viernes, 5 de septiembre de 2014

Ausencia del saber (La oración de la rana de Anthony de Mello)

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Érase una vez un bosque en el que los pájaros cantaban de día, y los insectos de noche. Los árboles crecían, las flores prosperaban, y toda clase de criaturas pululaban libremente.

Todo el que entraba allí se veía llevado a la Soledad, que es el hogar de Dios, que habita en el silencio y en la belleza de la Naturaleza.

Pero llegó la Edad de la Inconsciencia, justamente cuando los hombres vieron la posibilidad de construir rascacielos y destruir en un mes ríos, bosques y montañas. Se levantaron edificios para el culto con la madera del bosque y con las piedras del subsuelo forestal. Pináculos, agujas y minaretes apuntaban al cielo, y el aire se llenó del sonido de campanas, de oraciones, cánticos y exhortaciones...

Y Dios se encontró de pronto sin hogar.

¿Dios oculta las cosas poniéndolas ante nuestros ojos!

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¡Escucha! Oye el canto del pájaro, el viento entre los árboles, el estruendo del océano...; mira un árbol, una hoja que cae o una flor, como si fuera la primera vez.

Puede que, de pronto, entres en contacto con la Realidad, con ese Paraíso del que nos ha arrojado nuestro saber por haber caído desde la infancia.

Dice el místico indio Saraha: “Trata de probar a qué sabe la ausencia de saber".

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