Beata María Magdalena de la Pasión


Beata María Magdalena de la Pasión Starace, virgen y fundadora
En Castellammare, Italia, beata María Magdalena de la Pasión (Constanza) Starace, virgen y fundadora de la Congregación de las Hermanas Compasionistas Siervas de María.
Nació en Castellammare di Stabia, provincia de Nápoles (Italia), el 5 de septiembre de 1845. Fue bautizada con el nombre de Costanza. Su madre, muy piadosa, la consagró a la Virgen de los Dolores. A la edad de 4 años comenzó a frecuentar la escuela, donde se relacionó con niñas pobres. Seguramente esta experiencia dejó una huella profunda en su corazón. En 1850 las Hijas de la Caridad se establecieron en Castellammare, con el fin de asistir a los enfermos internados en el hospital de San Leonardo. Abrieron un orfanato y un internado para niñas, y Costanza quiso entrar allí. El clima de oración y de piedad que se vivía allí suscitó en ella el deseo de consagrarse al Señor. Hizo la primera comunión y, a la edad de 10 años, recibió el sacramento de la Confirmación. Por motivos de salud, tuvo que volver a su casa.
A los 15 años su confesor la autorizó a consagrarse al Señor con los tres votos perpetuos, aconsejándole que se hiciera "monja en casa". El 8 de junio de 1867 profesó en las Terciarias de los Siervos de María, tomando el nombre de María Magdalena de la Pasión. El obispo de Castellammare, mons. Francesco Saverio Petagna, le encomendó la dirección de la pía unión de las Hijas de María y la catequesis de las niñas del pueblo. Las diversas epidemias de cólera que azotaron Castellammare la impulsaron a fundar, en 1869, el instituto de las Religiosas Compasionistas, cuyo carisma -según palabras de la madre María Magdalena- es: "Compadecer con Jesús doliente y con la Virgen de los Dolores; por tanto, compadecerse del prójimo en todas sus necesidades, tanto del espíritu como del cuerpo".
El 27 de mayo de 1871 mons. Petagna concedió al Instituto la erección canónica; el 10 de noviembre de 1893 el general de los Servitas firmó el decreto de agregación a la Orden; y, por último, el 10 de julio de 1928, el Papa Pío XI aprobó el Instituto. Fueron innumerables las pruebas físicas y espirituales que la madre María Magdalena debió soportar en su camino hacia la santidad, pero contribuyeron a fortalecer su fe y su compromiso de servir totalmente al Señor. Murió de pulmonía el 13 de diciembre de 1921. Fue beatificada por SS Benedicto XVI el 26 de junio de 2007.
La semilla sembrada por sor María Magdalena de la Pasión se ha convertido en un gran árbol, cuyas ramas se extienden más allá de los confines de su tierra natal; al tiempo de su beatificación el Instituto contaba con 24 comunidades en Italia y 14 en el extranjero (Canadá, México, Chile, India, Indonesia y Filipinas), 350 religiosas, además de novicias y postulantes.
fuente: Vaticano
Santa Odilia d Estrasburgo | |
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Santa Otilia, abadesa
En Estrasburgo, de Burgundia, santa Otilia, virgen y primera abadesa del monasterio de Hohenburg, fundado por el duque Aldarico, su padre.
En la época de Childerico II, había en Alsacia un señor feudal franco, llamado Adalrico, casado con Bereswinda. A fines del siglo VII, tuvieron una hijita ciega, que nació en Obernheim, en los Vosgos. Adalrico, que tomó esa desgracia como una ofensa personal y una injuria al honor de su familia, en la que nunca había sucedido nada semejante, se dejó arrastrar por una cólera que no entendía razones. En vano trató su esposa de explicarle que era la voluntad de Dios, quien sin duda quería manifestar su poder en la niña. Adalrico no le prestó oídos, e insistió en que había que matar a la cieguita. Finalmente, Bereswinda consiguió disuadirle de ese crimen, pero para ello tuvo que prometerle que enviaría a su hija a otra parte sin decir a qué familia pertenecía. Bereswinda cumplió la primera parte de su promesa, pero no la segunda, ya que confió la niña al cuidado de una campesina que había estado antiguamente a su servicio y le dijo que era su hija. Como los vecinos de la campesina empezasen a hacerle preguntas embarazosas, Bereswinda la envió con toda su familia a Baumeles Dames, cerca de Besançon, donde había un convento en el que la niña podría educarse más tarde. Allí vivió hasta los doce años, sin haber sido bautizada, aunque no sabemos por qué razón. Por entonces, san Erhardo, obispo de Ratisbona, tuvo una visión en la que se le ordenó que fuese al convento de Baume, donde encontraría a una joven ciega de nacimiento; debía bautizarla y darle el nombre de Otilia, y con ello recobraría la vista. San Erhardo fue a consultar a san Hidulfo en Moyenmoutier y, juntos, se dirigieron a Baume, donde encontraron a la joven y la bautizaron con el nombre de Otilia. Despúes de ungirle la cabeza, san Erhardo le pasó el crisma por los ojos y, al punto, obtuvo la vista.
Otilia se quedó a servir a Dios en el convento. Pero el milagro del que había sido objeto y los progresos que comenzó a hacer en sus estudios, provocaron la envidia de algunas de las religiosas y éstas empezaron a hacerle la vida difícil. Santa Otilia escribió entonces a su hermano Hugo, del que había oído hablar, y le pidió que la ayudara como se lo dictase el corazón. Entre tanto, san Erhardo había comunicado a Adalrico la noticia de la curación de su hija. Pero aquel padre desnaturalizado se encolerizó más que nunca y prohibió a Hugo que fuese a ayudarla y que revelase su identidad. Hugo desobedeció y mandó traer a su hermana. Un día en que Hugo y Adalrico estaban en una colina de los alrededores, Otilia se presentó en una carreta, seguida por la muchedumbre. Cuando Adalrico se enteró de quien era y supo por qué había ido, descargó su pesado bastón sobre la cabeza de Hugo y lo mató de un golpe. Pero los remordimientos le cambiaron el corazón, de suerte que empezó a amar a su hija tanto cuanto la había odiado antes. Otilia se estableció en Obernheim, con algunas compañeras que se dedicaron como ella a los actos de piedad y a las obras de caridad entre los pobres. Al cabo de un tiempo, Adalrico determinó casar a su hija con un duque alemán. Otilia emprendió la fuga. Cuando los enviados de su padre estaban ya a punto de capturarla, se abrió una grieta en la roca, en Schossberg, cerca de Friburgo en Brisgovia y allí se escondió la santa. Para conseguir que volviese, Adalrico le prometió regalarle el castillo de Hohenburg. Otilia lo transformó en monasterio y fue la primera abadesa. Como las montañas eran muy escarpadas y hacían difícil el acceso a los peregrinos, santa Otilia fundó otro convento, llamado Niedermünster, en un sitio más bajo, y edificó una posada junto a él.
Se cuenta que la santa, poco después de la muerte de su padre, vio que sus oraciones y penitencias le habían sacado del purgatorio. San Juan Bautista se apareció a Otilia y le indicó el sitio y las dimensiones de una capilla que debía construirse en su honor. Se cuentan muchas otras visiones de la santa y se le atribuyen numerosos milagros. Después de gobernar el convento durante muchos años, santa Otilia murió el 13 de diciembre, alrededor del año 720.
He aquí en resumen la leyenda de Santa Otilia. Los datos son poco seguros, pero la devoción del pueblo cristiano a la santa es innegable. El santuario y la abadía de Santa Otilia fueron importantes centros de peregrinación en la Edad Media. Todos los emperadores, desde Carlomagno a Carlos IV, les concedieron privilegios. Entre los personajes ilustres que fueron en peregrinación a Hohenburg, se cuenta a san León IX, que era entonces obispo de Toul y también, según se dice, a Ricardo I de Inglaterra. Las gentes del pueblo realizaban asimismo grandes peregrinaciones. Desde antes del siglo XVI se veneraba a santa Otilia como patrona de Alsacia. Según la tradición, la santa hizo brotar una fuente para dar agua a las religiosas y a los peregrinos. Los enfermos de los ojos suelen lavarse en esa fuente, al mismo tiempo que invocan la intercesión de santa Otilia. La misma costumbre se practica en Odolienstein de Brisgovia, en el sitio en que la roca se abrió para ocultar a la santa. Al cabo de muchas vicisitudes, el santuario de Santa Otilia y las ruinas de su monasterio pasaron a poder de la diócesis de Estrasburgo. Desde mediados del siglo pasado, Odilienberg se ha convertirlo de nuevo en sitio de peregrinación. Las reliquias de la santa reposan en la capilla de San Juan Bautista, que es una construcción medieval y ocupa el sitio de la antigua capilla construida por Otilia en honor del santo. Actualmente, suele darse a dicha capilla el nombre de Santa Otilia.
W. Levison publicó el texto de una biografía de santa Otilia, que data del siglo X, en Monumenta Germaniae Historica, Scríptores Merov., vol. VI (1913), pp. 24-50; y cf. Analecta Bollandiana, vol. xrrt (1894), pp. 5-32 y 113-121. Según Levison, la biografía contiene muy pocos datos fidedignos. Santa Otilia sigue siendo una de las santas más populares, no sólo en Alsacia, sino también en Alemania y en toda Francia. Existe una literatura considerable sobre santa Otilia, como puede verse por las referencias de Potthast, Wegweiser, vol. II, p. 1498. Acerca de Santa Otilia en el arte, véase Künstle Ikonographie, vol. II, pp. 475-478, y C. Champion, Ste Odile (1931) . En la época de las batallas de Verdún, en la primera guerra mundial, se atribuyó a Santa Otilia una profecía apócrifa que hizo sonar mucho su nombre. Lo mismo sucedió, aunque en menor escala, en la segunda guerra mundial.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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En la época de Childerico II, había en Alsacia un señor feudal franco, llamado Adalrico, casado con Bereswinda. A fines del siglo VII, tuvieron una hijita ciega, que nació en Obernheim, en los Vosgos. Adalrico, que tomó esa desgracia como una ofensa personal y una injuria al honor de su familia, en la que nunca había sucedido nada semejante, se dejó arrastrar por una cólera que no entendía razones.
En vano trató su esposa de explicarle que era la voluntad de Dios, quien sin duda quería manifestar su poder en la niña. Adalrico no le prestó oídos, e insistió en que había que matar a la cieguita. Finalmente, Bereswinda consiguió disuadirle de ese crimen, pero para ello tuvo que prometerle que enviaría a su hija a otra parte sin decir a qué familia pertenecía. Bereswinda Cumplió la primera parte de su promesa, pero no la segunda, ya que confió la niña al cuidado de una campesina que había estado antiguamente a su servicio y le dijo que era su hija. Como los vecinos de la campesina empezasen a hacerle preguntas embarazosas, Bereswinda la envió con toda su familia a Baumeles Dames, cerca de Besancon, donde había un convento en el que la niña podría educarse más tarde. Ahí vivió ésta hasta los doce años, sin haber sido bautizada, aunque no sabemos porque razón. Por entonces, San Erhardo, obispo de Raisbona, tuvo una visión en la que se le ordenó que fuese al convento de Baume, donde encontraría a una joven ciega de nacimiento; debía bautizarla y darle el nombre de Otilia, y con ello recobraría la vista. San Erhardo fue a consultar a San Hidulfo en Moyenmoutier y, juntos, se dirigieron a Baume, donde encontraron a la joven y la bautizaron con el nombre de Otilia. Despúes de ungirle la cabeza, San Erhardo le pasó el crisma por los ojos y, al punto, recobró la vista. Otilia se quedó a servir a Dios en el convento. Pero el milagro del que había sido objeto y los progresos que empezó a hacer en sus estudios, provocaron la envidia de algunas de las religiosas y éstas empezaron a hacerle la vida difícil. Santa Otilia escribió entonces a su hermano Hugo, del que había oído hablar y le pidió que la ayudara como se lo dictase el corazón. Entre tanto, San Erhardo, había comunicado a Adalrico la noticia de la curación de su hija. Pero aquel padre desnaturalizado se encolerizó más que nunca y prohibió a Hugo que fuese a ayudarla y que revelase su identidad. Hugo desobedeció y mandó traer a su hermana. Un día en que Hugo y Adalrico estaban en una colina de los alrededores, Otilia se presentó en una carreta, seguida por la muchedumbre. Cuando Adalrico se enteró de quien era y supo porque había ido, descargó su pesado bastón sobre la cabeza de Hugo y lo mató de un golpe. Pero los remordimientos le cambiaron el corazón, de suerte que empezó a amar a su hija tanto cuanto la había odiado antes. Otilia se estableció en Obernheim, con algunas compañeras que se dedicaron como ella a los actos de piedad y a las obras de caridad entre los pobres. Al cabo de un tiempo, Adalrico determinó casar a su hija con un duque alemán. Otilia emprendió la fuga. Cuando los enviados de su padre estaban ya a punto de capturarla, se abrió una grieta en la roca, en Schossberg, cerca de Friburgo en Brisgovia y ahí se escondió la santa. Para conseguir que volviese, Adalrico le prometió regalarle el castillo de Hohenburg. Otilia lo transformó en monasterio y fue la primera abadesa. Como las montañas eran muy escarpadas y hacían difícil el acceso a los peregrinos, Santa Otilia fundó otro convento, llamado Niedermunster, en un sitio más bajo, y edificó una posada junto a él. Se cuenta que la santa, poco después de la muerte de su padre, vio que sus oraciones y penitencias le habían sacado del purgatorio. San Juan Bautista se apareció a Otilia y le indicó el sitio y las dimensiones de una capilla que debía construirse en su honor. Se cuentan muchas otras visiones de la santa y se le atribuyen numerosos milagros. Después de gobernar el convento durante muchos años, Santa Otilia murió el 13 de Diciembre, alrededor del año 720.
Seigneur,
![]() Tu as illuminé merveilleusement ta servante Odile dans son corps et dans son âme. A sa prière, accorde-nous d'être pleinement illuminés par ta grâce. Par Jésus-Christ, Notre Seigneur. Amen. (Oraison de la messe de sainte Odile) |
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