Beatos Tomás Tsuji, Luis Maki y su hijo Juan, mártires
fecha: 7 de septiembre
†: 1627 - país: Japón
canonización: B: Pío IX 7 may 1867
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
†: 1627 - país: Japón
canonización: B: Pío IX 7 may 1867
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
Elogio: En Nagasaki, en Japón, beatos mártires Tomás Tsuji, presbítero
jesuita, Luis Maki y su hijo Juan, condenados al fuego a causa de su fe
cristiana.
Ver más información en: 205 Mártires del
Japón, 1617 - 1632
El día 7 de septiembre de 1627 el P. Tomás
Tsuji y otros dos cristianos japoneses, Luis y Juan Maki, fueron conducidos a
la colina de los Mártires de Nagasaki donde los tres fueron atados a sendos
postes. Una numerosa concurrencia de japoneses y extranjeros presenciaban la
ejecución. Entre ellos estaba el apóstata Feizó, subgobernador de Nagasaki, y
que cuando el P. Tomás fue arrestado lo reconoció. El sacerdote no dejaba de
animar a sus compañeros de martirio, pidiéndoles que fueran fieles al Señor y
que no se hicieran indignos de la vida eterna por conservar la vida temporal.
Les recordó la pasión del Señor y lo mucho que Jesús padeció por nosotros.
Seguidamente los tres cristianos fueron quemados vivos.
Tomás Tsuji había nacido en Sonogi, una
población de la isla japonesa de Kyushu, se calcula que el año 1571, en el seno
de una familia de la nobleza. Parece que su familia no era cristiana pero sí
simpatizaba con el cristianismo y por ello encomendó el muchacho a los jesuitas
de Arima para su educación. Se convirtió al cristianismo e ingresó en la
Compañía de Jesús en 1589, haciendo los estudios y ordenándose sacerdote. Se
granjeó pronto fama de magnífico predicador pero su temperamento fogoso chocó
con algunos miembros de la comunidad cristiana y, por ello, de Nagasaki lo
trasladaron a Hakata. Y entonces (1614) llegó el edicto expulsando a los
sacerdotes del Japón y abriendo la persecución contra el cristianismo. Tomás y
otros ochenta jesuitas se vieron obligados a salir del país y se trasladaron a
Macao, donde estuvieron cuatro años. Más tarde, no pocos misioneros decidieron
volver clandestinamente a Japón para no dejar sin asistencia pastoral a las
comunidades cristianas. Por ello el P. Tomás volvió a Japón en 1618 disfrazado
de mercader. El ser japonés favorecía su disfraz pues podía pasar efectivamente
por un japonés más. Por eso él podía moverse libremente durante el día mientras
que los misioneros europeos tenían que hacer su apostolado de noche. Utilizando
diferentes disfraces pudo hacer una buena labor. Pero la fiereza de la
persecución pesaba tanto sobre él que se sentía desanimado por el enorme
trabajo y los enormes peligros, y entonces pidió que le dispensaran de sus
votos y se salió de la Compañía de Jesús. Se arrepintió enseguida y pidió su
reingreso pero éste quedó condicionado a su conducta subsiguiente. Durante seis
años estuvo a prueba y pudo superar su depresión y cobrar ánimos. Por fin, en
1626 fue readmitido en la Compañía de Jesús y destinado a Nagasaki.
Aquí le esperaba el martirio. Luis Maki y
su hijo adoptivo Juan, éste de veintisiete años, vivían en Nagasaki,
conscientes del peligro de ser cristianos, pero decididos a seguir siéndolo en
cualquier circunstancia. Y cedían de buena gana su casa para las celebraciones
religiosas y para albergar a sacerdotes. El día 22 de julio de 1626 ambos
habían invitado al P. Tomás a que celebrara en su casa la misa de Santa María
Magdalena, y el sacerdote acudió. Un espía lo reconoció y dio aviso a las
autoridades que llegaron a la casa cuando ya el P. Tomás estaba nuevamente
vestido de seglar. No hallaron pruebas pero se llevaron al jesuita a la
presencia del citado Feizó que enseguida lo reconoció, y entonces el P. Tomás
confesó su identidad. Inmediatamente arrestaron a los Maki, padre e hijo, que
fueron acusados de dar cobijo a un sacerdote. Los tres fueron llevados a la
terrible cárcel de Omura donde pasarían toda clase de penalidades. Los
familiares de Tomás lo visitaron repetidamente en la cárcel pidiéndole que se salvara
apostatando, pero Tomás se mantuvo firme. Los otros dos presos, igualmente,
confesaron la fe con valor y abordaron con entrega a Dios el martirio. De Omura
fueron oportunamente llevados a Nagasaki y aquí fueron muertos. Los tres fueron
beatificados por el papa Pío IX el 7 de julio de 1867.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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