miércoles, 11 de noviembre de 2015

San Verano de Vence - San Bartolomé de Grottaferrata - Beata María Victoria Díez - San Menas de Samnio 11112015

San Verano de Vence

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San Verano de Vence, obispo
En Vence, lugar de Provenza, en la Galia, conmemoración de san Verano, obispo, que siendo hijo de san Euquerio, obispo de Lyon, fue educado en el monasterio de Lérins y escribió al papa san León Magno, agradeciéndole su profesión de fe en la encarnación del Verbo contenida en la carta a Flaviano.
Euquerio y Gala eran un matrimonio cristiano galo, de buena posición. Cuando sus dos hijos, Salonio y Verano, comenzaron a crecer, el matrimonio acordó dejar la vida matrimonial para entrar en la vida religiosa. Salonio, que nació hacia el 400, tenía en ese momento diez años, y Verano, que siempre aparece enumerado después, sería poco menor. Los padres se retiraron a la isla de Lerins, y el padre llevó allí mismo, al monasterio de san Honorato, a sus dos hijos, que se educaron a cargo de Hilario de Arlés, Salviano y Vicente de Lérins.

Algunos años más tarde Euquerio, cuya fama de santidad y sabiduría brillaba en toda la Galia, fue elegido obispo de Lyon, unos años después, en el 439, lo fue Salonio de la sede de Ginebra, y hacia el 450 Verano en la sede de Vence (sede episcopal suprimida en la Revolución Francesa, fusionada en la de Niza). Por esa misma época fue su participación en la escritura de la llamada «Epístola dogmática», enviada por Salonio, Cerecio de Grenoble y el propio Verano al papa san León Magno en respuesta y agradecimiento al «Tomus ad Flavianum», que el Pontífice había escrito para explicar la doctrina católica de las dos naturalezas de Cristo. Naturalmente, traándose la epístola de un escrito colectivo, poco podemos saber de la participación de cada uno de los tres autores.

Su padre, Euquerio, dedicó a Verano uno de sus libros, el «Formularium spiritualis Intelligentiae ad Veranium» (Reglas de la inteligencia espiritual para Verano). El santo gobernó la sede de Vence por unos veinticinco años. Lamentablemente, carecemos de otras informaciones sobre san Verano, que pasó a la historia en la sombra de sus notables padre y hermano.

Di Berardino, Patrología, BAC, tomo III, pág. 605 y 642-3 ; tambien Catholic Encyclopedia tiene biografía de san Euquerio, donde, naturalmente, se menciona a los dos hermanos. La «Epístola dogmática» se encuentra en Migne PL 54,887-889.


San Bartolomé de Grottaferrata

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San Bartolomé de Grottaferrata, abad
En el monasterio de Grottaferrata, en las cercanías de Frascati, próximo a Roma, san Bartolomé, abad, que, nacido en Calabria, fue al encuentro de san Nilo, cuya vida y costumbres dejó por escrito, y al lado del cual estuvo hasta su muerte en el cenobio tusculano que había fundado bajo la disciplina ascética de los orientales, obra que él continuó convirtiéndola en una escuela de ciencias y de arte.
El fundador de la abadía griega de Grottaferrata de Toscana, San Nilo, murió el año 1004. Después de él, se sucedieron rápidamente en el cargo, Pablo, Cirilo y Bartolomé. Los tres habían sido discípulos de san Nilo. Se considera a san Bartolomé como segundo fundador del monasterio, porque san Nilo y sus primeros dos sucesores sólo alcanzaron a limpiar el terreno y a empezar a construir, en tanto que Bartolomé terminó el monasterio y lo dejó firmemente organizado. Los sarracenos habían invadido Sicilia y el sur de Italia y habían arrojado de allí a los monjes. San Bartolomé hizo de su monasterio un centro de cultura y de copia de manuscritos. Él mismo era muy hábil en el arte de la caligrafía, y compuso cierto número de himnos litúrgicos.

Un canon del oficio litúrgico de san Bartolomé, dice así: «Cuando viste al Romano Pontífice destronado, supiste, padre, persuadirle a que renunciase a la tiara y acabase felizmente sus días en un monasterio». Estas palabras constituyen una alusión a la tradición de Grottaferrata, tal vez verdadera, acerca de los últimos años de Benedicto IX, cuyo abuelo, el conde Gregorio de Tusculum, había regalado las tierras en que se construyó el monasterio. Benedicto IX, en su turbulento y escandaloso pontificado de doce años, renunció a la tiara a cambio de cierta suma de dinero y trató después de apoderarse nuevamente de ella; pero en 1048, fue expulsado de Roma y se dirigió a Grottaferrata lleno de remordimientos. San Bartolomé se mostró muy categórico: puesto que con su conducta se había hecho indigno del pontificado y aun del sacerdocio, debía renunciar definitivamente a la tiara y pasar el resto de su vida haciendo penitencia (hay que notar que Benedicto no tenía entonces más que treinta y seis años). Bajo la influencia del abad, los remordimientos de Benedicto se transformaron, poco a poco, en arrepentimiento sincero, de suerte que se quedó en Grottaferrata y murió allí. Este relato del papel que desempeñó san Bartolomé en la vida de Benedicto IX, se encuentra en la biografía del santo, escrita probablemente por su tercer sucesor, el abad Lucas I. En la abadía hay otros documentos que apoyan el relato, pero, al parecer, Benedicto retenía el título de Papa en 1055, año de su muerte.

El gobierno vigoroso de san Bartolomé elevó su monasterio a una altura que le permitió desempeñar un papel de importancia en la historia de los Estados Pontificios en la Edad Media; pero ello fue la causa de la decadencia religiosa del monasterio, que continuó hasta su restauración en el siglo XIX.

En Migne, PG., vol. CXXVII cc. 476-516, hay dos textos griegos sobre San Bartolomé. En la la biblioteca de Grottaferrata se conservan todavía algunos de los manuscritos copiados por el santo; en la iglesia abacial hay un antiguo mosaico en el que están representados san Nilo y san Bartolomé. Mons. Mann, Lives of the Popes, vol. v, p. 292, estudia el punto de la renuncia de Benedicto IX. F. Halkin, en Analecta Bollandiana, vol. LXI (1943), pp. 202-210; dicho autor hace notar que uno de los dos textos griegos arriba citados, el Encomium, se refiere a otro san Bartolomé.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI



Beata María Victoria Díez

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Beata María Victoria Díez y Bustos de Molina

Es un momento para recordar a una mujer, maestra como muchas otras de los años treinta en España, "la chica de la puerta de al lado", por su cercanía y sencillez, con una presencia nada llamativa en lo exterior, pero singular, más bien singularísima, en lo interior.




Una mujer fuerte en la línea de las féminas fuertes que quería san Pedro Poveda, fundador de la Institución Teresiana, inspiradas en las que acompañaron a Cristo hasta el final y especialmente su madre dolorida y fiel. Y cuyo modelo ideal él diseñó en María Josefa Segovia, primera directora de la Institución Teresiana, y colaboradora insustituíble en los tiempos fundacionales.

Josefa y Victoria se cartearon con frecuencia y la primera fue la tenaz y anticipada propagandista precoz de la vida heroica de la maestra y la patrocinadora de la primera biografía de Victoria, escrita por María Josefa Grosso, directora del centro en el que se formó Victoria como docente, que conoció bien a la maestra mártir. Un acierto y una "tempestividad" tal que, los testimonios, recogidos a pie de los hechos, dieron un empujón importante a la causa de Victoria, cuando el obispo de Córdoba, monseñor Infantes Florido pidió e la Institución Teresiana en 1986, cuando se cumplían 50 años de su ejecución, que agilizara el proceso de canonización de la maestra.

¿Y qué nos deja hoy, en el siglo XXI, esta mujer pequeñita, no muy agraciada, según decía ella, con poca salud, una envoltura de seda de un espíritu trabajador, artista, simpático? Pues mucho. Victoria es plenamente actual porque sólo hizo lo que tenía que hacer, llevado al límite de la entrega. En todo. En la oración, en la colaboración con la Iglesia, en la dedicación a sus alumnas, en la atención a los olvidados del pueblo, en la amistad con todos, fueran de la ideología que fueran, en la alegría contagiosa, en la sana diversión, en una religiosidad muy andaluza, muy sensorial, muy humana, muy encarnada.

Victoria sabía lo que iba a pasar y no escurrió el bulto. No salió corriendo. Ni siquiera ocultó su asiduidad y colaboración en la vida de la parroquia, ni su amistad con el párroco y con sus hermanas. No frenó sus actividades con la Acción Católica, creada con el sacerdote Antonio Molina, ni con los catequistas. No dejó de hacer el bien a las mujeres del pueblo sin trabajo, enseñándoles oficios, llevando al pueblo a representantes de una conocida marca de máquinas de coser para que dieran un curso que podría servir luego para emplear a aquellas mujeres. No dejó de dar clases de alfabetización dominicales a adultos de Hornachuelos. Era el alma del pueblo y así lo reconocieron todos, años después, cuando se calmaron los tambores de guerra y la calma volvió a aquél pueblo doblemente masacrado, primero por unos y luego por otros.

Entonces, firmeza, fidelidad a los principios, paciencia con los que van más despacio y con los enemigos, empeño hasta la muerte en seguir un ideal, alegría como sal que sazona y palabra como luz que ilumina alrededor, sin esconder la lámpara bajo la medida de trigo, esa es la lección eterna de Victoria.

Felicidades a todos cuantos la celebran, en Sevilla donde nació, en Cheles y Hornachuelos donde dio lecciones de vida, en Córdoba donde se conserva en una cripta su reliquia, y lleva su nombre el centro de formación de catequistas y teólogos, y en tantos otros lugares que, llevando su nombre o no, la han elegido como inspiradora de sus afanes.

En días próximos, se publicará en versión online la vida de Victoria Díez, que nació el 11 de noviembre de 1903 y fue ejecutada por un piquete popular anarcolibertario, el 12 de agosto de 1936, en la Mina del Rincón, tras un heroico trayecto, mil veces relatado y cantado, junto a diecisiete compañeros, la única mujer.

San Menas de Samnio

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San Menas de Samnio, eremita

En Molise, memoria de san Menas, ermitaño, de cuyas virtudes hace mención el papa san Gregorio Magno.


Menas de Egipto, Santo
Menas de Egipto, Santo

Mártir, 11 Noviembre


Por: n/a | Fuente: Acoantioquena.com 



El Gran Mártir Menas, era egipcio de nacimiento, funcionario militar y sirvió en la región de Konya de Frigia bajo el centurión Firmiliano durante el reinado de los emperadores Diocleciano (284-305) y Maximiano (305-311). Cuando los emperadores empezaron la persecución más atroz contra cristianos en la historia, el santo se negó a servir a estos perseguidores. Menas se quitó el cinturón del uniforme (una señal de línea del ejército) y se retiró a una montaña dónde vivió una vida ascética de ayuno y oración. 

Cierta vez él bajo a la ciudad durante una fiesta pagana. En medio del auge de los juegos el santo levantó su voz, predicando la fe en Cristo, el Salvador del mundo. Fu llevado entonces ante el prefecto Pirrus, ante quien el santo valientemente confesó su fe, diciendo que él había venido a denunciar la impiedad. El prefecto se llenó de ira, y Menas fue arrestado. 

Pirrus ofreció devolverle el rango que tenía en el ejército si Menas ofrecía el sacrificio a los dioses paganos. Cuando éste se negó, lo sometió a crueles torturas, y luego fue decapitado. Esto ocurrió en el año 304. 

Algunos cristianos recogieron las reliquias del mártir de noche y las escondieron hasta el fin de la persecución. Después, lo llevaron a Egipto y las colocaron en una Iglesia dedicada al Santo Menas, al sudoeste de Alejandría. 

El santo recibió la gracia de Dios de realizar milagros, y ayudar a quienes padecen necesidad: Sanar enfermedades, librar a las personas poseídas por demonios. Y es solicitado como protector, sobre todo durante tiempos de guerra. 

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