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domingo, 1 de noviembre de 2015

Noviembre: santos y difuntos ('Palabra y Vida') 01112015

Noviembre: santos y difuntos

 del arzobispo de Barcelona

Barcelona,  (ZENIT.orgCard. Lluís Martínez Sistach | 88 hits

Hoy vivimos exageradamente al día. Tenemos poco tiempo para mirar atrás de vez en cuando y recordar. Los dos primeros días de noviembre nos ayudan a tener un momento de recuerdo para nuestros antepasados. Al principio de este mes celebramos la doble fiesta de Todos los Santos y la Conmemoración de los Fieles Difuntos.
Estas dos fiestas expresan la solidaridad esperanzada con aquellos hermanos nuestros que han atravesado el umbral oscuro de la muerte y han entrado en la condición definitiva de su historia. Esta solidaridad con nuestros antepasados se convierte en un desafío crítico a la mentalidad de nuestro tiempo, que intenta olvidar a los muertos y apartarnos de la comunión con ellos.
La Iglesia es la "comunión de los santos", según la expresión tradicional del Símbolo de la fe católica. Así lo decimos en la profesión de fe. Esta comunión, en sus elementos invisibles, existe no sólo entre los miembros de la Iglesia que peregrina en la tierra -que somos nosotros-, sino también entre éstos y todos aquellos que forman la Iglesia celestial o que serán incorporados tras su purificación. Existe una relación espiritual mutua entre todos, y de ahí la importancia de la intercesión de los santos y de la oración por los difuntos.
La fiesta de Todos los Santos pone de relieve la vocación universal de los cristianos a la santidad. El apóstol Juan, en un género literario apocalíptico, nos hace ver "una muchedumbre inmensa, incontable. Gentes de toda nación, raza, pueblo y lengua; todos de pie delante del trono y del Cordero; todos vestidos con túnica blanca, llevando palmas en la mano y proclamando con voz poderosa: La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero."
La fiesta de Todos los Santos da el sentido auténtico a la muerte. Es evidente lo que dice el Concilio Vaticano II cuando afirma que la muerte "es el enigma más grande de la vida humana". Sin embargo, Jesús ilumina este enigma con sus palabras: "Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque muera, vivirá". La muerte, para un creyente en Cristo, es ciertamente el final de la vida terrenal, pero es también el alba de una vida nueva y feliz en la posesión de Dios por toda la eternidad. Por eso, san Francisco de Asís no dudó en llamar a este enigma con el nombre de "nuestra hermana la muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar. ¡Ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Bienaventurados aquellos a quienes encuentre en tu santísima voluntad, 
porque la muerte segunda no les hará mal. Load y bendecid a mi Señor, y dadle gracias y servidle con gran humildad.”
Por la gran misericordia de Dios, Todos los Santos y la Conmemoración de los Difuntos son dos días para reafirmar nuestra esperanza.
+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona

domingo, 11 de octubre de 2015

Teresa de Jesús y Edith Stein

Teresa de Jesús y Edith Stein
 Fecha: 11 de Octubre de 2015



El próximo jueves es la fiesta de Santa Teresa de Jesús y se cerrará el Año Teresiano, celebrado con motivo del quinto centenario de su nacimiento. De las muchas cosas que se han escrito sobre la santa de Ávila, yo quisiera subrayar la actualidad de su mensaje tal como se ha manifestado en una de las grandes figuras cristianas del siglo XX: Edith Stein.

De jovencita, Edith Stein fue la discípula predilecta de Edmund Husserl, el fundador de la escuela de la fenomenología. Muy pronto, Edith abandonó la religión judía que había recibido de su madre y se profesó no creyente.

Pero la búsqueda de la verdad la condujo a encontrar a Dios en el camino de su vida. Una amiga suya, buena cristiana, perdió a su marido -profesor universitario- en la guerra de 1914. Joven aún, cuando recibió la triste noticia, reaccionó con una actitud de esperanza y de paz. Edith fue testigo de ello. "En ese momento -escribió- mi incredulidad se desplomó y Cristo irradió en su misterio de la cruz". Sin embargo, su conversión al catolicismo aún tardó en llegar.

Una tarde del verano de 1921, Edith comienza, de forma casual, la lectura de la Vida, la autobiografía de santa Teresa de Jesús. La lectura la apasiona tanto que pasa toda la noche leyendo. En la madrugada, al cerrar el libro, exclamó: "¡Esto es la verdad!" Había descubierto que Dios es amor. "El camino de la fe -escribe en una de sus obras- nos lleva más lejos que el conocimiento filosófico: nos lleva al Dios personal y cercano, a Aquel que es todo amor y misericordia, a una certeza que ningún conocimiento natural puede dar."

Como afirmó san Juan Pablo II, que sentía una gran admiración por esta filósofa, "a pesar de su gran aprecio por la ciencia, Edith fue descubriendo cada vez más que el corazón de la existencia cristiana no está en la ciencia sino en el amor".

Su condición de mujer y también de judía le impidieron un merecido lugar en la cátedra universitaria. A los 42 años entró en el monasterio del Carmelo de Colonia. Lo había deseado desde su conversión. Tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Allí siguió a Jesús pobre, en la pobreza radical de una vida escondida en el claustro. Allí escribió páginas llenas de belleza y profundidad sobre la ciencia de la cruz, inspirándose en santa Teresa de Jesús y en san Juan de la Cruz. 

Cuando, desnuda, entró en la cámara de gas de Auschwitz, con su hermana Rosa y otras víctimas judías como ella, ofreció a Dios su vida en sacrificio. Fue la culminación de su ciencia de la cruz, que vivió muy unida al Crucificado. 

La vida y el pensamiento de Edith Stein ponen de relieve la profundidad del testimonio de Teresa de Jesús en el dramático siglo XX y también en el siglo actual.

+ Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona

martes, 25 de agosto de 2015

Junípero Serra, un gran misionero 25082015

Junípero Serra, un gran misionero

El cardenal Sistach: dentro de un mes el papa Francisco canonizará al fray Junípero Serra

Madrid,  (ZENIT.orgCardenal Lluís Martínez Sistach | 662 hits

Dentro de un mes exactamente, el 23 de septiembre, el papa Francisco canonizará a un gran misionero mallorquín: fray Junípero Serra (1713-1784). San Juan Pablo II lo beatificó el 25 de septiembre de 1988. Este franciscano se convertirá en el primer santo mallorquín, con permiso del beato Ramon Llull. Aquí es poco conocido, a diferencia de en Estados Unidos, donde es el único español que tiene una estatua en el National Statuary Hall, en el Capitolio, donde reside el poder legislativo de los Estados Unidos. Representa al Estado de California.
Precisamente, el Papa lo canonizará en el National Shrine de Washington, basílica del santuario nacional de la Inmaculada Concepción, en el marco de su viaje a Estados Unidos. El Santo Padre ha querido reconocer así el gran trabajo de evangelización que hizo este franciscano mallorquín en todo el oeste de Estados Unidos. Por otra parte, el pasado 2 de mayo, el papa Francisco quiso celebrar una misa en el Pontificio Colegio Norteamericano de Roma, en una jornada de reflexión dedicada a recordar a este beato franciscano nacido en Petra, Mallorca, en 1713, fundador de la misión de la Alta California.
Es en 1749 cuando veinte misioneros franciscanos parten llenos de ilusión hacia el virreinato de la Nueva España, nombre colonial de México. El grupo llega al puerto de Veracruz los primeros días de diciembre. Uno de los miembros del grupo es Junípero Serra, que tiene 36 años. Los primeros nueve años se dedica a predicar el Evangelio a los indígenas de Santiago Jalpan, en Querétaro. Con la doctrina cristiana les enseña los conocimientos básicos de agricultura y ganadería.
Tras la expulsión de los jesuitas que vivían en Nueva España, el mallorquín recibe la orden de ponerse al frente de un grupo de dieciséis misioneros que atenderá a la población indígena y europea de las Californias. La primera fundación española fue la misión de San Diego de Alcalá, seguida por nueve misiones más impulsadas por Serra. Aquí dio su verdadera talla de colonizador y misionero. Cuando llegaban a un lugar conveniente levantaban una capilla, unas cabañas para residencia de los frailes y un pequeño fortín protector contra posibles ataques. Acogían a los indígenas que se aproximaban movidos por la curiosidad y, cuando se habían ganado su confianza, los invitaban a establecerse en las proximidades de la misión.
En 1784 fray Junípero Serra muere en la Misión de San Carlos Borromeo, en Monterrey, California. En la basílica de esta misión descansan los restos de quien está considerado el fundador de California. En la Alta California su éxito fue enorme, ya que creó veinticuatro nuevas misiones. Fue criticado, pero su santidad se manifestó en su defensa de los indígenas de las ambiciones de soldados, colonos y representantes de los poderes políticos. Cuando llegaba a un lugar nuevo, plantaba la cruz y trabajaba para hacer justicia a los pobres y los humildes. Sus medios eran escasos, pero su fe era muy grande. Por eso aquellas misiones iniciales creadas por el nuevo santo mallorquín crecerían hasta convertirse en ciudades importantes como Los Ángeles, San Francisco, San Diego o Sacramento.
 † Lluís Martínez Sistach
Cardenal arzobispo de Barcelona