sábado, 17 de septiembre de 2016

Esperando a la nieve (mi tercera reflexión otoñal: Olga)

  
Esperando a la nieve (mi tercera reflexión  otoñal: Olga) 

 «les jeux des hommes, on les appelle affaires… et nul n´pitié ni des enfants ni des hommes ». La « Confesión » de San Agustín por primera vez yo también escuché en francés y hasta ahora guardo a este viejo libro de bolsillo de “Flammarion”. Es el recuerdo de mi amiga Olga, ella era compañera del curso de mi madre y entró en mi vida como una profesora que debería corregir a mi horrible francés escolar. Curiosamente, el español con el tiempo reemplazó al francés, pero se quedaron los vagos recuerdos del acento, acompañados por la voz de Olga grabada en la cinta. Ella era bella y frágil, pequeña y delgada, como una verdadera francesa. Su pelo era absolutamente blanco. Un rostro pálido y expresivo, los ojos verdes vivos y siempre con una sombra de la bondadosa ironía y este blanco carre la convertían en un ángel o en una extraterrestre.  

Su depresión era una enfermedad hereditaria. Todas las mujeres por la línea materna eran bellas y refinadas, hablaban en francés y todos acabaron su vida con un suicidio. Su abuela, la mujer del embajador de URSS en Francia, al llegar a Moscú se lanzó por la ventana. Su madre, la catedrática de  fonética, el orgullo del Instituto de las Idiomas Extranjeras, amada y adorada por todos, se negó a tratar a su cáncer, sin decir nada a marido y a la hija. Olga impartía las clases en la misma facultad, pero ya había pasado por su primer intento de “salir” que se acabó con un duro tratamiento de la electricidad. Sus amigos contaban que su pelo se convirtió en  blanco en aquel periodo.  
Su búsqueda de Dios y su encuentro con él eran tan verdaderos como una fuga de la muerte. Ella empezó a ir en una humilde iglesia de un pueblo de las cercanías de Moscú y cuando estaba sana pasaba ahí las largas horas de la liturgia ortodoxa diaria. Con los bienes que le dejaban sus padres ella no debería trabajar para el pan de cada día y tampoco lo podría hacer con su enfermedad que atacaba de repente, ella se acostaba y ni se levantaba, ni comía, ni bebía, nosotros, los amigos, hacíamos una guardia por turnos. Olga tenía una conversión llena de Gracia y la arrebató el primer silencio de Dios. Ella sufría este abandono casi físicamente, pero esto no debilitaba a su fe. “Si Él de verdad estuviera en el pesebre de Belén…” – repetía ella detrás de su querido Brel, - “…si estuviera de verdad”. 

En su libro de las sentencias de staretz Siluán esta subrayado con una presión fuerte: “Alma DEBE sentir la Gracia REALMENTE”; “con cada pecado se disminuye la Gracia”. De este modo ella culpaba a sí misma en esta falta: a su salud que no le permitía ir a la misa cada día, orar durante horas y horas. Se quejaba que no puede tener hijos, porque con los niños se acercan a la eucaristía sin cola y primeros. Y la cola le costaba. Ella misma era como una niña enferma.  
Con su insomnio Olga no dormía por la noche y se sentía culpable toda la vida: “Yo me acuesto cuando toda la gente va a trabajar. ¡Soy una inútil!”. Le parecía sentir cuando su confesor rezaba por su salud: “Algo me paró en la estación, yo como oía a la voz que pronunciaba a mi nombre”. Su pañuelo de la iglesia era gris claro, igual que su pelo y toda ella se parecía a una estrella de nieve. Nosotros, sus amigos, la amamos y sabíamos que la vamos a perder. El frasco con el fármaco guardaba un amigo de turno y le daba una dosis exacta. Ella vivía en una grande casa en el centro de Moscú, con los techos altos, con las paredes, donde se colgaban los cuadros de los pintores del siglo XIX. La colección del padre embajador. Con la donación de un paisaje de Konstantin Korovin ella restauró a su pequeña iglesia que llegó al padre en ruinas. En el cuadro corría un río entre los arbustos soleadas.  Ella no encontraba a su sitio en esta casa, un pequeño delgado cuerpo en el sofá. “No me contesta, no me oye, soy yo quien no está digna”. 


 “A veces me parece que todo va a volver a ser como antes y que otra vez veré a las energías que bajan al altar de la cúpula”. Yo contestaba: “Claro que va a volver, él siempre vuelve”. Yo era aún joven y muy segura en todo, ahora yo callaría. Madre Teresa aguantaba el abandono de Dios treinta años, pero esta frágil mujer no era Madre Teresa. “¡Mira que me había escrito mi amigo Marc en su tiempo, era nuestro vecino por la casa del campo!”. En una hoja amarillenta corrían las cuadradas letras de un matemático: “¿Recuerdas a este riachuelo tan cristalino que estaba cerca del pinar? Ayer paseaba y vi que la granja lo convirtió en un arroyo sucio. ¿Recuerdas como tú preguntabas, si volveremos a ser tan fuertes e idealistas como en la juventud? No, porque ésta sucia cloaca nunca volverá a llevar a las aguas cristalinas”.    
Ella murió en el verano, engañando a todos y acumulando a las pastillas desde hace tiempo, tomó casi dos frascos. La enterraron cerca de su casa rural, en un cementerio de pueblo, con una cruz de madera que solo llevaba su nombre, como ella quería. Su amiga Varvara, al acabar la oración “Con los santos dale la paz”, añadió: “Ella se escapó…”. “No la sabíamos cuidar”, - dijo el hombre que la amaba, - “Perdona a nosotros”. 


Antes de salir a España yo visité  su tumba. La cruz ya estaba ennegrecida y rodeada por las malezas. Yo leía a las citas subrayadas por ella hace ocho años en el libro de las sentencias de Siluan, heredado por mí: “Los hijos del mundo son más fuertes que los hijos de la luz”. Por ella no se podría rezar en ninguna iglesia. “Cada vez que niegas al mal, tu traicionas al próximo, a su dolor y desgracia, como lo hizo el padre Adán”. Tenía algunas palabras muy penetrantes este soldado de la Primera Guerra Mundial, un asceta del Monte Athos. Empezó a caer la primera nieve, se hizo blanca la cruz, las letras del libro. Unas frágiles estrellas de nieve relucían y reflejaban al sol, como recordando a la corta vida de Olga que también con fuerza reflejaba a la luz del Señor y ahora está cerca de su campo de la infancia eterna con los arroyos cristalinos.         
  
                        

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