miércoles, 9 de noviembre de 2016

Beata Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen - Beato Luis Beltrame Quattrocchi, padre de familia (9 de noviembre)

Beata Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen

fecha: 9 de noviembre
n.: 1880 - †: 1906 - país: Francia
canonización: 
B: Juan Pablo II 25 nov 1984
hagiografía: The Carmelite Web Site

Elogio: En Dijon, en Francia, beata Isabel de la Santísima Trinidad Catez, virgen, de la Orden de las Carmelitas Descalzas, que desde niña anheló buscar en lo profundo de su corazón el conocimiento y la contemplación de la Trinidad, y afligida por muchos sufrimientos, todavía joven continuó caminando, como siempre había soñado, «hacia el amor, hacia la luz y hacia la vida».

El celebre Cardenal Mercier, de paso por Dijon quiso venerar el sepulcro de la entonces sierva de Dios Isabel de la Trinidad. Al explicarle la Madre Priora que solo había sido seis años escasos religiosa carmelita, exclamó: "¡Aquí se llega a ser santas muy deprisa!".
Isabel de la Trinidad, que se puso ese nombre por su gran amor a Los TRES, como ella gustaba llamar a la Santísima Trinidad, en el siglo se llamó Isabel Catez. Nació en un campo militar, en Arvor, cerca de Bourges, el 18 de agosto de 1880. Sus padres fueron Francisco de Jesús Catez y María Rolland. E1 19 de abril de 1891 hizo su Primera Comunión. He aquí un bello testimonio: "Iba a cumplir catorce años cuando un día, mientras la acción de gracias, sentime irresistiblemente impelida a escogerle por único Esposo, y sin dilación me uní a Él por el voto de virginidad". Otra vez, "después de la Sagrada Comunión parecióme que la palabra Carmen sonaba dentro de mi alma y desde entonces no pensé mas que en esconderme entre las rejas".
Veía que en su nación la fe y el amor a Jesucristo dejaban mucho que desear. Para reparar en algo tanto mal, se ofreció como víctima por la salvación de Francia y del mundo cuando todavía era una adolescente. En 1901, superadas todas las dificultades, ingresó en el Carmelo de Dijon, ciudad a donde se había trasladado su familia. Desde el principio se entregó de lleno a su vocación, a la que amará con toda su alma. Escribía a una futura vocación al Carmelo: "El Carmelo es un ángulo del paraíso. Se vive en silencio, en soledad, solo para Dios... La vida de una carmelita es una perpetua comunión con Dios... Si él no llenara nuestras celdas y nuestros claustros ¡Qué vacíos estarían! Mas le vemos a Él en todas las cosas, porque le llevamos dentro de nosotras mismas, y nuestra vida es un cielo anticipado... ¡Si supieses que feliz me hallo! ... Para la carmelita no hay mas que una ocupación: amar y orar... Vivir con Él, en esto consiste la vida del Carmelo: Me consumo de celo por el Señor Dios de los Ejércitos... Vive el Señor Dios de Israel, en cuya presencia me encuentro... La Regla del Carmelo... ya verá algún día que bella es...". Así de enamorada estaba Sor Isabel de la vida que había abrazado que añadirá a su nombre uno nuevo: Laus Gloriae, Alabanza de Gloria, de la Santísima Trinidad.
Su vida interior en el Carmelo se divide en dos periodos: El periodo de la búsqueda de vida de intimidad con las Tres Divinas Personas (1901-1905) y el periodo en el que encuentra su nuevo nombre o misión: Alabanza de Gloria (1905-1906). No son muchas las obras que escribió y sin embargo es una de las figuras mas destacadas de la espiritualidad contemporánea. Con el ejemplo de su vida y con sus escritos, breves pero profundos, ejerce un influjo desde hace muchos años muy grande en cuantos tratan de vivir mejor la vida de perfección. Sus principales escritos son: "Epistolario" (301 cartas), "Misivas espirituales" (27), "Diario espiritual", "Composiciones poéticas" (119), "Oraciones". (2), "Elevaciones espirituales (4), "Elevación a la Santísima Trinidad", Tratados espirituales: Cómo hallar el cielo en la tierra y Últimos ejercicios espirituales de Laudem Gloriae.
En la experiencia de Sor Isabel es clave la vivencia del misterio de la Inhabitación Trinitaria, Misterio que será el centro de su vida y del que será mensajera: "He hallado mi cielo en la tierra pues el cielo es Dios y Dios está en mi alma. El día que comprendí esta verdad todo se iluminó en mí. Quisiera revelar este secreto a todas las personas a quienes amo para que ellas se unan siempre a Dios a través de todas las cosas y se cumpla así la oración de Jesucristo: Padre, que sean completamente uno (Jn. 17,23)" (Carta 110).
Asimismo es consciente de que este proceso de transformación en los Tres pasa por una plena identificación con Cristo, el Crucificado por amor: "Seamos para El como una humanidad suplementaria donde pueda renovar todo su misterio. Le he pedido que se instale en mí como Adorador, Reparador y salvador". (Carta 193)
Días antes de su muerte repitió la misión que esperaba desempañar en el cielo: "Me parece que mi misión en el cielo consistirá en atraer a las almas al recogimiento interior, ayudándolas a salir de sí mismas para unirse con Dios a través de un sentimiento sencillo y amoroso. Procuraré mantenerlas en ese profundo silencio interior que permite a Dios imprimirse en ellas y transformarlas en él". En su última carta, dirigida a la Madre Germana de Jesús, "su Sacerdote Santo" - como gustaba llamarla -, nos lega a los hijos del Carmelo y a cuantos se sientan llamados a seguirla en ese camino de santificación, su herencia espiritual: "...Al partir de este mundo le dejo en herencia la vocación que tuve dentro de la Iglesia militante, vocación que yo cumpliré ininterrumpidamente en la Iglesia triunfante: Ser alabanza de gloria de la Santísima Trinidad"
E1 9 de noviembre de 1906 marchaba a gozar de las Tres divinas Personas, con su último cántico: "Me voy a la luz, al amor, a la vida". El Papa Juan Pablo II la coloca entre los maestros que más han influido en su vida espiritual. El mismo Sumo Pontífice la beatificó el 25 de noviembre de 1984, solemnidad de Cristo Rey.
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4101





Beato Luis Beltrame Quattrocchi, padre de familia

fecha: 9 de noviembre
n.: 1880 - †: 1951 - país: Italia
canonización: 
B: Juan Pablo II 21 oct 2001
hagiografía: Vaticano

Elogio: En Roma, beato Luis Beltrame Quattrocchi, el cual, padre de familia, tanto en los asuntos públicos como en la vida familiar, siguió los preceptos de Cristo y los proclamó con fidelidad y entereza de vida.
Aunque quedan inscriptos en el Martirologio, como es práctica, cada uno en su fecha de «nacimiento a la vida eterna» correspondiente, verdaderamente la beatificación de Luis y y su viuda María fue ocasión -al igual que con los padres de Santa Teresa de Lisieux, los beatos Beatos Celia Guérin y Luis Martin-, para que SS Juan Pablo II no sólo exaltara las virtudes del matrimonio cristiano, sino que además mostrara que en el caso de estos beatos, fue el matrimonio como tal el camino privilegiado de su santificación. No sólo han sido beatificados juntos marido y mujer, sino que deben evocarse juntos. Reproducimos un fragmento de la homilía de SS Juan Pablo II en la misa de beatificación de este matrimonio, el Domingo 21 de octubre de 2001, remitiendo a la página del Vaticano para quien desee leer el texto completo.
No podía haber ocasión más feliz y más significativa que ésta [es decir: la beatificación del matrimonio Beltrame-Corsini] para celebrar el vigésimo aniversario de la exhortación apostólica "Familiaris consortio". Este documento, que sigue siendo de gran actualidad, además de ilustrar el valor del matrimonio y las tareas de la familia, impulsa a un compromiso particular en el camino de santidad al que los esposos están llamados en virtud de la gracia sacramental, que "no se agota en la celebración del sacramento del matrimonio, sino que acompaña a los cónyuges a lo largo de toda su existencia" (Familiaris consortio, 56). La belleza de este camino resplandece en el testimonio de los beatos Luis y María, expresión ejemplar del pueblo italiano, que tanto debe al matrimonio y a la familia fundada en él.
Estos esposos vivieron, a la luz del Evangelio y con gran intensidad humana, el amor conyugal y el servicio a la vida. Cumplieron con plena responsabilidad la tarea de colaborar con Dios en la procreación, entregándose generosamente a sus hijos para educarlos, guiarlos y orientarlos al descubrimiento de su designio de amor. En este terreno espiritual tan fértil surgieron vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, que demuestran cómo el matrimonio y la virginidad, a partir de sus raíces comunes en el amor esponsal del Señor, están íntimamente unidos y se iluminan recíprocamente.
Los beatos esposos, inspirándose en la palabra de Dios y en el testimonio de los santos, vivieron una vida ordinaria de modo extraordinario. En medio de las alegrías y las preocupaciones de una familia normal, supieron llevar una existencia extraordinariamente rica en espiritualidad. En el centro, la Eucaristía diaria, a la que se añadían la devoción filial a la Virgen María, invocada con el rosario que rezaban todos los días por la tarde, y la referencia a sabios consejeros espirituales. Así supieron acompañar a sus hijos en el discernimiento vocacional, entrenándolos para valorarlo todo "de tejas para arriba", como simpáticamente solían decir.
La riqueza de fe y amor de los esposos Luis y María Beltrame Quattrocchi es una demostración viva de lo que el concilio Vaticano II afirmó acerca de la llamada de todos los fieles a la santidad, especificando que los cónyuges persiguen este objetivo "propriam viam sequentes", "siguiendo su propio camino" (Lumen gentium, 41). Esta precisa indicación del Concilio se realiza plenamente hoy con la primera beatificación de una pareja de esposos: practicaron la fidelidad al Evangelio y el heroísmo de las virtudes a partir de su vivencia como esposos y padres.
En su vida, como en la de tantos otros matrimonios que cumplen cada día sus obligaciones de padres, se puede contemplar la manifestación sacramental del amor de Cristo a la Iglesia. En efecto, los esposos, "cumpliendo en virtud de este sacramento especial su deber matrimonial y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, con el que toda su vida está impregnada por la fe, la esperanza y la caridad, se acercan cada vez más a su propia perfección y a su santificación mutua y, por tanto, a la glorificación de Dios en común" (Gaudium et spes, 48).
Queridas familias, hoy tenemos una singular confirmación de que el camino de santidad recorrido juntos, como matrimonio, es posible, hermoso y extraordinariamente fecundo, y es fundamental para el bien de la familia, de la Iglesia y de la sociedad.
Esto impulsa a invocar al Señor, para que sean cada vez más numerosos los matrimonios capaces de reflejar, con la santidad de su vida, el "misterio grande" del amor conyugal, que tiene su origen en la creación y se realiza en la unión de Cristo con la Iglesia (cf. Ef 5, 22-33).
fuente: Vaticano
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