes su vez se remiten a L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 12-IV-02.


fuente: Directorio Franciscano




 
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