sábado, 11 de enero de 2020

Bautizarse es decidir ser humano.(Domingo del Bautismo del Señor (12.01.2020): Mateo 3,13-17) y “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29) (Domingo 7º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (12.01.2020): Hch 6,1-15


Podríamos seguir hablando, inolvidable Leyente, del BALANCE, o del Año Nuevo, o de las Cabalgatas de los Magos y de las Magas... O, incluso, del Gobierno... Pero ya que el río pasa por aquí cerquita, hablaré del agua. El agua del bautismo, claro.

Algún día podré hablar de otras aguas. Hoy me pido hablar del agua del bautismo. Es decir, del bautismo o del Bautismo. 

No tengo ni idea aproximada de cómo van las estadísticas de los bautismos desde el año 1919, por ejemplo, hasta este año 2020, tan guapo. No me interesan los números, sino los contenidos.

Tampoco sé muy bien qué se piensa a tu alrededor, inolvidable Leyente, de este tema del Bautismo. Seguramente que este asunto ocupará el puesto nonagésimo noveno en los intereses del pueblo, por poner algo aproximado. Puesto que interesa tan poco, a ver si con estas líneas se revaloriza y avanzamos en el ranking del empoderamiento o de la excelencia. ¡Qué palabras tan empingorotadas!

Suelen decir los críticos más rigurosos en los estudios de los Evangelios que Jesús de Nazaret nunca institucionalizó un Bautismo y, menos aún, un sacramento del Bautismo para perdonar un pecado original inexistente ni para abrirse la puerta de entrada en una institución posterior que se llamó ‘iglesia’. Es muy posible que los críticos y más yo mismo estemos muy equivocados. Pero lo dejo escrito para que cada cual se lo medite más de una vez en esta semana.

En los Evangelios se habla de un judío llamado Juan el Bautista, porque bautizaba. Y lo hacía con agua, la del río Jordán. Y lo hacía así y allí para perdonar los pecados de las gentes de la religión judía que no deseaban gastarse sus dineros para comprar sacrificios para el Templo de Jerusalén y de sus Sacerdotes. Juan bautizaba y perdonaba pecados gratis.

En los Evangelios se habla de otro judío, galileo y laico, llamado Jesús de Nazaret que fue a ver a Juan y se bautizó con el bautismo de Juan. No sabemos si Jesús necesitaba perdón de algún pecado y bautismo. Sabemos que se bautizó. Y sabemos también que él no se dedicó a bautizar para perdonar pecados como Juan. Jesús perdonaba pecados sin bautismos...

¿Por qué, pues, apareció el bautismo y apareció como un sacramento? Porque después de Jesús apareció la iglesia y comenzó pronto a bautizar para separar a los que entraban de los que no entraban en la iglesia. Y, tal vez, por asegurar pronto la pertenencia a esa iglesia se comenzó a bautizar a los niños y se justificaba diciendo que así se les perdonaba un tremendo pecado original con el que morían todas las personas que no se bautizaban. Y según este bautismo se ordenaba también la vida no sólo del más acá, sino lo que era peor, también en el más allá eternamente definitivo.

Y por ahora ya no me alargo más. Otro día continuaré, porque este asunto tiene un larguísimo recorrido. Por ahora me quiero quedar con esto que comparto: Como Jesús fue a bautizarse con Juan siendo ya de unos treinta años, sería deseable empezar por bautizarse siendo ya un adulto, libre y responsable. Es decir, nunca antes de los dieciocho años. Y a ser posible bastante más tarde. Para comenzar la reforma ya es bastante con este primer paso... Continuará.

Tienes los comentarios aquí mismo. También en el archivo adjunto.
Hasta dentro de unos días...

Domingo del Bautismo del Señor (12.01.2020): Mateo 3,13-17
Bautizarse es decidir ser humano. Lo medito y lo escribo CONTIGO,

Después de celebrar la fiesta de Reyes, la Iglesia nos propone la celebración y recuerdo del acontecimiento del Bautismo de Jesús de Nazaret. Es decir, debemos saber todos que Jesús se bautizó y debemos ser conscientes de qué significa ser o estar bautizado. Quiero decir de entrada que con la institucionalización del ‘Bautismo de niños’ se perdió para siempre el mensaje evangélico a propósito del bautismo de Jesús. El sacramento se comió al evangelio.

En este domingo segundo del nuevo año 2020 tengo una vez más la oportunidad de mirar y escuchar al Evangelio para seguir olvidando lo que se me fue pegando en los adentros sobre el sacramento. Todavía siguen mis oídos sorprendiéndose de que en la Iglesia vaticana que se dice de Jesús se afirme sin rubor alguno que por el sacramento del bautismo se empieza a ser hijo de Dios. Si alguno se atreve a contradecirme, que preste atención en el próximo funeral.

Los datos de los cuatro Evangelios sobre el Bautismo de Jesús son muy claros. La idea de bautizar nació con la decisión de un judío llamado Juan que se atrevió a perdonar los pecados de los hombres y mujeres de Israel como lo hacían los sacerdotes en el templo de Jerusalén por medio de la ofrenda a Yavé Dios de sacrificios regulados por la Ley de Moisés o de su interpretación por medio de los Maestros (rabinos) de esa misma Ley. Aquel judío llamado Juan perdonaba los pecados por medio de un bautismo en el río Jordán y sin necesidad alguna de ofrendas o sacrificios. Las autoridades religiosas del Templo y de Israel condenaron a Juan.

Sin embargo, otro judío como Jesús de Nazaret de Galilea fue a ver y a conocer el actuar de este Juan que llegó a llamarse ‘el Bautista o el Bautizador’. Jesús comprendió y aceptó esta manera de actuar y decidió bautizarse. Sólo el Evangelista Lucas (3,21-23) nos dice que Jesús tenía, precisamente, unos treinta años cuando se acercó a ser bautizado por Juan. Los demás Evangelista no precisan la edad del bautismo de Jesús, pero en todos está clarito que Jesús de Nazaret bautizado por Juan era un judío adulto, libre y responsable. Jesús decidió bautizarse.

Cada uno de los cuatro Evangelistas cuenta a su modo el hecho del Bautismo de Jesús por Juan. En cada uno de estos modos peculiares su narrador señala o subraya los aspectos que le interesan de su Jesús de Nazaret.

Entre otras muchas más cuestiones, me gustaría ahora subrayar un aspecto que los tres Evangelios Sinópticos (Mt 3,16; Mc 1,10 y Lc 3,21) nos comentan. Se trata de un dato que no es histórico, sino simbólico y teológico. Con esto no estoy diciendo que este dato sea una mentira, sino que hay que aplicarse con atención a descubrir la verdad que se nos desea compartir. Este dato es ‘el rompimiento de los cielos por donde aparece una paloma y desde donde se oye una voz’. Esto parece suceder únicamente porque los cielos estaban cerrados.

En esos cielos cerrados habitaban los dioses que los humanos nos hemos ido creando a nuestra imagen y semejanza. Al abrirse esos cielos los dioses pudieron compartir sus vidas con los humanos. Y se rompieron las distancias y ya sólo hubo una casa para todos. La casa común de este mundo y de esta vida. Con este Jesús abridor de los cielos aprendemos a ser humanos.
Carmelo Bueno Heras
         
Domingo 7º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (12.01.2020): Hch 6,1-15
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Nos había advertido el narrador de este Libro de los Hechos de los Apóstoles que el grupo de los seguidores de Jesús se convirtió muy pronto de doce en ciento veinte (1,15) y poco tiempo después en tres mil (2,41). Parece ser que la evangelización de los Doce daba pronto sus frutos. Pero también, nos lo cuenta con precisión el Evangelista, comenzaron sin saberse muy bien cómo los problemas internos. No es extraño que esto suceda en un colectivo tan extenso. ¿No fue corrupción consciente de valores lo que se nos ha contado en 5,1-11?

Esta realidad es la que se me dibuja al comenzar la lectura del capítulo sexto: “Al crecer el número de los discípulos, los de lengua griega se quejaron contra los de lengua hebrea” (6,1). ¿Era un problema de lengua? ¿Era un enfrentamiento de razas? ¿No había solucionado ya estos asuntos de las lenguas y las razas la venida y presencia del Espíritu Santo (Hch 2,1-12)?

Este capítulo sexto de los Hechos conviene leérselo completo muchas veces y atreverse a guardarlo fresco y activo en las neuronas evangélicas de la memoria: Hechos 6,1-15. Enseguida se apreciarán bien inter-relacionados los dos apartados de este breve relato.

En los versos 6,1-7 se nos presenta el problema que los Doce no fueron capaces de ‘ver, ni de comprender, ni de solucionar’. Parece que decidieron nombrar ‘una comisión que estudiara y solucionara al asunto’. ‘Los Doce’ se quedaron tan a gusto con solo seguir atendiendo a ‘su’ ‘peculiar pastoral de la palabra’. En cambio los demás seguidores, representados en ‘Los Siete’, se dedicaron a la atención diaria de las personas más abandonadas y necesitadas que eran las viudas. Sobre todo, las viudas procedentes de la migración griega y extranjera.

Nada sabíamos de esta realidad de los seguidores de Jesús que aquí recibe el nombre de ‘Los Siete’. Llamo la atención sobre este grupo porque a partir de ahora la memoria de Jesús de Nazaret estará más viva y activa en éstos que en los Doce. ¿Por qué la tradición de la Iglesia recordó siempre la referencia a los DOCE y dejó olvidados en el silencio a estos ‘SIETE’?

En los versos 6,8-15 se nos presenta la tarea evangelizadora, en hechos y dichos, de los SIETE y en particular de ‘su cabeza y palabra visible’ que tenía por nombre ESTEBAN. Nada se sabe de su procedencia que, tal vez, le interesó poco o nada al narrador. Me guardo para mi alimento esta información: “Esteban, lleno de talento y talante, realizaba grandes prodigios y signos en medio del pueblo... Unas cuantas personas de la Sinagoga... aseguraban haberle oído  palabras blasfemas contra Moisés... Alborotaron al pueblo... y afirmaban que este individuo no paraba de hablar contra el Templo y la Ley”.

Esteban realizaba signos y denunciaba la autoridad de la Ley, el Templo y su Sacerdocio. Este actuar de Esteban desencadenó su caza y captura por parte de los partidarios de la Sinagoga. ¿Por qué estos importante de la Sinagoga y del Templo no hicieron otro tanto con Pedro y Los Doce? Cuando leo, escucho, medito y me callo voy comprendiendo que aquel judaísmo del siglo primero que enmudeció al laico y galileo Jesús de Nazaret hizo otro tanto con ‘otro Jesús de Nazaret’ llamado Esteban, pero no sucedió así con Pedro o Santiago o el grupo de los DOCE.
Carmelo Bueno Heras

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