miércoles, 30 de noviembre de 2016

Beato Charles de Foucauld – 1 de diciembre

Beato Charles de Foucauld – 1 de diciembre

«Apóstol de los tuaregs, este Hermano universal de origen aristocrático, que se convirtió siendo adulto, se dejó literalmente la vida en su misión. A él se debe la proliferación de numerosas fundaciones asentadas en su espiritualidad»
Beato Charles de Foucauld
Beato Charles De Foucauld
(ZENIT – Madrid).- Este «misionero del Sahara», apóstol de los tuaregs, nació en Strassbourg, Francia, el 15 de septiembre de 1858. Su origen aristocrático –fue vizconde de Foucauld– inicialmente no le otorgó a su carácter la distinción que cabría esperar en alguien de su alcurnia. Él y su hermana María perdieron a sus padres. Charles tenía 6 años. Creció junto a ella bajo la tutela de su abuelo, encaminándose a la vida militar. Antes había estudiado con los jesuitas, pero en los tres años que estuvo con ellos no parece que sus enseñanzas hicieran mella en su espíritu. Desde sus 16 años vivía alejado de la fe. Como el hijo pródigo, dilapidó la copiosa herencia que le legaron tiñendo su existencia con las sombras de ese ambiente licencioso al que se asomó.
Fue en 1878 cuando se integró en el ejército y dos años más tarde convertido en oficial prestó sus primeros servicios en Sétif, Argelia. Dios no existía entonces para él. Otros intereses mundanos llamaban su atención y al año siguiente su mala conducta supuso su expulsión. A partir de ese momento tuvo una vida ajetreada. Se convirtió en explorador, aunque a la par sondeaba, inquiría íntimamente una respuesta espiritual que, todavía difusa, le inquietaba.
Participó en la revuelta de Bon Mama en Orán del Sur, estudio árabe y hebreo, y en 1883 inició una expedición a Marruecos por la que fue condecorado con la medalla de oro de la Sociedad Geográfica; recorrió Argelia y Túnez. Fue un viaje que preparó su espíritu para ser fecundado por la gracia divina ya que al ver cómo vivían su fe los musulmanes, brotó de su interior esta ardiente súplica: «Dios mío, si existes, haz que te conozca». Esta sinceridad y apertura fueron suficientes para que penetrase la luz divina en su corazón a raudales. En octubre de 1886 cuando se hallaba en París preparando el texto sobre su viaje por Marruecos, inició su itinerario espiritual llevado de la mano del padre Huvelin. Obedeciendo sus indicaciones, se confesó, pese a declararse no creyente, y se sintió totalmente renovado: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para El; mi vocación religiosa es del mismo momento que mi fe: Dios es tan grande».
Durante siete años la Trapa fue su hogar. Primeramente pasó uno en la casa de Nuestra Señora de las Nieves, en Francia, y de allí, a petición suya vivió otros seis en la que tenían en Akbés, Siria. Impactado por la experiencia, pero sin terminar de encajar allí totalmente, regresó a Roma para cursar estudios por indicación de sus superiores, pero en 1896 abandonó la comunidad trapense y peregrinó a Tierra Santa. Allí permaneció un tiempo asistiendo a las hermanas clarisas en Nazareth. Fue otro momento importante para su vida espiritual que recorrió impregnándose de la pobreza que hallaba encerrada en estos matices: «No tenemos una pobreza convencional, sino la pobreza de los pobres. La pobreza que, en la vida escondida, no vive de dones ni de limosnas ni de rentas, sino sólo del trabajo manual».
Después de una profunda experiencia casi eremítica, saboreando la riqueza de la contemplación, regresó a Francia donde prosiguió los estudios que en 1901 culminaron con su ordenación sacerdotal en Viviers. Tenía 43 años y una idea apostólica tan clara que no dudó en materializarla: la evangelización de Marruecos. Al no poder residir en el país, como hubiera sido su deseo, se afincó lo más cerca posible, en Beni-Abbés, Argelia. Ya tenía clavada esta convicción: «Haré el bien en la medida en que sea santo». El espíritu de sacrificio, la pobreza, el desvelo por los enfermos y los más necesitados se había convertido en el objetivo prioritario de su vida que había encendido con sus largas horas de adoración ante la Eucaristía: «La Eucaristía es Dios con nosotros, es Dios en nosotros, es Dios que se da perennemente a nosotros, para amar, adorar, abrazar y poseer». Sabía por experiencia y así lo expresó que «cuanto más se ama, mejor se ora».
Emulando a los mercedarios, liberó esclavos en 1902, y entre 1904 y 1905 se estableció en Tamanrasset junto al pueblo tuaregs del Hoggar argelino. Parecía como si tuviese la impresión de que debía apurar el tiempo. Tabajó con denuedo en una formidable labor de inculturación, primeramente traduciendo al tuareg los evangelios, labor que continuó a la inversa, traduciendo al francés poesía tuareg. Es autor de un diccionario bilingüe francés-tuareg y tuareg-francés, de una gramática y de varias obras sobre esta tribu nómada. Este era su anhelo: «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: ‘Si tal es el servidor, ¿como entonces será el Maestro…’?».
En 1909 puso en marcha la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón con el objetivo de llevar la fe a África. En los once años que convivió con los tuaregs se hizo uno con ellos sin escatimar esfuerzos, con el gozo de saber que de ese modo cumplía fielmente la misión a la que se sintió llamado por Cristo. Amó al pueblo hasta el fin, y allí entregó su vida. El 1 de diciembre de 1916 una bala de fusil en medio de una emboscada bereber acabó con este gran apóstol que fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de noviembre de 2005.
El influjo de su espiritualidad se halla en diversas instituciones: los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas y los Hermanitos del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, las Hermanitas del Sagrado Corazón, la Fraternidad Jesús Caritas, y la Fraternidad Charles de Foucauld.

San Eloy de Noyon, obispo.(1 de diciembre)

San Eloy de Noyon, obispo.

San Eloy de Noyon, obispo.
San Eloy y el caballo.

Orfebrería para los hombres, el corazón para Dios.

Añadir a Facebook Añadir a Twitter Añadir a Goglle+ Añadir a Linkedin
1 diciembre 2016
San Eloy de Noyon, obispo. 1 de diciembre y último domingo de junio (traslación de las reliquias). 

Introducción.
San Eloy es uno de los santos más importantes de la Galia medieval, y por ende, de toda la Iglesia occidental. Su labor evangelizadora y diplomática trascendió su reino, para convertirse en un referente para muchos prelados, siendo amado de príncipes y papas.

Familia, niñez y oficio. 
Su familia era de origen galo romana, de noble abolengo pasado y venida a menos, pues su padre fue un artesano. Nació cerca de Limoges en 588. Cuando tenía 8 años su padre le puso de aprendiz de un herrero y orfebre prestigioso, llamado Abon. Su “vita”, como buena leyenda hagiográfica que se precie, tiene algunas leyendas inverosímiles que han configurado el culto al santo: una de ellas cuenta que a un caballo muy nervioso que no se dejaba herrar, Eloy le tomó la pata, la separó del animal, le herró con paciencia y luego la colocó en su sitio, sin que el caballo sufriera lo más mínimo.

Orfebre y consejero real. 
En aquel taller Eloy se hizo un hábil herrero y orfebre, y hay que decir que ni aún siendo religioso y obispo, abandonó el arte de la orfebrería, pues era su arte y pasión. Su talento llegó al tesorero de Clotario II, Bobbo, que llamó al joven Eloy a París y le encargó que fabricara para el monarca un trono laminado en oro y cuajado de piedras preciosas, para lo cual, le entregaron numerosas joyas y una buena cantidad de oro. Eloy, que era un joven cristiano a carta cabal, entendió que con todo el material podía fabricar no uno, sino dos bellos tronos, y eso hizo. No se quedó para si ni la más pequeña joya, ni un gramo de oro. Al saber Clotario esta anécdota que probaba la honradez del orfebre, le llamó a su presencia, le entrevistó y quedado prendado de sus cualidades, arte, inocencia de vida, le nombró Jefe de la Casa de la Moneda. De su época de orfebre se conservan, o se le atribuyen, algunas obras valiosísimas en historia, devoción y costo, como los relicarios de Santos Crispín y Crispiniano (25 de octubre), San Quintín (31 de octubre) o San Martín de Tours (11 de noviembre, sepultura; 4 de julio, ordenación episcopal; 5 de octubre, Iglesia Oriental; 12 de octubre, Iglesia bizantina; 12 de mayo, invención de las reliquias ; 1 y 13 de diciembre, traslaciones). Por tanto, son doblemente relicarios, al estar hechos por la mano de otro santo.

Su papel en la corte y su amistad con el rey hicieron de Eloy un personaje importante en la corte, al que muchos pretendían adular, pero el santo no pasaba por esas. Era íntegro y no soportaba la alabanza vana, la fatuidad ni las falsas amistades. Ni el mismo rey se libró de su sinceridad cuando le propuso un juramento de fidelidad, pero Eloy se negó a hacerlo, pareciéndole que jurar no era correcto. Aunque no le juró, el rey comprendió que la amistad y fidelidad de Eloy eran más seguras que las de algunos ministros que habían jurado prestos y con la sonrisa en la boca.

Eloy era muy piadoso, asistía a los oficios religiosos frecuentemente, rezaba diariamente y su caridad era proverbial en París, pues los pobres nunca se iban de vacío de su casa. Fue padre providencial de muchos esclavos, a los que rescataba con sus dineros y les daba la libertad, haciendo de algunos sus sirvientes con salario. Entre ellos estuvo San Tilo(7 de enero), quien luego abandonaría el mundo y sería monje. De otros santos eremitas, monjes u obispos de la época igualmente fueron compañeros suyos en la corte, como San Arnulfo de Metz (18 de julio), San Didier de Cahors (15 de noviembre) o San Ouen de Rouen (24 de agosto), quien escribió la “Vita S. Eligii”, aunque según Butler, ha de ser considerada posterior y de la mano de un monje anónimo de Noyon.

En 629 subió al trono Dagoberto I, el cual desde niño profesaba gran estima a Eloy, aunque su vida piadosa y moral dio dejó bastante que desear, pues si bien se dejaba aconsejar de Eloy, Ouen y Didier en asuntos administrativos, no se reducía a una vida y moral cristianas por nada del mundo, siendo así que tuvo concubinas y esposas de todo tipo, y unos cuantos hijos ilegítimos. Fue Eloy embajador de Dagoberto ante San Judicael de Bretaña (17 de diciembre), el príncipe rebelde que pretendía arrancar el trono a su hermano San Salomón II (4 de octubre). Puso la paz entre ambos Eloy, logrando que Salomón reinase y que Judicael tomase mejor estado: la vida monástica. En 632 Eloy consiguió que el rey le regalase unos terrenos en Solignac, Limoges, siendo el fundador y benefactor de un monasterio junto a San Remaclio (3 de septiembre y 15 de mayo, Todos los Santos Obispos de Maastricht) construido en dichas tierras. Otro monasterio, este femenino, fundó el santo en París, poniendo al frente a Santa Áurea (4 de octubre), siguiendo la Regla de Santa Cesárea de Arlés (11 y 12 de enero). La leyenda dice que el santo se tomó unas pulgadas más de las previstas en la construcción del monasterio y por ello fue a pedir perdón al rey, quedando este admirado de tal honradez.

Obispo y evangelizador.
En 639 Eloy, cansado de la vida del mundo, decidió renunciar a su cargo de consejero real, dejando todas sus propiedades (salvo sus amadas herramientas). A su abandono del mundo le acompañaron como dije antes San Tilo y San Ouen. Junto a este último, Eloy fue consagrado obispo tan solo a los dos años de su vida monástica, en 641, por gracia del papa Juan IV. Si bien como cortesano Eloy había sido íntegro a toda prueba, como obispo no lo fue menos. Fue un gran evangelizador de la región de Tournai y Noyon, la grey que le fue encomendada, luego de la muerte de San Acario (27 de noviembre). En Tournai aún campeaba el paganismo por los campos y bosques, pues la evangelización había sido abandonada tiempo atrás y conservada en las ciudades. El santo se lanzó a una obra de fundación de monasterios e iglesias, conversión de santuarios paganos en cristianos, y la organización de la enseñanza y la caridad. Predicó por si mismo y también envió misioneros a los actuales Países Bajos, principalmente a Gante y Amberes, de cuya región bien puede considerársele apóstol. Llevó la justicia a donde imperaba la venganza tribal, y la fe a donde mandaba la superstición y la idolatría. Cada domingo celebraba la liturgia de manera solemne y los demás días de la semana los ocupaba en catequizar. Así, cada año bautizaba en la Pascua a cientos de cientos de nuevos cristianos, y reconciliaba a muchos bautizados devolviéndolos a la Iglesia luego de la penitencia cuaresmal.

Ya siendo obispo fundó un monasterio femenino en su ciudad episcopal: Noyon, en el cual quedó como abadesa Santa Godebertis (11 de abril y 3 de junio, traslación de las reliquias). También le hace la leyenda fundador del monasterio de Ourscamp (campo de osos), cerca de Noyon, que tiene su sabrosa leyenda: llevaba el santo las piedras en un carro tirado por un buey cuando salió del bosque un gran oso que hizo mató al buey de un zarpazo. Entonces el santo regañó al oso y le hizo ponerse frente al carro, lo unció y el animal hizo las funciones del buey acarreando piedras hasta que el monasterio estuvo listo. Una vez que terminó, el santo le dio la libertad, como se lee de otros santos. Fue consejero de la reina regente, Santa Bathildis (30 de enero), con la que logró uno de los grandes anhelos de ambos: la prohibición del comercio de esclavos y la obligatoriedad del descanso dominical para los que aún eran esclavos, en las tierras de los francos en el Concilio de Chalon en 647.

Muerte y reliquias. 
Luego del verano de 660 Eloy tuvo la premonición de que su muerte estaba cercana y lo comunicó a su clero. A finales de noviembre cayó enfermo de fiebres, y subió al cielo el 1 de diciembre del mismo año, luego de 19 años como obispo. La reina Bathildis se encargó de sus funerales y dispuso el traslado de su santo cuerpo al monasterio de Celles, donde la misma reina se recogía y terminaría siendo religiosa. Pero el pueblo y el clero de Noyon se opusieron a sus planes y por nada del mundo consintieron en deshacerse de las reliquias de su santo obispo. Así que la reina, al ver el amor que le tenían, desistió y el santo fue sepultado en la iglesia de Santa María, de donde fueron trasladadas a la catedral el 24 de junio de 1739. Su martillo, o su supuesto martillo de orfebre, se venera en Vosselare, Flandes. En la sede fue sucedido por San Mumolin (16 de octubre).

Culto y devoción.
La devoción a San Eloy, más por sus habilidades de orfebre, que por su acción apostólica, se ha extendido por todo el mundo conocido. Las asociaciones y gremios de forjadores y orfebres le tienen por su patrón y aún celebran su fiesta, sobre todo en Francia, España y algunos sitios de América. Es abogado de artesanos, numismáticos, coleccionistas de monedas, herreros, obreros metalúrgicos, relojeros, mineros, caldereros, cerrajeros, en general todos los oficios relacionados con el metal, la precisión y la delicadeza. Además, por la asociación con la herrería y los caballos, se le invoca ante las enfermedades de los equinos, habiendo sido costumbre durante siglos bendecir caballos el último domingo de junio, coincidiendo con la conmemoración de la traslación de las reliquias.

Fuente:
-"Vidas de los Santos". Tomo XV. Alban Butler. REV. S. BARING-GOULD. 1916.

A 1 de diciembre además se celebra a San Ansano de Siena, mártir.

Arroja fuera de mí toda impureza, y déjame tu gracia (Los cinco minutos del Espíritu Santo) 01122016

 Los cinco minutos del Espíritu Santo

Arroja fuera de mí toda impureza, y déjame tu gracia

Añadir a Facebook Añadir a Twitter Añadir a Goglle+ Añadir a Linkedin
1 diciembre 2016
Arroja fuera de mí toda impureza, y déjame tu gracia
Mansedumbre, fruto de la vida en el Espíritu
"Espíritu Santo, tú eres vida, tú eres necesario para mí como el aire que respiro. Te doy gracias por el don de la vida, porque es maravilloso existir. Permíteme respirar contigo, Señor.

Te adoro Espíritu Santo, porque así como el aire me rodea y penetra en mí, así también estoy rodeado por ti, me envuelves con tu presencia, lleno de vida en plenitud y de pura alegría, me penetras con tu gracia y me transformas con tu presencia.
¡Gloria a ti, Señor, Espíritu de vida!

Junto con el aire que sale de mis pulmones, llévate todo lo que no me hace feliz, arroja fuera de mí toda impureza, expulsa todas mis angustias y tristezas, todos mis rencores y malos recuerdos, todo egoísmo y mala intención. Llévate todo Dios mío, y déjame sólo tu gracia, tu vida. Quédate tú invadiendo todo mi ser y reinando en mí con tu gozo en medio de mis tareas.
Amén."

Santos del día 1 de diciembre

Santos del día 1 de diciembre
Kalendis decembris
Conmemoración de san Nahúm, profeta, que predicó a Dios como el que gobierna el devenir de los tiempos y juzga con justicia a los pueblos.
En Milán, ciudad de la Transpadania, san Castriciano, obispo.
En Poitiers, de Aquitania, santa Florencia, virgen, que, convertida al Dios verdadero por el obispo san Hilario durante su destierro en Asia, le siguió luego al regresar a su tierra.
En Frejus, de la Provenza, san Leoncio, obispo, que favoreció la vida monástica de san Honorato en la isla de Lérins, y a quien san Juan Casiano, su amigo, le dedicó las diez primeras Colaciones.
En Cenomanum, hoy Le Mans, en Neustria, san Domnolo, obispo, que antes había sido abad del monasterio de San Lorenzo de París, y que resplandeció por la fuerza de sus milagros.
En Verdún, de Austrasia, san Agerico, obispo, que edificó iglesias y bautisterios, y, habiendo convertido su iglesia en asilo de prófugos, tuvo que padecer mucho por parte del rey Teodorico.
En Noyon, de Neustria, san Eloy, obispo, que siendo orfebre y consejero del rey Dagoberto, edificó monasterios y construyó monumentos a los santos con gran arte y elegancia, y más tarde fue elevado a las sedes de Noyon y Tournai, donde se dedicó con gran celo al trabajo apostólico.
En la ciudad de Cotiniola, en la Emilia, beato Antonio Bonfadini, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, predicando la Palabra de Dios, durante largo tiempo recorrió diversas regiones de Italia y lugares de Tierra Santa.
En Colchester, en Inglaterra, beato Juan Beche, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, el cual, siendo abad del monasterio de San Juan, por mantener la fidelidad al Romano Pontífice fue acusado de crimen de traición y condenado a la pena capital por el rey Enrique VIII, causa por la que acabó en el patíbulo.
En Londres, también en Inglaterra, santos Edmundo Campion, Rodolfo Sherwin y Alejandro Briant, presbíteros y mártires durante el reinado de Isabel I, eximios por su fortaleza y carácter. San Edmundo, que de joven había profesado la fe católica, después de ser admitido en Roma en la Orden de la Compañía de Jesús y ordenado sacerdote en Praga, regresó a su patria, donde de palabra y por escrito consolidó en gran manera las almas de los fieles, y por esto, después de muchos tormentos, fue ajusticiado en el patíbulo de Tyburn. Con él también sufrieron los mismos suplicios san Rodolfo y san Alejandro, este último admitido con mérito en la Orden de la Compañía de Jesús, cuando estaba ya en la cárcel.
En York, también en Inglaterra, beato Ricardo Langley, mártir, que bajo el reinado de la misma Isabel I fue condenado a la pena capital y ahorcado, por haber hospedado a sacerdotes.
En Lisboa, Portugal, beata María Clara del Niño Jesús, virgen, fundadora de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción.
En Tamanrasset, Argelia, beato Charles de Foucauld, presbítero.
En el campo de concentración de Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, beato Casimiro Sykulski, presbítero y mártir, que, durante la guerra, por mantener con fortaleza la fe ante los perseguidores de la Iglesia, fue fusilado.
En la ciudad de Dire-Daua, en Etiopía, beata Liduina (Elisa Anagela) Meneguzzi, virgen del Instituto de San Francisco de Sales, que, cual espejo de humildad y caridad cristiana, mostró la misericordia de Dios entre los pobres, enfermos y cautivos.
En Isiro, en la República Democrática del Congo, beata Clementina Nengapeta Anuarite, virgen de la Congregación de Religiosas Misioneras de la Sagrada Familia y mártir, que en la persecución que se desató durante la guerra civil fue apresada junto con otras religiosas, a las que exhortó a que vigilaran y oraran, y al resistirse con gran fuerza a la torpe pasión del capitán de los soldados, éste, enfurecido, la mató a causa de Cristo, su Esposo.
En Ferrara, Italia, beata María Rosa de Jesús (Bruna) Pellesi, virgen, religiosa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de Cristo.