San Aquilino de Evreux | |
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San Aquilino de Evreux, obispo
En Evreux, también en la Galia, san Aquilino, obispo, quien, según la tradición, era soldado y practicaba buenas obras; con el consentimiento de su esposa, hizo voto de continencia y fue elegido obispo.
Como tantos otros santos francos de la época merovingia, Aquilino pasó varios años en las cortes y los campos de batalla antes de abrazar la carrera eclesiástica y ser elegido obispo. San Aquilino nació en Bayeux, hacia el año 620, y combatió en las filas de Clodoveo II. Al volver de una campaña contra los visigodos, su esposa salió a encontrarle en Chartres y ambos decidieron quedarse allí y consagrase al servicio de Dios y de los pobres. Aquilino tenía entonces alrededor de cuarenta años. Más tarde, se trasladaron a Evreux, donde vivieron en paz por espacio de diez años.
A la muerte de Eterno de Evreux, el pueblo consideró a Aquilino como el hombre llamado a sucederle en el gobierno de la sede. Aquilino, angustiado por las distracciones inevitables en el desempeño de tan alto cargo, se construyó una especie de celda de ermitaño, dentro de su catedral y solía retirarse a ella siempre que tenía ocasión, para orar y hacer penitencia por su grey. Durante los últimos años de su vida, el santo quedó ciego, pero siguió gobernando su diócesis con el mismo celo que antes. Dios le concedió el don de obrar milagros.
Acta Sanctorum, oct., vol. VIIIl. Véase también Mesnel, Les saints du diocese d'Evreux, pte. v (1916); y Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 227.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Santa Frideswida de Oxford | |
Santa Frideswida, virgen
En Oxford, en Inglaterra, santa Frideswida, virgen, que, siendo de estirpe regia, fue elegida abadesa de un monasterio doble de monjes y de monjas.
Guillermo de Malmesbury nos dejó la recensión más sencilla de la leyenda de la santa en un escrito anterior al año 1125. Fridesvida, una vez que se vio libre de las solicitudes de un reyezuelo, fundó en Oxford un monasterio y pasó allí el resto de su vida. Pero según la forma más compleja de la leyenda, Fridesvida era hija del cortesano Didán y de su esposa Safrida. La educación de la niña fue confiada a una dama llamada Algiva. Cuando Fridesvida leyó que «todo lo que no es Dios es nada», se sintió llamada a la vida religiosa. Pero el príncipe Algar, prendado de su belleza, trató de raptarla. Entonces, la joven huyó con dos compañeras por el río Isis y se ocultó durante tres años en la cueva que servía de guarida a un jabalí. Como continuase la persecución de Algar, Fridesvida invocó la ayuda de santa Catalina y santa Cecilia, con el resultado de que el pretendiente quedó ciego hasta que prometió dejar en paz a la doncella. Según la leyenda, esa era la razón por la que los reyes de Inglaterra, hasta Enrique II, no iban jamás a Oxford.
Para poder consagrarse más plenamente a Dios en la soledad, Santa Fridesvida construyó con sus manos una celda en el bosque de Thornbury (actualmente Binsey), donde se acercó al Reino de los Cielos mediante el fervor y la penitencia. Se cuenta que la santa hizo brotar la fuente de Binsey con sus oraciones y que los peregrinos solían acudir allí en la Edad Media. La muerte de Fridesvida suele situarse en el año 735. Dios honró su sepulcro con numerosos milagros, de suerte que se convirtió en uno de los principales santuarios de Inglaterra.
Por lo que parece, la leyenda de santa Fridesvida, tal como se canserva, carece de fundamento histórico y no merece crédito alguno. Sin embargo, es probable que la santa haya fundado un monasterio en Oxford, en el siglo VII El monasterio fue restablecido en el siglo XII por los canónigos regulares de San Agustín. En 1180, las reliquias de santa Fridesvida fueron trasladas solemnemente a la iglesia construida en su honor. El canciller y los miembros de la Universidad solían ir al santuario dos veces al año, a la mitad de la Cuaresma y el día de la Ascensión. En 1525, el cardenal Wolsey, con autorización del Papa Clemente VII, disolvió el convento de Santa Fridesvida y fundó allí el Cardinal College; la iglesia conventual se convirtió en capilla del colegio. En 1546, es decir, ya producida la ruptura con Roma, Enrique VIII cambió el nombre de colegio por el de «Aedes Christi» (Christ Church o Santuario de Cristo) y la capilla se convirtió en catedral de la nueva diócesis de Oxord. Durante el reinado de María, la Santa Sede reconoció la diócesis y catedral. Por entonces, las reliquias de santa Fridesvida fueron recogidas, aunque probablemente no dispersadas, ya que el año de 1561, cierto canónigo de Christ Church, que probablemente estaba loco, profanó las reliquias con un fanatismo increíble. Durante el reinado de Eduardo VI, había sido sepultada en la iglesia la monja apóstata Catalina Cathie, quien había contraído matrimonio con el fraile Pedro Mártir Vermigli. Los restos de Catalina habían sido removidos en la época de la reina María; pero el canónigo Calfhill los reunió con los de Santa Fridesvida y los sepultó en la iglesia. Al año siguiente, vio la luz un escrito latino (y otro alemán) en el que se relataban los sucesos, con ciertos comentarios seudopiadosos sobre el texto «Hic jacet religio cum superstitione» (aquí yace la religión junto con la superstición). No es seguro que dicho texto haya sido grabado sobre el sepulcro, aunque varios autores, entre los que se cuenta Alban Butler, a mediados del siglo XVIII, lo afirman así. Éste comenta: «el sentido obvio de la inscripción nos lleva a pensar que aquellos hombres querían matar y sepultar toda religión».
Su fiesta celebra en la arquidiócesis de Birmingham. Se dice que en Borny de Artois se venera también a la santa con el nombre de Frevisa. Existen varias recensiones diferentes de la leyenda de santa Fridesvida (véase Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 3162-3169). En Acta Sanctorum, oct. vol. VIII, se hallará el texto íntegro o resumido de las principales. Véase también el comentario de J. Parker, The Early History of Oxford (1855), pp. 95-101; véase también E. W. Watson, The Cathedral Church of Christ in Oxford (1935).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Beato Tomás Hélye | |
Beato Tomás Hélye, presbítero
En Biville, cerca de Cherbourg, en Normandía, beato Tomás Hélye, presbítero, que pasaba los días en el ejercicio de su ministerio y dedicaba las noches a la oración y a la penitencia.
Tomás Hélye nació en Biville, de Normandía, hacia 1187. En dicha región se le llama todavía «el taumaturgo» y se le profesa gran devoción, confirmada oficialmente en 1859. Según parece, los padres del beato eran personajes de cierta importancia. La madre de Tomás se empeñó en enviarle a la escuela. Más tarde, Tomás decidió ayudar a otros a gozar del mismo privilegio y se convirtió en una especie de maestro de escuela y catequista en su pueblo natal. El éxito de su enseñanza llegó a oídos de los habitantes del pueblo vecino, Cherburgo, quienes le invitaron a abrir allí otra escuela. Tomás aceptó, pero la mala salud le obligó a retornar a Biville. Allí vivía, en casa de su padre, más como un monje que como un laico. Con el tiempo, conoció al obispo de Coutances, quien le ordenó diácono. Tomás hizo una peregrinación a Roma y otra a Compostela antes de terminar sus estudios en París. Cuatro años después, recibió la ordenación sacerdotal.
Desde entonces, empezó a llevar una vida más austera. Pasaba gran parte de la noche en oración y, durante el día, se dedicaba a los ministerios pastorales y la predicación, para la que tenía un don especial. Pronto fue nombrado párroco de Saint-Maurice, pero, como su vocación fuese propiamente misional, nombró a un vicario para la parroquia y él continuó con sus prédicas, su enseñanza del catecismo, sus visitas a los enfermos y a los pecadores, su ayuda a los pobres y oprimidos y sus exhortaciones a los tibios e indiferentes, no sólo en Coutances, sino también en las diócesis vecinas de Avranches, Bayeux y Lisieux. Agotado por el trabajo, el beato Tomás cayó enfermo en el castillo de Vauville, en La Manche, donde murió el 19 de octubre de 1257. El primer milagro que realizó después de su muerte, fue la curación de la dama que le había dado albergue, quien tenía la mano seca.
La historia de las reliquias de Tomás Hélye es particularmente interesante. Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Biville y más tarde trasladados a la iglesia del lugar. La iglesia fue profanada durante la Revolución; los revolucionarios emplearon como escritorio el sepulcro del beato. El P. Lemarié, vicario general de Coutances, determinó salvar las reliquias antes de que fuese demasiado tarde. El 13 de julio de 1794, por la noche, acompañado por el párroco y algunos fieles, abrió secretamente la tumba y encontró los huesos del esqueleto en orden casi perfecto. Inmediatamente los envolvió en un lienzo y los depositó en un féretro de madera, que selló debidamente, después de introducir en él un acta con el relato de los sucesos. El féretro fue ocultado en la iglesia de Virandeville. Las autoridades revolucionarias no lograron descubrir a los «criminales» y aprisionaron al párroco por descuido de su oficio y por negarse a revelar los nombres de los culpables, que en realidad no conocía. Las reliquias fueron devueltas a Biville en 1803, donde reposan hasta hoy, setecientos años después de la muerte del beato.
Acta Sanctorum, oct., vol. VIII, y en L. Delisle, Mémoires de la Soc. Acad. de Cherbourg, 1861, pp. 203-208. Véanse también las biografías escritas por L. Couppey (1903) y P. Pinel (1927). Como lo hace notar el P. Van Ortroy (Analecta Bollandiana, vol. XXII, 1903), p. 505, no existe ninguna prueba de que el beato Tomás haya sido capellán de san Luis de Francia, como se ha dicho algunas veces.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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San Felipe Howard | |
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San Felipe Howard, mártir
En Londres, en Inglaterra, san Felipe Howard, mártir, que, siendo conde de Arundel y padre de familia, perdió gracia ante la reina Isabel I por haber abrazado la religión católica, a causa de lo cual fue encarcelado, y llevó una vida de oración y penitencia, en la pobreza y en las pruebas, hasta alcanzar la corona del martirio.
Tomás Howard, cuarto duque de Norfolk, fue decapitado por orden de la reina Isabel en 1572. Por la misma sentencia, su hijo Felipe se vio privado de la sucesión al ducado de Norfolk, aunque heredó de su madre los condados de Arundel y Surrey. El niño fue educado por Juan Fox y por el Dr. Gregorio Martin, pero la influencia protestante fue más fuerte y Felipe pasó dos años en la Universidad de Cambridge, «con no poco detrimento». A los doce años de edad, había contraído matrimonio con Ana, hija de Lord Dacre de Guilleslant. En la corte de la reina Isabel. Felipe sufrió todavía mayores daños, ya que olvidó a su admirable esposa, descuidó sus dominios y gozó del favor de la reina durante un corto período. En 1581, muy impresionado por una discusión que había oído en la Torre de Londres entre san Edmundo Campion y algunos teólogos protestantes, decidió volver al buen camino y tomó nuevamente cariño a su esposa. El P. Guillermo Weston reconcilió a ambos con la Iglesia en 1584.
Ya desde antes existían ciertas sospechas sobre Felipe y su esposa. Éste estuvo bajo vigilancia en su propia casa, durante algún tiempo. Por otra parte, su evidente cambio de conducta, provocó aún más las intrigas de sus enemigos, y Felipe determinó huir con su familia y su hermano Guillermo a Flandes. En una larga carta que escribió a la reina para explicar su conducta, antes de embarcarse en Sussex, le decía que había llegado al punto «en que se veía obligado a escoger entre la pérdida de los bienes materiales y la pérdida de su alma». La nave en que viajaban fue capturada en el camino a Flandes, y Felipe fue aprisionado en la Torre de Londres. Al cabo de un año, como sus enemigos no hubiesen logrado probar la acusación de traición, fue juzgado por otros delitos de menor importancia. Los jueces le sentenciaron a pagar 10.000 libras de multa y a permanecer prisioneros hasta que la reina dispusiese otra cosa. En la época de la aventura de la Armada Invencible, fue nuevamente juzgado por los pares del reino, pues se le acusaba de haber cometido el delito de alta traición, favoreciendo a los enemigos de la reina. Aunque las pruebas eran fraudulentas y sin peso alguno (pues los testigos habían confesado por miedo a la tortura), Felipe fue condenado a muerte. Sin embargo, la sentencia no fue ejecutada, sin que sepamos por qué. El santo permaneció prisionero en la Torre de Londres durante seis años más y murió allí el 19 de octubre de 1595. No faltan autores que afirman que fue envenenado. Como Felipe se negase a asistir a un servicio protestante, no se le permitió en su lecho de muerte ver a su esposa y a su hijo, a quien no conocía.
Felipe Howard tenía treinta y ocho años al morir y había estado prisionero diez años consecutivos. Su paciencia y su conducta en la prisión, fueron no sólo ejemplares, sino heroicas. Su conversión había sido muy sincera, y el conde pasaba la mayor parte del tiempo escribiendo y copiando libros devotos. Como si el confinamiento solitario no fuese una pena suficiente, solía ayunar, mientras se lo permitió la salud, tres veces por semana, y todos los días se levantaba a las cinco de la mañana para orar. En particular, hacía penitencia por la forma en que había tratado a su fiel esposa. En una carta a san Roberto Southwell, le decía: «Nuestro Señor es testigo de que ninguno de mis pecados me hace sufrir tanto como el haber ofendido a mi esposa». A ésta le escribía: «Aquél que todo lo ve, sabe que lo sucedido es como un clavo en mi corazón y constituye la carga más pesada que llevo en la conciencia; tengo la intención de hacer toda la penitencia que me permitan mis fuerzas». Felipe murió «del modo más apacible, sin sufrir ni quejarse; simplemente volvió un poco la cabeza, como quien se queda dulcemente dormido». En una declaración que había escrito cuando esperaba la ejecución, decía: «En cuanto sé, la única razón por la que he sido arrestado y por la que estoy pronto a morir es mi fe».
En la torre Beauchamp de la Torre de Londres pueden verse todavía dos inscripciones grabadas por el propio santo en junio de 1587 y otra que conmemora su muerte, grabada por un prisionero católico llamado Tucker. Las reliquias de Felipe Howard se hallan en Arundel. Fue canonizado por SS Pablo VI en 1970.
El vol. XXI (1919) de las publicaciones de la Catholic Record Society está dedicado exclusivamente a Felipe Howard; esos documentos y la narración publicada en 1857 con el título del manuscrito original, «Lives of Philip Howard, Earl of Arundel, and of Anne Dacres his Wife», dan una idea más clara de la vida y carácter de este mártir que de cual quier otro de los mártires del reinado de Isabel. La biografía del conde y la condesa, según lo demostró el P. Newdigate en The Month (marzo de 1931, p. 247), fue escrita en 1635, cinco años después de la muerte de Lady Arundel; el autor fue un jesuita capellán de la condesa, pero no sabemos cómo se llamaba.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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