San José Isabel Flores Varela, presbítero y mártir
fecha: 21 de junio
n.: 1866 - †: 1927 - país: México
canonización: B: Juan Pablo II 22 nov1992 - C: Juan Pablo II 21 may 2000
hagiografía: Mártires Mexicanos
n.: 1866 - †: 1927 - país: México
canonización: B: Juan Pablo II 22 nov1992 - C: Juan Pablo II 21 may 2000
hagiografía: Mártires Mexicanos
En el lugar de Zapotlanejo, en México,
san José Isabel Flores Varela, presbítero, mártir durante la gran persecución
contra la religión en aquel país.
Ver más información en:
Mártires mexicanos (1915-1937)
Mártires mexicanos (1915-1937)

Nació en El Teúl, Zacatecas, el 20 de
noviembre de 1866. Fue adscrito a varias parroquias, y trasaladado finalmente a
Matatlán, donde permaneció hasta su muerte. Amable, cariñoso, atento, ordenado
y puntual, nunca regañaba ni trataba a nadie con desdén; era, además estudioso
y culto. Una severa infección en la mandíbula le desfiguró el rostro, motivo
por el cual se dejó crecer una luenga barba, que imprimía respetabilidad en sus
facciones.
Durante la suspensión del culto público,
muchos obispos y sacerdotes mexicanos se concentraron en las ciudades
importantes o en el extranjero; otros muy pocos, decidieron arriesgarlo todo
permaneciendo en sus circunscripciones territoriales. Ese fue el caso de san
José Isabel, cuya fe, esperanza y caridad, constantes en su vida personal,
lucen sobremanera en su martirio; en estado de persecución religiosa siguió
atendiendo a los fieles, tanto en la cabecera de la Vicaría, como en numerosos
ranchos.
El Padre Flores administraba los
sacramentos con toda cautela en domicilios particulares, pues ser denunciado a
la autoridad pública equivalía a aprehensión, tortura y muerte. Precisamente un
protegido suyo, Nemesio Bermejo, denunció su paradero al presidente municipal
de Zapotlanejo, Jalisco, Rosario Orozco, cacique de la región y anticlerical
profundo. La madrugada del 13 de junio de 1927, Orozco y un grupo de
subordinados, sorprendieron al sacerdote, mientras se dirigía del rancho La
loma de las Flores a Colimilla, donde se disponía a celebrar la Eucaristía.
Fue despojado de su cabalgadura y sin
consideración a sus 60 años de edad, y obligado a caminar sin tregua una
distancia considerable. En el curato de Zapotlanejo, transformado en cuartel,
se representó una farsa de juicio: Orozco le ofreció liberarlo si aceptaba
públicamente por escrito, la ley reglamentaria del Artículo 130 de la
Constitución; el padre Flores rechazó la oferta.
La mañana del 21 de junio, luego de ocho
días de agresiones, cuatro subordinados de Orozco condujeron a la víctima al
cementerio de esa municipalidad, deslizaron una reata a la rama de un árbol y
le lazaron el cuello; para atormentarlo lo suspendían hasta casi provocarle la
asfixia; la operación se repitió tres o cuatro veces para finalmente amagarlo
con sus armas. El mártir, muy sereno, les dijo: «Así no me van a matar hijos,
yo les voy a decir cómo; pero antes quiero decirles que si alguno recibió de mi
algún sacramento, no se manche las manos». Uno de los presentes, el que debía
ejecutarlo, exclamó: «Yo no metó las manos, el Padre es mi padrino; él me dio
el Bautismo». El que hacía de jefe, muy indignado, lo increpó: «Te matamos
también a ti». El soldado prefirió morir junto con su padrino y allí mismo lo
asesinaron.
Muy nerviosos, los verdugos quisieron
consumar su obra, pero sus armas, sin justificación alguna, se trabaron.
Finalmente, alguien deseoso de congraciarse con Orozco, degolló al padre Flores
con un machete, hecho lo cual, lo sepultaron de inmediato. Después de algunos
años, los feligreses de Matatlán exhumaron los restos mortales del sacerdote,
colocándolos en el templo de Matatlán, donde se conservan hasta el día de hoy.
Su recuerdo sigue vivo y son muchos quienes se encomiendan a su intercesión.
fuente: Mártires
Mexicanos
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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