Dos semanas y dos días
Comentario primero:
2025, 21 de septiembre. Domingo 25º TO Ciclo C: Lucas 16,1-13. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO, leyente constante
Poderoso caballero (¿DIOS?) es don Dinero
El Evangelista Lucas, después de las tres famosas parábolas de su decimoquinto capítulo, sigue proponiendo nuevas parábolas en labios de Jesús para que sus oyentes o lectores aprendan a comprender el mensaje de la Buena Noticia. Vuelvo a recordar que este Jesús de Nazaret y sus seguidores y acompañantes, que explícita y exageradamente son ‘miles y miles’, caminan hacia Jerusalén, la capital de la tierra de Israel y el centro de la Religión de un Dios llamado Yavé.
¿Por qué las personas vaticanas responsables de la liturgia, una vez más, nos impiden abiertamente la lectura pública de 16,14-18? En este relato que se nos silencia podemos leer y meditar una de las claves que nos permiten interpretar lo que puede parecernos incomprensible. En concreto, me quiero aprender de memoria el texto de 16,16 porque ese mensaje es una luz que me ilumina y me enseña a pensar, creer e interpretar: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde ahí comienza a anunciarse el Evangelio, que es el Reino de Dios”.
Se nos ofrece acoger en el domingo de este día de septiembre el mensaje de una parábola ‘muy sui generis’. Por más que la leo no acabo de encajarla. No sé si alguien será capaz de hacerlo. Confío en ti, lo vas a conseguir. Comprenderás el mensaje y te atreverás a compartirlo. Si es así, que sepas que me alegraré muchísimo, aunque no me digas nada. Y te añado ahora esto que escribo con delicadísimo respeto: De todo el texto de Lucas 16,1-13 que se nos va a proclamar me quedo sólo con la última afirmación que el Evangelista deja prendida de los labios de aquel laico de Nazaret llamado Jesús: ‘No podéis servir a Dios y al dinero’. Por una vez me alegro de no hablar, escribir o saber inglés. Pero pregunto, ¿qué está escrito y qué se lee en cada billete de dólar que circula por este mundo mundial?
Como tengo la costumbre de leer los textos en sus contextos se me perdonará que lea a la vez y en paralelo estas dos afirmaciones del texto de Lucas que nos ocupa:
No podéis servir a Dios y al Dinero
La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Desde ahí se comienza a anunciar el Evangelio.
Según el narrador Lucas, para aquel hombre de carne y hueso y de Galilea la religión de su pueblo giraba toda ella alrededor del dinero y la mejor expresión visible y palpable de ello era la esplendorosa ostentación del Templo de Jerusalén y de sus Sumos Sacerdotes. Aquel único Templo y a través de su sistema de sacrificios de animales se iba apropiando de los recursos de todos los creyentes. Tal era la rapiña de su codicia que hasta se adueñaban de los cuatro céntimos de la viuda no más pobre, sino más empobrecida. Toda su Religión era el dinero, el poder tener, el creer que así había que creer y practicar aquella religión.
Y, ¿cuánto hemos evolucionado siglo tras siglo y hasta nuestros días en esta manera de vivir la mentira que es toda religión? ¿No es cuestión de dinero el hecho de ‘hacer un santo o santa’ y no sonrojarse al proclamarlo? ¿A cuánto sale un bautismo, una boda o un responso en el entierro? La única fe es el amor (Lucas 4,14-30), como así la entendía Jesús, ¿puede ser proclamada, sin avergonzarse, desde las instancias vaticanas del poder, del tener y del creer?
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 18.09.2016. También en Madrid, 21.09.2025.
Comentarios segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 43ª (21.09.2025): Lucas 18,31-43.
El Camino no es el de Santiago, es Jesús, el del Reino
Creo que el Evangelista Lucas tiene cierto interés en decirnos a sus lectores que su Jesús de Nazaret y sus DOCE están en los alrededores de la ciudad de Jericó. Es decir, estamos en las puertas de entrada en la tierra de los judíos. Aquella tierra que su Dios les había prometido y, luego, regalado. Esta ‘¿¡promesa cumplida!?’ fue y sigue siendo una razón de ‘el ser’ de Israel.
El texto de Lucas 18,31-43 es el penúltimo tramo del ‘camino’ que tiene en Jerusalén su final: “Tomó consigo a los DOCE y les dijo [Jesús]: Mirad, subimos a Jerusalén. Y se cumplirá todo lo que los profetas anunciaron...” (18,31). El Evangelista nos sitúa ante la ciudad de Jericó: Sucedió que, al acercarse a la ciudad de Jericó, estaba un ciego sentado junto al camino” (18,35). Este ‘camino’, ya lo comenté, es geografía, pero sobre todo es mensaje teológico. Este ‘camino’ es el propio Jesús de Nazaret, su persona y su mensaje, su vida. Él es el camino.
Vuelvo a escribir ‘Él es el camino’ con toda la intención. Esta expresión se la colocará el cuarto Evangelista en labios del mismísimo Jesús en el discurso de la cena última con los suyos (Juan 14,5-7). También, esta imagen de ‘el camino’ para anunciar la buena noticia de Jesús se la inventó el primer Evangelista, Marcos o su María Magdalena (Mc 8,27 hasta 10,52). Después de este primer Evangelio, también Mateo (16,21 hasta 20,34) nos anuncia a su Jesús de Nazaret como ‘el camino’.
Lo vuelvo a escribir, porque es uno de los datos en que coinciden los cuatro Evangelios: Él es el camino. Jesús de Nazaret es el camino. Este hombre es el camino. Su vida fue y seguirá siendo un camino, el suyo. Estar sentado a la orilla del camino antes de entrar en Jericó, como nos lo cuenta Lucas, es estar y vivir enceguecido y empobrecido. Este Jesús es un camino. También lo era Moisés y más de uno de los profetas. También lo era el Templo y sus tradiciones. También era un camino el Sacerdocio. Y era también un camino el Imperio, Roma, con sus Césares.
Déjame decirte de mi cosecha que este ciego del que nos habla Lucas está fuera y a la entrada de Jericó y no tiene nombre. Es un ciego y pide limosna. Pero oye, habla, medita... y decide. El ciego del Evangelio de Marcos (10,46-52) está fuera y en la salida de Jericó hacia Jerusalén y se llama Bartimeo. También es mendigo y está sentado, oye, habla, medita y decide. El ciego del Evangelio de Mateo (20,29-34) ¡son dos ciegos anónimos en medio de la multitud! Estos ciegos del camino, sean quienes fueren, tienen ‘un evangelio’ en común: fiarse de Jesús y seguirle.
Cuando alguien lea el relato del Evangelio de Juan 9,1-41 sobre ‘La curación de un ciego de nacimiento’, ¿se olvidará de este puñado de ciegos que entraron con Jesús de Nazaret en Jerusalén y en su Templo, como nos han contado los tres Evangelios sinópticos? Estas narraciones de nuestros cuatro Evangelios sobre la curación de la ceguera humana no son narraciones de hechos milagrosos obrados por los poderes médicos de Jesús de Nazaret, un dios e hijo de otro dios. ¿¡Estas cosas fueron de otra manera!? Este Jesús, varón judío, laico y de la Galilea del norte de Israel anunció la buena noticia de ‘un camino’ distinto al de la Ley, el Templo y su Sacerdocio. Muchos lo vieron, oyeron y se fiaron de él: “Tu fe te ha salvado”.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 16.09.2018. También en Madrid, 21.09.2025.
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