martes, 1 de septiembre de 2015

Beatos Cristino Roca Huguet y once compañeros - Beato Alfonso Sebastiá Viñals - Beatos Pedro Rivera, María del Carmen Moreno Benítez y María del Refugio Carbonell Muñoz 01092015

Beato Cristino Roca Huguet

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Beatos Cristino Roca Huguet y once compañeros, religiosos mártires
En Madrid, en España, beatos Cristino (Miguel) Roca Huguet, presbítero, y once compañeros, mártires, de la Orden de San Juan de Dios, fusilados durante la guerra por odio a la religión. Sus nombres son: beatos Proceso (Joaquín) Ruiz Cascales, Eutimio (Nicolás) Aramendía García, Canuto (José) Franco Gómez, Dositeo (Guillermo) Rubio Alonso, Cesario (Mariano) Niño Pérez, Benjamín (Alejandro) Cobos Celada, Carmelo (Isidoro) Gil Arano, Cosme (Simón) Brun Arará, Cecilio (Enrique) López López, Rufino (Crescencio) Lasheras Aizcorbe y Faustino (Antonio) Villanueva Igual, religiosos.
Se conmemora hoy el martirio de doce religiosos de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios que fueron inmolados por su condición de católicos y religiosos en las cercanías de Madrid el 1 de septiembre de 1936. Pertenecían a la comunidad del instituto-asilo San José, de Carabanchel Alto, institución dedicada a enfermos epilépticos, y en la que radicaba la Escolanía Apostólica. El instituto, situado en medio de extenso pinar, en las afueras de Madrid, pudo soportar las difíciles circunstancias de 1936 hasta que, declarada la guerra el día 18 de julio, se recibió el día 29 la visita de un grupo de milicianos que rodearon la casa y exigieron a los religiosos se concentraran en una sala, mientras ellos procedían a un riguroso registro que duró tres horas, alegando que buscaban armas. Cuando éstas no aparecieron por ninguna parte se marcharon, pero exigieron que cesara todo acto de culto o manifestación religiosa, debiendo retirarse de la iglesia todas las imágenes, y debieron los hermanos reunirse en el sótano de la ropería para poder efectuar sus rezos. Así estuvieron un mes entero, sin dejar -tal como era la consigna del P. General de la Orden- la atención a los enfermos. Pero el 29 de agosto llegó el alcalde de Carabanchel con el secretario y varias personas armadas y comunicaron a los hermanos que cesaban en la dirección del instituto, les exigieron la entrega de los libros de la administración y el dinero, y avisaron a los hermanos que deberían marcharse pero que ellos les dirían cuándo. El día 1 de septiembre estaban los hermanos en las enfermerías disponiendo la comida de los enfermos cuando llegó otro grupo de hombres armados con orden de llevarse a los hermanos. Los religiosos fueron arrestados del peor modo, cacheados y obligados a subir a un autocar. Éste tomó la carretera de Boadilla del Monte y llegó al llamado Charco Cabrera. Aquí se les hizo bajar del autocar y se les alineó, fueron seguidamente fusilados y arrojados a una fosa. Cuando los hermanos vieron que se les iba a matar gritaron vivas a Cristo Rey. Sus cadáveres serían exhumados en 1942 y trasladados a la cripta del instituto. Fueron beatificados el 25 de octubre de 1992 por el papa Juan Pablo II en el grupo de 71 Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios muertos durante los días de la Guerra Civil. Sus datos personales son:

Cristino Roca Huguet nació en Molins de Rey (Barcelona) el 6 de junio de 1899, siendo bautmdo con el nombre de Miguel. Otros dos hermanos suyos fueron religiosos hospitalarios; uno de ellos, Constancio, murió mártir en Calafell el día 30 de julio de 1936 y fue beatificado con su hermano. Ingresó en la niñez en la Escolanía Hospitalaria de Ciempozuelos y por sus buenas cualidades se le pidió estudiase para sacerdote. Tras haber profesado como «hermano Cristino», hizo los estudios y se ordenó el año 1926. Fue capellán del Hospital de San Rafael de Madrid, maestro de novicios en Calafell y era director de la Escolanía Apostólica de Carabanchel Alto. Tenía un gran crédito como pedagogo y educador y era un excelente director de almas.

Proceso Ruiz Cáscales nació en Beniel (Murcia) el 4 de octubre de 1887, de padres labradores, que en el bautismo le dieron el nombre de Joaquín. Tras una breve experiencia como ermitaño en La Fuensanta, ingresó en la Orden Hospitalaria el 15 de septiembre de 1915. Tras profesar como «hermano Proceso» estuvo destinado en las comunidades de Ciempozuelos, Madrid, Gibraltar, Valencia, Barcelona y por último como superior en Carabanchel Alto. En agosto de 1936 le visitó un hermano suyo, acompañado de un jefe miliciano, y le hizo entrega de un salvoconducto, pero él no quiso aceptarlo si no se les daba a los demás hermanos.

Eutimio Aramendia García nació en Oteiza de la Solana (Navarra) el 23 de octubre de 1878 y recibió en el bautismo el nombre de Nicolás. Con sólo 15 años hizo su ingreso en la Orden Hospitalaria. Diplomado en medicina y cirugía, tras profesar como «hermano Eutimio», fue enfermero mayor en diversos hospitales: Barcelona, San Baudilio de Llobregat, Madrid, Murcia, Santa Águeda, Palencia, Pamplona, Bogotá y Pasto en Colombia, y por último Carabanchel Alto, de cuya comunidad era vicesuperior. No quiso aceptar marcharse con sus familiares para no dejar a sus hermanos de comunidad.

Canuto Franco Gómez había nacido en Aljucer (Murcia) el 23 de diciembre de 1871 y fue bautizado con el nombre de José. Ingresó en los carmelitas pero hubo de dejarlo por motivos de salud. Posteriormente, en 1893, fue aceptado en la Orden Hospitalaria. Padecía de sordera y era delicado de salud, por lo que, una vez profesado con el nombre de «hermano Canuto», se le dedicó a sacristán. Tenía una fina sensibilidad artística y era buen pintor, conservándose pinturas suyas de corte delicado.

Dositeo Rubio Alonso nació en Madrigalejo (Burgos) el 10 de febrero de 1869 y fue bautizado con los nombres de Guillermo Tomás. A los 25 años ingresó en la Orden Hospitalaria, desempeñando su servicio en las casas de Ciempozuelos, Zaragoza, San Baudilio de Llobregat, Santa Águeda, Barcelona, Pamplona, Gibraltar, Granada, Calafell y Carabanchel Alto. Era muy humilde y servicial.

Cesáreo Niño Pérez nació en Torregutiérrez (Segovia) el 15 de septiembre de 1878 y fue bautizado con el nombre de Mariano. Sintió la vocación religiosa pero su escasa estatura y poca presencia parecían ser una dificultad muy fuerte. Él insistió y logró ser admitido, tomando el nombre de «fray Cesáreo». Brilló por su constancia, entrega y regularidad en la observancia de la vida religiosa. Estuvo en las comunidades de Ciempozuelos, Pamplona y Carabanchel Alto. Cuando se disponían a fusilar a los demás religiosos, le dijeron que podía irse y buscarse la vida pero él insistió en quedarse con sus hermanos. Un miliciano entonces le dio tres tiros, y así cayó a la fosa.

Benjamín Cobos Celada nació en Palencia el 9 de julio de 1887 y se le impuso en el bautismo el nombre de Alejandro. Ingresó en la Orden Hospitalaria a los 14 años y al iniciar el noviciado tomó el nombre de «fray Benjamín». Hizo los estudios de practicante y por ello en todos los centros a donde fue enviado tuvo el oficio de enfermero: Ciempozuelos, Barcelona, Madrid, San Baudilio de Llobregat, Málaga y Carabanchel Alto, desempeñando su oficio con gran competencia y dedicación.

Carmelo Gil Araño nació en Tudela (Navarra) el 15 de mayo de 1879, recibiendo en el bautismo el nombre de Isidoro. Educado cristianamente en su piadoso hogar, tenía 27 años cuando se decidió por la Orden Hospitalaria, tomando en el noviciado el nombre de «fray Carmelo» y profesando el 24 de septiembre de 1904. Prestó servicios como enfermero en las casas de Ciempozuelos, Carabanchel Alto, Pamplona, Valencia y San Baudilio de Llobregat, de donde fue enviado otra vez a Carabanchel Alto. Aunque al estallar la guerra pareció dispuesto a volver a su casa, decidió por fin quedarse con los hermanos y enfrentar el martirio si fuera preciso.

Cosme Brun Arará nació en Santa Coloma de Farnés (Gerona) el 12 de noviembre de 1894, siendo bautizado con el nombre de Simón. Con 16 años se colocó de criado en el seminario de Gerona, y aquí lo conoció el obispo mons. Pol que se lo llevó consigo como su sirviente personal. Simón lo atendió como un hijo hasta la muerte del prelado. Muerto el obispo, se colocó en Barcelona, pero no se sentía ya a gusto en el mundo y decidió su vocación religiosa, ingresando en enero de 1917 en la Orden de San Juan de Dios y tomando en el noviciado el nombre de «fray Cosme». Pasó por muchas casas de la Orden antes de su destino en Carabanchel Alto, de donde fue sacado para el martirio. Era un religioso de gran caridad y espiritualidad.

Cecilio López López nació en un pueblo de Las Alpujarras, Fondón (Almería), el 25 de junio de 1901 y en el bautismo recibió el nombre de Enrique. Ingresó a los 15 años en la Orden Hospitalaria y al empezar el noviciado tomó el nombre de «fray Cecilio». Destacaba por su buena inteligencia y feliz memoria y los superiores lo destinaron al sacerdocio, pero al contraer la tuberculosis tuvo que dejar los estudios. Enviado a Colombia, se repuso, y destacó como enfermero y practicante, habiéndosele ofrecido un futuro brillante en el mundo si dejaba la vida religiosa, pero él perseveró firme en su vocación. Vuelto a España en marzo de 1935 fue destinado a la casa de Carabanchel Alto. Cuando lo arrestaron, se dio cuenta de que iban a matar a los religiosos y se despidió de los enfermos «hasta el cielo».

Rufino Lasheras Aizcorbe nació en Arandigoyen (Navarra) el 15 de junio de 1900, siendo bautizado con el nombre de Crescencio. Educado cristianamente, era un joven verdaderamente piadoso y caritativo. A los 27 años optó por la Orden Hospitalaria y al iniciar el noviciado tomó el nombre de «fray Rufino». En todas las casas por donde pasó dejó fama de religioso observante, siendo su último destino la de Carabanchel Alto.

Faustino Villanueva Igual nació en Sarrión (Teruel) el 23 de enero de 1913 y fue bautizado con el nombre de Antonio. Muerto su padre cuando tenía 4 años, se encargó de él su abuela materna que lo educó cristianamente. Ingresó en la Escuela Apostólica de Ciempozuelos a los 10 años. Vuelve a su casa en 1930 por enfermedad, pero una vez repuesto regresa a la Escuela Apostólica, e ingresa en el noviciado con el nombre de «fray Faustino». Destinado a la comunidad de Carabanchel Alto, de la que saldría para el martirio.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003



Beato Alfonso Sebastiá Viñals

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Beato Alfonso Sebastiá Viñals, presbítero y mártir
En Paterna, en la provincia de Valencia, en España, beato Alfonso Sebastiá Viñals, presbítero y mártir, que, estando al frente de la escuela de una institución social valenciana, recibió la corona gloriosa del martirio durante la misma persecución religiosa.
Nació en la ciudad de Valencia en el seno de una humilde familia el 27 de mayo de 1910, recibiendo en su casa una buena educación cristiana. Desde niño dio señales de inclinación al sacerdocio y participó como infantito, por su buena voz, en el «Misterio de Elche». Con diez años ingresó en el seminario de Orihuela donde estudió humanidades. Pasó luego al seminario de Valencia, posteriormente al Colegio de San José y finalmente al Colegio Mayor de la Presentación. Se ordenó sacerdote el 15 de junio de 1933 y fue destinado como párroco a Ludiente. Amenazado para que dejara la parroquia por los enemigos de la religión, se mantuvo valientemente en su puesto. En octubre de 1935 fue destinado a Valencia, a la Escuela de Formación Social, materia en la que se había especializado, y se le dio el cargo de director espiritual. Este cargo se le dio a petición de don Ángel Herrera Oria, entonces director de El Debate, y que conocía las inquietudes sociales del joven sacerdote. La dicha Escuela era fundación de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas. Fue también profesor de Formación Social.

Alfonso hizo una magnífica labor. Conoció y trató también al apóstol seglar el beato Luis Campos Górriz, quien también moriría mártir el mismo año. Cuando el 19 de julio de ese año fue incendiado el palacio arzobispal, su padre le rogó que se retirara a casa de un hermano suyo que vivía en Ruzafa y sus hermanos le aconsejaron que, como tenía pasaporte, se marchara, pero él se negó. Detenido el 20 de agosto y llevado al Gobierno Civil, pasó de allí a San Miguel de los Reyes. El día 1 de septiembre estaban su madre y su hermana esperando en la puerta de la cárcel para visitarle cuando lo vieron salir en un camión y decirles adiós con la mano. Lo fusilaron en Paterna aquel mismo día. Fue beatificado el 11 de marzo de 2001 por el papa Juan Pablo II en la ceremonia conjunta de los 233 mártires de la persecución religiosa en Valencia.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003


Beato Pedro Rivera

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233 Mártires de la persecución religiosa en Valencia (1936)
El 11 de marzo de 2001 SS Juan Pablo II beatificó a 233 mártires de la Guerra Civil Española, que tienen en común, además, que fueron ejecutados en la región de Valencia, España, o por proceder de esa región su causa de beatificación fue cursada en este grupo.
El nombre del beato José Aparicio Sanz encabeza la lista de 233 mártires pertenecientes a distintos subgrupos que dieron testimonio cruento de su fe en Valencia, España, en el contexto histórico de la Guerra Civil española. Cada uno de ellos está inscripto en la fecha de su martirio, pero puesto que fueron beatificados todos juntos por SS Juan Pablo II el mismo día, 11 de marzo de 2001, reseñamos aquí con la información del sitio del Vaticano, al par que en cada fecha correspondiente se podrá encontrar -en la medida en que la consigamos- la información individual.
Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados a la religión más graves que los que se venían produciendo desde el inicio de la Segunda República, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones, etc., y amenazas de mayores violencias.

Éstas se desataron, con verdadero furor, después del 18 de julio de 1936 (formal inicio de la guerra civil). España volvió a ser tierra de mártires desde esa fecha hasta el 1 de abril de 1939, pues en la zona republicana se desencadenó la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la de la Revolución Francesa. Fue un trienio trágico y glorioso a la vez, el de 1936 a 1939. Al finalizar la persecución, el número de mártires ascendía a casi diez mil: 13 Obispos; 4.184 Sacerdotes diocesanos y seminaristas, 2.365 Religiosos, 283 Religiosas y varios miles de seglares, de ambos sexos, militantes de Acción Católica y de otras asociaciones apostólicas, cuyo número definitivo todavía no es posible precisar.

El testimonio más elocuente de esta persecución lo dio Manuel de Irujo, ministro del Gobierno republicano, que en una reunión del mismo celebrada en Valencia -entonces capital de la República-, a principios de 1937, presentó el siguiente Memorándum:

«La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente: a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio. b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido. e) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron. d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aún han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales. e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos. f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos. g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso. h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y Objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerde.»


Y el cardenal arzobispo de Tarragona, Francisco Vidal y Barraquer (1868-1943), que se hallaba refugiado en Italia y fue invitado por el Gobierno republicano en 1938 para que regresara a su diócesis, dijo:

«¿Cómo puedo yo dignamente aceptar tal invitación, cuando en las cárceles continúan sacerdotes y religiosos muy celosos y también seglares detenidos y condenados, como me informan, por haber practicado actos de su ministerio, o de caridad y beneficencia, sin haberse entrometido en lo más mínimo en partidos políticos, de conformidad a las normas que les habían dado?». Y añadía: «Los fieles todos, y en particular los sacerdotes y religiosos, saben perfectamente los asesinatos de que fueron víctimas muchos de sus hermanos, los incendios y profanaciones de templos y cosas sagradas, la incautación por el Estado de todos los bienes eclesiásticos y no les consta que hasta el presente la Iglesia haya recibido de parte del Gobierno reparación alguna, ni siquiera una excusa o protesta.»

A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron sus vidas por Dios el pueblo comenzó a llamarles mártires porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica, que se dio en las dos zonas, sino mártires de la fe. Los mártires que hoy beatifica el Santo Padre demuestran la unidad y diversidad eclesial y esta celebración resulta pastoralmente significativa, porque ve unidos en un único rito a muchos mártires de una misma archidiócesis y tiene las siguientes características:

-la representatividad eclesial del grupo de mártires,pues hay sacerdotes, religiosos y seglares, que son expresión de los numerosos carismas y familias de vida consagrada;

-la representatividad de la Iglesia en España, porque este grupo representa 37 diócesis. Todos ellos se encontraban en Valencia desarrollando sus respectivos ministerios y actividades apostólicas y algunos de ellos han sido unidos en el proceso por competencia, en base a la normativa canónica vigente;

-el elevado número de sacerdotes seculares y de seglares, pues es la primera vez que son beatificados 40 miembros de los presbíteros diocesanos de Valencia (37) y Zaragoza (3), así como 22 mujeres y 20 hombres y jóvenes, miembros de la entonces floreciente Acción Católica Española y de otras asociaciones de apostolado seglar, de todas las edades, profesiones y estado social;

-el actual contexto pastoral favorable, que ha despertado interés en las diócesis españolas hacia esta página gloriosa de la reciente historia. Ésta había quedado un tanto olvidada, pero testimonia la fe y la fidelidad de la Iglesia en España y, más en concreto, en Valencia que tuvo sus orígenes a principios del siglo IV en el martirio del diácono Vicente. El desarrollo de los procesos, las correspondientes catequesis y la "fama martyrii" han llevado a las comunidades cristianas a un mayor interés y devoción hacia los mártires.

Por ello, la beatificación de todos ellos juntos es sumamente oportuna y es de desear que susciten una vida cristiana más intensa, un mayor fervor espiritual y un renovado interés por mantener viva la memoria de estos gloriosos testigos de la Fe.



fuente: Vaticano




 
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