El CC se está poniendo de moda. Eso parece.
Dadles vosotros de comer
Estamos ante un último domingo significativo. Con él se acaban todas las fiestas importantes dentro de la tradición litúrgica de la Iglesia católica. El punto final a la tradición festiva lo escribe la celebración del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. Lo preciso un poco más por caer en la cuenta de algunos pormenores preñados de intencionalidad poco humana. Se habla de la persona de Cristo, no de la persona de Jesús de Nazaret. ¿Son distintas? Muy diferentes. Tan marcadamente distintas y distantes que los propios Evangelistas suelen indicarlo.
Al hombre de Nazaret de Galilea llamado Jesús, hijo de José y de María, le atribuyeron una personalidad que él nunca aceptó: ser el Mesías (según la lengua hebrea-aramea) o ser el Cristo (según la lengua griega). Tanto en una lengua como en la otra, Mesías-Cristo quiere decir ‘separado, escogido, ungido, enceitado, embadurnado de aceite, consagrado’, según se explica muy gráfica y detalladamente en Éxodo 30,22-33. Sin embargo, Jesús de Nazaret ni pidió ni aceptó ser ungido, consagrado y separado. Al contrario, vivió como uno más, como todos. Es decir, quienes hicieron ‘Cristo-Mesías’ a Jesús de Nazaret le robaron su identidad para inventarse otro cuerpo y otra sangre y otra vida.
Hecha esta ‘transustanciación’ de personalidad por la tradición de sus seguidores, Jesús de Nazaret deja de ser persona del pueblo, laico, normal, humano y se le convierte no sólo en ‘santo’, sino en ‘santísimo’. Es decir, en separadísimo, alejadísimo, elevadísimo, deshumaniza-dísimo. Y para identificar a este Cristo, se habla en esta fiesta solo de su cuerpo y su sangre, como si se tratara de ofrecer un sacrificio de ‘carne y sangre’. ¿Dónde han quedado esos dedos y esas manos tocadoras de Jesús que despiertan vida, salud, cariño, amor? ¿Dónde dejamos los ojos de Jesús que miran de frente con la ternura de la comprensión? Y sus pies, su nariz, su ‘humanidad terrena’…, ¿por qué la olvidamos y escondemos en su exaltada divinidad celeste?
Curiosamente el relato de Lucas en este domingo, por fin regresamos al Evangelio de este año y nos quedamos en él hasta finales de noviembre, nos presenta a Jesús de Nazaret que acoge, enseña y cura a la gente que los Doce desean alejar y despedir: “Y él les acogía, les hablaba acerca del Reino de Dios y les curaba… Y los Doce se le acercaron y le decían que despidiera a la gente para que se fueran a buscar alojamiento y comida” (Lucas 9,12-13). Creo también que la festividad celebrativa del ‘Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo’ pretende más divinizar y alejar a Jesús de Nazaret que contemplarle encarnado en la tierra y en la historia de sus gentes.
Pero a este Jesús de Nazaret nadie le tuerce de su camino y de su sueño siempre despierto que es compartir lo que se es y lo que se tiene: “Dadles vosotros de comer” (9,13). Y que dicho a modo de sencillo ‘mantra’ sonaría así: ‘Cuando se parte, se reparte y se comparte todo cuanto se es y se tiene, todos quedan saciados y siempre sobra’.
Y este mensaje es lo que andan gritando desde su silencio los doce canastos rebosantes con el superávit de ‘esta empresa’ (9,17). Me lo he pensado muchas veces: Si aquellas gentes no llevaban nada consigo y se encontraban en un lugar tan alejado y deshabitado, ¿de dónde trajeron, sacaron o inventaron aquellos doce canastos? Y me suelo decir: el milagro no estuvo en los panes y peces multiplicados, sino en los adentros convertidos de las personas. Éste es el sueño.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 29.05.2016. También, en Madrid, 22.06.2025.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 30ª (22.06.2025): Lucas 9,51-62.
El evangelizador REINADO es ‘hacerse samaritano’
Ahora y en este lugar, según nos cuenta con su acostumbrada precisión este Evangelista, su Jesús de Nazaret toma la decisión irrevocable de ‘subir a Jerusalén’. Desde los inolvidables tiempos del rey David, Jerusalén será cabeza y corazón, la capital, de este pueblo judío llamado Israel. Y hoy, unos tres mil años después, esta misma creencia permanece viva y sostenida.
Este Jesús del Evangelio de Lucas decidió subir a la capital… ¡para evangelizar! Sabemos esto si nos acercamos a la lectura del relato en Lucas a partir de 19,28. Aquí es cuando Jesús y sus gentes ‘pisan la entrada de Jerusalén’, como se proclamaba en el salmo 122.
Este Evangelizador que es Lucas nos va a contar a su estilo desde 9,51 hasta 19,27 qué sucedió en ‘ese camino’, largo, complicado y sembrado a cada paso de sorpresas para el propio Jesús de Nazaret, sus gentes y, ahora, para sus lectores. Semana a semana y durante tres meses, además de evangelizadores, seremos caminantes, aprendices del acompañamiento con Jesús.
El primer paso o relato de este ‘Camino de Jesús hacia Jerusalén’ que nos propone el Evangelista consta de dos apartados muy claritos y muy sorprendentes. El primer apartado (9,51-56) retoma el final de la evangelización de Jesús en Galilea (9,49-50). Este Jesús de Lucas presenta sus intencionalidades misioneras: pisar tierra de samaritanos para anunciar ahí una buena noticia. Los dos Evangelios anteriores a Lucas, Marcos y Mateo, no nos contaron nada del paso de Jesús de Nazaret por tierras de Samaría.
Según este Evangelista Lucas, su Jesús deseó vivamente pasar por esta tierra enemiga de las tierras de los judíos del norte (Galilea) y de los judíos del sur (Judea). Esta cosa de las tierras es más profunda de lo que nos podemos imaginar. Sólo el Evangelio de Juan, el último de los cuatro, se atrevió a escribir esta evangelización explícita de las tierras y las gentes de Samaría. Conviene leer en paralelo, o sinópticamente, este texto de Lucas 9,51-56 y el texto de Juan 4,5-42. Quienes siguen a Jesús, especialmente Santiago y Juan, rechazan enérgicamente la misión evangelizadora de Jesús: “Quieres que pidamos que baje fuego del cielo y los consuma?”.
El segundo apartado (9,57-62) presenta la cuestión del seguimiento de este Jesús de Nazaret. Y lo hace precisamente en este contexto tan sorprendente que acaba de iniciar Jesús: pasar por Samaría para llegar hasta Jerusalén, la capital de Judea y de Israel. Este es el reto: pasar por tierra de samaritanos y compartir ahí la buena noticia ya sembrada en Galilea desde el sábado aquel en Nazaret (Lucas 4,14) hasta ahora.
La cuestión primera y más importante en el seguimiento de Jesús no es seguirle a él o estar con él, sino anunciar, porque se vive así, la presencia del Reino de Dios. Ésta es la buena noticia, el reino-reinado de Dios que, como se dirá en Lucas 17,21, está en ti, en él, en mí… Y con muchas personas que leemos estos tres relatos de seguimiento me pregunto, ¿qué es este reinado de Dios que está en mí y en todos?, ¿qué es este reino de Dios que está en ti y en mí?
Una realidad nada complicada y tan sencilla como la que comentará enseguida Lucas en 10,25-37: “…Haz esto y vivirás… Vete y haz tú lo mismo”: Este reinado es…, ¿hacerse samaritano? Sí.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 24.06.2018. También en Madrid, 22.02.2025.
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