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miércoles, 24 de junio de 2020

Natividad de san Juan Bautista (24 de junio)



Natividad de san Juan Bautista

fecha: 24 de junio
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.
Patronazgos: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades, entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia, el miedo.
Tradiciones, refranes, devociones: Hay decenas de refranes que tienen a san Juan como tema, generalmente climatológicos; he seleccionado unos pocos, de los que hay, a su vez, muchas variantes:
Agua por San Juan, quita vino y no da pan.
Al fin y al cabo por San Juan, verano.
Hasta San Juan no te quites el gabán.
No hay verano hasta San Juan, ni invierno hasta Navidad.
Noche de San Juan, noche de sanjuanadas, total, nada.
Enero heloso, Febrero nevoso, Marzo ventoso, Abril lluvioso, Mayo pardo y San Juan claro, labrador prepara los bueyes y el carro.
Oración: Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte que, en realidad, es el día del nacimiento, del gran nacimiento a la vida eterna; pero que, en el caso de san Juan Bautista le conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre y anunció a Cristo ya antes de nacer (Sermón 292,1).
Efectivamente, es digno de celebrarse el nacimiento de Juan Bautista, y así nos lo enseña el propio Evangelio, que tan reacio es a contar anécdotas o hechos meramente circunstanciales, y sin embargo dedica en San Lucas un largo capítulo, el primero de su obra, al nacimiento milagroso del Precursor. Es que la llegada de Juan no es un acontecimiento menor ni circunstancial en la vida de Jesús ni en el anuncio del Evangelio.
En cuanto a los hechos relacionados con el nacimiento, no es posible ir más allá de lo que narra Lucas 1; ninguna biografía ni indagación histórica podría explicar de otra manera lo que con sencillez, pero con solemne rotundidad se afirma en ese capítulo: «El ángel dijo: "No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto."»
Ante hechos como estos no tiene demasiado sentido preguntarse, «¿pero habrá sido exactamente así, o tal vez de otra manera?» Sea cual sea la «manera» (y no hay duda que un evangelio, como escrito que es, acomoda literariamente los hechos a un plan narrativo, a un estilo, y a un interés de la narración), el hecho permanece: en el plan salvador de Dios era completamente necesario el Precursor. Dios mismo proveyó de ese Precursor a los hombres, y lo proveyó de manera milagrosa.
Pero sí cabe que nos preguntemos ¿por qué era necesario un precursor? ¿en que consiste ese «plan salvador» que hacía necesario un precursor? El Precursor era necesario porque en los hechos de la historia de la salvación nada de lo que afectará al hombre ocurre sin la ayuda del hombre, ¡ni siquiera Dios podía salvar al hombre sin hacerse primero hombre! Pero no sólo eso, no bastaba que Dios se hiciera hombre, sino que es necesario de toda necesidad que, para que esa salvación sea auténticamente divina, venga anunciada por una palabra completamente humana, una palabra que no se dude que viene de un hombre.
Así es la Ley que rige el encuentro de Dios con el hombre, la Ley promulgada por el propio Dios al revelarse en una «literatura sagrada», en una palabra de hombres que es a la vez Palabra de Dios. Ampliando el principio que ya enunciaba san Agustín deberemos decir que Dios, que creó al hombre sin el concurso de hombres, no hizo nada más sin el concurso de nosotros los hombres, ni siquiera nacer humanamente para salvarnos. Todo, absolutamente todo lo que Dios vino a decirnos a los hombres, y a obrar entre nosotros y en nuestro favor, necesita ser humanado, hecho verdaderamente de hombres y entre los hombres, para ser verdaderamente de Dios.
Por eso la esperanza de Israel había ido entresacando de las profecías antiguas una «loca idea», que llegó a hacerse incluso explícita con el profeta Malaquías: aquel mismo profeta Elías que había sido tan misteriosamente arrebatado al cielo en un carro de fuego (2Re 2,11), aquel «Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» -como lo llama su discípulo Eliseo- volvería antes del fin para anunciar el juicio del mundo y la restauración final de Israel. «He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible.» (Malaquías 3,23)
Aunque había muchas voces apocalípticas en época de Jesús, muchos que anunciaban el fin de una era, el juicio de Dios, e incluso predicaban la necesidad de realizar gestos de penitencia, como el lavado simbólico que ofrece Juan, en ninguno de ellos vio la fe apostólica la mano de Dios sino en Juan. Hubiera sido práctico y «consensual» para la fe cristiana hacer un «pool» de anuncios de salvación y declarar «¿véis como todos estos lo anuncian? tantos lo dicen, tan cierto debe ser» Sin embargo la fe apostólica no hizo esa tan conveniente encuesta, no le importó si era uno o muchos los que anunciaban la llegada del Cristo, le importó que lo anunciado fuera verdad, y por eso la fe apostólica conservó como un tesoro esa frase de Jesús: «Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan» (Lc 7,28); aunque en seguida agrega «sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él», porque en toda su grandeza, Juan sigue perteneciendo al mundo del Antiguo Testamento, a la promesa, no al cumplimiento, al signo, no al significado. Y con esos rasgos nos es presentado, con los rasgos del signo del Antiguo Testamento: se alimenta a langostas y miel silvestre, vive en el desierto, se viste de pieles de animales salvajes, reuniendo en sí las figuras de Sansón, Elías, y como el Arca de Dios que, antes de habitar en su verdadero templo, vive «envuelta en pieles» (2Samuel 7,2)
Sobre la fecha de la celebración
Es evidente que la tradición quiso relacionar cronológicamente la celebración del nacimiento del Precursor con el nacimiento histórico de Jesús, y así que la Virgen permaneció junto a Isabel tres meses, hasta que naciera el Bautista, luego de recibir su propio anuncio del Ángel, y puesta la celebración de la Navidad convencionalmente el 25 de diciembre, adquirieron su definido lugar el 25 de marzo la Anunciación, y debería haber sido el 25 de junio el del nacimiento del Bautista. Sin embargo, desde el principio tuvo su día el 24 de junio. Al respecto observa el Butler:
El Nacimiento de san Juan Bautista fue una de las primeras fiestas religiosas que encontraron un lugar definido en el calendario de la Iglesia; el lugar que ocupa hasta hoy: el 24 de junio. La primera edición del Hieronymianum lo localiza en esta fecha y subraya que la fiesta conmemora el nacimiento «terrenal» del Precursor. El mismo día está indicado en el Calendario Cartaginés, pero en tiempos anteriores ya hablaba del asunto san Agustín en los sermones que pronunciaba durante esta festividad. San Agustín hacía ver que la conmemoración está suficientemente señalada, en la época del año, por las palabras del Bautista, registradas en el cuarto Evangelio: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya». El santo doctor descubre la propiedad de esa frase al indicar que, tras el nacimiento de san Juan, los días comienzan a ser más cortos, mientras que, después del nacimiento de Nuestro Señor, los días pasan a ser más largos [claro que esta observación sólo vale en el hemisferio norte]. Probablemente Duchesne tenga razón cuando afirma que la relación de esta fiesta con el 24 de junio se originó en el Occidente y no en el Oriente. «Es necesario hacer notar, expresa Duchesne, que la festividad se fijó el 24 y no el 25 de junio, por lo que podríamos preguntarnos por qué razón no se adoptó la segunda fecha que hubiese dado exactamente, el intervalo de seis meses entre la edad del Bautista y la de Cristo. La razón es, dice luego, que se hicieron los cálculos de acuerdo con el calendario romano, donde el 24 de junio es el "octavo kalendas Julii", así como el 25 de diciembre es el "octavo kalendas Januarii". Por regla general, en Antioquía y en todo el Oriente, los días del mes se numeraban en sucesión continua, desde el primero, tal como nosotros lo hacemos y, el 25 de junio habría correspondido al 25 de diciembre, sin tener en cuenta que junio tiene treinta días y diciembre treinta y uno. Pero de la misma manera que la fecha romana de Navidad fue adoptada en Antioquía (muy posiblemente en razón de la amistad de san Juan Crisóstomo con san Jerónimo), durante los últimos veinticinco años del siglo cuarto, se adoptó también la fecha para conmemorar el nacimiento del Bautista en Antioquía, Constantinopla y todas las otras grandes iglesias del oriente, en el mismo día en que se conmemoraba en Roma.
La presencia del personaje del Bautista en la tradición cristiana es enorme, y sería muy difícil indicar una bibliografía específica. Los sermones de san Agustín nn 287 y siguientes, que tratan la figura del Bautista, siguen siendo meditaciones preciosas, valiosísimas, y de ninguna manera difíciles de seguir si se quiere penetrar espiritualmente en el personaje, mucho más de lo que lo haríamos con dudosos panegíricos piadosos de escritura posterior. Toda la información «histórica» sobre el personaje está contenida en Lucas, su significación doctrinaria, en cambio, repartida entre los cuatro evangelios, siempre con la impronta de la referencia a Elías. Para comprender mejor el fondo literario de las historias lucanas sobre Juan conviene leer, de Raymond Brown, «El nacimiento del Mesías». Cualquier introducción actual al Evangelio de Juan (incluida la del propio Brown) trata la cuestión del grupo de los discípulos del Bautista y cómo incidieron en la constitución de los primeros seguidores de Jesús. Al igual que la bibliografía, la iconografía cristiana sobre el Bautista es inmensa; he seleccionado tres vidrieras de distintas épocas tomadas de la extensísima Galería de Lawrence OP

Abel Della Costa
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_2113

jueves, 29 de agosto de 2019

Martirio de San Juan Bautista. Fiesta conmemorativa (29 de agosto)

Martirio de San Juan Bautista. Fiesta conmemorativa

el martirio de san juan bautista

San Juan el Bautista murió mártir de su deber, anunciando la venida del Señor y denunciando las obras del mal, invitando al arrepentimiento

 
El martirio de San Juan Bautista es una Fiesta observada por varias iglesias cristianas que siguen las tradiciones litúrgicas, en la que se honra la memoria de San Juan Bautista, el último de los grandes profetas que fue enviado por Dios para preparar al pueblo para el Mesías. Este día conmemora la decapitación de Juan, Precursor del Señor, realizada por orden de Herodes Antipas a través de la petición vengativa de su hijastra Salomé y de su madre Herodías

Fiesta: 29 de agosto

Martirologio romano: Memoria del martirio de San Juan el Bautista, al que el rey Herodes Antipas hizo su prisionero en la fortaleza de Maqueronte en Jordania moderna, y el mismo que, en el día de su cumpleaños, a petición de la hija de Herodías, ordenó que lo decapitaran. Para ello, el Precursor del Señor, como lámpara ardiente y que resplandecía, hizo tanto en su vida como en su muerte por el testimonio de la verdad.

El martirio de San Juan Bautista

El juramento en estado de ebriedad de un rey que poseía muy poco sentido del honor, aunado a una danza seductora y el profundo odio que una reina llevaba en su corazón, dio como resultado el martirio de Juan el Bautista.
El más grande de los profetas, San Juan Bautista, sufrió el destino de tantos profetas del Antiguo Testamento antes que él: el rechazo y el martirio.
La "voz que clama en el desierto", no dudó en acusar a los culpables, en denunciar lo que estaba mal a los ojos de Dios, no dudó nunca en decir la verdad.
El evangelio de San Mateo (14,3-12) nos narra de la siguiente manera la muerte del gran precursor, San Juan Bautista:
"Herodes, en efecto, había hecho arrestar, encadenar y encarcelar a Juan, a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, porque Juan le decía: "No te es lícito tenerla". Herodes quería matarlo, pero tenía miedo del pueblo, que consideraba a Juan un profeta. El día en que Herodes festejaba su cumpleaños, la hija de Herodías bailó en público, y le agradó tanto a Herodes que prometió bajo juramento darle lo que pidiera. Instigada por su madre, ella dijo: "Tráeme aquí sobre una bandeja la cabeza de Juan el Bautista". El rey se entristeció, pero a causa de su juramento y por los convidados, ordenó que se la dieran y mandó decapitar a Juan en la cárcel. Su cabeza fue llevada sobre una bandeja y entregada a la joven, y esta la presentó a su madre. Los discípulos de Juan recogieron el cadáver, lo sepultaron y después fueron a informar a Jesús"
Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. San Juan Bautista lo denunció públicamente.
Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como la hizo San Juan Bautista porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.
Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.
Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque "estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo" y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido.
Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.
Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

San Juan Bautista: mártir del deber

San Juan Bautista murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar".
El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.
Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató.
Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina.
Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías) invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas y le hizo enormes daños. Es que no hay pecado que se quede sin su respectivo castigo.

Oración

Señor, te rogamos hoy en día por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión.
Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.
Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.

miércoles, 28 de agosto de 2019

El martirio de san Juan Bautista (29 de agosto)


El martirio de san Juan Bautista

fecha: 29 de agosto
†: s. I - país: Israel
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria del martirio de san Juan Bautista, a quien el rey Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, en el actual Israel, y al cual mandó decapitar en el día de su cumpleaños, a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad.
Patronazgos: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades, entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia, el miedo.
Oración: Señor, Dios nuestro, tú has querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu Hijo; concédenos, por su intercesión, que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
La ardiente predicación del Bautista y su santidad y milagros, atrajeron la atención de los judíos sobre él y algunos empezaron a considerarle como el Mesías prometido. Pero Juan declaró que él no hacía más que bautizar en el agua a los pecadores para confirmarlos en el arrepentimiento y prepararlos a una nueva vida, pero que había Otro, que pronto se manifestaría entre ellos, que los bautizaría en la virtud del Espíritu Santo y cuya dignidad era tan grande, que él no era digno de desatar las correas de sus sandalias (Mc 1,7). No obstante eso, el Bautista había causado tal impresión entre los judíos, que los sacerdotes y levitas de Jerusalén fueron a preguntarle si él era el Mesías esperado. Pero san Juan negó ser el Cristo, Elías, o alguno de los profetas (Jn 1,19ss). Aunque no era Elías, poseía el espíritu de Elías y le superaba en dignidad, pues el profeta había sido figura del Bautista. Juan era un profeta y más que un profeta, puesto que su oficio consistía no en anunciar a Cristo a distancia, sino en señalarle a sus contemporáneos. Así pues, como no era Elías en persona, ni un profeta en el sentido estricto de la palabra, respondió negativamente a las preguntas de los judíos y se proclamó simplemente «la voz del que clama en el desierto», utilizando la figura gozoza de Isaías 40,3, que anuncia el fin próximo del Destierro. En vez de atraer sobre sí las miradas de los hombres, las desviaba hacia las palabras que Dios pronunciaba por su boca. No se predicaba a sí mismo sino a Cristo. Y Cristo declaró que Juan era más grande que todos los santos de la antigua ley y el más grande de los nacidos de mujer (Mt 11,11). Sobre el Bautista da también fe el historiador judío Flavio Josefo, en su obra Antigüedades Judías: «Juan el Bautista era un hombre bueno y animaba a los judíos a cultivar la virtud, a actuar con justicia unos a otros, a buscar la piedad, a Dios y a venir al bautismo. De este modo consideraba aceptable el bautismo, no para los que lo usaban para huir de ciertos pecados, sino para la pureza del cuerpo, puesto que también su alma había estado purificada con la justicia...»
Herodes Antipas, el tetrarca de Galilea, había repudiado a su esposa y vivía con Herodías, quien era juntamente su sobrina y la esposa de su medio hermano Filipo. San Juan Bautista reprendió valientemente al tetrarca y a su cómplice por su conducta escandalosa y dijo a Herodes: «No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano». Herodes temía y respetaba a Juan, pues sabía que era un hombre de Dios, pero se sintió muy ofendido por sus palabras. Aunque le respetaba como santo, le odiaba como censor y fue presa de una violenta lucha entre su respeto por la santidad del profeta y su odio por la libertad con que le había reprendido. Finalmente, la cólera del tetrarca, azuzada por Herodías, triunfó sobre el respeto. Para satisfacer a Herodías y tal vez también por temor de la influencia que Juan ejercía sobre el pueblo, Herodes le encarceló en la fortaleza de Maqueronte, cerca del Mar Muerto. Al respecto señala el mismo Flavio Josefo en la obra citada: «La gente iba agrupándose alrededor de Juan (pues se maravillaban al oír sus palabras), y Herodes, temiendo que una tal persuasión sobre los hombres acabara con una revuelta (pues parecía que actuaban en todo siguiendo su consejo), decidió que era mejor anticiparse y hacerlo matar antes de que alguien se alzara sobre él y luego tener que arrepentirse enredado en asunto. Por eso Juan, por causa de la sospecha de Herodes, fue llevado cautivo a Maqueronte...» Pero Herodías no perdía la ocasión de azuzar a Herodes contra Juan y de buscar la oportunidad de perderle. La ocasión se presentó con motivo de una fiesta que dio Herodes el día de su cumpleaños a los principales señores de Galilea. Salomé la hija de Herodías y de Filipo, danzó ante los comensales con tal arte, que Herodes juró concederle cuanto le pidiera, aunque fuese la mitad de sus dominios. Herodías aconsejó a su hija que pidiese la cabeza del Bautista y, para impedir que el tetrarca tuviese tiempo de arrepentirse, sugirió a Salomé que exigiese que la cabeza del santo fuese inmediatamente traída en una fuente. Esa extraña petición sorprendió a Herodes. Alban Butler comenta: «Aun aquel hombre de ferocidad poco común se asustó al oír hablar en esa forma a la damisela en aquella fiesta de alegría y regocijo». Pero no pudo negarse por no faltar a su palabra. Sin embargo, como explica San Agustín, con ello cometió el doble pecado de hacer un juramento precipitado y cumplirlo criminalmente. Sin preocuparse de juzgar al Bautista, el tirano dio inmediatamente la orden de que le decapitasen en la prisión y de que trajesen en una fuente su cabeza a Salomé. La joven no tuvo reparo en tomar el plato en sus manos y ofrecérselo a su madre. Así murió el gran precursor del Salvador, el profeta más grande «de cuantos han nacido de mujer». Todo el episodio está contado con detalles en Marcos 6. El historiador judío ya mencionado añade que los judíos atribuyeron al asesinato del Bautista las desgracias que cayeron sobre Herodes.
La fiesta de la degollación de san Juan Bautista empezó a celebrarse en Roma en fecha relativamente tardía. No así en otras ciudades del occidente, ya que la mencionan el Hieronymianum, los dos sacramentarios Gelasianos y el «Liber Comicus» de Toledo (siglo VII) . Además, dicha fiesta ya se celebraba probablemente desde antes en Monte Cassino. Como esta conmemoración es distinta a la del Nacimiento del Bautista, de la que los Sinaxarios de Constantinopla hacen mención el mismo día (29 de agosto), podemos suponer que se originó en Palestina. En el Hieronymianutn aparece relacionada con la conmemoración del profeta Eliseo. Ello se debe a que en tiempos de san Jerónimo se creía que ambos profetas habían sido sepultados en Sebaste, a una jornada de Jerusalén. El libro de los evangelios de Wurzburgo que data aproximadamente del año 700, conmemora la «Deposición de Elíseo y de San Juan Bautista»; también otros libros de los evangelios conmemoran en la misma fecha a ambos personajes.
Este artículo está basado en el del Butler-Guinea, tomando muchos párrafos literalmente, pero no el conjunto. Las citas de Flavio Josefo se tomaron de la Historia Eclesiástica de Eusebio, I,XI,4-6, quien cita a su vez el L XVIII de las Antigüedades. Sobre este testimonio de Josefo, importantísimo como testigo externo a la fe cristiana, y en su conjunto incuestionado por los historiadores, puede leerse el Cap. 12 y su «excursus» en Meier, Un Judío Marginal, vol II,1, ed. castellana Verbo Divino. Acerca de la fiesta de hoy, cf. Morin, en Revise Bénédictine (1891), p. 487; 1893, p. 120; y 1908, p. 494; F. Cabrol en Dictionnaire d'Archéologie chrétienne et de Liturgie, vol. V, c. 1431; y L. Duchesne, Christian Worship (1931), p. 270. La iconografía sobre el martirio del Bautista es inmensa; se ha seleccionado: El Martirio de Juan Bautista, de Caravaggio, 1608, en el Museo de San Juan, de La Valletta, y la Fiesta de Herodes, de Spinello Aretino, 1385, en el Szépmûvészeti Múzeum, de Budapest.
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fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_3089

martes, 25 de junio de 2019

San Juan Bautista, una figura que siempre “deja espacio a Dios” – Homilía del cardenal Becciu 24062019

© Cathopic/ Javi

San Juan Bautista, una figura que siempre “deja espacio a Dios” – Homilía del cardenal Becciu

En la fiesta de la Natividad del santo
(ZENIT- 24 junio 2019).- El cardenal Becciu ha subrayado que la misión y estilo de san Juan Bautista se resumen en que “nunca está en el centro” y que siempre “deja espacio a Dios”: “La suya es una apariencia fuerte y elocuente, pero está en silencio ante la voz del Señor que viene; la suya es verdadera grandeza delante de Dios, pero se hace pequeña, disminuye, para que Cristo crezca”.
Con motivo de la fiesta de la Natividad de San Juan Bautista, patrono de la Orden de Malta, el cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y delegado Especial de la Orden Soberana Hospitalaria y Militar de San Juan de Jerusalén de Rodas y Malta ha celebrado, en la mañana de hoy, la Santa Misa en la iglesia romana de Santa María en Aventino.
Así ha informado hoy, 24 de junio de 2019, la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Para el cardenal, “la audacia de una palabra franca, la indignación  por el mal y el egoísmo (…)” y el desapego hacia los hombres poderosos caracterizaban la actitud moral de un hombre como san Juan, cuyo único deseo era “ver realizadas las acciones del Mesías”.
El prefecto ha instado a que el ejemplo de Juan Bautista inspire la vida personal de los creyentes y de los miembros de la Orden de Malta para, como él, preparar el camino al Señor: “Ante un mundo cada vez más secularizado, una sociedad que elimina los valores cristianos, nosotros los creyentes, y especialmente aquellos que ostentan el título público de pertenecer a una Orden eclesiástica como la de la Orden de Malta, están llamados a dar con su propio testimonio de vida respuestas creíbles y atrayentes”.
Con respecto a las actividades caritativas y asistenciales de la Orden, por un lado, ha indicado a los presentes que deben sentirse orgullosos de ellas, y, por otro, les ha instado a desterrar la tentación de manipularlas “para obtener  consenso en torno a vosotros, haced, en cambio, que sirvan para indicar siempre y solo a Jesucristo como la única razón de vuestra  misión y la única esperanza del mundo. Entonces vuestro testimonio será verdaderamente auténtico, profundo, cristianamente creíble”.
Por último, ha exhortado a Dios el “don de la perseverancia, para dar testimonio de la fe en Cristo con palabras y gestos de esperanza y caridad. A todos se nos pide que seamos cada día, en los diversos entornos existenciales (familia, trabajo, lugares de reunión y ocio), testigos alegres de los dones del Jesús resucitado y, sobre todo, de la nueva vida que nos dio en su resurrección”.
A continuación exponemos los fragmentos completos de la homilía del cardenal Becciu.
***
“La devoción de los miembros de la Orden de Malta a San Juan Bautista  es una antigua tradición. Su figura siempre ha sido vista como una figura ejemplar, no tanto por sus rasgos ascéticos, sino por su estilo, por su misión. Un estilo y una misión que son siempre actuales y que pueden resumirse así: nunca está en el centro, pero es uno que siempre está en una posición que señala, que deja espacio a Cristo. La suya es una apariencia fuerte y elocuente, pero está en silencio ante la voz del Señor que viene; la suya es verdadera grandeza delante de Dios, pero se hace pequeña, disminuye, para que Cristo crezca. Y luego su actitud moral: la audacia de una palabra franca, la indignación por el mal y el egoísmo como una manifestación de su pasión por Dios y por su prójimo, siendo consciente de tener que pagar por cada palabra pronunciada, su despego con respecto a los hombres de poder. Finalmente, el único deseo que lo habitaba: ver realizadas las acciones del Mesías”.
“El recuerdo de la figura de Juan el Bautista no puede dejarnos indiferentes, es una oportunidad preciosa para renovar el propósito de inspirar nuestra vida personal y nuestra obra en la Iglesia y en el mundo en  aquel que se puso al servicio de Jesús, preparando el camino.  Hoy nos toca a nosotros encontrar la inteligencia y la fuerza para preparar un camino para el Señor, de modo que sea posible percibir su presencia dentro de la Iglesia y, por lo tanto, también dentro de nuestra Orden. Ante un mundo cada vez más secularizado, una sociedad que elimina los valores cristianos, nosotros los creyentes, y especialmente aquellos que ostentan el título público de pertenecer a una Orden eclesiástica como la de la Orden de Malta, están llamados a dar con su propio testimonio de vida respuestas creíbles y atrayentes. El mundo, pobre de Dios, sediento de verdad, necesita más que nunca gente que muestren el camino para encontrar una vida salvada, una vida significativa. Todos debemos ser conscientes de que pertenecer a la Orden de Malta no es un privilegio, no es un título honorífico del que presumir ante el mundo, sino un don de Dios, que hay que recibir con gratitud y humildad. El don en la economía de la salvación siempre está acompañado por la asignación de una misión. Una persona bautizada no puede mantener la fe para sí misma, sino que debe compartirla con los demás. Un miembro de la Orden de Malta no puede contemplarse a sí mismo y los éxitos logrados, sino que debe esforzarse diariamente para asimilar el carisma y dejarse llevar por la preocupación de vivir sus características específicas de manera coherente: la tuitio fidei y el obsequium pauperum. Queridos hermanos, no podemos dispersar los dones de Dios, no podemos derrochar  la obra de Dios que se nos ha dado. Frente a Dios, debemos preguntarnos si cada uno de nosotros contribuye a garantizar que la Orden de Malta refleje el carisma original en su esencia y si el compromiso de reforma en vigor tiene como objetivo hacer visible, incluso en sus estructuras organizativas, la misión que el Señor le ha encomendado. Una misión que debe contar con personas límpidas, generosas, desinteresadas, fieles a la Iglesia y apasionadas por Dios”.
“Son numerosas las  actividades caritativas y de asistencia que los miembros de la Orden llevan a cabo en todo el mundo y de las cuales se puede estar justamente orgulloso. Permitidme recordaros que a través de estas actividades están llamados a ser precursores y centinelas en las lindes de los desiertos modernos de la humanidad. A imitación de San Juan Bautista, desterrad de vuestro corazón la tentación de manipularlas  para obtener  consenso en torno a vosotros, haced, en cambio, que sirvan para indicar siempre y solo a Jesucristo como la única razón de vuestra  misión y la única esperanza del mundo. Entonces vuestro testimonio será verdaderamente auténtico, profundo, cristianamente creíble”.
“Pidamos al Señor el don de la perseverancia, para dar testimonio de la fe en Cristo con palabras y gestos de esperanza y caridad. A todos se nos pide que seamos cada día, en los diversos entornos existenciales (familia, trabajo, lugares de reunión y ocio), testigos alegres de los dones del Jesús resucitado y, sobre todo, de la nueva vida que nos dio en su resurrección. ¡Que este sea vuestro deseo constante! Os lo deseo de corazón, mientras os doy las gracias por vuestro precioso servicio al Evangelio y a la Iglesia, enriquecido por la fidelidad perseverante al Santo Padre, por quien queremos orar en esta santa misa, como un signo de devoción filial hacia su persona y de sincera adhesión a su magisterio”.
© Librería Editorial Vaticana

domingo, 23 de junio de 2019

Natividad de san Juan Bautista (24 de junio)


Natividad de san Juan Bautista

fecha: 24 de junio
hagiografía: Abel Della Costa
Elogio: Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.
Patronazgos: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades, entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia, el miedo.
Tradiciones, refranes, devociones: Hay decenas de refranes que tienen a san Juan como tema, generalmente climatológicos; he seleccionado unos pocos, de los que hay, a su vez, muchas variantes:
Agua por San Juan, quita vino y no da pan.
Al fin y al cabo por San Juan, verano.
Hasta San Juan no te quites el gabán.
No hay verano hasta San Juan, ni invierno hasta Navidad.
Noche de San Juan, noche de sanjuanadas, total, nada.
Enero heloso, Febrero nevoso, Marzo ventoso, Abril lluvioso, Mayo pardo y San Juan claro, labrador prepara los bueyes y el carro.
Oración: Oh Dios, que suscitaste a san Juan Bautista para que preparase a Cristo, el Señor, un pueblo bien dispuesto, concede a tu familia el don de la alegría espiritual y dirige la voluntad de tus hijos por el camino de la salvación y de la paz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte que, en realidad, es el día del nacimiento, del gran nacimiento a la vida eterna; pero que, en el caso de san Juan Bautista le conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre y anunció a Cristo ya antes de nacer (Sermón 292,1).
Efectivamente, es digno de celebrarse el nacimiento de Juan Bautista, y así nos lo enseña el propio Evangelio, que tan reacio es a contar anécdotas o hechos meramente circunstanciales, y sin embargo dedica en San Lucas un largo capítulo, el primero de su obra, al nacimiento milagroso del Precursor. Es que la llegada de Juan no es un acontecimiento menor ni circunstancial en la vida de Jesús ni en el anuncio del Evangelio.
En cuanto a los hechos relacionados con el nacimiento, no es posible ir más allá de lo que narra Lucas 1; ninguna biografía ni indagación histórica podría explicar de otra manera lo que con sencillez, pero con solemne rotundidad se afirma en ese capítulo: «El ángel dijo: "No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto."»
Ante hechos como estos no tiene demasiado sentido preguntarse, «¿pero habrá sido exactamente así, o tal vez de otra manera?» Sea cual sea la «manera» (y no hay duda que un evangelio, como escrito que es, acomoda literariamente los hechos a un plan narrativo, a un estilo, y a un interés de la narración), el hecho permanece: en el plan salvador de Dios era completamente necesario el Precursor. Dios mismo proveyó de ese Precursor a los hombres, y lo proveyó de manera milagrosa.
Pero sí cabe que nos preguntemos ¿por qué era necesario un precursor? ¿en que consiste ese «plan salvador» que hacía necesario un precursor? El Precursor era necesario porque en los hechos de la historia de la salvación nada de lo que afectará al hombre ocurre sin la ayuda del hombre, ¡ni siquiera Dios podía salvar al hombre sin hacerse primero hombre! Pero no sólo eso, no bastaba que Dios se hiciera hombre, sino que es necesario de toda necesidad que, para que esa salvación sea auténticamente divina, venga anunciada por una palabra completamente humana, una palabra que no se dude que viene de un hombre.
Así es la Ley que rige el encuentro de Dios con el hombre, la Ley promulgada por el propio Dios al revelarse en una «literatura sagrada», en una palabra de hombres que es a la vez Palabra de Dios. Ampliando el principio que ya enunciaba san Agustín deberemos decir que Dios, que creó al hombre sin el concurso de hombres, no hizo nada más sin el concurso de nosotros los hombres, ni siquiera nacer humanamente para salvarnos. Todo, absolutamente todo lo que Dios vino a decirnos a los hombres, y a obrar entre nosotros y en nuestro favor, necesita ser humanado, hecho verdaderamente de hombres y entre los hombres, para ser verdaderamente de Dios.
Por eso la esperanza de Israel había ido entresacando de las profecías antiguas una «loca idea», que llegó a hacerse incluso explícita con el profeta Malaquías: aquel mismo profeta Elías que había sido tan misteriosamente arrebatado al cielo en un carro de fuego (2Re 2,11), aquel «Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» -como lo llama su discípulo Eliseo- volvería antes del fin para anunciar el juicio del mundo y la restauración final de Israel. «He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible.» (Malaquías 3,23)
Aunque había muchas voces apocalípticas en época de Jesús, muchos que anunciaban el fin de una era, el juicio de Dios, e incluso predicaban la necesidad de realizar gestos de penitencia, como el lavado simbólico que ofrece Juan, en ninguno de ellos vio la fe apostólica la mano de Dios sino en Juan. Hubiera sido práctico y «consensual» para la fe cristiana hacer un «pool» de anuncios de salvación y declarar «¿véis como todos estos lo anuncian? tantos lo dicen, tan cierto debe ser» Sin embargo la fe apostólica no hizo esa tan conveniente encuesta, no le importó si era uno o muchos los que anunciaban la llegada del Cristo, le importó que lo anunciado fuera verdad, y por eso la fe apostólica conservó como un tesoro esa frase de Jesús: «Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan» (Lc 7,28); aunque en seguida agrega «sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él», porque en toda su grandeza, Juan sigue perteneciendo al mundo del Antiguo Testamento, a la promesa, no al cumplimiento, al signo, no al significado. Y con esos rasgos nos es presentado, con los rasgos del signo del Antiguo Testamento: se alimenta a langostas y miel silvestre, vive en el desierto, se viste de pieles de animales salvajes, reuniendo en sí las figuras de Sansón, Elías, y como el Arca de Dios que, antes de habitar en su verdadero templo, vive «envuelta en pieles» (2Samuel 7,2)

Sobre la fecha de la celebración

Es evidente que la tradición quiso relacionar cronológicamente la celebración del nacimiento del Precursor con el nacimiento histórico de Jesús, y así que la Virgen permaneció junto a Isabel tres meses, hasta que naciera el Bautista, luego de recibir su propio anuncio del Ángel, y puesta la celebración de la Navidad convencionalmente el 25 de diciembre, adquirieron su definido lugar el 25 de marzo la Anunciación, y debería haber sido el 25 de junio el del nacimiento del Bautista. Sin embargo, desde el principio tuvo su día el 24 de junio. Al respecto observa el Butler:
El Nacimiento de san Juan Bautista fue una de las primeras fiestas religiosas que encontraron un lugar definido en el calendario de la Iglesia; el lugar que ocupa hasta hoy: el 24 de junio. La primera edición del Hieronymianum lo localiza en esta fecha y subraya que la fiesta conmemora el nacimiento «terrenal» del Precursor. El mismo día está indicado en el Calendario Cartaginés, pero en tiempos anteriores ya hablaba del asunto san Agustín en los sermones que pronunciaba durante esta festividad. San Agustín hacía ver que la conmemoración está suficientemente señalada, en la época del año, por las palabras del Bautista, registradas en el cuarto Evangelio: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya». El santo doctor descubre la propiedad de esa frase al indicar que, tras el nacimiento de san Juan, los días comienzan a ser más cortos, mientras que, después del nacimiento de Nuestro Señor, los días pasan a ser más largos [claro que esta observación sólo vale en el hemisferio norte]. Probablemente Duchesne tenga razón cuando afirma que la relación de esta fiesta con el 24 de junio se originó en el Occidente y no en el Oriente. «Es necesario hacer notar, expresa Duchesne, que la festividad se fijó el 24 y no el 25 de junio, por lo que podríamos preguntarnos por qué razón no se adoptó la segunda fecha que hubiese dado exactamente, el intervalo de seis meses entre la edad del Bautista y la de Cristo. La razón es, dice luego, que se hicieron los cálculos de acuerdo con el calendario romano, donde el 24 de junio es el "octavo kalendas Julii", así como el 25 de diciembre es el "octavo kalendas Januarii". Por regla general, en Antioquía y en todo el Oriente, los días del mes se numeraban en sucesión continua, desde el primero, tal como nosotros lo hacemos y, el 25 de junio habría correspondido al 25 de diciembre, sin tener en cuenta que junio tiene treinta días y diciembre treinta y uno. Pero de la misma manera que la fecha romana de Navidad fue adoptada en Antioquía (muy posiblemente en razón de la amistad de san Juan Crisóstomo con san Jerónimo), durante los últimos veinticinco años del siglo cuarto, se adoptó también la fecha para conmemorar el nacimiento del Bautista en Antioquía, Constantinopla y todas las otras grandes iglesias del oriente, en el mismo día en que se conmemoraba en Roma.
La presencia del personaje del Bautista en la tradición cristiana es enorme, y sería muy difícil indicar una bibliografía específica. Los sermones de san Agustín nn 287 y siguientes, que tratan la figura del Bautista, siguen siendo meditaciones preciosas, valiosísimas, y de ninguna manera difíciles de seguir si se quiere penetrar espiritualmente en el personaje, mucho más de lo que lo haríamos con dudosos panegíricos piadosos de escritura posterior. Toda la información «histórica» sobre el personaje está contenida en Lucas, su significación doctrinaria, en cambio, repartida entre los cuatro evangelios, siempre con la impronta de la referencia a Elías. Para comprender mejor el fondo literario de las historias lucanas sobre Juan conviene leer, de Raymond Brown, «El nacimiento del Mesías». Cualquier introducción actual al Evangelio de Juan (incluida la del propio Brown) trata la cuestión del grupo de los discípulos del Bautista y cómo incidieron en la constitución de los primeros seguidores de Jesús. Al igual que la bibliografía, la iconografía cristiana sobre el Bautista es inmensa; he seleccionado tres vidrieras de distintas épocas tomadas de la extensísima Galería de Lawrence OP

Abel Della Costa
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martes, 29 de agosto de 2017

Memoria del martirio de San Juan Bautista (29 de agosto)

Memoria del martirio de San Juan Bautista



El martirio de san Juan Bautista
Memoria del martirio de san Juan Bautista, a quien el rey Herodes Antipas retuvo encarcelado en la fortaleza de Maqueronte, en el actual Israel, y al cual mandó decapitar en el día de su cumpleaños, a petición de la hija de Herodías. De esta suerte, el Precursor del Señor, como lámpara encendida y resplandeciente, tanto en la muerte como en la vida dio testimonio de la verdad.
patronazgo: San Juan Bautista es patrono de muchos países, regiones y ciudades, entre ellos Malta y Jordania. También de muchos oficios: tejedores, curtidores, peleteros, talabarteros, trabajadores del alimento, bodegueros, toneleros, carpinteros, arquitectos, albañiles, canteros, deshollinadores, herreros, pastores, agricultores, cantantes, bailarines, músicos, exhibidores de cine, comunicadores de masas; protector también de los corderos, las ovejas, los animales de compañía y las vides; para invocar contra el alcoholismo, los dolores de cabeza, mareos, ansiedad, epilepsia, espasmos, ronquera, enfermedades de la infancia, el miedo.
Año 30  Herodes Antipaz había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos porque esta muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano.
Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como esta porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más a quien se atrevía a echarles en cara sus errores.   Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él.
Pero la adúltera Heroidas estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubina que era pecado esa vida que estaban llevando.   Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido.
Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado) y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.  
Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Heroidas empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.  
Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores: "Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar". El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente.Ese era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral.
Fue un verdadero mártir.  
Señor: te rogamos por tantas parejas que viven sin casarse y en pecado. Perdónales y concédeles la verdadera conversión. Y te suplicamos que nunca dejes de enviarnos valientes predicadores, que como Juan Bautista no dejen a los pecadores estar tranquilos en su vida de pecado por que los puede llevar a la perdición, y que despierten las conciencias de sus oyentes para que cada uno prefiera morir antes que pecar.

viernes, 24 de junio de 2016

Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista (´24 de junio)

Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista



 Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista
Solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista, Precursor del Señor, que, estando aún en el seno materno, al quedar lleno del Espíritu Santo exultó de gozo por la próxima llegada de la salvación del género humano. Su nacimiento profetizó la Natividad de Cristo el Señor, y su existencia brilló con tal esplendor de gracia, que el mismo Jesucristo dijo no haber entre los nacidos de mujer nadie tan grande como Juan el Bautista.
San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte que, en realidad, es el día del nacimiento, del gran nacimiento a la vida eterna; pero que, en el caso de san Juan Bautista le conmemora el día de su nacimiento, porque fue santificado en el vientre de su madre y anunció a Cristo ya antes de nacer (Sermón 292,1).
Efectivamente, es digno de celebrarse el nacimiento de Juan Bautista, y así nos lo enseña el propio Evangelio, que tan reacio es a contar anécdotas o hechos meramente circunstanciales, y sin embargo dedica en San Lucas un largo capítulo, el primero de su obra, al nacimiento milagroso del Precursor. Es que la llegada de Juan no es un acontecimiento menor ni circunstancial en la vida de Jesús ni en el anuncio del Evangelio.
En cuanto a los hechos relacionados con el nacimiento, no es posible ir más allá de lo que narra Lucas 1; ninguna biografía ni indagación histórica podría explicar de otra manera lo que con sencillez, pero con solemne rotundidad se afirma en ese capítulo: «El ángel dijo: "No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto."»
Ante hechos como estos no tiene demasiado sentido preguntarse, «¿pero habrá sido exactamente así, o tal vez de otra manera?» Sea cual sea la «manera» (y no hay duda que un evangelio, como escrito que es, acomoda literariamente los hechos a un plan narrativo, a un estilo, y a un interés de la narración), el hecho permanece: en el plan salvador de Dios era completamente necesario el Precursor. Dios mismo proveyó de ese Precursor a los hombres, y lo proveyó de manera milagrosa.
Pero sí cabe que nos preguntemos ¿por qué era necesario un precursor? ¿en que consiste ese «plan salvador» que hacía necesario un precursor? El Precursor era necesario porque en los hechos de la historia de la salvación nada de lo que afectará al hombre ocurre sin la ayuda del hombre, ¡ni siquiera Dios podía salvar al hombre sin hacerse primero hombre! Pero no sólo eso, no bastaba que Dios se hiciera hombre, sino que es necesario de toda necesidad que, para que esa salvación sea auténticamente divina, venga anunciada por una palabra completamente humana, una palabra que no se dude que viene de un hombre.
Así es la Ley que rige el encuentro de Dios con el hombre, la Ley promulgada por el propio Dios al revelarse en una «literatura sagrada», en una palabra de hombres que es a la vez Palabra de Dios. Ampliando el principio que ya enunciaba san Agustín deberemos decir que Dios, que creó al hombre sin el concurso de hombres, no hizo nada más sin el concurso de nosotros los hombres, ni siquiera nacer humanamente para salvarnos. Todo, absolutamente todo lo que Dios vino a decirnos a los hombres, y a obrar entre nosotros y en nuestro favor, necesita ser humanado, hecho verdaderamente de hombres y entre los hombres, para ser verdaderamente de Dios.
Por eso la esperanza de Israel había ido entresacando de las profecías antiguas una «loca idea», que llegó a hacerse incluso explícita con el profeta Malaquías: aquel mismo profeta Elías que había sido tan misteriosamente arrebatado al cielo en un carro de fuego (2Re 2,11), aquel «Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo!» -como lo llama su discípulo Eliseo- volvería antes del fin para anunciar el juicio del mundo y la restauración final de Israel. «He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible.» (Malaquías 3,23)
Aunque había muchas voces apocalípticas en época de Jesús, muchos que anunciaban el fin de una era, el juicio de Dios, e incluso predicaban la necesidad de realizar gestos de penitencia, como el lavado simbólico que ofrece Juan, en ninguno de ellos vio la fe apostólica la mano de Dios sino en Juan. Hubiera sido práctico y «consensual» para la fe cristiana hacer un «pool» de anuncios de salvación y declarar «¿véis como todos estos lo anuncian? tantos lo dicen, tan cierto debe ser» Sin embargo la fe apostólica no hizo esa tan conveniente encuesta, no le importó si era uno o muchos los que anunciaban la llegada del Cristo, le importó que lo anunciado fuera verdad, y por eso la fe apostólica conservó como un tesoro esa frase de Jesús: «Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que Juan» (Lc 7,28); aunque en seguida agrega «sin embargo el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él», porque en toda su grandeza, Juan sigue perteneciendo al mundo del Antiguo Testamento, a la promesa, no al cumplimiento, al signo, no al significado. Y con esos rasgos nos es presentado, con los rasgos del signo del Antiguo Testamento: se alimenta a langostas y miel silvestre, vive en el desierto, se viste de pieles de animales salvajes, reuniendo en sí las figuras de Sansón, Elías, y como el Arca de Dios que, antes de habitar en su verdadero templo, vive «envuelta en pieles» (2Samuel 7,2)

Sobre la fecha de la celebración

Es evidente que la tradición quiso relacionar cronológicamente la celebración del nacimiento del Precursor con el nacimiento histórico de Jesús, y así que la Virgen permaneció junto a Isabel tres meses, hasta que naciera el Bautista, luego de recibir su propio anuncio del Ángel, y puesta la celebración de la Navidad convencionalmente el 25 de diciembre, adquirieron su definido lugar el 25 de marzo la Anunciación, y debería haber sido el 25 de junio el del nacimiento del Bautista. Sin embargo, desde el principio tuvo su día el 24 de junio. Al respecto observa el Butler:
El Nacimiento de san Juan Bautista fue una de las primeras fiestas religiosas que encontraron un lugar definido en el calendario de la Iglesia; el lugar que ocupa hasta hoy: el 24 de junio. La primera edición del Hieronymianum lo localiza en esta fecha y subraya que la fiesta conmemora el nacimiento «terrenal» del Precursor. El mismo día está indicado en el Calendario Cartaginés, pero en tiempos anteriores ya hablaba del asunto san Agustín en los sermones que pronunciaba durante esta festividad. San Agustín hacía ver que la conmemoración está suficientemente señalada, en la época del año, por las palabras del Bautista, registradas en el cuarto Evangelio: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya». El santo doctor descubre la propiedad de esa frase al indicar que, tras el nacimiento de san Juan, los días comienzan a ser más cortos, mientras que, después del nacimiento de Nuestro Señor, los días pasan a ser más largos [claro que esta observación sólo vale en el hemisferio norte]. Probablemente Duchesne tenga razón cuando afirma que la relación de esta fiesta con el 24 de junio se originó en el Occidente y no en el Oriente. «Es necesario hacer notar, expresa Duchesne, que la festividad se fijó el 24 y no el 25 de junio, por lo que podríamos preguntarnos por qué razón no se adoptó la segunda fecha que hubiese dado exactamente, el intervalo de seis meses entre la edad del Bautista y la de Cristo. La razón es, dice luego, que se hicieron los cálculos de acuerdo con el calendario romano, donde el 24 de junio es el "octavo kalendas Julii", así como el 25 de diciembre es el "octavo kalendas Januarii". Por regla general, en Antioquía y en todo el Oriente, los días del mes se numeraban en sucesión continua, desde el primero, tal como nosotros lo hacemos y, el 25 de junio habría correspondido al 25 de diciembre, sin tener en cuenta que junio tiene treinta días y diciembre treinta y uno. Pero de la misma manera que la fecha romana de Navidad fue adoptada en Antioquía (muy posiblemente en razón de la amistad de san Juan Crisóstomo con san Jerónimo), durante los últimos veinticinco años del siglo cuarto, se adoptó también la fecha para conmemorar el nacimiento del Bautista en Antioquía, Constantinopla y todas las otras grandes iglesias del oriente, en el mismo día en que se conmemoraba en Roma.
 Los sermones de san Agustín nn 287 y siguientes. Toda la información «histórica» sobre el personaje está contenida en Lucas, su significación doctrinaria, en cambio, repartida entre los cuatro evangelios, siempre con la impronta de la referencia a Elías.  Raymond Brown, «El nacimiento del Mesías». Cualquier introducción actual al Evangelio de Juan (incluida la del propio Brown) trata la cuestión del grupo de los discípulos del Bautista y cómo incidieron en la constitución de los primeros seguidores de Jesús. Al igual que la bibliografía, la iconografía cristiana sobre el Bautista es inmensa; he seleccionado tres vidrieras de distintas épocas tomadas de la extensísima Galería de Lawrence OP