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jueves, 17 de mayo de 2018

Última catequesis sobre el Bautismo 16 de mayo de 2018 – Texto completo



Audiencia general, 16 mayo 2018 © Vatican Media

Audiencia general, 16 de mayo de 2018 – Texto completo

Última catequesis sobre el Bautismo
(ZENIT – 16 mayo 2018).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:25 horas en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Santo Padre, ha dedicado la catequesis al Bautismo: “Revestíos de Cristo” (Fragmento bíblico: Carta de San Pablo a los Gálatas 3,26-27), última reflexión sobre el sacramento.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo. Después ha lanzado un llamamiento por la preocupante situación en Oriente Medio. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la  bendición apostólica.
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos espirituales de este sacramento, invisibles para los ojos pero que operan en el corazón de quien se ha convertido en una nueva criatura, se hacen explícitos mediante la entrega de la prenda blanca y la vela encendida.
Después del lavacro de regeneración, capaz de recrear al hombre según Dios en la verdadera santidad (cf. Ef 4,24), pareció  natural, desde los primeros siglos, revestir a los nuevos bautizados con una prenda nueva, blanca, a semejanza del esplendor de la vida conseguida en Cristo y en el Espíritu Santo. La vestimenta blanca expresa simbólicamente lo que ha sucedido en el sacramento, y  anuncia, al mismo tiempo, la condición de los transfigurados en la gloria divina
San Pablo recuerda el significado de revestirse de Cristo, cuando explica cuáles son las virtudes que deben cultivar los bautizados: “Elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente al otro… Y por encima de todo esto revestíos de caridad, que es el vínculo de la perfección”. (Col 3: 12-14).
La entrega ritual de la llama tomada del cirio pascual también recuerda el efecto del Bautismo: “Recibid la luz de Cristo”, dice el sacerdote. Estas palabras recuerdan que nosotros no somos la luz, sino que la luz es Jesucristo (Jn 1, 9, 12, 46), quien, resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su esplendor! Al igual que la llama del cirio pascual ilumina cada vela, el amor del Señor resucitado inflama los corazones de los bautizados, llenándolos de luz y calor. Y por eso desde los primeros siglos el sacramento del bautismo también se llama “iluminación” y al  bautizado se le llamaba “el iluminado”.
Esta es ciertamente la vocación cristiana: “Caminar siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe” (cf. Rito de la iniciación cristiana de adultos, n.° 226, Jn 12, 36). Si se trata de niños, es deber de los padres, junto con los padrinos y madrinas preocuparse por alimentar la llama de la gracia bautismal en sus pequeños, ayudándolos a perseverar en la fe (cf. Rito del bautismo de los niños, n. 73). “La educación en la fe, que en justicia se les debe a los niños, tiende a llevarles gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios en Cristo, para que finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe en que han sido bautizados”. (ibid., Introducción, 3).
La presencia viva de Cristo, que debemos  proteger, defender y dilatar en nosotros, es la lámpara que ilumina nuestros pasos,  luz que orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones para  ir al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a los que hacen el camino con nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese día, dice también el Apocalipsis, “Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos” (véase 22: 5).
La celebración del bautismo termina con la oración del Padre Nuestro, propia de la comunidad de los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en el bautismo reciben la plenitud del don del Espíritu en la confirmación y participan en la eucaristía, aprendiendo lo que significa dirigirse a Dios llamándolo “Padre”.
Al final de estas catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno de vosotros la invitación que expresé en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate: “Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Ga 5,22-23)”.

miércoles, 9 de mayo de 2018

5ª catequesis del Papa sobre el Bautismo (“¡El sello del Bautismo no se borra nunca!”) 9 de mayo de 2018 – Texto completo

Audiencia general, 9 de mayo de 2018 – Texto completo

5ª catequesis del Papa sobre el Bautismo
(ZENIT – 9 mayo 2018).- “¡El sello del Bautismo no se borra nunca!” ha recordado el Papa Francisco en la nueva catequesis sobre el Bautismo, ofrecida esta mañana, 9 de mayo de 2018, en la Audiencia general.
La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar  a las 9:20 horas en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Santo Padre, ha dedicado la catequesis al Bautismo: “La regeneración”, (Carta de San Pablo a los  Romanos 6,3-4).
En esta línea, el Papa ha animado a los fieles presentes en la plaza de San Pedro a decir en voz alta: “Dios no reniega nunca a sus hijos”, a pesar de que alguien se vuelva un “malhechor”.
Francisco ha explicado que “para vergüenza suya, hace estas cosas ese hombre que es hijo de Dios; pero el sello no se borra. Y sigue siendo hijo de Dios, que va contra Dios pero Dios no reniega nunca a sus hijos”.
Mediante la acción del Espíritu Santo, el Bautismo purifica, santifica, justifica, para formar en Cristo, de muchos, un solo cuerpo, ha indicado el Pontífice en esta nueva catequesis.

***
Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La catequesis sobre el sacramento del Bautismo nos lleva a hablar hoy del lavacro santo acompañado de la invocación a la Santísima Trinidad, o sea el rito central, que, propiamente “bautiza” – es decir, inmerge – en el misterio pascual de Cristo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1239). San Pablo recuerda a los cristianos de Roma el significado de este gesto, preguntando en primer lugar: “¿Es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte?”. Y luego responde: “Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte  a fin de que al igual que Cristo fue  resucitado de entre los muertos… así también nosotros vivamos una vida nueva “(Rom 6: 3-4). El Bautismo nos abre la puerta a una vida de resurrección, no a una vida mundana. Una vida según Jesús.
¡La pila bautismal es el lugar donde participamos de la Pascua de Cristo! El hombre viejo es sepultado, con sus pasiones engañosas (véase Efesios4:22), para que renazca una criatura nueva. En efecto las cosas viejas han pasado y han nacido otras nuevas (véase 2 Cor 5, 17). En las “catequesis” atribuidas a San Cirilo de Jerusalén se explica así a los recién bautizados, lo que les ha sucedido en el agua del Bautismo. Es hermosa esta explicación de San Cirilo: “Nacéis y morís en el mismo instante y la misma onda saludable se convierte para vosotros en sepulcro y madre” (n. 20, Mistagógica 2, 4-6: PG 33, 1079 – 1082). El renacimiento del hombre nuevo requiere que se convierta en polvo el hombre corrompido por el pecado. Efectivamente, las imágenes de la tumba y del seno referidas a la pila, son muy eficaces para expresar la grandiosidad de lo que sucede a través de los sencillos gestos del Bautismo. Me gusta citar la inscripción que se encuentra en el antiguo Baptisterio romano de Letrán, donde se lee, en latín, esta frase atribuida a Sixto III: “La Iglesia Madre da a luz virginalmente mediante el agua a los hijos que concibe por el soplo de Dios. Cuántos habéis renacido de esta fuente, esperad el reino de los cielos”. [1] Es bello: la Iglesia que nos da a luz, la Iglesia que es seno, es madre nuestra por medio del Bautismo.
Si nuestros padres nos generaron a la vida terrena, la Iglesia nos ha regenerado a la vida eterna en el Bautismo. Nos hemos convertido en hijos en su Hijo Jesús (véase Rom 8:15, Gal 4: 5-7). También sobre cada uno de nosotros, renacidos del agua y del Espíritu Santo, nuestro Padre Celestial hace resonar con amor infinito su voz que dice: “Tú eres mi hijo amado” (Mt. 3,17). Esta voz paternal, imperceptible para el oído pero bien audible desde el corazón de aquellos que creen, nos acompaña a lo largo de la vida, sin abandonarnos nunca. Durante toda la vida el Padre nos dice: “Tú eres mi hijo, el amado; tu eres mi hija, la amada”. Dios nos ama tanto, como un Padre y no nos deja solos. Esto desde el momento del Bautismo. ¡Renacidos hijos de Dios, lo somos por siempre! El Bautismo no se repite, porque imprime un sello espiritual indeleble: “Este sello no es borrado por ningún pecado, aunque el pecado impida al Bautismo dar frutos de salvación” (CIC, 1272). ¡El sello del Bautismo no se borra nunca! “Padre, pero si una persona se vuelve un malhechor, de los más famosos, de esos que matan a la gente, que hace injusticias, ¿el sello se borra?”. No. Para vergüenza suya, hace estas cosas ese hombre que es hijo de Dios; pero el sello no se borra. Y sigue siendo hijo de Dios, que va contra Dios pero Dios no reniega nunca a sus hijos. ¿Habéis entendido esto último? Dios no reniega nunca a sus hijos. ¿Lo repetimos todos juntos? “Dios no reniega nunca a sus hijos”. Más fuerte, que o yo soy sordo o no lo he entendido: (lo repiten más fuerte). “Dios no reniega nunca a sus hijos”. Vale, así está bien.
Incorporados a Cristo a través del Bautismo, los bautizados son, pues, conformados a Él, “el primogénito de muchos hermanos” (Rom 8:29). Mediante la acción del Espíritu Santo, el Bautismo purifica, santifica, justifica, para formar en Cristo, de muchos, un solo cuerpo (1 Co 6:11, 12, 13). Lo expresa la unción crismal “que es un signo del sacerdocio real de los bautizados y de su agregación a la comunidad del pueblo de Dios” (Rito del bautismo de niños, Introducción, n. 18, 3). Por lo tanto, el sacerdote unge con el santo crisma la cabeza de todo bautizado, después de pronunciar estas palabras que explican el significado: “Dios mismo os consagra con el crisma de la salvación con el Crisma de la salvación para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey” (ibíd., 71).
Hermanos y hermanas, la vocación cristiana estriba en esto: vivir unidos a Cristo en la santa Iglesia, partícipes de la misma consagración para llevar a cabo la misma misión, en este mundo, dando frutos que duren para siempre. En efecto, inspirado por el único Espíritu, todo el Pueblo de Dios participa de las funciones de Jesucristo, “Sacerdote, Rey y Profeta”, y tiene las responsabilidades de misión y servicio que se derivan de ellas (cf. CCC, 783-786). ¿Qué significa participar en el sacerdocio real y profético de Cristo? Significa hacer de sí mismo una oferta agradable a Dios (cf. Rm 12,1), dando testimonio a través de una vida de fe y de caridad (cf. Lumen Gentium, 12), poniéndola al servicio de los demás, siguiendo el ejemplo del Señor Jesús (ver Mt 20: 25-28; Jn13: 13-17). Gracias.
© Librería Editorial Vaticano 

jueves, 3 de mayo de 2018

Catequesis: para seguir a Cristo, no hay que poner condiciones (El bautismo del Espíritu Santo da la fuerza para combatir) 02052018

Catequesis: para seguir a Cristo, no hay que poner condiciones

El bautismo del Espíritu Santo da la fuerza para combatir (Traducción completa)
(ZENIT – 2 mayo 2018).- No es posible adherirse a Cristo poniendo condiciones”, dijo el Papa Francisco. “Es necesario desatarte de algunos lazos para poder abrazar verdaderamente a los demás; o estas bien con Dios o estás bien con el diablo. (…) Debemos cortar los puentes, dejándolos atrás, para tomar el nuevo camino que es Cristo”.
El Papa Francisco continuó su catequesis sobre el bautismo, durante la audiencia general del miércoles 2 de mayo de 2018 en la Plaza de San Pedro. Se detuvo en los ritos centrales del sacramento del bautismo.
El bautismo es “una elección responsable que requiere ser traducida en gestos concretos de confianza en Dios”, continuó el Papa. “El acto de fe presupone un compromiso que el bautismo ayudará a mantener con perseverancia en las diversas situaciones y pruebas de la vida. Y, concluyó, “la presencia del Espíritu Santo nos da la fuerza para luchar bien”.
HG
Aquí está nuestra traducción completa de la catequesis en italiano.
Catequesis en italiano por el Papa Francisco (Traducción completa)
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Continuando con la reflexión sobre el bautismo, hoy me gustaría detenerme en los ritos centrales que tienen lugar frente a la fuente bautismal.
Consideremos primero el agua, sobre la cual se invoca el poder del Espíritu para que tenga la fuerza de regenerarse y renovarse (ver Jn 3,5 y Tt 3,5). El agua es una matriz de vida y bienestar, mientras que su ausencia extingue toda fertilidad, como ocurre en el desierto; pero el agua también puede ser la causa de la muerte, cuando se sumerge por las olas o cuando, en gran cantidad, trastorna todo; finalmente, el agua tiene la capacidad de lavarse, limpiarse y purificarse.
A partir de este simbolismo natural y universalmente reconocido, la Biblia describe las intervenciones y las promesas de Dios a través del signo del agua. Sin embargo, el poder de perdonar pecados no proviene del agua misma, como explicó San Ambrosio a los recién bautizados: “Has visto el agua. Sin embargo, toda el agua no cura, pero el agua que tiene la gracia de Cristo sana. […] El acto se realiza con el agua, pero la eficacia proviene del Espíritu Santo “(De Sacramentis 1,15).
Esta es la razón por la cual la Iglesia invoca la acción del Espíritu sobre el agua “para que aquellos que recibirán el bautismo en ella serán sepultados en la muerte con Cristo y resucitarán con Él a la vida inmortal” ( Rito del bautismo de los niños, n.60). La oración de bendición dice que Dios ha preparado el agua “para ser el signo del bautismo” y recuerda las principales prefiguraciones bíblicas: en las aguas de los orígenes flotaba el Espíritu para convertirse en la semilla de la vida (Gén. 1, 1-2); el agua del diluvio marcó el final del pecado y el comienzo de una nueva vida (Gen 7,6-8,22); a través del agua del Mar Rojo, los hijos de Abraham fueron liberados de la esclavitud de Egipto (Ex 14,15-31). En relación con Jesús, recordamos el bautismo en el Jordán (ver Mt 3,13-17), la sangre y el agua que fluía de su lado (cf Jn 19,31-37) y la misión dada al discípulos para bautizar a todos los pueblos en el nombre de la Trinidad (ver Mt 28,19).
Armado con tal recuerdo, se le pide a Dios que infunda en el agua de las fuentes bautismales la gracia de Cristo muerto y resucitado (véase el Rito del Bautismo de los Niños, n. 60). Y entonces esta agua se transforma en agua que lleva dentro la fuerza del Espíritu Santo. Y con esta agua, llena de la fuerza del Espíritu Santo, bautizamos a las personas, bautizamos a los adultos, a los niños, a todos.
Una vez que las fuentes de agua santificada, es necesario disponer su corazón para acceder al bautismo. Esto se hace con la renuncia a Satanás y la profesión de fe, dos actos estrechamente relacionados. En la medida en que digo “no” a las sugerencias del diablo -el que divide-, puedo decir “sí” a Dios que me llama a conformarme a Él en mis pensamientos y en mis obras. El diablo divide; Dios siempre une a la comunidad, a las personas en un solo pueblo. No es posible adherirse a Cristo poniendo condiciones. Debemos separarnos de ciertos vínculos para verdaderamente abrazar a los demás; o estás bien con Dios o estás bien con el diablo. Es por eso que la renuncia y el acto de fe van de la mano. Los puentes deben ser cortados, dejando atrás, para seguir el nuevo camino de Cristo.
La respuesta a las preguntas: “¿Renunciáis a Satanás, a todas sus obras y a todas sus seducciones? “Se expresa en primera persona del singular: “Yo renuncio”. Y de la misma manera, profesamos la fe de la Iglesia, diciendo: “Yo creo”. Yo renuncio y yo creo: está en la base del bautismo. Es una elección responsable que requiere ser traducida en gestos concretos de confianza en Dios. El acto de fe presupone un compromiso que el bautismo ayudará a mantener con perseverancia en las diversas situaciones y pruebas de la vida. Recordemos la antigua sabiduría de Israel: “Hijo mío, si vienes a servir al Señor, prepárate para someterse a la prueba” (Sir 2,1), es decir, prepárate para el combate. Y la presencia del Espíritu Santo nos da la fuerza para luchar bien.
Queridos hermanos y hermanas, cuando ponemos nuestras manos en el agua bendita – al ingresar a una iglesia, tocamos el agua bendita – y hacemos la señal de la cruz, pensemos con alegría y gratitud en el bautismo que recibimos – Esta agua bendita nos recuerda el bautismo – y nos renovamos también nuestro “Amén”, “Estoy contento”, para vivir inmerso en el amor de la Santísima Trinidad.
© Traduction de Zenit, Raquel Anillo