domingo, 5 de marzo de 2017

De la mano de María hacia el Cielo.(reflexión de Eduardo Jiménez Becerro)

De la mano de María hacia el Cielo.
Creo que todos tenemos un momento en nuestra vida especial donde se produce en nosotros ese cambio, tan esperado y deseado, de acercarnos a Dios.
Dios no deja de llamarnos, pero somos nosotros los que no le escuchamos poniéndole todo tipo de barreras para no oírle y además, el mundo tampoco  nos ayuda a prestar atención al mensaje de amor que nos quiere dar y conducirnos así hacia nuestra salvación.
Hay “algo” que facilita ese momento especial que yo desconocía y que depende, en mi humilde opinión,  de una disposición abierta del corazón y una petición sincera de amor a Dios.
Él nos conoce, mejor que nosotros mismos, pues nos ha creado y nos ha amado antes  de que naciéramos y espera pacientemente y amorosamente ese momento, para que despertemos de ese letargo tan grande donde hemos caído y volvamos a Él, siguiendo el camino que nos indica su Hijo Jesucristo, para ya nunca más soltarle de su mano hasta nuestro encuentro definitivo con su Padre, cuando regresemos a su casa.
A mí me sucedió no hace mucho tiempo y quisiera compartirlo, con la idea de que mis palabras puedan  ayudar a otros en su camino.
Era una situación difícil en mi vida: a nivel profesional, me había embarcado en una aventura como autónomo y las cosas no salían nada bien. Los gastos se incrementaban mucho y las ganancias, no se veían por ninguna parte. Había puesto mis esperanzas y mis recursos, (incluyendo mi pequeña Fe en las iníciales del nombre, pensando que así era imposible que fuera mal…), pero todo hacía aguas. Posteriormente logré entender el porqué  de esta situación al leer en el Evangelio las palabras: “… mis caminos son más altos que  vuestros caminos…”.
Todos tenemos una mochila que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra vida y que cuando hay algo no entendemos y nos hace sufrir, tiramos de ella y vemos que podemos encontrar. Hoy doy gracias Dios que mis padres me educaron en la Fe Católica y siempre recuerdo con cariño, que cuando era pequeño, rezábamos en familia el rosario. Mis padres son muy devotos de la Virgen María y continúan rezándola, ahora mi padre desde el cielo y mi madre en su casa.
Se lo plantee a mi mujer y empezamos a rezar el rosario los dos juntos, todas las noches,  confiando en la intercesión de la Madre de Dios. Continuamos así durante meses, pero nada parecía cambiar y yo me iba hundiendo cada vez más, sin entender  porqué la situación no cambiaba… hasta que llegó un momento en que recé a Dios de una manera muy especial (desde dentro, con sinceridad, dando todo lo que sentía) y aunque no recuerdo las palabras exactas, solo sé que mi oración fue escuchada.
Al poco tiempo, un familiar me envió un libro de una autora, una conversa contemporánea y cuyo  testimonio despertó en mí algo que me hizo cambiar, a confiar en Dios y me permitió, no solo  continuar rezando con mas devoción, sino hacer y decir cosas que antes nunca hubiera podido ni imaginar. Encontré un nuevo trabajo y mi Fe empezó a crecer,  lo que me hizo leer  libros y entender muchas cosas que antes ni me planteaba. A veces me parece todo como un gran puzle, cuyas piezas parecen unirse unas a otras, dando sentido al cuadro de la salvación que nos ofrece Jesucristo.
Actualmente, continuamos rezando juntos el rosario e invitando a nuestros hijos a hacerlo los fines de semana, repartiéndose ellos las letanías y los misterios (por turnos, sin pelearse…) y aunque las situaciones en nuestras vidas van y vienen, ahora sí que ya no queremos soltarnos de la mano de nuestra Madre que está en el Cielo y pide por nosotros, sus hijos, delante de Dios.


Eduardo JB

No hay comentarios:

Publicar un comentario