Papa Francisco: seis años de Pontificado
con la fuerza del Espíritu
En este aniversario, repasemos juntos los aspectos espirituales
del Magisterio del Papa Francisco, a veces silenciados por la dimensión social
amplificada por los medios de comunicación: del cristocentrismo de la fe en el
poder de la oración, de la santidad de la vida cotidiana a la dimensión mariana
Sergio Centofanti - Ciudad
del Vaticano
Han pasado seis años desde
aquel 13 de marzo de 2013, cuando fue elegido el primer Papa del continente
americano, el primer jesuita, el primero con el nombre de Pobre de Asís. Más
allá de los acontecimientos y de los hechos más famosos de estos 2191 días con
el Papa Francisco, 265º Sucesor de Pedro, podemos subrayar 10 puntos de su
pontificado, más específicamente espirituales, que no siempre aparecen en las
crónicas.
1. Vivir
la fe es encontrarse con Jesús
En el centro del magisterio
del Papa Francisco está el misterio del encuentro con el Señor, verdadero Dios
y verdadero hombre, del que brota el primer anuncio, el "kerygma":
"Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo, a tu
lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte"
(Evangelii gaudium, 164). La fe no es una ideología -las ideas dividen y
levantan muros- sino un encuentro concreto con nuestro Salvador que nos mueve a
encontrarnos con los demás, cambiando nuestras vidas para siempre: de este
encuentro de amor nace el deseo de llevar la alegría del Evangelio al mundo. Es
la fuerza del amor de Jesús, vivido en primera persona, lo que nos impulsa a
decir la buena nueva, que es para todos: los cristianos no son más que pobres
mensajeros que tienen que decir algo infinitamente más alto que ellos mismos.
2.
Oración: Dios es nuestro Padre y nosotros somos hermanos y hermanas
La oración -dice el Papa
Francisco- es la base de la vida cristiana: sustancialmente, más allá de las
palabras, significa estar con Dios, confiarse al Padre. La verdadera oración es
una relación viva, una experiencia cotidiana, hecha de escucha y diálogo, de
consuelo y liberación, pero también de cólera: "Esto también es oración.
Le gusta cuando te enfadas y le dices en su cara lo que sientes, porque es un
Padre". En la prueba -observa- la oración del "por qué"
puede fluir de nuestros corazones: un grito lanzado en las tinieblas de la
tribulación, porque nadie puede entender plenamente el dolor. Orar -afirma
Francisco- es comprender que somos hijos de un único Padre que no nos abandona
y nos hace descubrir hermanos más allá de nuestras pequeñas fronteras. Orar es
salir al encuentro del otro, un misterio de amor que siempre ha estado en la
mente de su Creador.
3. El
Espíritu Santo está perturbando
Un aspecto fuerte de este
pontificado es la invitación a dejarse cambiar por el Espíritu Santo. La vida
del cristiano -repite a menudo el Papa- es una conversión continua, un éxodo
diario del yo hacia ti, del cierre a la salida, de la defensa a la recepción:
es una necesidad de profunda renovación espiritual que choca con nuestra
resistencia a no dejarnos transformar por la caridad, tal vez en nombre de una
verdad que queremos poseer como un paquete de doctrinas que no dejan lugar a
dudas. En cambio, subraya el Papa, el Espíritu "perturba" con sus
sorpresas, avanza con sus fuerzas, hace crecer en la fe con su sabiduría, pero
también con sus dudas: "En un sentido positivo", las dudas "son
un signo de que queremos conocer mejor a Jesús y el misterio de su amor por
nosotros. El Espíritu Santo nos hace verdaderos evangelizadores: no buscadores
de prosélitos para adoctrinar y encerrar en una secta, sino simples portadores
de la Verdad hecha persona, que no se impone sino que nos hace libres.
4. Una
Iglesia con puertas abiertas
La Iglesia es un sacramento
de salvación y por eso -dice el Papa- "está llamada a ser siempre la casa
abierta del Padre". Aunque puede suceder que "actuemos como
controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una
aduana, es la casa del padre donde hay lugar para cada uno con su vida
cansada". "Ni siquiera las puertas de los sacramentos deben estar
cerradas por ninguna razón. Inventamos el octavo sacramento, dice, el de las costumbres
pastorales. Así pues, "la Eucaristía, aunque constituye la plenitud de la
vida sacramental, no es una recompensa para el perfecto, sino un generoso
remedio y alimento para el débil. Estas convicciones - observa el Papa
Francisco - tienen también consecuencias pastorales que estamos llamados a
considerar con prudencia y audacia". La comunidad cristiana está llamada a
convertirse en un buen samaritano para inclinarse sobre los hermanos y hermanas
heridos que quedan a un lado del camino. Pero es necesario no encerrar a Jesús
en los templos: está llamando a la puerta para salir y dar vida.
5. Una
continua renovación espiritual
La Iglesia, pueblo de Dios
-dice el Papa-, está llamada a renovarse constantemente para ser cada vez más
fiel a Cristo. Es un dinamismo interior movido por el Espíritu que hace
comprender mejor las verdades cristianas y hace crecer la comprensión de la fe:
es ese desarrollo de la doctrina el que puede escandalizar, pero que en 2000
años de historia ha dado muchos pasos que hoy nos parece que se dan por
sentados. El peligro es absolutizar un momento histórico dado y cristalizarlo
en una forma particular, perdiendo la perspectiva de un viaje. Es una Iglesia
que se deja purificar en las pruebas, como el escándalo de los abusos, "una
Iglesia pobre para los pobres" que existe para servir y saber caminar
juntos, clero, religiosos y laicos, hombres y mujeres, más allá de cualquier
tentación de clericalismo. Es la perversión mundana del sacerdocio: de ser una
fuerza vital de salvación, se convierte en una mano depredadora que roba y
devasta. El Papa hizo un fuerte llamamiento a los pastores para que no sean
príncipes, sino pastores que compartan la alegría y el sufrimiento de la
comunidad. En la conciencia de que somos un "no pueblo" y sólo Dios
nos hace su "pueblo".
6. La
verdadera fe nos pone en crisis
El Papa Francisco ha puesto
tanto de nuestro cristianismo en crisis. Al hacerlo, Jesús espoleó a los así
llamados vecinos, luego fueron escribas y fariseos, y lanzó puentes hacia los
así llamados lejanos. Obligó, con un lenguaje a menudo fuerte y colorido, a
tomar posición sobre sus palabras: podemos aceptarlas con humildad dejándonos
corregir o rechazarlas con indignación ofendida. "Una fe que no nos pone
en crisis -dijo- es una fe en crisis; una fe que no nos hace crecer es una fe
que debe crecer; una fe que no nos cuestiona es una fe sobre la que debemos
cuestionarnos; una fe que no nos anima es una fe que debe animarnos; una fe que
no nos molesta es una fe que debe ser molestada". Porque Dios, que se hace
hombre y muere, crucificado por nosotros y resucita, no puede dejar de
molestar. Los fariseos tenían todo claro acerca de la fe, así que la poseían
como un objeto y podían manejarla, preservando la seguridad de su poder; y
podían engañar a Dios. En cambio, Jesús nos llama a seguirlo en sus caminos que
no son nuestros caminos. A veces el lenguaje de Francisco puede no gustarle,
puede parecer duro, pero es un estímulo para repensar siempre la propia fe
porque no la damos por sentada y no caemos en un riesgo fácil para los que se
consideran cercanos: la hipocresía.
7. La
caridad por encima de todo
La esencia del cristianismo
-repite el Papa- es la caridad. Podemos anunciar al mundo las verdades más
grandes de la fe dando incluso vida, haciendo maravillas y cazando demonios,
pero sin amor no somos nada. La caridad no es una abstracción. Francisco no se
cansa de recordar que al final de nuestras vidas seremos juzgados por algo muy
concreto. Y cita a menudo el capítulo 25 del Evangelio de Mateo: "Tuve
hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber; fui forastero y
me acogisteis, desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, encarcelado y
vinisteis a visitarme". En esta continua llamada a la atención de los
pobres, de los migrantes y de los sufrimientos de todo tipo, a quienes quiere
abrazar por primera vez en las audiencias, a veces no se entiende al Papa, se
le acusa de hacer prevalecer el aspecto social sobre el trascendente. Todo lo
contrario. Este llamamiento tiene una raíz escatológica profunda: pensar en el
juicio final. En la tarde de la vida será nuestro amor concreto en esta vida el
que nos juzgará. Si no reconocemos a Cristo en el rostro de los pobres, no
reconoceremos a Jesús cuando lo veamos cara a cara.
8. La
santidad es la misericordia de la vida cotidiana
Este es el tiempo de la
misericordia. Es otra frase de Francisco a menudo malentendida, como si cayera
en la bondad relativista. La misericordia del Señor, repite el Papa, es
infinita, pero si no la aceptamos tomamos la llamada ira de Dios. Es el infierno,
el rechazo del amor de Dios. El Todopoderoso sólo se detiene ante una cosa:
nuestra libertad. Por eso el Papa hace la distinción entre pecadores y
corruptos. Todos somos pecadores, y Francisco se pone en primera línea, pero
los corruptos son los que se sienten justos y no quieren aceptar el perdón de
Dios. Los santos, en cambio, son los que aceptan la misericordia divina en su
debilidad y la derraman sobre los demás. Son pecadores que se dejan elevar
continuamente por el amor gratuito de Dios, que les da la fuerza para gastar su
vida por los demás, en el silencio de la vida cotidiana.
9. El
cristiano está en el mundo, pero no en el mundo
Francisco da un fuerte
sentido espiritual a sus palabras y, en línea con toda tradición, ve al
cristiano comprometido en el mundo, pero con los ojos del cielo. La invocación
"ven a tu reino" es trabajar en esta tierra para construir ya desde
aquí el reino del amor de Dios. El cristiano no es aquel que se encierra en su
propio intimismo religioso, sino que trae su ladrillito para construir la paz,
la justicia y la fraternidad en la sociedad. De ahí las denuncias del Papa
contra los mercaderes de la muerte que ganan en las guerras, contra una
economía que mata y descarta a los más débiles, contra colonizaciones
ideológicas, como la teoría del género, que atacan la vida, la familia, la
libertad de educación y la conciencia. Francisco escribió una encíclica sobre
el cuidado de la creación, no porque sea un "Papa verde", como
algunos lo han definido, sino porque cuidar de la casa común es administrar un
bien que Dios nos ha confiado para el bien de todos. Al no cuidar el medio
ambiente en el que nos encontramos, hace que los ricos sean más ricos y los
pobres más pobres más pobres, sin calcular el daño para las generaciones
futuras. La llamada del Papa Francisco a los cristianos no es a alejarse del
mundo, sino a comprometerse con las cosas del mundo de una manera cristiana.
10. La
ayuda de María y la lucha contra el diablo
Francisco cita a menudo al
diablo. No se avergüenza de aparecer como alguien que habla de cosas
consideradas medievales por muchos. "El diablo también existe en el siglo
XXI", dijo. Detrás del mal que hace el hombre está Satanás. Dice esto no
para menospreciar las responsabilidades del hombre, sino para dejar claro que
la mayor lucha es en el nivel espiritual. El diablo es el que divide: quiere
dividirnos de Dios y de nuestros hermanos y hermanas, divide a los pueblos, a
las comunidades, a la Iglesia, a las familias. Dice mentiras, acusa, es un
enemigo, mata. Francisco siempre apela a María en esta lucha. Se confía a la
Madre de Dios, como lo hace al principio y al final de cada viaje
internacional, cuando se dirige a Santa Maria Maggiore para rezar
ante el icono del Salus
Populi Romani. El Papa exhortó a los fieles a seguir rezando el Rosario
todos los días, a pedir por intercesión de María y de San Miguel Arcángel la
protección de la Iglesia de los ataques del diablo. El Rosario, dice, es su
oración del corazón. Francisco nos invita a creer en la fuerza de la oración y
al final de cada discurso hace esta petición, que ahora nos es familiar:
"No olviden orar por mí". Y de vez en cuando añade: "¡Lo
necesito!".
Algunos
datos sobre el pontificado
En los seis años de su
pontificado, Francisco ha pronunciado más de 1000 homilías, de las cuales más
de 670 en las Misas de Santa Marta, ejemplo de vívida lectio divina a braccio. Más
de 1200 discursos públicos, 264 catequesis en la audiencia general el miércoles
(sobre los siguientes temas: Año de la fe, en particular el Credo, los
Sacramentos, los dones del Espíritu Santo, la Iglesia, la familia, la
misericordia, la esperanza cristiana, la Santa Misa, el Bautismo, la
Confirmación, los Mandamientos, la oración del Padre Nuestro). Y también: 342
pequeñas catequesis sobre el Evangelio del domingo y los días festivos con
ocasión del Ángelus
y Regina Caeli; dos Encíclicas (Lumen fidei, completando lo
que comenzó Benedicto XVI, y Laudato
si'); tres Exhortaciones apostólicas (Evangelii gaudium, texto
programático del pontificado y fundamental para comprenderlo en su amplitud, y
luego Amoris
laetitia y Gaudete et exsultate); 36 Constituciones apostólicas (Episcopalis
communio, Veritatis gaudium y Vultum Dei quaerere); 27 Motu
proprio; una Bula para la proclamación del Jubileo de la Misericordia (Misericordiae
Vultus). El Papa presidió tres Sínodos, dos sobre la familia y uno sobre
los jóvenes, realizó 27 viajes internacionales con 41 países visitados (de
todos los continentes excepto Oceanía) y 24 viajes a Italia. Entre las
numerosas canonizaciones recordamos a los tres Papas, Juan XXIII, Pablo VI y
Juan Pablo II, y luego a la Madre Teresa de Calcuta, Monseñor Romero, a los dos
hijos pastores de Fátima Jacinta y Francisco Marto, a los padres de Santa
Teresa del Niño Jesús, a las dos místicas Ángela da Foligno e Isabel de la
Trinidad. Finalmente, tiene una cuenta en Twitter en 9 idiomas (@pontifex), con
48 millones de seguidores, y en Instagram (Franciscus) tiene casi 6 millones de
seguidores.
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