martes, 10 de noviembre de 2015

San Jorge Velay - Santos Narsete y José - San Andrés Avellino - Beato Acisclo Pina Piazuelo 10112015

San Jorge Velay

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San Jorge, discípulo de Nuestro Señor, ap. y primer ob. de Velay (Francia), s. I.


Santos Narsete y José

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Santos Narsete y José, mártires
En Persia, santos mártires Narsete, obispo, anciano venerable, y José, discípulo suyo, joven, los cuales, por no querer adorar al sol como les mandaba el rey Sapor II, fueron degollados.
En el año cuarto de la terrible persecución que desató en Persia Sapor II, fueron arrestados el obispo de Sahgerd, llamado Nerseo (o Narsete), y su discípulo José. Sapor II se hallaba entonces en dicha ciudad. Cuando los reos comparecieron ante él, el soberano dijo a Nerseo: «Tus cabellos grises y la juventud de tu discípulo me inclinan a la benevolencia. Piensa en tu propia vida. Ofrece sacrificios al sol, y yo te cubriré de honores». Nerseo respondió: «Tus halagos no nos engañan. Yo tengo ya más de ochenta años y he servido a Dios desde niño. Ruego a Dios que me preserve de todo mal, que no permita que yo le traicione, adorando la obra de sus manos». Como el rey le amenazase con la muerte, el anciano replicó: «Aunque nos mataras siete veces, no cederíamos». Entonces se sacó a los mártires fuera del campamento.

En el sitio de la ejecución, donde se hallaba reunida una gran multitud, José dijo al obispo: «Mirad a esa multitud que está esperando que la bendigáis antes de subir a la Patria». Nerseo le abrazó y le dijo: «Feliz de ti, bendito José, que has roto las cadenas de este mundo y has entrado por el sendero estrecho que conduce al Reino de los Cielos». Los dos fueron decapitados. En las mismas actas se narra también el triunfo de otros mártires. Uno de ellos fue un eunuco de palacio que se negó a ofrecer sacrificios. Vardano, un sacerdote que había apostatado por miedo al martirio, fue el encargado de darle muerte. Cuando Vardano vio a su víctima, se echó a temblar y no se atrevió a proceder a la ejecución. El mártir le dijo: «,Cómo podéis matarme vos, que sois sacerdote? Seguramente que me equivoco al daros el nombre de sacerdote. Haced lo que tenéis que hacer, pero no olvidéis la muerte del apóstata Judas». El impío Vardano dio un paso vacilante y apuñaló al mártir.

El P. P. Peeters (Acta Sanctorum, nov., vol. IV), en un artículo muy completo sobre san Nerseo, publicó el texto sirio de las actas, una traducción latina y una inmensa bibliografía. E. Assemani había publicado anteriormente las actas en Acta Martyrum Orientalium, vol. I, pp. 99 ss. También Bedjan y Hoffman las habían publicado ya.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Andrés Avellino

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San Andrés Avellino, religioso presbítero
En Nápoles, de la Campania, san Andrés Avellino, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos, que brilló por su santidad y celo en procurar la salvación del prójimo, hizo el arduo voto de avanzar cada día en las virtudes y, cargado de méritos, con muerte santa descansó al pie del altar
San Andrés Avelino nació en Castronuovo, pequeña población del reino de Nápoles, en 1521. Sus padres le pusieron por nombre Lancelote. El joven determinó abrazar el estado clerical, se estableció en Nápoles, y estudió derecho canónico y civil. Después de obtener el doctorado y el sacerdocio, empezó a practicar en las cortes eclesiásticas, pero su oficio le envaneció hasta el punto de llevarlo a la disipación. Una vez, después de ganar un proceso legal con una mentira, leyó por la noche en la Sagrada Escritura las siguientes palabras: «la boca mentirosa da muerte al alma» (Sab 1,11). En seguida, resolvió dejar el oficio de leyes y hacerse religioso. En ese ministerio demostró tanta prudencia y habilidad que, en 1556, el cardenal Escipión Ribiba le confió la tarea de reformar a las religiosas de San Arcangelo de Baiano. El convento tenía muy mala fama, y tanto las religiosas como ciertos hombres que acostumbraban visitarlas recibieron muy mal al santo y aun llegaron a golpearle. A pesar de que estaba pronto a dar su vida por Cristo y por las almas, sus esfuerzos resultaron infructuosos y, finalmente, hubo que suprimir el convento.

Entre tanto, el P. Avelino había determinado abrazar la vida religiosa. Así pues, ingresó en la congregación de los clérigos regulares conocidos con el nombre de Teatinos, que san Cayetano había fundado treinta años antes en Nápoles. Su maestro de novicios fue el beato Juan Marinoni. El P. Avelino, que tenía entonces treinta y cinco años, cambió su nombre de pila por el de Andrés, para manifestar el cambio que se había operado en su vida. Pasó catorce años en la casa de los teatinos de Nápoles. A causa de su bondad, su fervor y su exacta observancia, fue elegido sucesivamente maestro de novicios y superior. Uno de sus discípulos fue el P. Lorenzo Scupoli, autor del «Combate Espiritual», quien ingresó en la Congregación de los Teatinos a los cuarenta años. Muchos prelados que deseaban reformar la Iglesia en Italia, como el cardenal Pablo Aresio y san Carlos Borromeo, supieron reconocer las grandes cualidades de san Andrés Avelino, así como su celo para formar mejor al clero. En efecto, san Carlos Borromeo pidió, en 1570, al superior general de los teatinos que enviase al santo a Lombardía. Así se hizo, y bien pronto quedó fundada en Milán una casa de su congregación. Instalado en la ciudad, san Andrés llegó a ser amigo íntimo y consejero de san Carlos. Más tarde, fundó otra casa en Piacenza y, con su predicación convirtió a algunas damas nobles, indujo a otras a entrar en la vida religiosa, y «agitó la ciudad» de tal modo, que algunos se quejaron ante el duque de Parma, quien le mandó llamar. San Andrés se justificó ampliamente ante el duque, y la duquesa quedó tan impresionada, que le tomó por director espiritual. En 1582, el santo regresó a Nápoles. Con su predicación, convirtió a muchos pecadores e ilustró la inteligencia del pueblo sobre los errores del protestantismo, que empezaba ya a cundir hasta en el sur de Italia.

Se cuentan varios milagros de san Andrés. Por ejemplo, un hombre que no creía en la presencia real de Cristo en la Eucaristía, fue a comulgar por respeto humano y por miedo; pero después se sacó la hostia de la boca y la envolvió en su pañuelo. ¡Cuál no sería su sorpresa al encontrar, más tarde, su pañuelo manchado de sangre! Aterrorizado y lleno de remordimientos, el hombre fue a ver a san Andrés Avelino, quien contó lo sucedido, pero se negó a revelar el nombre del culpable para que no se le persiguiese por sacrilegio. El 10 de noviembre de 1608, a los ochenta y ocho años de edad, san Andrés sufrió un ataque de apoplejía en el momento en que empezaba a celebrar la misa y falleció en la tarde de ese mismo día. Su cuerpo fue expuesto en la cripta de la iglesia de San Pablo, a donde acudieron grandes multitudes; muchos de los presentes guardaron mechones del cabello del santo como reliquias y, al arrancárselos le hicieron algunas cortaduras en la cara. A la mañana siguiente, treinta y seis horas después de la muerte de san Andrés, manó sangre de aquellas heridas. Por lo demás, como el cadáver conservaba el calor natural, hay razones para sospechar que no estaba realmente muerto. Los cirujanos hicieron varias incisiones, y la sangre brotó de nuevo durante otras treinta y seis horas. Naturalmente que se recogió con cuidado aquella sangre, que cuatro días después conmenzó a hervir. En los años siguientes, el día de la fiesta del santo, la sangre seca volvía al estado líquido, como sucede con la de san Jenaro en la misma ciudad de Nápoles. San Andrés fue canonizado en 1712. En el proceso se presentó la licuefacción de la sangre como un milagro, pero fue descartado a causa de la insuficiencia de las pruebas. Mons. Pamphili (más tarde Inocencio X) declaró que la sangre seca que había en un frasco que se le confió no se había tornado líquida.

 Acta Sanctorum, nov., vol. IV; las numerosas biografías publicadas en los siglos XVII y XVIII han dado a conocer perfectamente al santo y no han dejado problemas que elucidar. Así pues, se limitan a presentar un resumen claro y conciso de los principales incidentes de la vida de san Andrés y una bibliografía muy completa, además de un valioso manuscrito italiano del P. Valerio Pagani, el amigo más íntimo del santo, que trata sobre todo de las relaciones de éste con los teatinos. En Analecta Bollandiana, vol. XLI (1923) , pp. 139-148, habían publicado ya antes algunos detalles muy interesantes sobre la «conversión» de san Andrés. Casi todos los datos que poseemos, proceden de los contemporáneos del santo. En 1609, el obispo del Tufo publicó una Historia della Religione dei Patri Cherici Regolari, en la que había un relato de la vida de san Andrés. En 1613, el P. Castaldo dio a la imprenta una biografía propiamente dicha. Existen también otras biografías en italiano, como las de Baggatta, Bolvito, de María, etc. Acerca del fenómeno de la licuefacción de la sangre, cf. The Month, mayo de 1926, pp. 437-443. En el Dictionnaire de Spiritualité, vol. t (1937), cc. 551-554, hay un artículo de G. de Lucca sobre los escritos ascéticos de san Andrés. Se publicaron cinco volúmenes de ellos en Nápoles, entre 1733 y 1734, pero quedan todavía algunos inéditos.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Beato Acisclo Pina Piazuelo

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Beato Acisclo Pina Piazuelo, religioso y mártir
En Barcelona, en España, beato Acisclo Pina Piazuelo, religioso de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios y mártir, que fue asesinado durante la violenta persecución desencadenada por quienes odiaban la religión.
Joaquín Pina Piazuelo nace en Caspe (Zaragoza) el 26 de julio de 1878, en el seno de una familia de campesinos labradores, honrados y muy cristianos, que proporcionaron al muchacho una buena formación religiosa, pero, como era habitual entonces en su clase social, con poca base cultural. Vive y trabaja con su familia, hasta que que se decidió por la vida religiosa y pidió el ingreso en la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios. Ingresó el 15 de septiembre de 1915, con 37 años, en el postulantado de Ciempozuelos, y el maestro de novicios comprobó que tenía buena voluntad y disponibilidad, pero carecía de la formación humana deseable para hacer la profesión religiosa y le propuso quedarse como oblato, lo que él aceptó con mucha humildad y modestia. Se le dio, pues, el hábito de devoción y tomó el nombre de hermano Acisclo el 20 de marzo de 1916.

Prestó sus servicios con mucha diligencia, primero en el sanatorio psiquiátrico de Ciempozuelos, pasando luego a la casa de San Baudilio de Llobregat y posteriormente a la de Pamplona, de donde fue enviado al asilo-hospital de Barcelona. En varios de estos hospitales se encargó de la vela nocturna de los enfermos y, en Barcelona, del cuidado de los niños escrofulosos. Llegada la revolución de julio de 1936 tuvo que abandonar la casa religiosa, y fue acogido en varias casas sucesivamente hasta que lo recibió doña Sebastiana Escribano, en la calle Ríos Rosas, del Barrio de San Gervasio. El 5 de noviembre, al mediodía, registraron los milicianos la casa y se llevaron a la señora y al religioso a la checa de San Elías, donde fueron registrados y separados. Según declaró la señora, fue sacado en la noche del 10 de noviembre junto con muchos otros sacerdotes, religiosos y seglares, que fueron fusilados en las afueras de la ciudad. Fue beatificado el 25 de octubre de 1992 por el papa Juan Pablo II.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003

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