Te llegan, así lo espero, los
comentarios de dos trozos del Evangelio para la celebración del domingo de
Ramos que tendrá lugar en la catolicidad de la iglesia el domingo 14 de abril
de este 2019. Es decir, allí donde dos o más, como se cuenta en Mateo 18, se
reúnan para seguir aprendiendo a ser 'Jesús de Nazaret'.
Seguir aprendiendo a ser
Jesús de Nazaret. Esta expresión creo haberla leído en mil y una líneas de
comentarios autorizados por doctorados y másteres en ciencias de la teología,
espiritualidad y afines. Seguir aprendiendo a ser Jesús de Nazaret. Y creo que
nunca se aprende del todo.
Este Jesús de Nazaret ya no
está entre nosotros desde aquellos días en que las autoridades de su religión
decidieron callar su voz y paralizar sus manos y pies. Lo decidieron y lo
ejecutaron. Desde entonces y con su sepultamiento (fuera como se hiciera) aquel
Jesús de Nazaret dejó de estar entre nosotros y en esta tierra, de la misma
manera que tampoco había estado antes de su nacimiento.
Estos datos inocentes, pero
reales e históricos, forman parte de esa afirmación, en apariencia
inocentemente espiritual, que estoy repitiendo: Seguir aprendiendo a ser Jesús
de Nazaret.
Ya sé que tú eres tú,
personal, único, inconfundible, y yo soy otro tanto y así cada persona sea de
raza o cultura que sea... Cada persona es una, irrepetible. Única.
Seguir aprendiendo a ser
Jesús de Nazaret no es dejar de ser ni tú ni yo. Seguir aprendiendo a ser Jesús
de Nazaret es preguntarse a la vez estas dos realidades: ¿Quién soy yo y quién
es Jesús de Nazaret en mí? Tan sencillo como esto. O tan complejo
Para este asunto, tenemos tú
y yo una semana completa y dos comentarios del Evangelio que se pueden leer a
continuación. Y también en el archivo adjunto.
Deseo seguir aprendiendo a
ser Jesús de Nazaret. ¿Quién soy yo y quién es Jesús de Nazaret en mí? Es muy probable que dentro de una semana, o
dentro de un mes, o dentro de un año, o de toda una vida... me atreva a dejar
escritas las historias o meditaciones que me cuenten mis neuronas... Es
posible...
Domingo de Ramos en el Ciclo C (14.04.2019): Lucas
22,14 hasta 23,56.
Medito y escribo CONTIGO: ¿Se puede vivir sin Templos?,
Cuentan las
tradiciones eclesiásticas que con los ‘ramos’ de este domingo se deberá
elaborar la Ceniza de la inauguración de la Cuaresma del próximo año dos mil
veinte. Así que conviene escoger ramos de ramas perfumadoras, digo yo. Aunque
bien mirado todo va a depender de las tradiciones de la religiosidad de cada
lugar.
En este domingo me
atrevo a sugerir, indocumentadamente, que podría leerse el relato de Lucas 19,26-47.
Aquí es donde Lucas cuenta la llamada ‘entrada de Jesús en Jerusalén’ como
destino último del camino que recorrió con sus seguidoras y seguidores desde
Galilea (Lc 9,51).
Seguramente que en
los inicios de la eucaristía de este domingo se va a leer este relato. Y luego,
ya en el tiempo de la Palabra y con toda la asamblea sentada, se proclamará por
tres lectores ‘el relato de la Pasión y Muerte de Jesús de Nazaret’, iniciado
con la celebración de la última cena: “Cuando llegó la hora, se puso a
la cena con los apóstoles y les dijo... Y recibiendo una copa... Luego tomó
pan... Después de cenar tomó la copa... Y entre ellos hubo también un altercado
a propósito de quién de ellos era el mayor...” (Lucas 14-27).
Quienes escuchen
esta narración de la Pasión y Muerte de Jesús en las eucaristías de este
Domingo de Ramos les quedará en la mente que, me atrevo a imaginarlo, esta cena
de despedida de Jesús con sus acompañantes marca el comienzo de la muerte de
Jesús. Y creo que no es del todo acertado pensarlo así. Este Evangelista
comienza este relato en 22,1: “Se acercaba la fiesta de la Pascua. Los
Sumos Sacerdotes y los escribas buscaban cómo hacer desaparecer a Jesús, pero
temían al pueblo”. ¿Por qué se nos silencia este contexto?
¿Por qué los
programadores de las lecturas de la liturgia no desean que se nos proclame el
texto de Lucas 22,1-13. La larga lectura de la Pasión y Muerte se alargaría tan
solo un minuto más. Son muchas las secuencias de este relato en Lucas y en el
resto de los Evangelios. Si así está organizada la liturgia, ¿qué se puede
hacer? Muy poco, el celebrante repetirá el ritual.
Después de tantas
celebraciones de esta fiesta de Ramos y de toda su Semana Santa, confieso que
en cada año se me despierta una pregunta que nunca acabaré de responder en su
totalidad. Y la pregunta es sencilla: ¿Por qué muere este Jesús de
Nazaret? Y la respuesta es también tan sencilla como elementalmente
lógica: Jesús muere porque lo matan. Él no deseó morir. Nunca y ni
por ninguna razón de sentido o de peso.
¿Quién mata a este
Jesús? Así
es como inicia Lucas su relato de esta muerte: Los Sumos Sacerdotes deciden
hacerlo, pero... ¿No anunció ya este Evangelista en 6,1-6 que los escribas y
fariseos de una sinagoga en Galilea y en sábado ya deliberaron cómo acabar con
él? Pero... Más. Muy anteriormente, también otro sábado y en la sinagoga de su
población de Nazaret (4,16-30), sus propios paisanos decidieron despeñarlo,
pero... Este Jesús de Nazaret, ¿no se condenó él mismo ante Roma proclamándose
Mesías liberador del yugo esclavizador romano sobre las espaldas de cada
judío? Pero... O como afirman otras mentes inhumanas: tenía que morir
para redimir el pecado de Adán, por seguir la voluntad de Dios. Pero... ¡¡¡Le
mataron!!!
Carmelo Bueno Heras
Domingo 20º de Mateo (14.04.2019): Mateo 12,15-37
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Cuenta el
Evangelista Mateo que su Jesús de Nazaret se enteró de que ‘unos fariseos’
tramaban acabar con su vida. Por esta razón, aquel Jesús se marchó de donde
estaba hasta que alguien se le acercó no estando aún muy lejos. Este
narrador Mateo no nos precisó ni espacio ni tiempo. Tan solo nos dice que todo
esto tiene que ver con una sinagoga y con un sábado (ver Mt 12,1-14, que ya
leímos la semana pasada). Nos detenemos ya en Mt 12,15-37.
Junto a este tiempo
y espacio del sábado y de la sinagoga nuestro Evangelista recuerda aquí
la presencia activa y constante de ‘los fariseos’ (ver 12,2 y 12,14 y 12,24 y
12,38). Jesús y los fariseos son los protagonistas enfrentados según se nos
escribe en este tramo importante de la vida pública de Jesús en sus años de
evangelización por la región de Galilea.
Precisamente en
este contexto de confrontación directa el lector se encuentra la cita de Isaías
42,1-4 en la que se le recuerda la imagen de un creyente judío en su Yavé Dios.
Un creyente fiel al que nada ni nadie le hará renunciar de su tarea. El
Evangelista Mateo parece estar diciéndome que este judío creyente no es otro
que su Jesús, el galileo y laico (Mt 12,15-21).
Si esto lo
comprendo así puedo comentar que este Jesús de Mateo es la persona que lleva en
sí la plenitud del espíritu del Dios en el que cree. La tradición religiosa
llamó siempre a esta persona ‘el siervo de Yavé’. Y este siervo será siempre en
la iglesia, y entre otras cosas, el protagonista de la ‘semana santa’. Es la
manera de ‘bautizar para siempre como Mesías’ a Jesús de Nazaret. Estaré
equivocado, pero creo que Jesús nunca deseó ser este tipo de Mesías.
Y es, precisamente,
este asunto del mesianismo del que se habla abiertamente en el texto de Mateo
12,22-37. Los hechos y los dichos de este galileo despertaron en las gentes
de su tiempo la pregunta decisiva: “¿No será éste el hijo de David?” (12,23).
Para ‘los fariseos’, en cambio, este laico de Galilea no era otra cosa que un
blasfemo, hereje, o el satán y diablo que se ha cruzado en el camino de la
presencia de Yavé Dios en medio de su pueblo, Israel (12,24).
Desde este
planteamiento, el Evangelista se atrevió a colocar en boca de su propio Jesús
una larga meditación en la que se desautoriza toda la religión judía ya sea
tanto en sus creencias como en su práctica. Era ‘su religión’, la de su
infancia, la de su familia... Y la desautoriza. Este narrador está adelantando
a este lugar de su Evangelio aquello que desarrollará más adelante cuando nos
encontremos en Jerusalén y dentro de su Templo (Mt 23,1-39). La expresión
que leo ahora en Mt 12,34 no deja lugar alguno para la duda: “Raza de
víboras, ¿cómo podéis hablar vosotros, fariseos, de cosas buenas siendo
malos?”.
Permanecer en esa
‘religión judía’ es permanecer en la ceguera y la mudez. ¿No es esto ‘pecar
contra el Espíritu’? (12,31-32). Creo que sí. Permanecer en la propuesta de
Jesús es atreverse a ‘ver y hablar’. ¿Dónde está el milagro de este ‘ver y
hablar’? El milagro está dentro de cada uno y en sus propias decisiones. El
milagro estuvo en las decisiones de Jesús y así es como nos lo contó este
Evangelista cuando nos sentó a todos sus lectores ante su Jesús en su discurso
primero (Mt 5-7) y nos dijo: “Todo
cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás”.
Carmelo Bueno Heras
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