Santas Justa y Rufina, vírgenes y mártires
fecha: 17 de julio
fecha en el calendario anterior: 19 de julio
†: c. 287 - país: España
otras formas del nombre: Justina
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santoral de la Archidiósesis de Madrid
fecha en el calendario anterior: 19 de julio
†: c. 287 - país: España
otras formas del nombre: Justina
canonización: pre-congregación
hagiografía: Santoral de la Archidiósesis de Madrid
Elogio: En Sevilla, en la provincia
hispánica de Bética, santas Justa y Rufina, vírgenes, que, detenidas por el
prefecto Diogeniano, tras ser sometidas a crueles suplicios fueron encerradas
en prisión, donde les hicieron pasar hambre y más torturas. Justa exhaló su
espíritu encarcelada, y Rufina, por seguir proclamando su fe en el Señor, fue
decapitada.

En Sevilla mandan ahora los romanos
fuertes y guerreros. Pero son idólatras y han traído a la ciudad, con la paz,
todos los vicios de una ciudad dorada y opulenta. Los cristianos notan que hay
una ola más de corrupción y desenfreno.
Justina (o Justa) y Rufina viven y
respiran según el Evangelio. Así lo aprendieron en su casa porque sus padres se
bautizaron de los primeros. Con el producto de su trabajo honrado viven ellas y
benefician al prójimo; la gente comenta que su caridad va con mano larga y
también eso se nota por los miserables que salen de su casa con un puchero
lleno de algo caliente para calmar al estómago y restaurar las fuerzas.
La fiesta de Salambó -que ese es el modo
de llamar a Venus- vino a alterar su tranquila y laboriosa existencia. Han
salido las damas nobles por las calles, llevando a hombros su estatua; van
remedando gritos y lamentos, fingen gemidos y ademanes de dolor imitando la
angustia de Venus que llora la muerte de su enamorado Adonis.
A su paso está organizado un petitorio
para costear la fiesta y hacer más brillante la solemnidad de los sacrificios.
Cuando llegan a la altura de la casa-tienda-taller de Justina y Rufina a
pedirles limosna para los festejos, las dos hermanas se niegan al unísono a
cooperar con el culto pagano. Además se despachan a gusto -¡pues buenas eran
aquellas hermanas de Trajana, hoy Triana, puestas en jarras!- hablando de Dios,
de Jesucristo el Señor, de la falsedad de su ídolo, obra del demonio, sin vida
ni poder, aborrecible y despreciable. Hasta tal punto -cuentan las crónicas- se
enervaron las ilustres damas paganas, que dejan caer la estatua llevada en
andas y su descuido hizo que, tanto los cacharros en venta como el ídolo
portado, acabaran hechos pedazos en el suelo.

Ahora, como venganza, son acusadas de
sacrílegas ante Diogeniano que es el que preside en Sevilla, como gobernador de
la Bética, y que se propone darles un castigo ejemplar. Fue Triana, fuera de la
ciudad y al otro lado del río, el lugar de su juicio y condena. Pudieron
mantenerse firmes en la fe del bautismo a pesar del ecúleo o caballete y de los
garfios de hierro; las meten en la cárcel para debilitar con hambre sus fuerzas
por fuera y por dentro; también las obligan a caminar descalzas por malos
terrenos, pero resisten sin claudicar a pesar de los pies sangrantes. Justina
muere en la cárcel por su debilidad y arrojan su cuerpo muerto a un pozo para
impedir que los cristianos le dieran culto. A Rufina le reservan la muerte en
el anfiteatro de Itálica para que un león la destrozara; pero con asombro
pudieron ver los paganos que la fiera se volvió mansa y se echó a su lado. La
orden de Diogeniano salió tajante de su boca y el verdugo le rompió el cuello.
Su cuerpo lo quemaron.
Dicen que luego, el obispo Sabino,
reverente, recuperó las cenizas y los restos de las hermanas.
Pronto comenzó el culto a las mártires
sevillanas. Son testigos el código Veronense y los templos que muy pronto se
levantaron en su honor. En los breviarios antiguos se reza que san Leandro se
enterró en Sevilla en la iglesia de las santas Justina y Rufina.
Entre las iconografías de Justina y Rufina
destaca el grupo escultórico del siglo XVIII del sevillano Duque Cornejo que se
venera en un altar de la catedral hispalense. La sacristía de la misma catedral
tiene a las santas en un cuadro de Goya que las representa no jóvenes, sino
como dos matronas, con un león a sus pies. También en el Museo Provincial de
Bellas Artes de Sevilla está resumida pictóricamente la historia de su vida y
de su fidelidad a la fe cristiana inmortalizadas por Murillo; el pintor quiso
dibujarlas en el lienzo con las palmas martiriales y entre la cacharrería de su
oficio, predicando el patronazgo de las dos mártires sobre la ciudad con el
anacrónico símbolo de sostener ambas con sus manos a la Giralda. Los artistas
son así.
fuente: Santoral de la Archidiósesis de Madrid
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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