lunes, 31 de julio de 2017

El caso “One of Us” ante la Corte de Justicia de la Unión Europea 31072017

El caso “One of Us” ante la Corte de Justicia de la Unión Europea
Por Jorge Nicolás Lafferriere
31 de julio de 2017
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El pasado 16 de mayo de 2017 se celebró una audiencia ante un panel de 5 jueces de la Corte de Justicia de la Unión Europea en Luxemburgo en relación al caso “One of Us” (Uno de nosotros).
“One of Us” es una iniciativa ciudadana europea (ECI) que juntó casi dos millones de firmas para pedir al Parlamento Europeo que disponga la prohibición de la financiación de investigaciones que involucren la destrucción de embriones humanos. La iniciativa se registró formalmente según la normativa y los mecanismos europeos y logró el número requerido de firmas para que el proyecto propuesto fuera considerado por el Parlamento. Sin embargo, sin dar mayores fundamentos, la iniciativa fue rechazada el 28 de mayo de 2014 por la Comisión Europea a través de una nota firmada por Manuel Barosso, sin que la iniciativa pasara a consideración del Parlamento Europeo.
Ante tal negativa, los impulsores de “One of Us” denunciaron que ese rechazo no estuvo basado en argumentos legales, sino políticos. Además, consideran que ha habido una violación al principio democrático que rige el espacio europeo y que permite que los ciudadanos se asocien para elevar iniciativas legislativas. Según señaló Carlo Casini, iniciador de esta campaña, “la democracia en la Unión Europea y el mecanismo para la iniciativa ciudadana europea fueron creados para hacer posible el acercamiento entre los ciudadanos y la Unión Europea. Si la Comisión dice no, está negando ese acercamiento”.
Entonces, los iniciadores de “One of Us” quieren ahora que la Corte de Justicia se pronuncie sobre ese rechazo por parte de la Comisión. Las preguntas que los abogados llevaron a los jueces son:
“¿Cuál es el standard mínimo cuando está en juego una iniciativa ciudadana europea exitosa, firmada por cerca de 2 millones de ciudadanos?
¿Puede esa iniciativa ser tratada igual que una carta firmada por un solo ciudadano, o un grupo de presión o una asociación industrial?
¿Es posible que una petición apoyada por 2 millones de ciudadanos sea arbitrariamente rechazada por la Comisión antes que llegue a los organismos de decisión de la Unión Europea, a saber, el Parlamento y el Consejo?”
El Centro Europeo para el Derecho y la Justicia recuerda que la Corte de Justicia se ha pronunciado recientemente sobre otra iniciativa europea (Bürerausschuss für die Bürgerinitiative Minority SafePack vs. European Commission, T-646/13) que había sido rechazada por la comisión. El Tribunal anuló esa decisión y condenó a la Comisión.
La decisión de la Corte en el caso “One of Us” se espera para fin de año.

 

San Ignacio de Loyola. Fundador de la Compañía de Jesús (31 de julio)

San Ignacio de Loyola. Fundador de la Compañía de Jesús

  san ignacio de loyola fundador de los jesuitas creador ejercicios espirituales

San Ignacio de Loyola se dedicó a escribir obras y a la formación de discípulos para la mayor gloria de Dios. Es el creador de los Ejercicios Espirituales

 
San Ignacio de Loyola fue fundador de la Compañía de Jesús (Los Jesuitas) y el creador de los Ejercicios Espirituales, una escuela de espiritualidad y oración muy famosa que ha producido innumerables conversiones y muchos santos a través de los tiempos

Fiesta: 31 de julio

Martirologio romano: Memoria de San Ignacio de Loyola, el sacerdote, que nació en Gascuña en España, vivió en la corte del rey y el ejército, hasta que, gravemente herido en una pierna, se convirtió a Dios; completó sus estudios de teología en París, y allí se unieron a él sus primeros compañeros, quienes más tardes formarían la Compañía de Jesús en Roma, donde se llevó a cabo un ministerio fructífero, dedicándose a escribir varias obras y a la formación de discípulos, para la mayor gloria de Dios.

Biografía de San Ignacio de Loyola

Iñigo López de Loyola, (San Ignacio de Loyola) nació el 24 de diciembre 1491, el mismo año antes de que Colón descubrió el Nuevo Mundo.
Su lugar de nacimiento fue el gran castillo de Loyola, en Guipúzcoa, en el País Vasco en el noroeste de España. Había tres hijas y ocho hijos en la familia y él era el más joven.
Iñigo llevaba una vida muy mundana durante los primeros treinta años de su vida como un noble, ya que había sido formado en la manera cortesana de la época del rey Fernando.
San Ignacio de Loyola soñaba con la gloria de la caballería y llevaba su espada y su pectoral con una gran arrogancia y con bastante orgullo. Su pasión estaba enfocada en sueños de romanticismo y caballerosidad.
Vivió en pleno tiempo en que la Edad Media ya estaba terminando su apogeo y toda Europa estaba entrando en el Renacimiento. Era el final de la caballería y el surgimiento de un nuevo humanismo. Fue un momento de cambio radical, la agitación social y la guerra.

Un acontecimiento inesperado provoca su conversión

Cuando tenía 25 años se alistó en el ejército y entró en servicio en la guerra fronteriza contra los franceses.
En un intento en 1521 para defender la fortaleza fronteriza española de Pamplona contra la artillería francesa, la pierna derecha de Iñigo fue alcanzada por una bala de cañón. Los franceses lo capturaron, y quedaron impresionados por el coraje de Iñigo, así que lo llevaron en una camilla a través de España hasta su casa de la familia en Loyola, donde comenzó un largo período de recuperación
Durante ese tiempo, leyó varios libros religiosos, el único material de lectura disponible. La vida de Cristo y La Leyenda Dorada, un libro sobre las vidas de los santos.
Estos libros y el aislamiento del período de recuperación provocaron una conversión del corazón, experimentó el don de la consolación de Dios de tal manera que su vida cambió para siempre y después de una larga y seria reflexión, decidió dedicar el resto de su vida al servicio destacado de Dios

Los primeros ejercicios espirituales

San Ignacio comienza a escribir sus pensamientos y puntos de vista sobre sus experiencias espirituales.
Cuando Iñigo se repuso, dejó Loyola y se fue a Montserrat, donde pasó una noche de vigilia ante una estatua de nuestra Santísima Madre. Fue allí cuando ofreció a su espada como símbolo de su nueva vida. Se dirigió entonces a Manresa, donde pasó diez meses de intensa oración y penitencia. También pasó el tiempo trabajando en los hospitales y la enseñando el catecismo a los niños. Él mendigó por su comida durante todo este tiempo.
Íñigo comenzó a escribir sus pensamientos y puntos de vista sobre las diferentes experiencias espirituales que estaba experimentando. Más tarde, todas estas experiencias se convertirían en los famosos Ejercicios Espirituales, una escuela de la espiritualidad y de oración que ha producido innumerables conversiones y muchos santos a través de los siglos.

El llamado al servicio

Iñigo decidió ir en peregrinación a Jerusalén, donde él quería servir a Dios por el resto de su vida. Con el tiempo se dio cuenta de que no era posible, por lo que regresó a España en 1524, cuando tenía 33 años. En este tiempo, Iñigo se dio cuenta de que para dar un servicio excepcional a Dios él tenía que obtener una educación. De 1524 a 1526 comenzó a estudiar latín en pequeños centros de Barcelona. Luego fue a Alcalá y estudió artes para luego, en 1527 ir a Salamanca a estudiar humanidades y filosofía.
Acosado por las autoridades eclesiásticas, estuvo encarcelado dos veces por predicar, pero en ambas ocasiones recuperó su libertad. Luego de esto decidió estudiar para el sacerdocio. Se fue a París en 1528 y allí terminó sus estudios en teología
En agosto de 1537, Iñigo dejó de usar su antiguo nombre y comenzó a usar Ignacio, a causa de su devoción por el obispo mártir, san Ignacio de Antioquía.

La fundación de los Jesuitas

Durante sus estudios en París, Ignacio fue capaz de atraer a seis estudiantes universitarios, todos ellos fueron guiados por él a través de sus Ejercicios Espirituales. Se convirtieron en los primeros miembros de la Compañía de Jesús. Uno de ellos era otro noble español, Francisco Javier (Francisco Javier), que se convirtió en el más grande misionero de la Iglesia.
Después de haber completado sus estudios, los primeros jesuitas ya estaban ordenados para el sacerdocio católico en Venecia, entonces optaron por dos alternativas: ir a Tierra Santa y servir allí, o ponerse a disposición del Papa.
El primer plan nunca se materializó, así que en 1539 comenzaron las deliberaciones para formar una nueva orden religiosa y apostólica.
La Compañía de Jesús fue formalmente aprobada por el Papa Pablo III el 27 de septiembre 1540 e Ignacio fue elegido como su primer Superior General.
San Ignacio y sus compañeros se comprometen a procurar la gloria de Dios y la salvación de las almas. Él pasó los últimos quince años de su vida en Roma, gobernando y administrando su nueva sociedad que rápidamente iba creciendo.
Se dedicó a la formación de los futuros jesuitas, el perfeccionamiento de los Ejercicios Espirituales, y a escribir las Constituciones de la Orden.
Murió el 31 de julio 1556 a la edad de 65 años. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio XV. Él es el patrón de retiros (el tipo espiritual) y de los soldados.

Oración de sanación y Vídeo reflexión para hoy 31072017

Oración de sanación

Señor mío, me presento delante de Ti en este nuevo día para agradecerte toda la confianza que has depositado en mí.
Tú has inculcado en mi corazón la semilla de tu Palabra y sé que si la abono con acciones de caridad y de buenas obras, voy a darte muchos frutos.
Te invito a que reines en mi corazón. Derrama tu fuerza sobre él y hazme un discípulo fuerte y valiente en todas las circunstancias que se me presenten.
Dame el don de una fe viva, una fe ardiente que se estremezca del deseo de amarte y servirte para el crecimiento de tu Reino.
Que mi fe se fortalezca, que mi amor crezca y que mi corazón sea compasivo, Abona mi alma con todas tus gracias y bendiciones para serte útil.
Ayúdame a amar a tu Iglesia, pues en ella habitan las gracias de tus sacramentos que me conducen a una vida en paz y en comunión con todos.
Acudo a ti en este momento con un corazón confiado en tu bondad para que lo llenes de sabiduría y me asistas con el Poder de tu Espíritu Santo.
Confío en que me darás las herramientas que necesito para ayudarte a construir una sociedad más justa y parecida al Reino de los Cielos. Amén

Propósito para hoy

Hoy, voy a pedir a la Virgen Santísima que interceda por que haya muchas vocaciones sacerdotales, religiosos y religiosas.

Frase de reflexión

"Que las comunidades cristianas sean lugar de misericordia en medio de tanta indiferencia". Papa Francisco

Vídeo reflexión para hoy


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Diálogo introductorio con Jesús 31072017

Diálogo introductorio con Jesús
Amado Padre, me siento contento y lleno de gozo porque al despertar descubro tu presencia amorosa y fiel a mi lado, irradiándome tu paz y que es capaz de calmar todas mis angustias. Ayúdame a transformar aquellas actitudes de las cuales me cuesta desprenderme y me atan a una vida frustrada. Libérame de esas emociones que se anidan a menudo en mi corazón y me bajan los ánimos. Sé que contigo todo lo puedo, por eso, dame de tu fuerza espiritual para avanzar en el camino de mi santidad y construir diariamente mi felicidad y la de los míos. Amén

La primera alcaldesa de Alqosh es una cristiana caldea 29072017

La primera alcaldesa de Alqosh es una cristiana caldea

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(ADI).- Lara Yussif Zara es la nueva alcaldesa de Alqosh, la ciudad de la Llanura de Nínive donde vive una mayoría de cristianos, que durante tres años ha sido el centro habitado más cercano a la línea de separación con los territorios ocupados por los yihadistas del Estado Islámico. El Consejo del Ayuntamiento, que se ha reunido el pasado 27 de julio, ha votado por unanimidad esta elección, en lugar de otro candidato.
La elegida nació en 1982, se licenció en economía y management en el 2006, y es la primera mujer en ocupar un puesto de alcalde en Alqosh. Sustituye a otro alcalde caldeo, que había sido destituido por cargos de corrupción, por disposición de Bashar al Kiki, jefe del Consejo Provincial de Nínive, un miembro del Partido Democrático del Kurdistán.
La elección de Lara Zara podría reducir las tensiones y el descontento que ha circulado en las últimas semanas entre la comunidad cristiana local. Como ha informado la Agencia Fides, varios observadores habían interpretado la destitución del alcalde Abdul Micha como un movimiento orquestado por las fuerzas políticas kurdas, y una confirmación de los diseños perseguidos para la Llanura de Nínive y para toda la provincia por el Gobierno de la Región Autónoma del Kurdistán iraquí, que ha proclamado un referéndum de independencia el próximo 25 de septiembre con la intención de proclamar la secesión unilateral de Irak.
Los políticos cristianos iraquíes, como el parlamentario Yonadam Kanna, secretario general del Movimiento Democrático Asirio, en entrevistas recientes había denunciado las presiones y operaciones políticas de las fuerzas regionales sobre las minorías locales –incluyendo a los cristianos– para empujar a la población de la Llanura de Nínive a apoyar la futura independencia del Kurdistán iraquí.
(Fuente: Agencia Fides)

Venezuela, la miseria del Rey Midas 30072017

"El actual sistema político ha mostrado su insostenibilidad democrática"

Venezuela, la miseria del Rey Midas

Los índices de violencia en Venezuela son los más altos de América Latina

La Civiltà Cattolica, 30 de julio de 2017 a las 15:11
El Tribunal Supremo de Justicia no pronuncia una sentencia adversa al Poder Ejecutivo desde hace más de doce años
Venezuela en San Pedro/>

Venezuela en San Pedro

  • Un opositor demócrata se amnifiesta contra la dictadura en Venezuela.
  • Los demócratas se manifiestan en Venezuela,
  • Jornada de Oración en Venezuela
  • Oración por Venezuela
  • Venezuela en San Pedro
  • Lágrimas por Venezuela
  • 'Somos Venezuela y queremos libertad'
  • Un opositor demócrata se amnifiesta contra la dictadura en Venezuela.
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(Arturo Peraza S.I., en La Civiltà Cattolica Iberoamericana).- ¿Cómo es posible que un país con la riqueza petrolera de Venezuela, un lugar privilegiado en la geografía continental americana y también por el desarrollo que ha alcanzado en la segunda mitad del siglo XX, aparezca hoy como una sociedad que pide ayuda humanitaria, medicinas y alimentos? ¿Cómo es posible que una de las primeras democracias representativas del continente latinoamericano viva hoy en un contexto de feroz contraposición?
La mente evoca el mito del rey Midas: un hombre que transformaba todo lo que tocaba en oro y, sin embargo, terminaba convirtiéndose en un ser miserable que ni siquiera estaba en condiciones de saciar su propia hambre. En Venezuela hay abundancia de oro negro, pero, tal como le sucedía a aquel personaje, la fe ciega con la que se ha mirado el petróleo como único medio de sustento ha llevado a los venezolanos a una condición real de miseria colectiva.

Una tentativa de describir la realidad
Lo más complicado en Venezuela es ponerse de acuerdo sobre algo, incluso en lo concerniente a las causas del mal que aflige al país. El nivel de conflicto político es tal que cualquier descripción posible sería automáticamente tachada de «tendenciosa» (por el componente que se pone en tela de juicio). No obstante, no podemos eximirnos de aproximar al lector a la cotidianidad del venezolano.
Celebrando la eucaristía dominical en un sector muy popular y pobre de la ciudad de Caracas pueden aprenderse diversas cosas. En el barrio de Petare (una de las áreas suburbanas más grandes de América Latina), sector de San Blas, la gente habla sobre las colas que deben hacer para acceder a productos de primera necesidad: arroz, harina, azúcar, café, pasta, carnes rojas y aves, margarina y otros productos varios que son fundamentales en la dieta cotidiana de los venezolanos. Colas análogas se forman si se quiere comprar pan o productos de higiene personal (pasta de dientes, champú, jabón, etc.). Peor aún resulta la cosa si se trata de medicinas, pues es normal que el farmacéutico diga que no hay.
En estas situaciones de penuria nacen mercados paralelos en los que los precios son siempre altísimos. En Venezuela estos mercados reciben el nombre de «bachaqueros», porque hacer entrar o salir productos de la frontera (contrabando) es un negocio muy lucrativo: en efecto, se llama «bachaquero» al que transporta esos productos. El problema consiste en que, como la economía venezolana está cerrada al libre comercio exterior, toda transacción con los países vecinos se considera, de hecho, contrabando, y la frontera es muy extensa y muy difícil de controlar.
Por tanto, los ciudadanos tienen dos opciones: o bien dirigirse al mercado oficial para comprar mercancías en venta a precios relativamente accesibles, pero a costa de ponerse en la cola durante días enteros, o bien comprar en el mercado «bachaquero», que es ilegal, a precios casi inaccesibles. El resultado es casi el mismo, en especial para los grupos más pobres: hambre.


Organizaciones como Cendas (Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros) informaban de que, en el mes de octubre de 2016, la «canasta alimentaria familiar» (cesta de la compra) de los bienes de primera necesidad para una familia de cinco personas costaba 429 626 bolívares.[1] El salario mínimo es de 65 056 bolívares. Eso equivale a decir que en una familia harían falta 6,6 salarios mínimos. No es fácil encontrar datos fiables en la situación de pobreza de Venezuela. Un estudio de una de las universidades más prestigiosas del país señala un nivel de pobreza del 73 %.[2] El Instituto Nacional de Estadística, un ente gubernamental, habla de un 33 %.[3]
El problema de tener que hacer cola incide de manera notable en la vida cotidiana. Los maestros (muy mal pagados) no van a la escuela el día en que les toca ponerse en la cola. Lo mismo les sucede a muchos empleados. La argumentación es siempre la misma: si no compro hoy, no podré dar de comer a mis hijos. En un país en el que durante mucho tiempo hubo abundancia de todo, esta situación se vive con mucha angustia, rabia y frustración, estados de ánimo que, desde el punto de vista social, no ayudan y son muy peligrosos.
Estos sentimientos, unidos a otras complejas causas, han llevado al desencadenamiento de la delincuencia. Los índices de violencia en Venezuela son los más altos de América Latina.[4] Eso genera un estado de inseguridad constante en todas las ciudades del país, y especialmente en la capital, Caracas. Las calles de la ciudad están vacías ya desde las 7 u 8 de la tarde. Salir temprano por la mañana significa correr riesgos personales, pero a menudo no hay otra elección, porque para ir de los barrios populares a los centros de trabajo hay que calcular una hora y media o dos de viaje. En Caracas tener un smartphone es un peligro, no importa si uno se encuentra en un coche privado o en un medio de transporte público: de todos modos se está expuesto a un robo, que se produce siempre a mano armada. Las historias de muchachos que hablan de delincuentes que ascienden a los medios de transporte público del barrio para robar a todos los pasajeros y, como si se tratara de una heroica batalla, relatan cómo salieron vivos del último robo, son infinitas.
Para terminar hay que hacer referencia también al problema de la aparente división interna. En Venezuela se ha desencadenado un proceso político que buscaba y ha logrado hacer que la población se situara bien de parte del proceso liderado por el comandante Hugo Chávez Frías, o bien de parte de quienes se oponían a tal proceso. Hay que decir que cualquier sondeo actual demuestra que esta contraposición no existe en la población, que se encuentra preocupada por la propia supervivencia más que por otras cosas. Pero, en el ámbito de los juegos de poder político, es una distinción que se hace cada vez más agresiva y con resultados cada vez más peligrosos para la convivencia de los ciudadanos.
En las elecciones de diciembre de 2015 la oposición alcanzó un éxito relevante, que le confirió el control total del Parlamento. El Tribunal Superior de Justicia declaró suspendidos a tres diputados electos por el estado Amazonas, pero la Asamblea Nacional decidió que debían asumir sus cargos a pesar de la suspensión decretada por el Tribunal. Esto indujo al régimen a procurar aislar al Parlamento y vaciarlo de sus funciones. Por otra parte, la oposición, para defender el espacio que acababa de conquistar, tomó a su vez decisiones adversas al marco constitucional. Actualmente está en curso un proceso de negociaciones en el que la Santa Sede procura colaborar como acompañante. Pero ¿cómo se ha llegado a tal punto?



La «renta» petrolera venezolana
La historia republicana de Venezuela puede dividirse en dos grandes capítulos: antes y después del petróleo. El petróleo ha marcado la historia de este país a partir de los años veinte del siglo pasado y ha determinado su modelo económico, del cual derivaron también los sistemas políticos. Se podría hablar de una «renta» del petróleo en términos no solo económicos, sino profundamente culturales.
Por «renta» se entiende, pues, la relación política, social, económica y cultural entre la sociedad venezolana y el Estado, nacida sobre la base de los ingresos percibidos por el Estado mismo en cuanto propietario de las actividades de extracción del petróleo, sin que estas entradas guarden proporcionalidad alguna con el trabajo o con la productividad.
En el fondo, la vida entera de la sociedad venezolana depende de la repartición de esta renta por parte del Estado. Con los fondos obtenidos Venezuela adquiere todos los bienes y servicios necesarios para su subsistencia: un hecho difícil de explicar si se piensa que el país tiene una gran extensión de tierras cultivables o adecuadas para el pastoreo.
La renta petrolera fue imponiéndose después progresivamente como la única fuente económica del país y puso poco a poco al Estado venezolano en condiciones de ser el único árbitro de la sociedad. Por tanto, la relación que los gobiernos de turno establecieron con la sociedad es la del clientelismo: o sea, puede decirse que el Gobierno «adquiere» el favor de la gente y su propia legitimidad democrática sobre la base del modo en que reparte esa renta. Es una repartición que no ha sido nunca igualitaria: según el grupo de interés que el Gobierno quiere privilegiar, siempre hay algunos con ventajas. A pesar de ello, en general los conflictos políticos, sociales y económicos se han resuelto a través de una redistribución de la renta. El que llega al nivel más alto de influencia política se garantiza una cuota mayor de la renta, que más o menos funciona como un «bozal de arepa», un morral tranquilizante.[5]
Por eso en Venezuela la política asume el papel de dueña: no se trata de un poder entre otros tantos, sino de prácticamente el único poder, dado que el Gobierno gestiona el Estado, y quien gestiona el Estado tiene en sus manos la renta de la que depende la sociedad entera. Cuando la renta es alta, lo es también la popularidad del Gobierno; en cambio, cuando la renta es baja, baja es también la popularidad del Gobierno de turno.
Un buen ejemplo al respecto es la historia del expresidente Carlos Andrés Pérez (años 1974-79 y 1989-93). En su primer gobierno, la renta petrolera saltó de 4 a 32 dólares el barril: según los sondeos, nunca ha habido un presidente más popular que Pérez. Por haber engendrado a la «gran Venezuela», había ganado una fama tal que, cuando en 1989 pudo presentarse de nuevo como candidato a la presidencia, ganó las elecciones con un amplio margen, aunque las condiciones eran distintas: el precio del petróleo bajaba sensiblemente, y una gran deuda pesaba sobre las arcas venezolanas. Creyendo que podía imponer su propio prestigio, propuso un programa de austeridad (y, por tanto, la reducción de la distribución de la renta), lo que condujo a una sublevación popular conocida como el «Caracazo», que terminó por convertirlo en uno de los políticos más detestados del país.
Esto condujo después a la llamada «revolución bolivariana» del siglo XXI. Los que la llevaron a cabo la consideran una revolución socialista, marxista, e identifican a su vez el pensamiento de Bolívar como socialista (aunque no marxista, dado que vivió antes que Marx). En resumidas cuentas, la revolución se vio a sí misma como un movimiento llamado a renovar las injustas estructuras de la sociedad venezolana modificando el modelo productivo socioeconómico.


En realidad, no se produjo cambio alguno en el modelo económico y cultural. En efecto, utilizando las categorías marxistas debería llegarse a la conclusión de que, si no se modificó el modelo de producción (de la renta en sentido económico), no ha habido, de hecho, revolución alguna. Podría decirse que se ha tratado de una intervención «cosmética», una sustitución de nombres en la superestructura política que es el Estado, sin un cambio real.
El actual padre general de los jesuitas, Arturo Sosa, en un artículo del año 2007, sostenía que «el modelo económico que se está construyendo en Venezuela se parece mucho a un capitalismo de Estado. Con la peculiaridad de ser un Estado con mucho dinero, proveniente de la renta petrolera, es decir, de la explotación de un recurso natural no renovable. Ese importante volumen de dinero que entra al presupuesto nacional sin relación con la actividad productiva de la sociedad y sin vinculación alguna con la productividad económica lo utiliza el Estado como gasto público en una proporción muy alta y en inversión pública en una proporción menor. El venezolano es más un Estado distribuidor de renta que un Estado redistribuidor de riqueza socialmente producida. El Estado venezolano promueve un rentismo endógeno que depende del exterior tanto para sus ingresos e insumos».[6]
La presencia de una alta renta petrolera, junto con su innegable talento de líder carismático, alimentó la popularidad del presidente Hugo Chávez. Al mismo tiempo, la crisis política que se desencadenó a partir de 2013 derivó precisamente en la caída de los precios del petróleo y coincidió con la desaparición física de Chávez y con la entrada en escena del actual presidente, Nicolás Maduro Moros.
Tal como sucedió con el presidente Pérez, el amor o el desamor de la población por el líder aparece ligado a la distribución de la renta. Es correcto señalar que el ciclo de la renta petrolera tiene sus constantes: en efecto, el petróleo presenta períodos de alza que duran aproximadamente de cinco a siete años, y otros de recesión y baja que duran de diez a quince años. Sucede como en la historia de José en el Antiguo Testamento: hay tiempos de vacas gordas y otros de vacas flacas. Pero en Venezuela, aun sabiendo que las cosas son así, no hay un «José» que se preocupe de los graneros.
Consiguientemente, la relación entre la sociedad venezolana y el petróleo es una relación enferma que ha llevado al país a una situación de ausencia de productividad (pero no propiamente de trabajo). Para la economía nacional no importa cuánto produzcan o dejen de producir los factores productivos privados, porque las entradas dependen fundamentalmente de la renta petrolera. El Estado no promueve la industria privada, sino que, históricamente -de manera más o menos acentuada-, la limita al mercado interno.
En la última fase de la llamada «revolución bolivariana», la industria privada se ha visto afectada y marginada porque se la consideraba un apéndice económico indeseable. En consecuencia, el modelo económico impuesto es, de hecho, un reforzamiento del capitalismo de Estado. El Gobierno ha intervenido para expropiar varias empresas privadas en diversos sectores económicos (cemento, azúcar, ganadería, electricidad, aceite comestible, harina precocida, arroz, etc.): en todos estos sectores las empresas sufrieron invariablemente en los años subsiguientes pérdidas y descensos de su producción.


El resultado final ha consistido en una especie de catástrofe económica con cifras deplorables a partir del sustancial cierre de la industria automovilística (91 % de la producción) en 2016.[7] Sobre la base de los datos ofrecidos por las diferentes organizaciones del área (2015) se estima que son 7 000 las empresas e industrias que han cerrado en los últimos años.[8] El presidente de Conindustria, la confederación de los industriales venezolanos, ha dicho que dos tercios del parque productivo industrial venezolano han desaparecido.[9] Por último, según los datos del Banco Central de Venezuela, la inflación anual de junio de 2015 a junio de 2016 ha sido del 487,6 %: la más alta en la historia económica del país.[10]
Más de una vez la Revista SICy el Centro Gumilla, órganos de pensamiento de la Iglesia venezolana, han manifestado la necesidad de superar el modelo de renta clientelar que domina el sistema económico, social y político del país con vistas a un modelo que funde la riqueza de la nación en el trabajo y en la productividad. Pero la tentación de repartir la renta petrolera como instrumento de compromiso político es grande y hace difícil esa transición.

La desinstitucionalización del Estado
La relación clientelar apunta a generar procesos de disolución del Estado, porque el acceso a los servicios y a las obras de la nación se desvincula del sistema normativo para responder a criterios de interés particular. Este fenómeno tiene una larga historia en Venezuela, pero durante el llamado «proceso revolucionario» ha llegado a niveles de paroxismo.
Lamentablemente, la historia venezolana está contaminada por golpes de Estado y reformas constitucionales (23 constituciones en doscientos años de historia republicana) dirigidos a favorecer los intereses del grupo que llega al poder. Son más las veces en las que se ha modificado una norma constitucional que aquellas en las que se han reformado simples leyes como el código civil, penal, comercial, etc. Alcanzar y mantener un cierto nivel de «institucionalidad» resulta difícil si las normas fundamentales se modifican por capricho de quien ejerce el poder.
Con el término «institucionalidad» nos referimos a las relaciones entre los ciudadanos y los poderes -en este caso, el Estado-, mediadas por el respeto de las normas que regulan tales relaciones y que establecen una igualdad para todos y cada uno, que constituye la base del sistema republicano. Las normas permiten una mínima -necesaria, básica, aunque insuficiente- igualdad formal que, en el marco de la Doctrina Social de la Iglesia, debe estar acompañada también por la igualdad de oportunidades y por la justicia distributiva. Las instituciones permiten reducir el carácter discrecional del poder, ofrecen elementos de seguridad jurídica y permiten controlar los abusos. En este sentido, la institucionalidad representa un bien necesario.
Esto no es un dato obvio en Venezuela. La «revolución» consideró que la institucionalidad existente daba ventajas a grupos oligárquicos y, como toda revolución, quiso crear un nuevo marco institucional, llamado «socialista». Pero, de hecho, la Constitución aprobada al comienzo del proceso, en 1999, resulta actualmente incómoda y estrecha para aquella. Esto es así porque, en realidad, el proyecto chavista es un modelo que en política puede definirse mejor como «populismo» o «personalismo político» y que en América Latina ha estado encarnado, por ejemplo, por Perón (y Evita) y por Vargas.


Hoy en día, para referirse a gobiernos como el de Fujimori o el de Chávez se habla de «neopopulismo». Aquí la clave de lectura fundamental se sitúa en el hecho de que, más que un marco institucional (formado por partidos y estructuras), se elige a un líder que representa de alguna manera a las masas populares. Este líder asume una condición de «semi soberano», en el sentido de que la soberanía reside en el pueblo, que, a través de las elecciones, la delega en el presidente electo. Este, aunque desde el punto de vista formal parece someterse a la estructura del Estado liberal, en realidad se distancia radicalmente de ella aduciendo la necesidad de una transformación social que él mismo representa, asume, promueve y realiza directamente. Así, los demás poderes del Estado se convierten en meros corifeos de quien detenta el Poder Ejecutivo.
Podemos presentar aquí un ejemplo sobre un tema muy delicado. Según la Constitución de 1999, las Fuerzas Armadas son una institución esencialmente profesional, sin militancia política, que en el cumplimiento de las propias funciones está al servicio exclusivo de la nación y que en ningún caso sirve a una persona o a un partido político.[11] Se diría que todo eso es normal, pero, en realidad, en todas las ocasiones oficiales y militares sucede que los militares deben saludar y despedirse con la frase «Chávez vive, la Patria sigue».[12] Y, del mismo modo, en muchos otros casos los militares han expresado en ocasiones oficiales su adhesión al grupo político que en ese momento se encontraba en el Gobierno. Todo ello ha traído consigo un claro proceso de pérdida de sentido institucional de las Fuerzas Armadas a la luz de la Constitución de 1999.
Pero lo mismo sucedió también con otros poderes públicos. Así, el Tribunal Supremo de Justicia no pronuncia una sentencia adversa al Poder Ejecutivo desde hace más de doce años. El Parlamento ha sido dominado hasta 2015 por el partido del Gobierno y dio poderes especiales al presidente Chávez prácticamente en todo su mandato, al igual que posteriormente al presidente Maduro. En 2015, una vez que la oposición logró tomar el control del Parlamento gracias a su victoria en las elecciones, el Tribunal Supremo de Justicia dictó un conjunto de sentencias con las que anuló todos los actos del Parlamento, sin excepción, mientras los tres diputados del estado Amazonas, suspendidos por el mismo Tribunal, siguieran ocupando sus escaños.
Esta ausencia de institucionalidad se ha agravado durante la gestión del presidente Maduro. La promulgación de un Decreto de Emergencia Económica, de dudosa legitimidad en cuanto que carente de la necesaria aprobación del Parlamento, ha sido una intervención arbitraria en muchos aspectos de la vida económica del país. Pero se ha hecho uso de estos decretos de emergencia para legislar casi sobre cualquier cuestión de la vida del país, con la implícita supresión práctica de todas las funciones del Parlamento.
Además, en estos últimos años se ha asistido en Venezuela a diversas detenciones arbitrarias de carácter político,[13] en algunos casos con desprecio de la Constitución y del principio de debido proceso: por ejemplo, el proceso al disidente Leopoldo López debe considerarse nulo.[14] Algunas de las personas detenidas habían sido elegidas como diputados de la Asamblea Nacional y, por tanto, gozaban de inmunidad parlamentaria, que el Gobierno, de hecho, ha ignorado.
Cuando no se respeta el Estado de derecho se entra en una situación de anarquía: el derecho pierde su fuerza, se va imponiendo la impunidad y se termina perdiendo el sentido mismo de la vida social. Esta situación ha hallado en la delincuencia una fuerte y extendida expresión. La inseguridad se ha adueñado de la vida de muchos venezolanos. El índice de decesos por acciones violentas en el país es uno de los más altos del mundo: en 2015 se produjeron 90 muertos cada 100 000 habitantes.[15] Para responder a una situación tan grave el Estado ha lanzado un programa de seguridad urbana llamado «Operación de Liberación del Pueblo» (OLP), que, al final -como han señalado importantes voces en defensa de los derechos humanos-, se ha transformado en un sistema de ejecuciones extrajudiciales.[16] En suma, frente a una situación de anarquía, la respuesta del Estado ha consistido en una política igualmente anárquica. Peor aún están las cosas si consideramos los números del sistema penitenciario venezolano.[17]
Este proceso de desinstitucionalización, de destrucción del Estado de derecho y de grave violación de los derechos humanos ha sido denunciado por varios organismos internacionales. Véanse las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas,[18] o las declaraciones del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la misma organización,[19] o bien la ya citada Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que desde hace más de diez años publica informes sobre la situación venezolana.
La existencia de una institucionalidad democrática en el marco de un Estado de derecho -que implica la distinción entre poderes públicos y la definición de sus funciones, el respeto de los derechos humanos de todos los ciudadanos sin distinción política o de condición social- es un requisito indispensable para abrir un camino de reconciliación fundado en el principio de justicia que permita superar la actual crisis.



Itinerarios de reconciliación y de justicia
No es posible superar la presente situación sin establecer un pacto de gobierno entre los diversos actores políticos, sociales y económicos. La situación es grave y se ha complicado ulteriormente porque la contraposición ha sido el único modo de afrontar los problemas. Entretanto, el nivel de pobreza y de exclusión ha crecido. La Iglesia venezolana se ha pronunciado explícita y reiteradamente sobre el particular a través de su Conferencia Episcopal, por ejemplo, en la exhortación pastoral del mes de enero de 2016: «Ante la realidad actual de nuestra patria, la luz del Evangelio y la palabra del papa Francisco nos invitan a discernir nuestra realidad concreta. Exhortamos a todos los actores políticos a que cumplan con sus deberes, respeten las respectivas autonomías de cada poder, busquen formas de diálogo efectivo que privilegie los problemas de la gente y no otros problemas secundarios, distraccionistas o intrascendentes, que no llevan en general sino a la pérdida de tiempo y energías, a la crispación o a la confrontación estéril».[20]
El papa Francisco ha invitado en diversas circunstancias a la sociedad y al Gobierno de Venezuela a hacer propia una cultura que supere la contraposición a través del diálogo y de la reconciliación. Baste recordar lo que dijo el santo padre en su mensaje urbi et orbi del domingo de Pascua de 2016: «Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos».
Y efectivamente, estas palabras no han quedado en Venezuela en una mera exhortación. Es así como, desde octubre de 2016, la Santa Sede, a través de un delegado nombrado ad hoc por el Papa -Mons. Claudio Maria Celli-, ha procurado colaborar como acompañante en la mesa de diálogo iniciada en Venezuela para buscar soluciones negociadas a la actual crisis política y humanitaria.
Se trata de negociaciones complejas y que, probablemente, no conducirán a soluciones lineales. Como en todo camino, se atravesarán pendientes, valles oscuros, curvas peligrosas y encrucijadas equivocadas. Pero la alternativa, o sea, la resolución de los problemas mediante la violencia, es inaceptable para la Iglesia.
Aparte de la negociación política concreta está la necesidad de buscar acuerdos de base que permitan a Venezuela ponerse nuevamente en marcha. Un regreso al pasado no es deseable ni posible. Por otra parte, el actual sistema político ha mostrado su impracticabilidad e insostenibilidad democrática. Lo que en términos políticos no se ve en el horizonte es un camino alternativo.
Negociar una vía de salida para Venezuela es mucho más que llegar a acuerdos entre los vértices políticos para resolver las propias divergencias sobre el control del poder. Negociar significa establecer un nuevo pacto social sobre el cual sentar las bases para un nuevo modelo de desarrollo que vaya más allá del «extractivismo» -el desarrollo fundado sobre la extracción de los recursos del subsuelo- para encontrar un sistema que promueva el crecimiento de los ciudadanos, de su trabajo y de sus inversiones. Significa establecer un marco institucional objetivo y transparente para el uso de la renta pública y para el reconocimiento del derecho de la población a organizarse libremente sin el control de grupos políticos que colonicen sus esfuerzos. Significa reforzar el tejido social y las actividades de servicio comunitario.
Es por esto que el objetivo de la Santa Sede -el del diálogo- contiene una visión que supera las circunstancias y entrevé un camino de salida para Venezuela. Todavía hay tiempo para emprender este camino. El escenario no es el peor posible. No se está en la guerra que les tocó a los hermanos de Colombia, o en la de Centroamérica de los años ochenta y noventa, que duró una década. Hay todavía brasas de vida que pueden encender la llama de la libertad.