¡Gracias,
Jesús, por tu amistad!
Muchas veces nos sentimos siervos inútiles, y a pesar de ello, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos.
Autor: Cardenal Joseph Ratzinger | Fuente: Catholic.net
Muchas veces nos sentimos siervos inútiles, y a pesar de ello, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos.
Autor: Cardenal Joseph Ratzinger | Fuente: Catholic.net
Muchas veces no sentimos simplemente siervos inútiles, y es verdad
(Cf. Lucas 17, 10). Y, a pesar de ello,
el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, nos da su
amistad.
El Señor define la amistad de dos maneras:
El Señor define la amistad de dos maneras:
- No
hay secretos entre amigos: Cristo nos
dice todo lo que escucha al Padre; nos da su plena confianza y, con la
confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos
muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado que va hasta la locura
de la cruz. Nos da su confianza, nos da el poder de hablar con su yo:
«este es mi cuerpo…», «yo te absuelvo…». Nos confía su cuerpo, la Iglesia.
Confía a nuestras débiles mentes, a nuestras débiles manos su verdad, el
misterio del Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio del Dios que
«tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (Juan 3, 16). Nos ha
hecho sus amigos y, nosotros, ¿cómo respondemos?
- El
segundo elemento con el que Jesús define la amistad es la comunión de las voluntades. «Idem
velle – idem nolle», era también para los romanos la definición de la
amistad. «Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando» (Juan
15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera
petición del Padrenuestro: «Hágase tu voluntad así en la tierra como en el
cielo». En la hora de Getsemaní, Jesús transformó nuestra voluntad humana
rebelde en voluntad conformada y unida con la voluntad divina. Sufrió todo
el drama de nuestra autonomía y, al llevar nuestra voluntad en las manos
de Dios, nos da la verdadera libertad: «pero no sea como yo quiero, sino
como quieras tú» (Mateo 26, 39). En esta comunión de las voluntades tiene
lugar nuestra redención: ser amigos de Jesús, convertirse en amigos de
Dios. Cuanto más amamos a Jesús, más le conocemos, más crece nuestra
auténtica libertad, la alegría de ser redimidos.
¡Gracias, Jesús, por tu amistad!
Fragmento de la Homilía del cardenal Joseph Ratzinger en la misa por la elección del nuevo pontifice
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