jueves, 30 de enero de 2020

Beata Candelaria de San José, virgen y fundadora (31 de enero)


Beata Candelaria de San José, virgen y fundadora

fecha: 31 de enero
n.: 1863 - †: 1940 - país: Venezuela
otras formas del nombre: Candelaria Paz-Castillo Ramírez
canonización: 
B: Benedicto XVI 27 abr 2008
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Altagracia de Orituco, Venezuela, beata Candelaria de San José (Paz Castillo Ramírez), virgen, fundadora de las Hermanas Carmelitas de la Candelaria.
Susana Paz Castillo Ramírez, tercera hija del matrimonio de Francisco de Paula Paz Castillo y María del Rosario Ramírez, nació en Altagracia de Orituco (Estado Guárico, Venezuela), el 11 de agosto de 1863. Su padre era un hombre recto y honrado, de gran corazón y profundamente cristiano; gozaba del aprecio y estima de todos los habitantes; poseía conocimientos de medicina naturista y los empleaba para ayudar a mucha gente que solicitaba sus servicios. Su madre era una persona piadosa, trabajadora y honrada. Tanto ella como don Francisco brindaron a sus hijos una educación tan esmerada como lo permitían las circunstancias de su tiempo. En el aspecto cristiano fue óptima: les infundieron el ejemplo y la palabra, la solidaridad y la responsabilidad en las prácticas de la fe cristiana y valores humanos. Su instrucción académica, aunque escasa y deficiente, propia de la época que le tocó vivir, no fue un impedimento para su formación integral: frecuentó una escuela particular donde dio sus primeros pasos en la escritura y el cultivo de su apasionamiento por la lectura. Además, aprendió corte y confección y toda clase de labores, especialmente bordados. Este aprendizaje fue un valioso recurso para su posterior servicio a los más necesitados. Su padre murió el 23 de noviembre de 1870, cuando Susana contaba con 7 años de edad. Cuando murió su madre, el 24 de diciembre de 1887, Susana, que tenía 24 años, asumió las responsabilidades de diligente ama de casa. A la vez, se encargaba de practicar la caridad con los enfermos y heridos que recogía y cuidaba en una casa semi-abandonada, adjunta a la iglesia parroquial.
Junto con otras jóvenes de su pueblo y con el apoyo de un grupo de médicos y del padre Sixto Sosa, párroco de Altagracia de Orituco, fundó un hospital para atender a todos los necesitados. Allí, en hamacas y catres de lona, que ella misma confeccionaba, los atendía. Con la fundación de este centro de salud, en 1903, se dio inicio a la familia religiosa de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia, actualmente denominada Hermanas Carmelitas de la Madre Candelaria. El 13 de septiembre de 1906, con autorización del obispo diocesano, la madre Susana hizo su profesión religiosa tomando el nombre de Candelaria de San José. El 31 de diciembre de 1910 nació oficialmente la congregación de las Hermanitas de los Pobres de Altagracia con la profesión de las primeras seis hermanas, en manos de mons. Felipe Neri Sendrea, quien confirmó a la madre Candelaria como superiora general. En diciembre de 1916 emitió sus votos perpetuos en Ciudad Bolívar.
Su vida transcurrió entre los pobres; se distinguió por una profunda humildad, una inagotable caridad con ellos, y una profunda vida de fe, oración y amor a la Iglesia. Además de su esmerada atención por los enfermos, se preocupó por la educación de los niños, tarea que dejó como legado a sus hijas carmelitas. La madre Candelaria era una religiosa de carácter afable, recogida, de baja y modesta mirada; siempre dejaba suavidad en cuantos la escuchaban cuando departía su cordial y amena conversación. Dos cosas llamaban poderosamente la atención en ella: su profunda humildad y su inagotable caridad. Tenía una gran sensibilidad ante las desgracias ajenas; nunca decía "no" a nadie, sobre todo cuando se trataba de enfermos pobres y abandonados. Otra característica de su entrega era la alegría; todo lo hacía con amor y una confianza sin límites en la divina Providencia. Sus grandes amores fueron Jesús crucificado y la santísima Virgen. Recorrió muchos kilómetros en busca de recursos para el sostenimiento de sus obras y fundando nuevas comunidades que respondieran a las necesidades del momento.
Gobernó la congregación durante 35 años, desde su fundación hasta el capítulo general de 1937, en el que le sucedió en el cargo la madre Luisa Teresa Morao. Los últimos años de la madre Candelaria estuvieron marcados por el dolor y la enfermedad. No obstante, después de dejar el cargo de superiora general, aceptó seguir prestando sus servicios a la congregación como maestra de novicias. Tenía plena conciencia de su enfermedad, pero con increíble paciencia soportaba los dolores y daba pruebas de conformidad con la voluntad de Dios. Pedía al Señor poder morir con el nombre de Jesús en los labios, y así fue. En la madrugada del 31 de enero de 1940 tuvo un vómito de sangre. Tras pronunciar tres veces el nombre de Jesús, entregó su alma al Creador. Fue beatificada el 27 de abril de 2008.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_4755

San Juan Bosco, presbítero y fundador (31 de enero)


San Juan Bosco, presbítero y fundador

fecha: 31 de enero
Santos del día,n.: 1815 - †: 1888 - país: Italia
otras formas del nombre: Don Bosco
canonización: 
B: Pío XI 2 jun 1929 - C: Pío XI 1 abr 1934
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez dura, fue ordenado sacerdote, y en la ciudad de Turín se dedicó esforzadamente a la formación de los adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Domènica Mazzarello, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo, en este día, en la misma ciudad de Turín, en Italia.
Patronazgos: patrono de la juventud, de los estudiantes, de la pastoral de juventud, de los educadores, de los editores y de los magos.

Oración: Señor, tú que has suscitado en san Juan Bosco un padre y un maestro para la juventud, danos también a nosotros un celo infatigable y un amor ardiente, que nos impulse a entregarnos al bien de los hermanos y a servirte a ti en ellos con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario. Tales fueron las palabras que el Papa Pío XI dijo sobre Don Bosco.
Juan Melchor había nacido en 1815, y era el menor de los hijos de un campesino piamontés. Su padre murió cuando Juan sólo tenía dos años. Su madre, santa y laboriosa mujer, que debió luchar mucho para sacar adelante u sus hijos, se hizo cargo de su educación. A los nueve años de edad, un sueño que el rapazuelo no olvidó nunca, le reveló su vocación. Más adelante, en todos los períodos críticos de su vida, una visión del cielo le indicó siempre el camino que debía seguir. En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños. Súbitamente apareció una misteriosa mujer que le dijo: «¡No, no; tienes que ganártelos por el amor! Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas». Cuando la señora pronunció estas palabras los niños se convirtieron, primero en bestias feroces y luego en ovejas. El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo. Para ganárselos, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias, en las que llegó a ser muy ducho. Un domingo por la mañana, un acróbata ambulante dio una función pública y los niños no acudieron a la iglesia; Juan Bosco desafió al acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a la misa. Durante las semanas que vivió con una tía que prestaba servicios en casa de un sacerdote, Juan Bosco aprendió a leer. Tenía un gran deseo de ser sacerdote, pero hubo de vencer numerosas dificultades antes de poder empezar sus estudios. A los dieciséis años, ingresó finalmente en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables. El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y otro, un par de zapatos. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al seminario mayor de Turín y allí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir los domingos a un grupo de chiquillos y mozuelos abandonados de la ciudad.
San José Cafasso, cura de la parroquia anexa al seminario mayor de Turín, confirmó a Juan Bosco en su vocación, explicándole que Dios no quería que fuese a las misiones extranjeras: «Desempaca tus bártulos -le dijo-, y prosigue tu trabajo con los chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti». El mismo Don Cafasso le puso en contacto con los ricos que podían ayudarle con limosnas para su obra, y le mostró las prisiones y los barrios bajos en los que encontraría suficientes clientes para aprovechar los donativos de los ricos. El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la marquesa di Barola, la rica y caritativa mujer que socorrió a Silvio Pellico cuando éste salió de la prisión. Los domingos, Don Bosco no tenía trabajo de modo que podía ocuparse de sus chicos, a los que consagraba el día entero en una especie de escuela y centro de recreo, que él llamó «Oratorio Festivo». Pero muy pronto, la marquesa le negó el permiso de reunir a los niños en sus terrenos, porque hacían ruido y destruían las flores. Durante un año, Don Bosco y sus chiquillos anduvieron «de Herodes a Pilatos», porque nadie quería aceptar ese pequeño ejército de más de un centenar de revoltosos muchachos. Cuando Don Bosco consiguió, por fin, alquilar un viejo granero, y todo empezaba a arreglarse, la marquesa, que a pesar de su generosidad tenía algo de autócrata, le exigió que escogiera entre quedarse con su tropa o con su puesto en el refugio para muchachas. El santo escogió a sus chicos.
En esos momentos críticos, le sobrevino una pulmonía, cuyas complicaciones estuvieron a punto de costarle la vida. En cuanto se repuso, fue a vivir en unos cuartuchos miserables de su nuevo oratorio, en compañía de su madre, y allí se entregó, con toda el alma, a consolidar y extender su obra. Dio forma acabada a una escuela nocturna, que había inaugurado el año precedente, y como el oratorio estaba lleno a reventar, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín. Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya treinta o cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Los chicos llamaban a la madre de Don Bosco «Mamá Margarita». Pero Don Bosco cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía a sus chicos se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros: el de los zapateros y el de los sastres, fueron inaugurados en 1853.
El siguiente paso fue construir una iglesia, consagrada a San Francisco de Sales. Después vino la construcción de una casa para la enorme familia. El dinero no faltaba, a veces, por verdadero milagro. Don Bosco distinguía dos grupos entre sus chicos: el de los aprendices, y el de los que daban señales de una posible vocación sacerdotal. Al principio iban a las escuelas del pueblo; pero con el tiempo, cuando los fondos fueron suficientes, Don Bosco instituyó los cursos técnicos y los de primeras letras en el oratorio. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. Con su extraordinario don de simpatía y de leer en los corazones, Don Bosco ejercía una influencia ilimitada sobre sus chicos, de suerte que podía gobernarles con aparente indulgencia y sin castigos, para gran escándalo de los educadores de su tiempo. Además de este trabajo, Don Bosco se veía asediado de peticiones para que predicara, la fama de su elocuencia se había extendido enormemente a causa de los milagros y curaciones obradas por la intercesión del santo. Otra forma de actividad, que ejerció durante muchos años, fue la de escribir libros para el gusto popular, pues estaba convencido de la influencia de la lectura. Unas veces se trataba de una obra de apologética, otras de un libro de historia, de educación o bien de una serie de lecturas católicas. Este trabajo le robaba gran parte de la noche y al fin, tuvo que abandonarlo, porque sus ojos empezaron a debilitarse.
El mayor problema de Don Bosco, durante largo tiempo, fue el de encontrar colaboradores. Muchos jóvenes sacerdotes entusiastas, ofrecían sus servicios, pero acababan por cansarse, ya fuese porque no lograban dominar los métodos impuestos por Don Bosco, o porque carecían de su paciencia para sobrellevar las travesuras de aquel tropel de chicos mal educados y frecuentemente viciosos, o porque perdían la cabeza al ver que el santo se lanzaba a la construcción de escuelas y talleres, sin contar con un céntimo. Aun hubo algunos que llevaron a mal que Don Bosco no convirtiera el oratorio en un club político para propagar la causa de «La Joven Italia». En 1850, no quedaba a Don Bosco más que un colaborador y esto lo decidió a preparar, por sí mismo, a sus futuros colaboradores. Así fue como santo Domingo Savio ingresó en el oratorio, en 1854.
Por otra parte, Don Bosco había acariciado siempre la idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. «En la noche del 26 de enero de 1854 -escribe uno de los testigos- nos reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban allí además, Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rúa. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda de Dios, íbamos a entrar en un período de trabajos prácticos de caridad para ayudar a nuestros prójimos. Al fin de ese período, estaríamos en libertad de ligarnos con una promesa, que más tarde podría transformarse en voto. Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía del gran obispo de Ginebra. El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que entonces. Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes religiosas. Sin embargo, fue el ministro Rattazzi, uno de los que más parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo ante el rey.
En diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidós compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta quince años después, junto con el permiso de ordenación para los candidatos del momento. La nueva congregación creció rápidamente: en 1863 había treinta y nueve salesianos; y a la muerte del fundador, eran ya 768. Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco, los Salesianos se extendieron por toda la América del Sur. Cuando san Juan Bosco murió, la congregación tenía veintiséis casas en el Nuevo Mundo y treinta y ocho en Europa. Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas de primera y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc. sin omitir las misiones extranjeras y el trabajo pastoral.
El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los Salesianos hacían por los niños. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos. La nueva comunidad se desarrolló casi tan rápidamente como la anterior y emprendió, además de otras actividades, la creación de escuelas de primera enseñanza en Italia, Brasil, Argentina y otros países. Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden, a la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres y mujeres de todas las clases sociales, que se obligaban a ayudar en alguna forma a los educadores salesianos.
El sueño o visión que tuvo Don Bosco en su juventud marcó toda su actividad posterior con los niños. Todo el mundo sabe que para trabajar con los niños, hay que amarlos; pero lo importante es que ese amor se manifieste en forma comprensible para ellos. Ahora bien, en el caso de Don Bosco, el amor era evidente, y fue ese amor el que le ayudó a formar sus ideas sobre el castigo, en una época en que nadie ponía en tela de juicio las más burdas supersticiones acerca de ese punto. Los métodos de Don Bosco consistían en desarrollar el sentido de responsabilidad, en suprimir las ocasiones de desobediencia, en saber apreciar los esfuerzos de los chicos, y en una gran amistad. En 1877 escribía: «No recuerdo haber empleado nunca un castigo propiamente dicho. Por la gracia de Dios, siempre he podido conseguir que los niños observen no sólo las reglas, sino aun mis menores deseos». Pero a esta cualidad se unía la perfecta conciencia del daño que puede hacer a los niños un amor demasiado indulgente, y así lo repetía constantemente Don Bosco a los padres. Una de las imágenes más agradables que suscita el nombre de Don Bosco es la de sus excursiones domingueras al bosque, con una parvada de rapazuelos. El santo celebraba la misa en alguna iglesita de pueblo, comía y jugaba con los chicos en el campo, les daba una clase de catecismo, y todo terminaba al atardecer, con el canto de las vísperas, pues Don Bosco creía firmemente en los benéficos efectos de la buena música.
El relato de la vida de Don Bosco quedaría trunco, si no hiciéramos mención de su obra de constructor de iglesias. La primera que erigió era pequeña y resultó pronto insuficiente para la congregación. El santo emprendió entonces la construcción de otra mucho más grande, que quedó terminada en 1868. A ésta siguió una gran basílica en uno de los barrios pobres de Turín, consagrada a San Juan Evangelista. El esfuerzo para reunir los fondos necesarios había sido inmenso; al terminar la basílica, el santo no tenía un céntimo y estaba muy fatigado, pero su trabajo no había acabado todavía. Durante los últimos años del pontificado de Pío IX, se había creado el proyecto de construir una iglesia del Sagrado Corazón en Roma, y el Papa había dado el dinero necesario para comprar el terreno. El sucesor de Pío IX se interesaba en la obra tanto como su predecesor, pero parecía imposible reunir los fondos para la construcción. «Es una pena que no podamos avanzar -dijo el papa al terminar un consistorio-; la gloria de Dios, el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de muchos fieles están comprometidos en la empresa. Y no veo cómo podríamos llevarla adelante».
-Yo puedo sugerir una manera de hacerlo -dijo el cardenal Alimonda.
-¿Cuál? -preguntó el papa.
-Confiar el asunto a Don Bosco.
-¿Y Don Bosco estaría dispuesto a aceptar?
-Yo le conozco bien -replicó el cardenal-; la simple manifestación del deseo de Vuestra Santidad será una orden para él.
La tarea fue propuesta a Don Bosco, quien la aceptó al punto. Cuando ya no pudo obtener más fondos en Italia, se trasladó a Francia, el país en que había nacido la devoción al Sagrado Corazón. Las gentes le aclamaban en todas partes por su santidad y sus milagros y el dinero le llovía. El porvenir de la construcción de la nueva iglesia estaba ya asegurado; pero cuando se aproximaba la fecha de la consagración, Don Bosco repetía que, si se retardaba demasiado, no estaría en vida para asistir a ella. La consagración de la iglesia tuvo lugar el 14 de mayo de 1887, y san Juan Bosco celebró allí la misa poco después. Pero sus días tocaban a su fin. Dos años antes, los médicos habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que la única solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para Don Bosco. A fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente; la muerte sobrevino el 31 de enero de 1888, cuando apenas comenzaba el día, de suerte que algunos autores escriben, sin razón, que Don Bosco murió al día siguiente de la fiesta de San Francisco de Sales (que en aquel momento se celebraba el 29 de enero). Cuarenta mil personas desfilaron ante su cadáver en la iglesia, y sus funerales fueron una especie de marcha triunfal, porque toda la ciudad de Turín salió a la calle a honrar a Don Bosco por última vez. Su canonización tuvo lugar en 1934.
La vida de Don Bosco, escrita en italiano por G. B. Lemoyne, ha tenido una popularidad enorme; pero la más conocida de todas es la de A. Auffray (1929). Existen en muchas lenguas numerosos estudios y biografías. La obra de G. Bonetti, St. John Bosco's Early Apostolate (1934), es un estudio exhaustivo de los primeros veinticinco años de sacerdocio del santo. En la Biblioteca de ETF se hallarán algunas de las obras fundamentales del santo.
Nota: según recoge un blog dedicado a la magia, san Juan Bosco realizaba trucos de magia para atraer a los niños y mantener su atención. Por ese motivo, en el II Congreso de Magia realizado en Segovia, España, en 1953, fue elegido patrono de estos artistas. Puede leerse la noticia contemporánea en la Hemeroteca del diario ABC (el dato del patronazgo se halla en la primera columna, hacia la mitad).

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_384

Santos del día 31 de enero

Santos del día 31 de enero
Pridie Kalendas februarii
   San Juan Bosco, presbítero y fundador (7 coms.) - Memoria litúrgica   
Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez dura, fue ordenado sacerdote, y en la ciudad de Turín se dedicó esforzadamente a la formación de los adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Domènica Mazzarello, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo, en este día, en la misma ciudad de Turín, en Italia.
Conmemoración de san Metrano, mártir en Alejandría de Egipto, que en tiempo del emperador Decio, por negarse a proferir palabras impías, como le exigían los paganos, primero fue cruelmente atormentado y después, conducido fuera de la ciudad, lapidado hasta la muerte.
En Corinto, ciudad de la Acaya, santos mártires Victorino, Víctor, Nicéforo, Claudio, Diodoro, Serapión y Papías, que en tiempo del emperador Decio consumaron su martirio después de innumerables suplicios.
También en la ciudad de Alejandría, santos mártires Ciro y Juan, los cuales, después de muchos tormentos, fueron decapitados por confesar a Cristo.
En Módena, ciudad de la Emilia, san Geminiano, obispo, que condujo a su Iglesia del error de los arrianos a la fe ortodoxa.
En Persia, pasión de san Abrahán, obispo de Arbelas, que en tiempo de Sápor, rey de los persas, fue decapitado por negarse a adorar al sol.
En la ciudad de Novara, en la Liguria, san Julio, presbítero.
   Santa Marcela, viuda (4 coms.)   
En Roma, conmemoración de santa Marcela, viuda, la cual, como recuerda san Jerónimo, abandonando sus riquezas y dignidades, se ennobleció con la pobreza y la humildad.
En Ferns, de Hibernia, san Maedóc o Aidano, obispo, que fue el fundador del monasterio de este lugar y se distinguió por su austeridad.
En el territorio de Coutances, en Neustria, san Waldo o Gaudo, obispo de Évreux.
En Viktorsberg, cerca de Rankwéil, en la Baviera meridional, san Eusebio, el cual, nacido en Irlanda, se hizo peregrino por Cristo y después fue monje en la abadía de San Gallo, terminando sus días como eremita.
En Roma, beata Luisa Albertoni, que educó cristianamente a sus hijos y, al morir su esposo, tras entrar en la Tercera Orden Regular de San Francisco, prestó ayuda a los necesitados, hasta el punto de que, de ser rica, llegó a la total pobreza.
En Nápoles, ciudad de la Campania, san Francisco Javier María Bianchi, presbítero de la Orden de Clérigos Regulares de San Pablo, quien, dotado de carismas místicos, convirtió a muchos a una vida conforme a la gracia del Evangelio.
En Nápoles, Italia, beata María Cristina de Saboya, reina de las Dos Sicilias y madre de familia, que dedicó su brevísima vida al ejercicio de la piedad cristiana y a la caridad con los pobres.
En Corea, santos mártires Agustín Pak Chong-won, catequista, junto con cinco compañeros, todos los cuales, por mantener fielmente la profesión de su fe cristiana, fueron decapitados después de sufrir diversos tormentos, glorificando así a Dios. Sus nombres son: santos Pedro Hong Pyong ju, catequista; María Yi In-dog, virgen; Magdalena Son So-byog, Águeda Yi Kyong-i y Águeda Kwon Chin-i.
En Altagracia de Orituco, Venezuela, beata Candelaria de San José (Paz Castillo Ramírez), virgen, fundadora de las Hermanas Carmelitas de la Candelaria.

miércoles, 29 de enero de 2020

Santos del día 30 de enero

Santos del día 30 de enero
Tertio Kalendas februarii
En Jerusalén, san Matías, obispo, que descansó en paz después de soportar muchos sufrimientos por la causa de Cristo.
En Edesa, de Osroene, san Barsimeo, obispo, que en tiempo del emperador Decio fue azotado por su fe en Cristo, y después, terminada la persecución y liberado de la cárcel, dedicó el resto de su vida a gobernar con total entrega la Iglesia a él encomendada.
En Roma, conmemoración de santa Martina, a quien el papa Dono dedicó una basílica a su nombre en el foro romano.
En el monasterio de Chelle, en el territorio de París, santa Batilde, reina, que fundó un cenobio bajo la Regla de san Benito, al estilo del monasterio de Luxeuil, y, a la muerte de su esposo Clodoveo II, gobernó el reino de los francos. Cuando asumió su hijo el poder, se retiró al citado monasterio y vivió hasta su muerte bajo la observancia de la Regla.
En el monasterio de Maubeuge, en Neustria, santa Aldegunda, abadesa, en tiempo del rey Dagoberto.
En la ciudad de Pavía, en la Lombardía, san Armentario, obispo, que colocó solemnemente en la basílica de San Pedro in Coelo Aureo el cuerpo de san Agustín, trasladado por el rey Liutprando.
Pasión de san Teófilo, llamado el Joven, mártir, que, siendo prefecto de la armada cristiana, fue apresado en Chipre y conducido a la presencia de Harun ar-Rashid, califa supremo de los sarracenos, y dado que ni las amenazas ni las promesas pudieron hacerle apostatar de Cristo, fue herido de muerte con la espada.
En la ciudad de Burgos, en Castilla la Vieja, san Lesmes, abad, que convirtió en monasterio la capilla de San Juan y el hospital de pobres contiguo.
En Dublín, en Irlanda, tránsito del beato Francisco Taylor, mártir, que, siendo padre de familia, pasó siete años en la cárcel a causa de su fe católica y, después de soportar tribulaciones en su ancianidad, terminó su martirio bajo el reinado de Jacobo I.
En Kamamoto, Japón, beatos Ogasawara Gen`ya, su esposa Miya Kagayama, sus nueve hijos y cuatro sirvientes, que después de sufrir destierro y persecución y de pasar cuarenta días en la cárcel, fueron decapitados en el patio del templo budista Zengo-In.
En Viterbo, en el Lacio, santa Jacinta Mariscotti, virgen de la Tercera Orden Regular de San Francisco, quien, después de perder quince años entregada a vanos placeres, abrazó con ardor la conversión y promovió confraternidades para la asistencia a los ancianos y para fomentar el culto a la Eucaristía.
En Turín, ciudad del Piamonte, en Italia, beato Sebastián Valfré, presbítero de la Congregación del Oratorio, que con su entrega desinteresada ayudó a pobres, enfermos y encarcelados, y condujo a muchos hacia Cristo con su amistad y su eximia caridad.
En Seúl, en Corea, san Pablo Ho Hyob, mártir, que, siendo soldado, fue encerrado en prisión por confesarse cristiano y, sometido a tormento, llegaron a ceder sus fuerzas, dando la impresión de retractarse, pero arrepentido y repuesto, él mismo se presentó ante el juez confirmando su fe en Cristo, por lo cual, encarcelado de nuevo, después de largo tiempo falleció a consecuencia del maltrato recibido.
En Tonkin, actual Vietnam, santo Tomás Khuong, presbítero y mártir, que en la persecución bajo el emperador Tu Duc confesó con gran fuerza de ánimo ser cristiano. Fue encarcelado y, finalmente, de rodillas ante la Cruz, lo mataron a hachazos.
En la ciudad de Guadalajara, en México, san David Galván Bermúdez, presbítero y mártir, que durante la persecución mexicana, por defender la santidad del matrimonio, obtuvo la corona del martirio al ser fusilado sin previo juicio por los soldados.
En Malonne, población de Bélgica, san Muciano María (Luis) Viaux, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó toda su vida, con constancia y generosidad, a la formación de los jóvenes.
En el monasterio de san Benito de Maredsous, también en Bélgica, beato Columba (José) Marmión, el cual, nacido en Irlanda y ordenado sacerdote, llegó a ser abad de aquel monasterio benedictino, donde se distinguió como padre del cenobio, guía de almas en el camino de la santidad, así como por su riqueza en doctrina espiritual y elocuencia.
En la localidad valenciana de Torrent, en España, beata Carmen García Moyón, mártir, maestra de la doctrina cristiana, que en la cruel persecución religiosa fue violada y quemada viva, a causa de su fe en Cristo.
En la ciudad de Gdeszyn, en Polonia, beato Segismundo Pisarski, presbítero y mártir, que en tiempo de guerra, por no renunciar a su fe ante los perseguidores, fue fusilado junto a la parroquia del lugar.
En Rovigo, Italia, beata María Bolognesi, laica, que ofreció sus sufrimientos físicos y espirituales por la salvación del prójimo.