Encuentro con Lula en la prisión: espiritualidad
y política
2018-05-11
El 7 de mayo se cumplieron 30
días de prisión del ex presidente Lula. Se le concedió por primera vez recibir
la visita de amigos. Tuve el honor de ser el primero en encontrarlo, por la
amistad de más de 30 años y por la comunión en la misma Causa: la Liberación de
los empobrecidos, y también para reforzar la dimensión espiritual de la vida.
Cumplí el precepto evangélico: "estaba preso y me visitaste".
Lo
encontré como lo conocemos fuera de la prisión: rostro, pelo, barba... sólo
que algo más delgado. Los que querían verlo rabioso o deprimido, deben
estar decepcionados. Está lleno de ánimo y de esperanza. La celda es una amplia
habitación, muy limpia, con armarios empotrados, baño y ducha en una zona
cerrada. La impresión es buena, aunque viva en una celda de aislamiento, pues,
a excepción de los abogados y de los hijos, sólo puede hablar con el guardián,
de origen ucraniano, gentil y atento, que se ha vuelto un admirador de Lula. Le
trae las bandejas de la comida, más calientes o más frías, y café siempre que
lo solicite. Lula no acepta ningún alimento que los hijos le traen, porque
quiere alimentarse como los demás presos, sin ningún privilegio. Tiene su
tiempo de tomar el sol. Pero últimamente, mientras lo hace, aparecen drones
sobre el espacio. Por precaución Lula se va pronto entonces, pues no se sabe
cuál es el propósito de estos drones, si fotografiarlo o, quizá, algo más
siniestro.
Lo
importante fue nuestra conversación sobre espiritualidad, en medio de
comentarios sobre política... Lula es un hombre religioso, pero de la
religiosidad popular, para la cual Dios es una evidencia existencial. Lo
encontré leyendo un libro mío, El Señor es mi pastor, (de la editorial Voces)
un comentario del famoso salmo 23, el más leído de los salmos, también por
otras religiones. Se sentía fortificado y confirmado, pues la Biblia
generalmente critica a los pastores políticos y exalta a los que cuidan de los
pobres, de los huérfanos y de las viudas. Lula se siente en esta línea, con sus
políticas sociales que beneficiaron a tantos millones. No acepta la crítica de
"populista"; dice: "Yo soy pueblo y he venido del pueblo, y
oriento la política, lo más que puedo, hacia el pueblo".
En
la cabecera de la cama hay un crucifijo. Aprovecha el tiempo de reclusión
estricta para reflexionar, meditar, revisar tantas cosas de su vida y
profundizar las convicciones fundamentales que dan sentido a su acción
política, lo que su madre Lindu (que la siente como un ángel protector e
inspirador) siempre le repetía: siempre ser honesto, y luchar, y luchar de
nuevo. Ve en eso el sentido de su vida personal y política: luchar para que
haya vida digna para todos y no sólo para algunos, a costa de los demás. La grandeza
de un político se mide por la grandeza de su Causa, me dijo, enfáticamente. Y
la Causa tiene que ser producir vida para todos, comenzando por los que menos
vida tienen. En función de eso, no acepta derrotas definitivas. Ni quiere caer
de pie. Lo que no quiere es caer. Sino mantenerse fiel a su propósito de base,
y hacer de la política el gran instrumento para ordenar la vida en justicia y
paz para todos, particularmente a los que viven en el infierno del hambre y de
la miseria.
Este
sueño tiene una grandeza ética y espiritual innegable. Es a la luz de estas
convicciones como se mantiene tranquilo, pues dice y repite que vive de esta
verdad interior, que posee fuerza propia, y que quedará al descubierto un día.
"Sólo quiero- comentaba- que sea después de mi muerte, pero aún en mi
tiempo de vida". Se indigna profundamente por las mentiras que divulgan
contra él y sobre ellas montan el proceso del tríplex. Se pregunta, "¿cómo
pueden las personas mentir conscientemente y poder dormir en paz? Hace un
desafío al juez Sergio Moro: "presénteme una sola prueba, de que soy dueño
del tríplex de Guarujá; si me la presenta, renunciaré a la candidatura a la
Presidencia".
Me
recomendó que pasara ese mensaje a la prensa y a los que están en el
campamento: "Soy candidato. Quiero llevar adelante el rescate de los
pobres y hacer de las políticas sociales en favor de ellos, políticas de
Estado, y que los costos -que son inversión-, entren en los presupuestos de la
Unión. Voy a radicalizar estas políticas para los pobres, junto a los pobres, y
a dignificar nuestro país".
La
meditación le hizo entender que esta prisión tiene un significado que le
trasciende a él, a mí, y a las disputas políticas. Debe ser el mismo precio que
Gandhi y Mandela pagaron, con prisiones y persecuciones, para alcanzar lo que
alcanzaron. "Eso creo, y espero -me dijo- que es eso lo que estoy pasando
ahora".
Yo
que entré para animarlo, salí animado. Espero que otros también se animen y
griten el "¡Lula libre!", contra una Justicia que no se muestra justa.
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