Santos Acindino, Pegasio, Aftonio, Epidíforo, Anempodisto y muchos
compañeros, mártires
fecha: 2 de noviembre
†: s. IV - país: Irak-Irán
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
†: s. IV - país: Irak-Irán
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En Persia, santos Acindino, Pegasio,
Aftonio, Epidíforo, Anempodisto y muchos compañeros mártires, que, según se
cuenta, padecieron durante el reinado de Sapor II.

Estos santos mártires de Persia se
mencionan en una 'Passio' griega de la época de Heraclio (610-614),
históricamente de escaso valor, que hemos recibido en una reelaboración de
Simeón Metafrastes, hagiógrafo bizantino del siglo X, y en una versión latina
en el códice 1622 de la Universidad de Padua.
La historia narrada en la 'Passio', tuvo
lugar en la época del rey persa Sapor II (310-379); arreciaba la persecución
contra los cristianos, que en contraposición a la libertad religiosa concedida
por el emperador romano Constantino el Grande en 313, fueron considerados por
los persas como una "quinta columna" del Imperio Romano, con el que
Sapor II estaba en hostilidades. El rey hizo capturar a Acindino, Pegasio y
Anempodisto, fervientes cristianos, que fueron sometidos a interrogatorios y
torturas, de conformidad con las prácticas de la época, pero luego fueron
milagrosamente curados, sus cadenas se rompieron y fundieron, mientras que una
violenta tormenta se abatió sobre la ciudad real de Isfahán; al tiempo que
Sapor II perdió la voz, que recuperó por intercesión de los propios mártires.
Al igual que en otras historias antiguas sobre el martirio de los cristianos,
el suplicio no se detuvo allí; los tres cristianos fueron inmersos en plomo
fundido y salieron ilesos, ante el asombro de los carniceros, uno de los
cuales, Aftonio, se convirtió y fue inmediatamente decapitado; se intentó
matarlos arrojándolos al mar encerrados en bolsas, pero salieron de entre las
olas ilesos. Mientras tanto, en el Senado persa, Epidíforo y otros senadores
habían tomado la defensa de los cristianos, pagando también ellos con la vida
su coraje. Finalmente Acindino, Pegasio y Anempodisto fueron quemados vivos en
Isfahán; fue alrededor del 350 dC.
Sus reliquias fueron posteriormente
trasladadas a Constantinopla y veneradas en una iglesia dedicada a ellos; en
1204, durante la Cuarta Cruzada, una reliquia de Acindino terminó en Francia,
en Vedans, y de allí pasó a la abadía de Rosières; se perdió durante la
Revolución Francesa, y fue reencontrada un siglo más tarde, en 1892, en Grozon.
Los santos mártires son venerados en
Oriente y en Occidente el 2 de noviembre, y son particularmente recordados por
la Iglesia bizantina; se los representa en la famosa 'pala de oro' de la
Basílica de San Marcos en Venecia.
Traducido para ETF de un artículo de
Antonio Borrelli.
fuente: Santi e Beati
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4001
San Marciano de Siria, eremita
fecha: 2 de noviembre
†: s. IV - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: s. IV - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Conmemoración de san Marciano,
eremita, que, nacido en Cirro, se retiró al desierto de Calcedonia, y allí,
viviendo en una estrechísima caseta, sólo por la tarde se alimentaba de una
módica cantidad de pan y agua, pero poniendo por delante del ayuno el amor
fraterno.

San Marciano nació en Cyrrhus, en Siria.
Su padre pertenecía a una familia patricia. Marciano abandonó la casa paterna y
partió de su patria. Como no le gustase hacer las cosas a medias, se retiró a
un desierto entre Antioquía y el Eufrates. Allí escogió el rincón más escondido
y se encerró en una estrecha celda, tan baja y tan reducida de tamaño, que no
podía estar de pie ni acostado sin encogerse. Tal soledad era como un paraíso
para él, pues podía consagrarse enteramente al canto de los salmos, la lectura
espiritual, la oración y el trabajo. Sólo se alimentaba de pan, y aun eso en
pequeña cantidad; sin embargo jamás pasaba el día entero sin comer, pues quería
tener fuerzas para hacer lo que Dios le pedía que hiciera. La luz sobrenatural
que recibía en la contemplación le dio un amplio conocimiento de las grandes
verdades y misterios de la fe. No obstante su gran deseo de vivir ignorado de
los hombres, su fama llegó a otros países y, al fin, tuvo que admitir por
discípulos a Eusebio y Agapito. Con el tiempo, fue aumentando el número de sus
discípulo y nombró abad a Eusebio. En cierta ocasión le visitaron a un tiempo
san Flaviano patriarca de Antioquía y otros obispos para rogarle que les
hiciese una exhortación, como tenía por costumbre. La dignidad de su auditorio
impresionó a Marciano, quien no supo qué decir durante unos momentos. Como los
obispos le incitasen a hablar, les dijo: «Dios nos habla a cada momento a
través de las creaturas y del universo que nos rodea. Nos habla también por su
Evangelio, en el que nos enseña a cumplir nuestro deber para con los demás y
con nosotros mismos. ¿Qué otra cosa podría yo deciros?»
San Marciano obró varios milagros y su
fama de taumaturgo le molestaba mucho, de suerte que jamás prestaba oídos a
quienes acudían a su intercesión para obtener un milagro. Así, en cierta
ocasión en que un habitante le pidió que bendijese un poco de aceite para curar
a su hija enferma, el santo se negó absolutamente, sin embargo, la enferma
recobró la salud en ese mismo instante. Marciano vivió hasta edad muy avanzada.
En sus últimos años, sufrió mucho a causa de la importunidad de los que querían
conservar su cuerpo cuando muriese. Algunos de éstos, entre los que se contaba
su sobrino Alipio, llegaron incluso a construir capillas en diferentes sitios
para darle sepultura. San Marciano resolvió el problema al pedir a Eusebio que
le enterrase en un sitio secreto. El sitio de su sepultura no fue descubierto
sino hasta cincuenta años después de su muerte. Entonces se trasladaron sus
reliquias a un sitio que se convirtió en lugar de peregrinación.
Todo lo que sabemos acerca de san Marciano
procede de la Historia Religiosa de Teodoreto. Puede verse el texto griego, con
una traducción latina comentada, en Acta Sanctorum, nov., vol. I.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
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