Santos «Cuatro Coronados» y Simplicio, mártires
fecha: 8 de noviembre
†: c. 306 - país: Croacia
otras formas del nombre: Simproniano, Claudio, Nicóstrato, Cástor (según otra tradición: Severo, Severiano, Carpóforo, Victorino)
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 306 - país: Croacia
otras formas del nombre: Simproniano, Claudio, Nicóstrato, Cástor (según otra tradición: Severo, Severiano, Carpóforo, Victorino)
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Conmemoración de los santos mártires Simproniano, Claudio,
Nicóstrato, Cástor y Simplicio, que, según la tradición, eran marmolistas en
Srijem, en Panonia, y por negarse, en fidelidad al nombre de Jesucristo, a
esculpir la imagen del dios Esculapio, fueron arrojados al río por orden del
emperador Diocleciano y coronados por Dios con la gracia del martirio. Sus
restos fueron venerados en Roma en la basílica del monte Celio, bajo el título
de los Cuatro Coronados.
Patronazgos: patronos de los escultores, los marmolistas, los talladores (de
piedra y también madera) y oficios afines.
refieren a este santo: Santa Eulalia de
Barcelona, San León IV, Santos Segundo,
Carpóforo, Victorino y Severiano

Hubo un tiempo en que se celebraba dos
series de «cuatro santos coronados»: Severo, Severiano, Carpóforo y Victorino,
considerados mártires romanos, y Simproniano, Claudio, Nicóstrato, Cástor,
considerados mártires de Panonia (aunque el Martirologio Romano afirmaba que
también habían sido sepultados en Roma). En los dos casos, el martirio había
ocurrido bajo Diocleciano. Las dos series dieron lugar a «actas» propias,
creando tal confusión entre una y otra, que todo el conjunto pareció increible
y una mera invención legendaria. A tal punto que, cuando se comenzó en 1969 la
última reforma del Martirologio Romano, que culminó en 2001 con la edición del
Nuevo, estos santos fueron suprimidos del calendario.
Afortunadamente, una adecuada evaluación
del conjunto de la historia, permitió recuperar aquellos elementos que tenían
una validez histórica y que hablaban, efectivamente, de unos mártires de Cristo
que existieron realmente, separándolos de aquellos elementos que eran puramente
legendarios, y, en este caso, una mera duplicación de datos que había tomado,
por así decirlo, «vida propia», y dado lugar a unas «actas» tan falseadas que
el gran hagiógrafo, el P. Delehaye llega a llamar a ese invento «el oprobio de
la hagiografía».
La historia genuina proviene de unas
«actas» antiguas donde, como lo hace notar el P. Delehaye, hay una magnífica
descripción de las bodegas y talleres imperiales en Sirmium (no se trata
propiamente de la ciudad de Sremska Mitrovica, actualmente en Serbia, sino en
la región de Srijem, repartida entre Serbia y Croacia) y Diocleciano aparece no
como el monstruo de crueldad del que estamos acostumbrados a oir hablar, sino
como un emperador de carácter bastante inestable, pero poseído de una verdadera
pasión de construir.
Las esculturas y bajo relieves en madera
labrados por los cristianos Claudio, Nicóstrato, Sinforiano, Castorio y
Simplicio, llamaron tanto la atención del emperador (Simplicio se había
convertido al cristianismo, pues creía que la habilidad de sus compañeros de
oficio procedía de su religión), que les encomendó cierto número de obras. Los
escultores hicieron lo que les había pedido, excepto una estatua de Esculapio,
pues eran cristianos (hay que notar que su cristianismo no les impidió esculpir
una estatua del sol, que también era un dios). El emperador se limitó a confiar
la estatua de Esculapio a otro escultor, diciendo: «Ya es bastante que su
religión les permita esculpir obras tan bellas». Pero la opinión pública empezó
a clamar contra Claudio y sus compañeros, quienes fueron finalmente
encarcelados por haberse negado a ofrecer sacrificios a los dioses. Sin
embargo, Diocleciano y el carcelero Lampadio los trataron bien al principio.
Pero Lampadio murió súbitamente y, como sus parientes echasen la culpa a los
cinco cristianos, el emperador tuvo al fin que condenarlos a muerte. Así pues,
se los encerró en cajas de plomo que fueron arrojadas al río. Tres semanas más
tarde, un tal Nicodemo recuperó los cuerpos.
En el Monte Celio, de Roma, se construyó
una basílica en honor de los Cuatro Santos Coronados, probablemente durante la
primera mitad del siglo V. Dicha basílica llegó a ser y es aún, la iglesia
titular de uno de los cardenales. Ciertos indicios parecen señalar que los
santos a los que la basílica estaba dedicada eran, en realidad, los mártires de
Panonia, aunque ignoramos por qué se suprimió el nombre de Simplicio, ya que
sus reliquias fueron posteriormente trasladadas a Roma. Ciertos autores opinan
que, al cabo de algún tiempo, se supo la verdadera historia de los mártires;
entonces algún hagiógrafo, para explicar por qué eran cuatro y no cinco,
inventó la leyenda según la cual, los Cuatro Coronados eran romanos y no
originarios de Panonia y eran soldados y no escultores, lo que terminó
provocando la confusión ya explicada. Aunque en la actualidad se ha restituido
el número de cinco, se los sigue llamando «Cuatro Coronados», a los que se
añade el nombre de Simplicio, porque la basílica antigua llevaba ese nombre, y
por el título cardenalicio al que dio lugar; además, han pasado con esa
representación de cuatro a la iconografía tradicional.
Es muy natural que los gremios de la Edad
Media hayan profesado gran devoción a los Cuatro Coronados, que habían sido escultores.
En el Museo Británico (MS. Royal XVII.A.i) se conserva un poema en el que se
fijan las reglas de un gremio medieval. Tiene una sección titulada Ars quatuor
coronatorum, que comienza así: «Oremos ahora al Dios Todopoderoso
y a María, su santa Madre...»
seguidamente narra en forma breve la leyenda «de estos cuatro mártires, a los que se honra mucho en este oficio», e indica que quienes deseen saber más detalles encontrarán
«...en la leyenda de los santos (i.e en el libro «Legenda Sanctorum»)
los nombres de los cuatro coronados.
Su fiesta se ha de celebrar sin falta
ocho días después de Todos los Santos.»
y a María, su santa Madre...»
seguidamente narra en forma breve la leyenda «de estos cuatro mártires, a los que se honra mucho en este oficio», e indica que quienes deseen saber más detalles encontrarán
«...en la leyenda de los santos (i.e en el libro «Legenda Sanctorum»)
los nombres de los cuatro coronados.
Su fiesta se ha de celebrar sin falta
ocho días después de Todos los Santos.»
Todavia a mediados del siglo XX en
Inglaterra, según refiere el artículo del Butler, una prestigiosa revista sobre
la construcción llevaba el nombre de «Ars Quatuor Coronatorum» (el arte de los
Cuatro Coronados), y en la actualidad ese nombre lo lleva (desde 1889, según se
indica en su web) una logia masónica, precisamente por su simbolismo
arquitectónico.
Una de las obras plásticas más conocidas
dedicada a los Cuatro Coronados, es la escultura de Nanni di Banco, en la
iglesia de Orsanmichele de Florencia. Al respecto, la anécdota tradicional
cuenta que Nanni di Banco, el gran rival de Donatello, concluyó las estatuas de
cada uno de los cuatro por separado, pero por los gestos y posturas de cada
uno, no encontró luego la manera de encajarlos todos en el nicho que tenía
preparado. No le quedó más remedio que recurrir a su antagonista, quien se
comprometió a solucionar el asunto a cambio de una cena para él y sus
colaboradores. Nanni aceptó, y así Donatello les dio el movimiento tan
característico que puede apreciarse ahora, y al disponerlos como si estuvieran
conversando, consiguió que entraran todas en el nicho. Nanni, sin embargo,
convidó a todos sólo con ensalada... posiblemente la anécdota no sea del todo
cierta, pero expresa muy bien la diferencia entre la gracilidad y movimiento de
las figuras de Donatello, y la gravedad y hieratismo de las de Nanni del Banco.
El friso bajo el grupo de los Cuatro Coronados los muestra en su trabajo de
escultores.
En Acta Sanctorum, nov., vol. III, el P.
Delehaye escribió en 1910 un artículo de treinta y seis páginas in-folio; en él
editó el texto de las actas de Panonia, escritas probablemente por un tal
Porfirio, así como una recensión del siglo X, escrita por un tal Pedro de
Nápoles. La Depositio Martyrum del siglo IV, confirmada por el Sacramentarlo
Leonino y otros, no deja duda alguna de que en Roma se tributaba culto a estos
máritres desde antiguo. Delehaye se inclina absolutamente por la opinión de que
el único grupo de mártires que existió realmente fue el de los de Panonia,
cuyas reliquias fueron transladadas a Roma y enterradas en la catacumba de la
Vía Lavicana (cf. Analecta Bollandiana, vol. XXXII, 1913, pp. 63-71; Les
passions des martyrs ... , 1921, pp. 328-344; Etude sur le légendier romain,
1936, pp. 65-73; y Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp.
590-591). Pero otros autores proponen teorías diferentes: Mons. Duchesne, en
Mélanges d'archéologie et d'histoire, vol. XXXI, 1911, pp. 231-246; P. Franchi
de Cavalieri, en Studi e Testi, vol. XXIV, 1912, pp. 57-66; y J. P. Kirsch, en
Historisches Jahrbuch, vol. XXXVIII, 1917, pp. 72-97.
El presente artículo aprovecha lo máximo posible el excelente material que trae el correspondiente del Butler, pero ha sido reorganizado atendiendo al Nuevo Martirologio Romano, que es, de alguna manera, ya heredero de todas las investigaciones citadas en la bibliografía, en especial del punto de vista del P. Delehaye.
En la iglesia de los Cuatro Coronados a las que hace mención el escrito se ha encontrado hacia el 2004 un conjunto de frescos del siglo XIII que es el mayor conjunto conservado de esa época, con la que sería posiblemente la primera representación de san Francisco de Asís, uno 20 años después de su muerte.
El presente artículo aprovecha lo máximo posible el excelente material que trae el correspondiente del Butler, pero ha sido reorganizado atendiendo al Nuevo Martirologio Romano, que es, de alguna manera, ya heredero de todas las investigaciones citadas en la bibliografía, en especial del punto de vista del P. Delehaye.
En la iglesia de los Cuatro Coronados a las que hace mención el escrito se ha encontrado hacia el 2004 un conjunto de frescos del siglo XIII que es el mayor conjunto conservado de esa época, con la que sería posiblemente la primera representación de san Francisco de Asís, uno 20 años después de su muerte.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4082
San Claro, monje y presbítero
fecha: 8 de noviembre
†: 397 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
†: 397 - país: Francia
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santi e Beati
Elogio: En Tours, de la Galia Lugdunense,
san Claro, presbítero, discípulo de san Martín, que al lado del monasterio del
obispo construyó una casa, donde congregó a muchos hermanos.
Nacido en Auvernia de familia ilustre,
Claro se hizo discípulo de san Martín en Marmoutier, y, ordenado sacerdote,
llevó a cabo tareas que lo asimilarían a un actual maestro de novicios, en lo
que dio prueba de prudencia y discernimiento, y no se dejó engañar por quienes
pretendían estar dotados de dones místicos extraordinarios.
Después de su muerte, Sulpicio Severo (el
escritor, no el santo) lo hizo sepultar en la iglesia de Primiliacum (localidad
no identificada) y pidió a san Paulino de Nola un epitafio para la tumba.
Paulino le envió tres para elegir, donde, jugando con el nombre, elogiaba los
méritos de Claro ("meritis et nomine clarus") y pedía su intercesión.
El culto parece haberse difundido en época más tardía: el Card. Baronio lo
introdujo en el Martirologio Romano el 8 de noviembre, unos días antes de san
Martín de Tours, a quien habría apenas precedido en la muerte.
Traducido para ETF de una breve noticia de
Roger Desreumaux en Enciclopedia dei Santi. Lamentablemente, no he conseguido
los epitafios de san Paulino.
fuente: Santi e Beati
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