viernes, 10 de marzo de 2017

“Sin mí no podéis hacer nada…”(reflexión de Eduardo Jiménez Becerro)

“Sin mí no podéis hacer nada…”
Cada vez se nos hace más común escuchar entre la gente que conocemos e incluso entre los familiares más cercanos, expresiones como estas: “Creo en Dios, pero no creo en los curas…”, “Soy católico, pero lo justito…, o “Creo en Dios, pero no en la Iglesia…” y así un montón de afirmaciones que nos dan “unas pistas” de los que las dicen… como la falta de Fe.
Me pone triste oírlas e intento, en la medida de mis posibilidades, no de convencerlos, pero sí dejar claro lo que siento y lo que mi fe me dice al respecto: desde que somos bautizados, entramos a formar parte de la Iglesia Universal inaugurada por Jesucristo y  nada más recibir este sacramento, se nos dan tres títulos para ejercerlos a lo largo de toda la vida: sacerdote, profeta y rey.
Sé que es difícil generalizar o hablar sin saber, sin conocer en profundidad al interlocutor que realiza estas afirmaciones y menos aún, cuando no hay casi tiempo para nada en esta sociedad que no sea consumir y que se mueve en otros valores, de los cuales,  muchos de ellos chocan frontalmente con la enseñanzas de Jesús.
Cada persona es “su yo y su circunstancia” y llevaría mucho tiempo el conocer dónde esa persona  “rompió o dejó de lado su amistad con Jesucristo y con Dios”, caminando ajeno a la verdad de la vida que nos ofrece Jesús y quizás, lejos de su salvación.
La vida es una escuela donde se aprende a caminar, a superar metas, algunas tan difíciles y dolorosas que pocas veces podemos comprenderlas o entenderlas desde la perspectiva humana, quedándonos tan solo la Fe y la confianza en la promesa de Jesucristo para poder superarlas.
Ante estos desafíos que nos vienen, algunos al tener que sufrirlos, optan por alejarse aún más de Dios, al que de alguna manera culpan por no haberlas evitado y otros, sin embargo, aún no entendiéndolo, ni comprendiendo nada, se aferran más a la Fe, piden ayuda al Señor y su confianza es recompensada con una paz, que solo Jesús puede darnos.
¿Qué diferencia hay entre unos y otros?...  Si en las mismas circunstancias, cuando el dolor es el mismo, la carne la sufre igual y el razonamiento humano ante la tragedia venida, no nos puede dar una respuesta coherente. ¿Por qué algunos reaccionan de manera completamente opuesta? ¿Porqué unos optan por acercarse y otros por alejarse de Dios?.
Es entonces cuando debemos preguntarnos: ¿Cuán cerca de Dios estamos en ese momento de nuestra vida?, ¿Hemos vivido y caminado con Cristo todo este tiempo? O también  ¿Hemos aprendido de su vida, sus palabras, de su perdón, de la entrega de su cuerpo y sangre por nosotros…?
 Jesucristo nos lo dice claramente: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada…”
Podemos deducir entonces que sólo cuando estamos unidos a Él, es cuando nuestra Fe vivida en la Iglesia (en comunidad), la frecuencia en acudir a los sacramentos y en la escucha de la Palabra de Dios, hace de nosotros esa vasija de barro, frágil como cualquier cuerpo humano, pero con un tesoro en su interior que nos conduce a la vida eterna: Jesucristo hace el milagro de estar con nosotros y en nosotros, recordándonos diariamente su pasión, muerte y resurrección para nunca alejarse de nuestro lado, por muy duro y difícil que resulte el camino que nos toque recorrer, hasta el encuentro glorioso y definitivo con Dios Padre.



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