Santos Rodrigo y Salomón, mártires
fecha: 13 de marzo
†: 857 - país: España
otras formas del nombre: Roderico
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 857 - país: España
otras formas del nombre: Roderico
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Córdoba, en Andalucía, pasión de
los santos Rodrigo, presbítero, y Salomón, mártires. El primero, al negarse a
aceptar a Mahoma como el verdadero profeta enviado por el Omnipotente, fue
encarcelado. En el cautiverio coincidió con Salomón, que algún tiempo antes
había pertenecido a la religión mahometana, y al ser decapitados ambos a la
vez, finalizaron gloriosamente el curso de su combate.

La historia de los dos mártires Rodrigo y
Salomón se conserva gracias a su contemporáneo san Eulogio de
Córdoba, quien escribió, basado en sus propios conocimientos y
en las declaraciones de testigos presenciales, todos los actos de aquellos que
murieron por la fe, durante la persecución en la cual él mismo fue martirizado.
Debe admitirse que estas «Actas» dan una impresión desfavorable sobre la
retirada general de los cristianos, cuando España estaba dominada por los
moros. En efecto, las familias se hallaban divididas, era común la apostasía y
los moros mismos se escandalizaban por la infidelidad de los cristianos, a
quienes echaban en cara su inconstancia. No es de extrañar que san Eulogio
comience su libro con estas palabras: «En aquellos días, por un justo designio
de Dios, España estaba oprimida por los moros». La historia de san Rodrigo
puede servir de ilustración a lo dicho.
Rodrigo, natural de Cabra, Córdoba, era
sacerdote y tenía dos hermanos, uno de ellos se había hecho mahometano y el
otro era un mal cristiano, que prácticamente había abandonado su fe. Una noche,
los dos hermanos tuvieron un altercado y se acaloraron tanto, que llegaron a
las manos; Rodrigo se apresuró a separarlos y al punto, ellos se volvieron
contra él y lo golpearon hasta dejarlo sin sentido. El mahometano lo puso sobre
una camilla e hizo que lo llevaran por las calles, en tanto que él caminaba al
lado, proclamando a voces que Rodrigo había apostatado y que deseaba se le
reconociera públicamente como un mahometano antes de morir. La víctima no se
atrevía a protestar, pero tan pronto como se presentó una oportunidad, saltó de
la camilla y emprendió la huida. Poco después, su hermano el mahometano se lo
encontró en las calles de Córdoba y acto seguido se precipitó sobre él, lleno
de odio, y lo llevó a rastras ante el Cadí, acusándolo de haber vuelto a la fe
cristiana después de haberse declarado él mismo mahometano. Rodrigo negó con
indignación haber renegado de la religión cristiana, pero el Cadí rehusó
creerle y mandó que lo encerraran en un siniestro calabozo. Ahí encontró
Rodrigo a otro prisionero, llamado Salomón, recluido por la misma causa. Los
dos se alentaban mutuamente durante su largo y tedioso encierro, con el cual
esperaba el Cadí acabar con su constancia. Como nada de eso consiguió, los
amigos fueron separados, pero cuando aquella medida resultó igualmente
ineficaz, entonces el Cadí los condenó a morir decapitados. San Eulogio, que
vio los cadáveres de Rodrigo y Salomón expuestos en la orilla del río, notó que
los guardias arrojaban a la corriente los guijarros teñidos con la sangre de
los mártires para que la gente no los recogiera y los conservara como
reliquias.
Nuestra principal autoridad es la Apología
de San Eulogio, de la cual los bolandistas extrajeron los pasajes más
apropiados para el Acta Sanctorum (marzo, vol. II). Véase también España
Sagrada, de Florez, vol. XII, p. 36 ss.
Cuadro: «Rodrigo de Córdoba», obra de Bartolomé Murillo, en la Galería de Dresden.
Cuadro: «Rodrigo de Córdoba», obra de Bartolomé Murillo, en la Galería de Dresden.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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