sábado, 30 de abril de 2016

Amor, fidelidad, intimidad del hombre con Dios.30042016

Amor, fidelidad, intimidad del hombre con Dios.

«El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él»
30/04/2016 13:15
 
Qué sentido tendría la alegría, el gozo, la felicidad del amor si no durase, si solamente fuera pasajero. Porque el amor cuando es amor en serio te compromete entero, te consume la vida y hasta te mata si no es posible hacerse uno con el amado. "Soy tuyo", "soy tuya" sienten y expresan los amantes. "Quiero vivir toda mi vida contigo". Por eso el amor, no es solamente el espacio de los cuerpos, del encuentro amoroso. El amor pide fundamentalmente tiempo y no puede ser pleno si no es infinito, eterno. Por eso la fidelidad es una condición esencial para la plenitud del amor. No hay amor pleno sin el tiempo largo de la fidelidad, de la perseverancia, de la continuidad en la entrega, en la comunicación íntima con el otro, en el darse uno al otro de lo que se es y de lo que se tiene.
El problema es que el amor humano es limitadofrágil, el amor humano esmortal. El único amor que no tiene fecha de vencimiento es el Amor poderoso de Dios, que no se termina, que no puede ser destruido, ni vencido. Lo vemos en el cuerpo de Jesús resucitado. De ahí que el amor humano se marchita y se pudre con la carne, triste y trágicamente, si no tiene la inyección del Espíritu de Dios, el antídoto del Amor invencible, inmortal de Dios.
Fecundado por el Espíritu de Amor potente de Dios, el amor humano puede ser fiel, puede durar; puede alcanzar la intimidad del abrazo profundo, vivificante; la plenitud del gozo de la comunión.
Entiendo que de esto habla Jesús, cuando en la intimidad de la Última Cenales dice a sus discípulos: "El que me ama será fiel a mi Palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él".
Amor, fidelidad, intimidad. Es decir, podemos ser una sola cosa entre nosotros con Dios, viviendo la plenitud sin fin del gozo del amor. Porque fuimos creados a imagen y semejanza del Dios amor: del Padre y del Hijo unidos en elEspíritu del Amor invencible. Creados para vivir un amor pleno y eterno. Unamor sin fin.

«EL ALELUYA PASCUAL» (san Agustín) 01052016

REFLEXIÓN ESPIRITUAL

De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos
«EL ALELUYA PASCUAL»
Toda nuestra vida presente debe discurrir en la alabanza de Dios, porque en ella consistirá la alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede hacerse idóneo de la vida futura, si no se ejercita ahora en esta alabanza. [...] Es cosa buena perseverar en este deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces cesará el gemido y subsistirá únicamente la alabanza.
Por razón de estos dos tiempos —uno, el presente, que se desarrolla en medio de las pruebas y tribulaciones de esta vida, y el otro, el futuro, en el que gozaremos de la seguridad y alegría perpetuas—, se ha instituido la celebración de un doble tiempo, el de antes y el de después de Pascua. El que precede a la Pascua significa las tribulaciones que en esta vida pasamos; el que celebramos ahora, después de Pascua, significa la felicidad que luego poseeremos. Por tanto, antes de Pascua celebramos lo mismo que ahora vivimos; después de Pascua celebramos y significamos lo que aún no poseemos. Por esto, en aquel primer tiempo nos ejercitamos en ayunos y oraciones; en el segundo, el que ahora celebramos, descansamos de los ayunos y lo empleamos todo en la alabanza. Esto significa el Aleluya que cantamos. [...]
En efecto, lo alabamos ahora, cuando nos reunimos en la iglesia; y, cuando volvemos a casa, parece que cesamos de alabarlo. Pero, si no cesamos en nuestra buena conducta, alabaremos continuamente a Dios. Dejas de alabar a Dios cuando te apartas de la justicia y de lo que a él le place. Si nunca te desvías del buen camino, aunque calle tu lengua, habla tu conducta; y los oídos de Dios atienden a tu corazón. Pues, del mismo modo que nuestros oídos escuchan nuestra voz, así los oídos de Dios escuchan nuestros pensamientos.

CURSO “EL HOMBRE NUEVO” ( LOS MANDAMIENTOS, ABREN EL CAMINO HACIA EL CRISTIANISMO) (HN-17)

LOS MANDAMIENTOS, ABREN EL CAMINO  HACIA EL CRISTIANISMO   (HN-17)

Los Hechos de los Apóstoles y los textos de los últimos resúmenes, dejan claro lo siguiente: son cristianos los que caminan y se esfuerzan en pasar por la puerta estrecha; en ser como Jesús.   Y el hecho de que hoy haya tantos que no caminan, puede ser la razón por la que estén desprestigiadas algunas estructuras religiosas. En cualquier caso debemos recordar que estas estructuras son solo un molde/andamio temporal; pues terminarán rompiéndose, una vez se haya formado dentro la verdadera  figura religiosa cristiana. Y si no se las va rompiendo, o incluso si se las adora, será por miedo a la libertad; de lo que ya nos habló Fromm. Situación similar a la que produciría un niño temeroso y todavía en el seno de su madre, si decidiese no esforzarse en pasar por la puerta estrecha; pues con esa decisión, nunca nacería ni vería la luz. También es verdad que, cada vez que renazcamos por una puerta estrecha deberemos cuidar nuestra nueva fisonomía: las nuevas formas religiosas. Y si luego estas se nos desgastan de nuevo, tendremos que volverlas a perfilar; o si se pierden volverlas a buscar. En cualquier caso, siempre es nuestra responsabilidad; y si vemos que la estructura nos ralentiza o para, es que estamos haciendo de ella una manera equivocada de intentar llegar a Dios. En este sentido, y si lo que hace que los hombres no caminen se debiera a una rígida estructura religiosa, habría que revisarla y actualizarla: esto es lo que se viene diciendo y se seguirá diciendo a lo largo de todo este curso. Además, ¿somos conscientes de que lo pensado hasta ahora sobre Dios, es tan poco Dios que este Dios pensado por nosotros no es el verdadero? ¿Y también, que aunque juntásemos a todos los teólogos de todas las épocas tampoco nos podrían decir quién y cómo es Dios? ¡Qué poco es lo que se puede decir sobre Dios, desde el pensamiento! Está muy bien que la religión nos facilite aproximaciones sobre Dios pero, para caminar, para intentar conocer su voluntad y la forma de comportarnos, hemos de seguir adelante teniendo como meta final el amor. En efecto, una vez que yo traduzca lo que sé sobre Dios y lo pase a comportamiento –me comporte como toca–, aún he de seguir; y convertir mi comportamiento en amor.
Pero antes de continuar con nuestro objetivo de “llegar a ser a base de amar”, tenemos que anticipar un tercer peligro dentro de las religiones; además de los dos ya citados: inmovilismo en la doctrina y en la ética. En efecto, hay un tercer elemento (el culto) que está presente en todas las religiones y es desempeñado por la casta sacerdotal. Estos sacerdotes enseñan teología, moral, y además se dedican a corregir los desarreglos que se produzcan en estos dos ámbitos. Pero Cristo, que perdona a publicanos, prostitutas y…, no solo se enfrenta a los escribas (teólogos) sino también a los fariseos (moralistas) y a los sacerdotes (culto); siendo estos los principales causantes de su crucifixión. Y esto hay que entenderlo de una vez; porque cierto cristianismo rutinario sigue poniendo su énfasis en que hay que saberse las oraciones (que sí hay que saberlas, pero no como meta), o en que hay que comportarse de una manera determinada (siguiendo unos mandamientos) aunque estos códigos de comportamiento no sean distintivos únicos del cristianismo sino compartidos con otras religiones. Hay que poner nuestro énfasis en que el único código del cristianismo es el amor; teniendo en cuenta que ni siquiera se le puede llamar código al amor, porque un código es siempre una jaula y el amor es ruptura de jaulas.

Cristo, que no anula la Ley antigua, sí nos dice que los Mandamientos no tienen sentido si no  llevan al hombre hacia el interior de sí mismo: que no se trata de comportarse o de cumplir, sino de ser. Y así responde Jesús al joven que le pregunta: “¿Qué haré, Señor, para ganar la vida eterna?” Responde: ¿No tienes el código de tu religión?, pues cúmplelo –haz lo que te dicen que tienes que hacer– y te salvarás; pero si quieres ser... –y ahora lo conduce del hacer al ser–, si quieres ser perfecto entonces sígueme... Solemos preguntar qué es lo que hay que “hacer”, cuando lo de hacer es secundario: si quieres llegar a la meta, además de cumplir con tus códigos religiosos, debes amar. Cristo jamás enseña mandamientos, porque su enseñanza dice: “En esto conocerán que sois míos, si os amáis”. Y amar no es un mandamiento, es llegar a tu “ser”. Con esto Cristo nos devuelve desde la periferia del hacer al corazón del hombre, a su ser. Y cuando te topas con tu cogollo, con tu ser, te topas con el amor; porque el ser del hombre es Dios, y Dios es Amor: siempre que te preguntes por tu ser, llegarás al Amor. Por eso los cristianos, cuando invocamos un código de mandamientos no hacemos sino copiarlo de otras religiones; porque Cristo sólo puso uno: el mandamiento del amor. ¿Lo sabemos los cristianos? Todas las religiones tienen un código propio menos el cristianismo, que si lo tiene es porque lo ha tomado del judaísmo. Los mandamientos que enseñamos a los niños (y que hay que seguir enseñándoselos) son muy buenos, pero en cuanto son “precursores” del cristianismo. Y “precurrere” significa, “correr delante”. ¿Ven el Tao? Otra vez, el camino. Los mandamientos, abren el camino hacia el cristianismo

San José Obrero (1 de mayo)

San José Obrero


fecha: 1 de mayo
hagiografía: Abel Della Costa

San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.
oración:
San José, que por medio de tu trabajo alimentaste a tu sagrada familia, intercede ante Dios, que me dio dones y talentos para que los hiciera fructificar, a fin de que pueda usar toda mi energia, fuerza y habilidad para proveer a las necesidades materiales de los míos, al bienestar de todos y a la gloria de su Nombre. Amén.
El 1º de mayo, todos lo sabemos, es desde los comienzos del siglo XX, una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores, que llegó a establecerse en casi todos los países del mundo, en recuerdo de la huelga de Chicago de 1886 por la jornada laboral de 8 horas, que costó la vida a muchos trabajadores, de algunos de los cuales se conocen los datos, y de otros cientos no. Es todo un «signo de los tiempos» que esta celebración casi universal, e implantada con fuerza en todo Occidente (¡excepto, paradojicamente, en los EEUU!), no tiene ni origen religioso ni ninguna vinculación con el universo de los símbolos religiosos.
La Iglesia Católica, desde aquella primera «encíclica social» del papa León XIII, la Rerum Novarum, de 1891, trataba de comprender los nuevos tiempos; precisamente la expresión «rerum novarum» significa «de las cosas nuevas», pero no representa en el contexto de la encíclica ninguna calificación neutra, sino todo un juicio de valor, bastante negativo: «Excitado el deseo de novedades que desde hace un tiempo agita a los pueblos...» Le costaba a la Iglesia penetrar el significado de eso que estaba pasando en el mundo, que muchas veces venía de la mano del anarquismo, la violencia, y, cómo no, de fuertes sentimientos antireligiosos.
Aun proponiendo soluciones teóricas también, la acción más fuerte que la Iglesia desplegó en el siglo XX en relación al mundo del trabajo fueron las miríadas de creyentes dedicados a la atención directa de los problemas de la alfabetización, de la inserción laboral, de las viejas y nuevas pobrezas en ciudades cada vez más violentas; nuestra fe logró así salir del círculo de las teorías y abstracciones sobre el trabajo e ir hacia -con- el hombre concreto. Parte de este movimiento de «retorno» hacia el trabajador concreto fue la institución, por parte de Pío XII en un discurso del 1 de mayo de 1955 a los trabajadores, del día de san José Obrero, con el explícito deseo de cristianizar una fecha que había nacido al margen de la religión cristiana, pero que en su aspiración profunda de dignificación del trabajo humano la Iglesia podía sentir como propia:

«Aquí, en este día 1 de mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos, Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso, con la atención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida social y las leyes fundadas sobre la equitativa repartición de derechos y de deberes.
Tomado en este sentido por los obreros cristianos el 1 de mayo, recibiendo así, en cierto modo, su consagración cristiana, lejos de ser fomento de discordias, de odios y de violencias, es y será una invitación constante a la sociedad moderna a completar lo que aun falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto, es decir, día de júbilo para el triunfo concreto y progresivo de los ideales cristianos de la gran familia del trabajo.
A fin de que os quede grabado este significado nos place anunciaros nuestra determinación de instituir, como de hecho lo hacemos, la fiesta litúrgica de San José Obrero, señalando para ella precisamente el día uno de mayo ¿Os agrada, amados obreros, este nuestro don? Estamos seguros que sí, porque el humilde obrero de Nazaret no solo encarna, delante de Dios y de la Iglesia, la dignidad del obrero manual, sino que es también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias»
 (Pío XII, discurso de institución de la fiesta de San José Obrero, 1955)
Si bien tiene también ese valor añadido, no se trata en esta fecha de recordar los humildes orígenes de Jesús, cuanto de meditar sobre una relación, la del hombre y el trabajo, que no es secundaria ni accesoria, sino esencial al desarrollo de nuestro ser. Frecuentemente cuando se habla del trabajo se evocan las palabras del Génesis 3,19: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan», como si la realidad del trabajo fuera enteramente la de una maldición. Sin embargo es necesario recordar que antes de eso, antes de toda caída, ya se dice en el mismo Génesis que Dios «Tomó al hombre y le dejó en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase» (2,15). La vinculación hombre-trabajo excede a la fatiga, excede a la caída y a la condición de desamparo en al que nos hallamos; es una vinculación de naturaleza: el hombre despliega su ser por el trabajo, y por tanto no hay ser humano si no hay actividad transformadora y creadora.
Muy atinadamente el elogio de san José Obrero del día de hoy dirá que José «inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres», no sólo en un oficio concreto que presumiblemente fue el medio de subsistencia de Jesús hasta el inicio de su vida pública, sino en la laboriosidad esencial que nos compete como hombres, ya que -lo señala en nobles palabras el Concilio Vaticano II- «las victorias del hombre son signo de la grandeza de Dios y consecuencia de su inefable designio» (Gaudium et Spes, 34).
Bibliografía: lamentablemente no está en línea en el sitio del Vaticano, en la sección de documentos de SS Pío XII, la proclamación del 1 de mayo como día de san José Obrero, el fragmento citado lo extraje de Año Cristiano, pero todo el discurso del Papa es de esa misma gran sensibilidad (puede leerse aquí en italiano). Sí, en cambio, puede leerse el elogio de san José (donde se menciona el discurso de Pío XII) por parte de Juan XXIII en la Carta Apostólica «Le voci». Un hermoso texto para meditar sobre el trabajo humano y su valorización cristiana es la segunda lectura del Oficio de Lecturas del día, que cita dos parágrafos de la Gaudium et Spes, de donde proviene la cita que hice en el presente artículo.
El cuadro es «José con el niño Jesús en el trabajo», de Georges de la Tour, 1645, en el Museo del Louvre.
Abel Della Costa
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1439


Santos del día 1 de mayo

Santos del día 1 de mayo
Kalendis maii
   San José Obrero (4 coms.) - Memoria litúrgica   
No se celebra hoy, porque hay una celebración de mayor rango (VI Domingo de Pascua, solemnidad)
San José Obrero, el carpintero de Nazaret, que con su laboriosidad proveyó la subsistencia de María y de Jesús e inició al Hijo de Dios en los trabajos de los hombres. Por esta razón, en el día de hoy, en que se celebra la fiesta del trabajo en muchas partes del mundo, todos los obreros cristianos honran a san José como modelo y patrono suyo.
Conmemoración de san Jeremías, profeta, que vivió en tiempo de Joaquim y Sedecías, reyes de Judá. Profetizó la ruina de la Ciudad Santa, así como la deportación del pueblo, y sufrió muchas persecuciones a causa de ello, por lo que es considerado por la Iglesia como figura del Cristo sufriente. Predijo, además, que la nueva y eterna Alianza alcanzaría su plenitud en el mismo Cristo Jesús; más aún, que, por medio de Él, Dios Padre todopoderoso escribiría su Ley en el corazón de los hijos de Israel, a fin de que Él mismo fuese su Dios y ellos fuesen su pueblo.
En la región de Viviers, en la Galia, san Andéolo, mártir.
En Hispania meridional, conmemoración de san Torcuato, obispo de Acci (Guadix), y de otros seis obispos, que se establecieron en distintas ciudades: Tesifonte, obispo de Bergium (Berja); Esicio, obispo de Carcer (Carcesa); Indalecio, obispo de Urci (Almería); Segundo, obispo de Ábula (Abla); Eufrasio, obispo de Iliturgi (Andújar), y Cecilio, obispo de Illiberis (Elvira).
En Auxerre, de la Galia, san Amador, obispo, que trabajó con empeño por extirpar de su ciudad las supersticiones de los paganos e instituyó el culto de los santos mártires.
En Auch, población de Aquitania, san Orencio, obispo, que se esforzó en erradicar de su ciudad las costumbres paganas y en procurar la paz entre los romanos y el rey visigodo de Tolosa.
En Bretaña Menor, san Brieuc, obispo y abad, natural de Cambria, que fundó un monasterio en la costa armórica de Bretaña, posteriormente elevado a la dignidad de sede episcopal.
En Saint-Maurice-en Valais, lugar de Recia, sepultura de san Segismundo, rey de los burgundios, el cual, convertido de la herejía arriana a la fe católica, instituyó en este lugar una comunidad de monjes que debía entonar sin interrupción la salmodia ante los sepulcros de los mártires, expiando con penitencia, lágrimas y ayunos los delitos cometidos, y encontró la muerte en la región de Orleans, donde fue arrojado a un pozo por sus enemigos.
   * San Marculfo, abad (4 coms.)   
En una isla de Bretaña Menor, san Marculfo, ermitaño, y luego monje y abad del monasterio de Nanteuil.
En Llanelwy, en Cambria, san Asaf, abad y obispo de la sede que después llevó su nombre.
En Gap, en la región de Provenza, en Francia, san Arigio, obispo, que se distinguió por su paciencia en las adversidades, por su celo en enfrentarse a los simoníacos y por su caridad para con los monjes que habían sido enviados desde Roma para evangelizar Inglaterra.
En la región de Montauban, en la Galia Narbonense, muerte de san Teodardo, obispo de Narbona, que restauró la iglesia catedral de esta sede, sobresalió por su diligente magisterio y, finalmente, minado por la enfermedad, murió en un monasterio, rindiendo su alma a Dios.
En Fossombrone, del Piceno, en Italia, beato Aldebrando, obispo, insigne por su austeridad de vida y por su espíritu apostólico.
   Beata Mafalda, virgen (2 coms.)   
En Arouca, en Portugal, beata Mafalda, virgen, hija del rey Sancho I, que después de quedar libre de un contrato matrimonial previamente acordado, se hizo monja e introdujo en su monasterio la reforma cisterciense.
En Montaione, lugar de Toscana, beato Vivaldo (o Ubaldo) de San Geminiano, ermitaño de la Tercera Orden Regular de San Francisco, insigne por su vida de austeridad, de paciencia y de caridad en el cuidado de los enfermos.
En Castello di Valle d'Istria, en Istria, beato Julián Cesarello, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, cuya vida fue un continuo peregrinar por aldeas y plazas, sembrando la palabra de Dios y esforzándose en aplacar los enfrentamientos entre las facciones ciudadanas.
En Forlí, en la Emilia, san Peregrino Laziosi, religioso de la Orden de los Siervos de María, que desde su dedicación a la Madre de Dios se distinguió por su amor a Jesucristo y por su solicitud para con los pobres.
En Moncel, en la región de Beauvais, en Francia, beata Petronila, virgen, primera abadesa del monasterio de las Clarisas de aquel lugar.
En Roma, muerte del papa san Pío V, cuya memoria se celebra el día treinta de abril.
En la aldea de Son-Tay, en Tonkín, san Agustín Schoeffler, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, el cual, encarcelado después de haber ejercido durante tres años su ministerio, por orden del emperador Tu Duc fue finalmente decapitado en un paraje denominado Cinco Yugadas, y obtuvo así la gracia del martirio que cada día había pedido a Dios.
Cerca de la ciudad de Nam Dinh, también en Tonkín, san Juan Luis Bonnard, presbítero de la misma Sociedad de Misiones Extrajeras de París, que, condenado a muerte por haber bautizado a veinticinco niños, alcanzó la corona del martirio al ser decapitado.
En Milán, en Italia, san Ricardo (Herminio Felipe) Pampuri, que, después de haber ejercido generosamente en el mundo su profesión de médico, ingresó en la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, y al cabo de casi dos años descansó piadosamente en el Señor.
En la ciudad de Wladimir, en Rusia, beato Clemente Septyckyj, presbítero y mártir, superior del monasterio de Monjes Estuditas de Univ, que durante un régimen hostil a Dios perseveró en la fe, y mereció su morada en el santuario del cielo.

Provocar algo bueno donde todo parece perdido (Los cinco minutos del Espíritu Santo) 01052016

Provocar algo bueno donde todo parece perdido

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1 mayo 2016
Provocar algo bueno donde todo parece perdido
¡Oh llama de amor viva, ven a mí!
 El Espíritu Santo es el silencioso artista del mundo.

Los que queremos vivir en su presencia no podemos ignorar su obra. Tenemos que contemplar lo que el Espíritu Santo siembra en nuestra familia, en nuestro barrio, en el mundo, en todas partes, aun en aquellos que no tienen fe.
¿Qué aportamos con nuestro pesimismo? Mejor aportemos ideas y acciones positivas, sabiendo que nada es inútil.

Pero si permanentemente estamos mirando y destacando lo negativo, llega un momento en que se nos cierran los ojos y somos incapaces de valorar las cosas buenas que hace Dios.

El Espíritu Santo nos invita también a descubrir los signos de esperanza que hay a nuestro alrededor. No todo está podrido, porque el Espíritu Santo actúa siempre y en todas partes.

Aun a pesar del rechazo de los hombres, él siempre se las ingenia para provocar algo bueno donde todo parece perdido.

Una persona llena del Espíritu ayuda a los demás a descubrir y alentar los signos de esperanza. De hecho, eso es lo que hizo Juan Pablo II en su carta sobre el tercer Milenio:

"Es necesario que se estimen y profundicen los signos de esperanza... a pesar de las sombras que frecuentemente los esconden a nuestros ojos" (TMA 46).

Ojalá cada uno de nosotros pueda reconocer lo que ha sembrado el Espíritu Santo en sus amigos, en sus vecinos, en su lugar de trabajo, en su comunidad; y sea capaz de fomentar esos signos de esperanza con palabras de aliento y de estímulo.

Podemos hacer mucho bien si somos capaces de descubrir y de estimular las cosas buenas que hay a nuestro alrededor.

Nadie nos ha pedido que gastemos la vida mirando las sombras, sino que nos desvivamos por alimentar la luz.