Santa Julia Billiart, virgen y fundadora
fecha: 8 de abril
n.: 1751 - †: 1816 - país: Bélgica
canonización: B: Pío X 13 may 1906 - C: Pablo VI 22 jun 1969
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1751 - †: 1816 - país: Bélgica
canonización: B: Pío X 13 may 1906 - C: Pablo VI 22 jun 1969
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Namur, junto al Mosa, en
Brabante, santa Julia Billiart, virgen, que, para asegurar la educación de las
jóvenes, fundó la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora y propagó la
devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

El cardenal Sterckx calificó la fundación
del Instituto de Nuestra Señora, de «explosión del espíritu apostólico en el
corazón de una mujer que sabía creer y amar». Esa mujer era santa María Rosa
Julia Billiart. Se crió en eI seno de una familia de agricultores acomodados,
que poseían además un pequeño comercio en Cuvilly de Picardía. Allí nació la
santa en 1751. Un tío suyo, que era el maestro de escuela del pueblo, le enseñó
a leer y escribir; pero las delicias de la niña eran las clases de catecismo y
las cosas divinas. A los siete años, explicaba ya el catecismo a otros niños
menos inteligentes que ella. El párroco del pueblo fomentó esas cualidades y le
permitió hacer la primera comunión a los nueve años, cosa excepcional en
aquella época. A los catorce años, la autorizó a hacer un voto de castidad.
Aunque Juliana tenía que trabajar mucho, pues su familia había sufrido graves
pérdidas, encontraba tiempo para visitar a los enfermos, instruir a los
ignorantes y hacer oración. Ya desde entonces empezó a llamársele «la santa de
Cuvilly».
Su activa existencia cambió súbitamente a
resultas de un accidente. Un día en que Juliana se hallaba sentada junto a su
padre, alguien disparó una pistola contra éste desde una ventana; el atentado
impresionó tanto a Juliana, que cayó gravemente enferma, sufrió terribles
dolores y perdió, poco a poco, el uso de las piernas. La parálisis no hizo más
que aumentar su unión con Dios. En el lecho enseñaba el catecismo a los niños,
aconsejaba sabiamente a quienes iban a visitarla y exhortaba a todos a la
comunión frecuente. A menudo le oían las gentes repetir: «Qu'il est bon le bon
Dieu!» (¡Qué bueno es el buen Dios!) En 1790, un sacerdote que había prestado
el impío juramento constitucional, sustituyó al párroco de Cuvilly; Julia fue entonces
la principal organizadora de un movimiento para aislar al intruso. Esto y el
hecho de haber ayudado a esconderse a varios sacerdotes le ganaron el odio de
los jacobinos, quienes llegaron incluso a las amenazas de quemarla viva. Los
amigos de la santa la sacaron furtivamente de la casa, la colocaron en un carro
de mulas y la trasladaron a Compiegne. Ahí tuvo que cambiar de residencia
constantemente. Un día, la santa exclamó en voz alta: «Señor, en la tierra no
hay posada para mí. ¿Quieres reservarme un rinconcito en el paraíso?» Las
penalidades agravaron de tal suerte su enfermedad, que la santa perdió casi
completamente el uso de la palabra durante varios meses.
Sin embargo, Dios le tenía reservado un
período de paz. Al fin del reinado del Terror, un antiguo amigo de Julia
aprovechó la confusión para trasladarla a Amiens, a la casa del vizconde Blin
de Borbón. En esa hospitalaria mansión la santa recobró la palabra. Allí mismo
conoció a una inteligente y culta mujer, Francisca Blin de Borbón, vizcondesa
de Gézaincourt, que había de convertirse en su íntima amiga y colaboradora. En
la enfermería, donde se celebraba diariamente la misa, se reunía un grupo de
mujeres piadosas, inspiradas por el ejemplo de Julia, que consagraban su tiempo
y su dinero a las buenas obras. Pero la persecución estalló nuevamente,
dispersó al grupo y obligó a la santa a retirarse a una casa de la familia
Doria, en Bettencourt. Julia y Francisca recomenzaron allí sus clases de
catecismo, y consiguieron que prácticamente todos los habitantes cumplieran con
sus deberes religiosos.
Allá iba algunas veces a visitarla el P.
José Varin, a quien sorprendían la personalidad y las cualidades de Julia. El
P. Varin llegó al convencimiento de que Dios iba a obrar grandes cosas por
medio de la santa. En cuanto las dos amigas pudieron volver a Amiens,
emprendieron, bajo la dirección del P. Varin, la fundación del Instituto de
Nuestra Señora. El fin del instituto era, ante todo, el cuidado espiritual de
los niños pobres, pero también la educación cristiana de las niñas de todas las
clases sociales y la formación de profesoras de catecismo. En ciertos aspectos,
las reglas eran muy diferentes a las de otras congregaciones de la época,
particularmente por la supresión de la distinción entre las religiosas de coro
y las legas. Pronto ingresaron al instituto algunas postulantes, se abrió un
orfanatorio y se inauguró una serie de clases de catecismo por la noche. «Hijas
mías -decía la santa-, pensad cuán pocos sacerdotes hay actualmente y cuántos
niños pobres se debaten en la ignorancia. Tenemos que luchar por ganarlos para
Cristo». En 1804, los «Padres de la Fe» predicaron una gran misión en Amiens y
confiaron a las hermanas de Nuestra Señora la instrucción da las mujeres. Hacia
el fin de la misión, ocurrió un suceso extraordinario. El P. Enfantin pidió a
santa Julia que se uniese a él en una novena por una intención particular. Al
quinto día de la novena, que era el de la fiesta del Sagrado Corazón, el padre
se acercó a la santa, quien estaba paralítica desde hacía veintidós años, y le
dijo: «Madre, si tiene fe, dé un paso en honor del Sagrado Corazón de Jesús».
La santa se levantó al punto y comenzó a caminar.
La salud permitió a la santa no sólo
consolidar y extender la fundación, sino ayudar personalmente en las misiones
que los «Padres de la Fe» predicaron en otros pueblos, hasta que el gobierno le
prohibió ocuparse en ello. La labor educacional del instituto siguió creciendo
rápidamente; se inauguraron los conventos de Namur, Gante y Tournai y todo parecía
ir viento en popa, cuando un acontecimiento puso en peligro la vida misma de la
congregación. El P. Varin había sido trasladado de Amiens a otra ciudad. En el
oficio de confesor de las hermanas de Nuestra Señora, fue a sustituirle un
sacerdote joven, inteligente, pero poco juicioso y muy pagado de sí mismo,
quien trató de modificar las reglas de la congregación. Como la fundadora se
opusiese, modestamente, el sacerdote se convirtió en enemigo personal suyo y
consiguió alejar de la santa a muchas personas que hasta entonces habían visto
la fundación con buenos ojos. Entre esas personas se contaba el obispo de
Amiens, quien prácticamente exigió que la madre Julia saliese de su diócesis.
La santa tuvo que retirarse con casi todas sus religiosas, al convento de
Namur, donde el obispo de la ciudad las recibió cordialmente. Al poco tiempo,
la madre Julia fue reivindicada y el obispo de Amiens la invitó a volver a la
ciudad; pero las dificultades prácticas de un nuevo cambio de residencia
decidieron a la santa a establecer definitivamente la casa madre en Namur. La
santa religiosa pasó los siete últimos años de su vida formando a sus hijas y
fundando nuevos conventos. Cuando murió, la congregación contaba ya con quince
casas. El obispo de Namur, que conocía bien a la santa, dijo: «La madre Julia
es una de esas almas que pueden hacer por la Iglesia de Dios, en unos cuantos
años, más de lo que otros serían capaces de hacer en un siglo». Para dar una
idea de su prodigiosa actividad, bastará con decir que realizó no menos de
ciento veinte viajes para asuntos de su congregación.
En 1816, la salud de la santa empezó a
decaer rápidamente. También la madre Blin de Borbón estaba entonces enferma;
pero Dios permitió que recobrase la salud para llevar adelante el trabajo de la
madre Julia, quien entregó apaciblemente su alma al Creador el 8 de abril,
mientras recitaba el «Magnificat». Su beatificación tuvo lugar en 1906, y la
canonización en 1969.
Existen numerosas vidas de la santa, en
francés, inglés y alemán. No hay que confundir la obra del P. Charles Clair, S.
J., La bse. Mére Julie Billiart (1906), con otra escrita por una hermana de
Nuestra Señora y publicada por el P. James Clare, S.J. En 1907, el P. Griselle
hizo una edición corregida y aumentada de la obra del P. C. Clair, La mejor
biografía alemana es la de B. Arens (1908). Entre las biografías más recientes
se cuentan las de T. Réjalot (1922), F. de Chantal, Julie Billiart and Her
Institute, (1939), y M. G. Carroll, The Charred Wood (1951).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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