La solución de la crisis no es alinearse con
Estados Unidos
2019-05-12
El proceso actual de
globalización revela, a mi modo de ver, dos tendencias básicas: la
globalización monopolar hegemonizada por Estados Unidos, con el respaldo
por las grandes corporaciones económico-financieras. Marcada por la
homogeneización de todo. Dicho en un lenguaje pedestre, sería una hamburguerización
del mundo: la misma hamburguesa con la misma fórmula, consumida en USA,
en Rusia, en Japón, en China y en Brasil.
La
otra tendencia es multipolar, prevé varios polos de poder, con distintos
centros decisorios, pero todos dentro de la misma Casa Común, una, compleja,
amenazada de ruina. China hegemoniza esta tendencia. Predomina la monopolar. El
“America first” de Trump significa “sólo América”. Sólo ella
tiene intereses globales –dicen–, y se arroga el derecho de intervenir allí
donde esos sus intereses están amenazados, o pueden ser extendidos, ya sea
mediante guerras directas o delegadas, como Trump pretendía con Brasil ante la
crisis en Venezuela, sin considerar los contratos y leyes internacionales.
La
estrategia de EEUU, radicalizada después del atentado a las Torres Gemelas, es
garantizar su hegemonía mundial mediante los medios de destrucción masiva en
primer lugar (pueden matar a todo el mundo), y después por la economía
capitalista y por la ideología (Hollywood desempeña un gran papel en eso), que
es una forma de guerra blanda (guerra híbrida) pero efectiva para
conquistar mentes y corazones por la vía simbólica y por el imaginario, bajo el
supuesto signo de la democracia y de los derechos humanos.
Pero
el gran medio de dominación es la economía de carácter capitalista neoliberal.
Ésta tiene que ser impuesta a todo el mundo (China se dejó ganar por ella para
fortalecerse económicamente). Esto se hace a través de las grandes
corporaciones globalizadas y sus aliados nacionales. Ésta es la gran arma, pues
la otra, la bélica, funciona como disuasión y como un espantapájaros, pues
puede destruir a todos, inclusive a quien la usa.
Quien
gane la carrera de la innovación tecnológica, especialmente la militar pero
también la económica, conseguirá la hegemonía mundial. ¿Qué tiene que ver todo
esto con la actual situación política y económica de Brasil? Tiene todo que
ver. Con el presidente Jair Bolsonaro se hizo una opción clara por la
alineación irrestricta y sin contrapartida con las estrategias de hegemonía
mundial de EEUU.
En
los altos niveles militares y en las élites adineradas se esgrime el siguiente
argumento: no tenemos ninguna posibilidad de ser una gran nación, aunque
tengamos todas las condiciones objetivas para ello. Hemos llegado tarde, y no
participamos del pequeño grupo que decide los caminos del mundo. Hemos sido
colonia y se nos impone una recolonización para abastecer de materias primas
naturales (commodities) a los países avanzados. Es forzoso incorporarse al más
fuerte, en este caso Estados Unidos, como socio agregado con las ventajas
económicas concedidas al selecto grupo transnacionalizado que da sustentación a
esta opción. Aquí faltó una inteligencia más soberana para buscar un camino
propio en relación dialéctica con las grandes potencias actuales.
Las
grandes mayorías pobres no cuentan. Son ceros económicos. Producen poco y no
consumen casi nada. De la dependencia pasan a la prescindencia.
¿Cuál
es el cambio que ha ocurrido en Brasil en los últimos años? La cúpula superior
del ejército, los generales que tienen tropa a su mando (éstos son los que
cuentan) habrían abrazado esta tesis. Habrían dejado en segundo plano un
proyecto de nación autónoma. La seguridad de la cual son responsables estaría
garantizada ahora por EEUU con su aparato militar y sus más de 800 bases
militares repartidas por todo el mundo. Esta adhesión implica también
incorporar la economía de cariz liberal (entre nosotros, ultraliberal) y la
democracia representativa, aunque sea de baja intensidad.
Con
el actual Presidente, Brasil ha sido ocupado por los militares. El excapitán,
hecho jefe de Estado, es la cabeza visible de este proyecto, implantado
abruptamente en Brasil. Para esta diligencia se hace necesario debilitar todo
lo que nos hace un país-nación: la industria debe entrar en un ritmo lento y
ser sustituida por las importaciones; las instituciones con signos democráticos
y nacionalistas, mantenidas, pero hechas ineficientes; las universidades
públicas, desmontadas, para dar lugar a las privadas y asociadas a las grandes
empresas, pues éstas necesitan cuadros formados en ellas para poder funcionar.
Las
pequeñas peleas internas entre el astrólogo de Virginia y los militares son
irrelevantes. Ambos tienen el mismo proyecto básico de adhesión a Estados
Unidos y al neoliberalismo, pero con una diferencia. Los olavistas son toscos,
rudos, con un lenguaje vulgar. Los militares acuden con aires de educación y de
civismo, queriendo inspirar confianza, pero tienen el mismo proyecto de base.
También la misma adhesión a EEUU. Resignados, admiten que en la nueva guerra
fría entre EEUU y China, tenemos que optar por EEUU o ser tragados por China,
renunciando así a un camino soberano en medio de las tensiones entre las
grandes potencias.
Veo
dos vías de enfrentamiento, entre otras:
La
vía ecológica: todos estamos dentro del antropoceno, era en la que el
ser humano está desestabilizando aceleradamente todo el sistema-vida y el
sistema-Tierra. Los sabios y científicos nos advierten que, si no cambiamos,
podremos conocer un desastre ecológico social que puede destruir gran parte de
la biosfera y de nuestra civilización. Así el propio sistema capitalista y su
cultura perderían sus bases de sustentación. Los supervivientes tendrían que
pensar en un plan Marshall global para rescatar lo que quedara de la
civilización y restaurar la vitalidad de la Madre Tierra.
La
vía política: una masiva manifestación popular, un tsunami de gente en
las calles, protestando y rechazando ese modelo anti-pueblo y anti-vida. Los
generales se sentirían atrapados por las acusaciones de anti-patriotismo,
provocando una división interna entre los que apoyan a las calles y los que se
resisten. Los políticos lentamente irían adhiriéndose porque no verían otra
alternativa. De esta forma podría surgir un movimiento alternativo y contrario
al orden vigente.
Podría
haber mucha violencia en ambos lados. No sería descartable una intervención
norteamericana, ya que sus intereses son globales, especialmente teniendo como
objetivo la Amazonia. Queda por saber si Rusia y China tolerarían esta
intervención. Lo peor que podría suceder sería crear una especie de Siria en
nuestro territorio. El escenario es sombrío pero no imposible, se sabe que hay
halcones en los órganos de seguridad que no descartan esa posibilidad.
A
nosotros nos cabe secundar la vía política con los riesgos que implica. No
perdamos la oportunidad de confiar en nuestras virtualidades, especialmente en
lo que concierne a la riqueza ecológica, y de tener importancia en la
determinación del futuro de la humanidad y del planeta vivo, la Tierra.
Lo
más importante es presentar una alternativa viable de otro tipo de Brasil,
soberano, con una democracia participativa, justo, abierto al mundo y
dispuesto, por su capital natural, a ser la mesa puesta para las hambrunas del
mundo entero.
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