Gran frente de valores ético-sociales
2018-11-04
Estamos viviendo tiempos
política y socialmente dramáticos. En nuestra historia nunca se había visto un
odio y una rabia tan difundidos, principalmente a través de los medios
sociales. Ha sido elegido para presidente una figura aterradora que encarna la
dimensión de sombra y de lo reprimido de nuestra historia. Él ha contaminado a
buena parte de sus electores. Esta figura ha logrado traer a la luz lo
dia-bólico (lo que separa y divide) que siempre acompaña a lo sim-bólico (lo
que une y congrega) de forma tan avasalladora que lo dia-bólico ha inundado la
conciencia de muchos y debilitado lo sim-bólico hasta el punto de dividir familias,
romper con amigos y liberar violencia verbal y también física. Esta se dirige
especialmente contra minorías políticas, que en realidad son mayorías
numéricas, como la población negra, además de indígenas, quilombolas y otros de
condición sexual diferenciada.
Necesitamos
un líder o una unión de líderes, con el carisma capaz de pacificar, de traer
paz y armonía social: una persona de síntesis. El presidente electo no será
esta persona, pues le faltan todas esas características. Por el contrario,
refuerza la dimensión de sombra, presente en todos nosotros, pero que mediante
la civilidad, la ética, la moral y la religión la controlamos con la dimensión
de luz. Los antropólogos nos enseñan que todos nosotros somos sapiens y
simultáneamente demens, o en el lenguaje de Freud, estamos atravesados
por el principio de vida (eros) y por el principio de muerte (thanatos).
El
desafío de cada persona y de cualquier sociedad es ver cómo se equilibran estas
energías, que no pueden ser negadas, dando la hegemonía a lo sapiens y al
principio de vida. De lo contrario nos devoraríamos unos a otros. En los
tiempos actuales en nuestro país hemos perdido este punto de equilibrio. Si
queremos convivir y construir una sociedad mínimamente humana, debemos
potenciar la fuerza de la positividad haciendo contrapunto a la fuerza de la
negatividad. Es urgente desentrañar la luz, la tolerancia, la solidaridad, el
cuidado y el amor a la verdad que están arraigados en nuestra esencia humana.
¿Cómo hacerlo?
Los
sabios de la humanidad, sin olvidar la sabiduría de los pueblos originarios,
nos atestiguan que hay un solo camino y no hay otro. Este fue bien formulado
por el poverello de Asís cuando cantó: donde haya odio que yo lleve
amor, donde haya discordia que yo lleve unión, donde haya tinieblas que yo
lleve luz y donde haya error que yo lleve verdad.
Especialmente
la verdad ha sido secuestrada por el excapitán dentro de un discurso de
amenazas y de odio, contrario al espíritu de Jesús, transformando la verdad en
una horrible falsedad e injuria. Cabe citar los versos del gran poeta español
Antonio Machado: “¿Tu verdad? No, la Verdad. Y ven conmigo a buscarla. La
tuya, guárdatela”. La verdad genuina nos debe unir y no separar, pues nadie
tiene su propiedad exclusiva. Todos participamos de ella, de un modo u otro sin
espíritu de posesión.
Junto
con un frente político amplio en defensa de la democracia y de los derechos
sociales necesitamos aunar otro frente amplio, de todas las tendencias
políticas, ideológicas y espirituales, en torno a valores capaces de sacarnos
de la presente crisis.
Esto
es importante: debemos usar aquellas herramientas que ellos jamás podrán usar,
como el amor, la solidaridad, la fraternidad, el derecho de cada uno a poseer
un pedacito de Tierra de la Casa Común que Dios ha destinado a todos, una
vivienda decente, a cultivar la compasión hacia los que sufren, el respeto, la
comprensión, la renuncia a todo espíritu de venganza, el derecho a ser feliz y
la verdad transparente. Valen las tres "Tes" del Papa Francisco: Tierra,
Techo y Trabajo, como derechos fundamentales.
Debemos
atraer a los fieles de las iglesias pentecostales a través de estos valores,
que son también valores evangélicos, en contra de sus pastores que son
verdaderos lobos. Al darse cuenta de estos valores que los humanizan y los
acercan al Dios verdadero que está por encima y dentro de todos, y cuyo
verdadero nombre es amor y misericordia y no amenazas de infierno, los fieles
se liberarán de la servidumbre de un discurso que busca más el bolsillo de las
personas que el bien de sus almas.
El
odio no se vence con más odio, ni la violencia con más violencia todavía. Sólo
las manos que se entrelazan con otras manos, sólo los hombros que se ofrecen a
los debilitados, sólo el amor incondicional nos permitirá gestar, en las
palabras del injustamente odiado Paulo Freire, una sociedad menos malvada donde
no sea tan difícil el amor.
Aquí
se encuentra el secreto que haría de Brasil una gran nación de los trópicos
que, en el irrefrenable proceso de mundialización, podría ayudar a adquirir un
rostro humano, jovial, alegre, hospitalario, tolerante, tierno y
fraterno.
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