El sacerdote es un defensor de los derechos humanos.
Por: Pedro Pablo Mesa, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores
Por: Pedro Pablo Mesa, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores

Una producción italiana que se estrenó en el 2005 con el título “A la luz del sol”, narra la historia del padre Giuseppe Puglisi, sacerdote siciliano asesinado el 15 de septiembre de 1993 por la mafia y actualmente en proceso de beatificación. La película muestra como supo enfrentarse a esta poderosa sociedad predominante en Palermo para hacer valer los derechos de las personas, especialmente de los niños, que envueltos en la inmundicia moral de su ambiente, recorrían las calles vendiendo heroína y dejándose manipular por la ambición de poder de los mafiosos.
Don Pino – como le decían con cariño – decidió con valiente resolución cambiar la mentalidad de la sociedad en la que había crecido, y de esta manera organizó un hogar para salvar a cientos de niños del barrio Brancaccio de Palermo. Su compromiso truncaba los planes de los mafiosos y decidieron deshacerse de él, quien fue capaz de regalar una sonrisa inclusive a su verdugo en el momento de la ejecución. En definitiva, un verdadero héroe de nuestros días.
Como él, han existido, existen y existirán muchos sacerdotes en el mundo que literalmente desgastan su vida por las almas a ellos confiadas. Muchas veces en medio de la incomprensión de la gente que los rodea, critica o ignora. Pero quién se pone a pensar en los duros momentos de soledad que muchos de ellos tienen que experimentar día tras día. Quién se pregunta cuando recibe un trato algo tosco de parte de uno de ellos, si es que no tendrá algún problema en su familia, o si habrá recibido recientemente una mala noticia que lo trae consternado.
Ante estas personas que han dejado todo para seguir a Cristo y entregar su vida y sus fuerzas al servicio de la comunidad, la actitud más justa sería la de rezar por ellos, comprenderlos, acompañarlos en sus necesidades y apoyarlos en sus proyectos. La Iglesia está formada por toda la comunidad y no sólo sus pastores. Nuestra labor es construir, orientados y apoyados por ellos, un mundo más cristiano, más justo, lleno de amor verdadero, ese amor del que los sacerdotes, otros Cristos, son los primeros en dar el ejemplo.
Don Pino – como le decían con cariño – decidió con valiente resolución cambiar la mentalidad de la sociedad en la que había crecido, y de esta manera organizó un hogar para salvar a cientos de niños del barrio Brancaccio de Palermo. Su compromiso truncaba los planes de los mafiosos y decidieron deshacerse de él, quien fue capaz de regalar una sonrisa inclusive a su verdugo en el momento de la ejecución. En definitiva, un verdadero héroe de nuestros días.
Como él, han existido, existen y existirán muchos sacerdotes en el mundo que literalmente desgastan su vida por las almas a ellos confiadas. Muchas veces en medio de la incomprensión de la gente que los rodea, critica o ignora. Pero quién se pone a pensar en los duros momentos de soledad que muchos de ellos tienen que experimentar día tras día. Quién se pregunta cuando recibe un trato algo tosco de parte de uno de ellos, si es que no tendrá algún problema en su familia, o si habrá recibido recientemente una mala noticia que lo trae consternado.
Ante estas personas que han dejado todo para seguir a Cristo y entregar su vida y sus fuerzas al servicio de la comunidad, la actitud más justa sería la de rezar por ellos, comprenderlos, acompañarlos en sus necesidades y apoyarlos en sus proyectos. La Iglesia está formada por toda la comunidad y no sólo sus pastores. Nuestra labor es construir, orientados y apoyados por ellos, un mundo más cristiano, más justo, lleno de amor verdadero, ese amor del que los sacerdotes, otros Cristos, son los primeros en dar el ejemplo.
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