martes, 14 de abril de 2015

EL VUELO DEL QUETZAL 52 - 53 (A LA IGLESIA y AL PUEBLO DE GUATEMALA y EN EL MARTIRIO DE MONSEÑOR ROMERO).(Pedro Casaldáliga)

A LA IGLESIA y AL PUEBLO DE GUATEMALA

São Paulo, 2 de marzo de 1980

A los amigos hermanos de Guatemala,
a las Comunidades Cristianas Populares,
a los mártires vivos, en la cárcel, en la persecución, en la ansiedad...
al Comité Pro Justicia y Paz,
al Frente Democrático contra la Represión,
a la Iglesia de Jesús en Guatemala
al Pueblo de Guatemala, que será libre.

Os escribo con una inmensa ternura, con toda mi pasión latinoamericana, seguro del pueblo, cierto de que el Señor resucitado nos será fiel.
Hermanos, esta es una hora de Gracia para vosotros, para toda Centroamérica.
Sed lúcidos. Sed firmes. Sobre todo, estad unidos.
Sabed que el continente entero, el pueblo del continente quiero decir, os acompaña. Sois para nosotros como una señal, testigos de la liberación que se conquista, prueba de que nuestro Dios es verdaderamente "un Dios liberador que sabe librar de la muerte".
No permitáis que nadie utilice al pueblo.
Haced que el Espíritu de Jesús os penetre hasta la médula, en esta "hora".
Rezad. Cantad.
No os escandalicéis si no os comprenden. Aceptad la contradicción, incluso la que viene de dentro, quizá de dentro de la Iglesia. La cruz es el camino de la liberación.
Responded a la persecución con esperanza.
Responded al miedo con unión.
Responded a la muerte con la voluntad del pueblo y con el nombre de Jesús, el Resucitado.
No sé si nos veremos, pero, en todo caso, estamos entrañablemente unidos.
El Espíritu ha derramado, en esta hora, la Gracia continental de la unión en la lucha y en la esperanza.
En nombre de mi pueblo de indios, posseiros, peones; en nombre de mi pequeña Iglesia de São Félix do Araguaia, en la Amazonia brasileña, os abrazo, como hermano y compañero, como cristiano obispo de la Iglesia de Jesús.


EN EL MARTIRIO DE MONSEÑOR ROMERO

São Félix do Araguaia, 26 de marzo de 1980

Queridos hermanos de la Iglesia y del pueblo de El Salvador:
Ayer nos llegó, y todavía con las imprecisiones características en estas latitudes, la noticia de la muerte del entrañablemente querido Monseñor Oscar A. Romero, arzobispo de San Salvador.
Una "buena nueva", en la óptica del Evangelio; un acontecimiento pascual.
En nombre propio, como obispo hermano y en nombre de toda mi Iglesia de São Félix do Araguaia, en este sufrido Mato Grosso brasileiro, quiero expresaros, a vosotros -obispos, sacerdotes, comunidades, Iglesia y pueblo de El Salvador-, el testimonio de la más total comunión.
Sólo nos resta recoger la sangre de Monseñor Romero como una bandera de liberación pascual.
El ha sido un buen pastor que supo dar la vida por el rebaño.
El sufrimiento de su pueblo lo santificó en la libertad y en la fidelidad totales.
Era un hombre libre que ayudaba a liberar.
Las oligarquías nacionales y los intereses imperialistas y todas las fuerzas represivas aliadas no podrán hacer callar esa última gran homilía de Romero, el grito limpio de su muerte, su misa más verdadera.
Modelo de obispo comprometido con la historia de su pueblo, su coherencia pastoral lo llevó al martirio.
Su sangre y la sangre de tantos hijos de Dios, pobres y oprimidos, labradores, sobre todo, e indígenas, jóvenes estudiantes y agentes de pastoral dedicados, forzarán el día nuevo de Centroamérica y limpiarán el rostro de nuestra Iglesia.
América entera y el mundo, toda la Iglesia de los pobres particularmente, se vuelven hacia El Salvador, hacia Centroamérica. Sois para nosotros un Evangelio vivo, un testimonio de Pascua.
No cedáis. Sed fieles. Estad unidos. Orad en común. Contad con nuestra oración y con nuestra solidaridad. Dadle voz y camino al pueblo. El Espíritu de Jesús resucitado está con vosotros.
El miedo y la muerte siempre ceden ante la Vida.
Gracias por vuestro testimonio, gracias por la sangre del arzobispo Romero. Su presencia, ya de resucitado, será una nueva "memoria subversiva" para nuestra Iglesia. Romero es un nuevo mártir de la liberación, un nuevo santo de nuestra América.
A todos os abrazamos, con inmensa ternura fraterna en Aquel que es el Testigo Fiel y nuestra Paz y la Resurrección y la Vida.


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