viernes, 30 de noviembre de 2018

Beata María Clara del Niño Jesús, virgen y fundadora (1 de diciembre)



can.: B: Benedicto XVI 21 may 2011
país: Portugal - n.: 1843 - †: 1899
formas del nombre: Libania do Carmo Galvao Mexia de Moura Telles de Albuquerque
En Lisboa, Portugal, beata María Clara del Niño Jesús, virgen, fundadora de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción.

Beato Charles de Foucauld, 1 de diciembre

Beato Charles de Foucauld
Beato Charles De Foucauld

Beato Charles de Foucauld, 1 de diciembre

Apóstol de los tuaregs
«Apóstol de los tuaregs, este Hermano universal de origen aristocrático, que se convirtió siendo adulto, se dejó literalmente la vida en su misión. A él se debe la proliferación de numerosas fundaciones asentadas en su espiritualidad»
Este «misionero del Sahara», apóstol de los tuaregs, nació en Strassbourg, Francia, el 15 de septiembre de 1858. Su origen aristocrático –fue vizconde de Foucauld– inicialmente no le otorgó a su carácter la distinción que cabría esperar en alguien de su alcurnia. Él y su hermana María perdieron a sus padres. Charles tenía 6 años. Creció junto a ella bajo la tutela de su abuelo, encaminándose a la vida militar. Antes había estudiado con los jesuitas, pero en los tres años que estuvo con ellos no parece que sus enseñanzas hicieran mella en su espíritu. Desde sus 16 años vivía alejado de la fe. Como el hijo pródigo, dilapidó la copiosa herencia que le legaron tiñendo su existencia con las sombras de ese ambiente licencioso al que se asomó.
Fue en 1878 cuando se integró en el ejército y dos años más tarde convertido en oficial prestó sus primeros servicios en Sétif, Argelia. Dios no existía entonces para él. Otros intereses mundanos llamaban su atención y al año siguiente su mala conducta supuso su expulsión. A partir de ese momento tuvo una vida ajetreada. Se convirtió en explorador, aunque a la par sondeaba, inquiría íntimamente una respuesta espiritual que, todavía difusa, le inquietaba.
Participó en la revuelta de Bon Mama en Orán del Sur, estudio árabe y hebreo, y en 1883 inició una expedición a Marruecos por la que fue condecorado con la medalla de oro de la Sociedad Geográfica; recorrió Argelia y Túnez. Fue un viaje que preparó su espíritu para ser fecundado por la gracia divina ya que al ver cómo vivían su fe los musulmanes, brotó de su interior esta ardiente súplica: «Dios mío, si existes, haz que te conozca». Esta sinceridad y apertura fueron suficientes para que penetrase la luz divina en su corazón a raudales. En octubre de 1886 cuando se hallaba en París preparando el texto sobre su viaje por Marruecos, inició su itinerario espiritual llevado de la mano del padre Huvelin. Obedeciendo sus indicaciones, se confesó, pese a declararse no creyente, y se sintió totalmente renovado: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para El; mi vocación religiosa es del mismo momento que mi fe: Dios es tan grande».
Durante siete años la Trapa fue su hogar. Primeramente pasó uno en la casa de Nuestra Señora de las Nieves, en Francia, y de allí, a petición suya vivió otros seis en la que tenían en Akbés, Siria. Impactado por la experiencia, pero sin terminar de encajar allí totalmente, regresó a Roma para cursar estudios por indicación de sus superiores, pero en 1896 abandonó la comunidad trapense y peregrinó a Tierra Santa. Allí permaneció un tiempo asistiendo a las hermanas clarisas en Nazareth. Fue otro momento importante para su vida espiritual que recorrió impregnándose de la pobreza que hallaba encerrada en estos matices: «No tenemos una pobreza convencional, sino la pobreza de los pobres. La pobreza que, en la vida escondida, no vive de dones ni de limosnas ni de rentas, sino sólo del trabajo manual».
Después de una profunda experiencia casi eremítica, saboreando la riqueza de la contemplación, regresó a Francia donde prosiguió los estudios que en 1901 culminaron con su ordenación sacerdotal en Viviers. Tenía 43 años y una idea apostólica tan clara que no dudó en materializarla: la evangelización de Marruecos. Al no poder residir en el país, como hubiera sido su deseo, se afincó lo más cerca posible, en Beni-Abbés, Argelia. Ya tenía clavada esta convicción: «Haré el bien en la medida en que sea santo».El espíritu de sacrificio, la pobreza, el desvelo por los enfermos y los más necesitados se había convertido en el objetivo prioritario de su vida que había encendido con sus largas horas de adoración ante la Eucaristía: «La Eucaristía es Dios con nosotros, es Dios en nosotros, es Dios que se da perennemente a nosotros, para amar, adorar, abrazar y poseer». Sabía por experiencia y así lo expresó que «cuanto más se ama, mejor se ora».
Emulando a los mercedarios, liberó esclavos en 1902, y entre 1904 y 1905 se estableció en Tamanrasset junto al pueblo tuaregs del Hoggar argelino. Parecía como si tuviese la impresión de que debía apurar el tiempo. Trabajó con denuedo en una formidable labor de inculturación, primeramente traduciendo al tuareg los evangelios, labor que continuó a la inversa, traduciendo al francés poesía tuareg. Es autor de un diccionario bilingüe francés-tuareg y tuareg-francés, de una gramática y de varias obras sobre esta tribu nómada. Este era su anhelo: «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: ‘Si tal es el servidor, ¿como entonces será el Maestro…’?».
En 1909 puso en marcha la Unión de Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón con el objetivo de llevar la fe a África. En los once años que convivió con los tuaregs se hizo uno con ellos sin escatimar esfuerzos, con el gozo de saber que de ese modo cumplía fielmente la misión a la que se sintió llamado por Cristo. Amó al pueblo hasta el fin, y allí entregó su vida. El 1 de diciembre de 1916 una bala de fusil en medio de una emboscada bereber acabó con este gran apóstol que fue beatificado por Benedicto XVI el 13 de noviembre de 2005.
El influjo de su espiritualidad se halla en diversas instituciones: los Hermanitos y las Hermanitas de Jesús, las Hermanitas y los Hermanitos del Evangelio, las Hermanitas de Nazaret, las Hermanitas del Sagrado Corazón, la Fraternidad Jesús Caritas, y la Fraternidad Charles de Foucauld.

¡La vida es espera! (P. Raniero Cantalamessa)01122018

¡La vida es espera!

 Opinión
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Jeremías 33 14-16;
1 Tesalonicenses 3, 12-4,2;
Lucas 21, 25-28.34-36

El otoño es el tiempo ideal para meditar sobre los temas humanos. Tenemos ante nosotros el espectáculo anual de las hojas que caen de los árboles. Desde siempre se ha visto en él una imagen del destino humano. Una generación viene, una generación se va...

¿Pero es de verdad éste nuestro destino final? ¿Más mísero que el de los árboles? El árbol, después del deshoje, en primavera vuelve a florecer; el hombre en cambio, una vez que ha caído en tierra, ya no ve al luz. Al menos, no la luz de este mundo... Las lecturas del domingo nos ayudan a dar una respuesta a la que es la más angustiosa y la más humana de las cuestiones.

Recuerdo haber visto de niño, en una película o en un tebeo de aventuras, una escena que se me quedó fijada para siempre. Es por la noche y se ha caído un puente del ferrocarril; un tren, ignorante, llega a toda velocidad; el guardavías se pone entre éstas gritando: «¡Detente! ¡Detente!», agitando una linterna para señalar el peligro; pero el maquinista está distraído y no lo ve, y avanza arrastrando el tren al río... No querría cargar las tintas, pero me parece una imagen de nuestra sociedad, que avanza frenéticamente al ritmo de rock‘n roll, desatendiendo todas las señales de alarma que provienen no sólo de la Iglesia, sino de muchas personas que sienten la responsabilidad del futuro...

Con el primer domingo de Adviento comienza un nuevo año litúrgico. El Evangelio que nos acompañará en el curso de este año, ciclo C, es el de Lucas. La Iglesia acoge la ocasión de estos momentos fuertes, de paso, de un año al otro, de una estación a otra, para invitarnos a detenernos un instante, a observar nuestro rumbo, a plantearnos las preguntas que cuentan: «¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? Y sobre todo, ¿adónde vamos?».

En las lecturas de la Misa dominical, todos los verbos están en futuro. En la primera lectura escuchamos estas palabras de Jeremías: «Mirad que días vienen –oráculo del Señor– en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo...».

A esta espera, realizada con la venida del Mesías, el pasaje evangélico le da un horizonte o contenido nuevo, que es el retorno glorioso de Cristo al final de los tiempos. «Las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria».

Son tonos e imágenes apocalípticas, de catástrofe. Sin embargo se trata de un mensaje de consuelo y de esperanza. Nos dicen que no estamos caminando hacia un vacío y un silencio eternos, sino hacia un encuentro, el encuentro con Aquel que nos ha creado y que nos ama más que un padre y una madre. En otro lugar el propio Apocalipsis describe este evento final de la historia como una entrada al banquete nupcial. Basta con recordar la parábola de las diez vírgenes que entran con el esposo en la sala nupcial, o la imagen de Dios que, en el umbral de la otra vida, nos espera para enjugar la última lágrima que penda de nuestros ojos.

Desde el punto de vista cristiano, toda la historia humana es una larga espera. Antes de Cristo se esperaba su venida; después de Él se espera su retorno glorioso al final de los tiempos. Precisamente por esto el tiempo de Adviento tiene algo muy importante que decirnos para nuestra vida. Un gran autor español, Calderón de la Barca, escribió un célebre drama titulado La vida es sueño. Con igual verdad se debe decir: ¡la vida es espera! Es interesante que éste sea justamente el tema de una de las obras teatrales más famosas de nuestro tiempo: Esperando a Godot, de Samuel Beckett...

Cuando una mujer está embarazada se dice que «espera» un niño; los despachos de personas importantes tienen «sala de espera». Pensándolo bien, la vida misma es una sala de espera. Nos impacientamos cuando estamos obligados a esperar una visita o una experiencia. Pero ¡ay si dejáramos de esperar algo! Una persona que ya no espera nada de la vida está muerta. La vida es espera, pero es también cierto lo contrario: ¡la espera es vida!

¿Qué diferencia la espera del creyente de cualquier otra espera, por ejemplo, de la espera de los dos personas que aguardan a Godot? Ahí se espera a un misterioso personaje (que después, según algunos, sería precisamente Dios, God, en inglés), pero sin certeza alguna de que llegue de verdad. Debía acudir por la mañana, envía a decir que irá por la tarde; en ese momento dice que no puede ir, pero que lo hará con seguridad por la noche, y por la noche que tal vez irá a la mañana siguiente... Y los dos pobrecillos están condenados a esperarle; no tienen alternativa.

No es así para el cristiano. Éste espera a uno que ya ha venido y que camina a su lado. Por esto, después del primer domingo de Adviento, en el que se presenta el retorno final de Cristo, en los domingos sucesivos escucharemos a Juan Bautista que nos habla de su presencia en medio de nosotros: «¡En medio de vosotros -dice- hay uno a quien no conocéis!». Jesús está presente en medio de nosotros no sólo en la Eucaristía, en la palabra, en los pobres, en la Iglesia... sino que, por gracia, vive en nuestros corazones y el creyente lo experimenta.

La del cristiano no es una espera vacía, un dejar pasar el tiempo. En el Evangelio del domingo Jesús dice también cómo debe ser la espera de los discípulos, cómo deben comportarse entretanto, a fin de no verse sorprendidos: «Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por las preocupaciones de la vida... Estad en vela, pues, orando en todo tiempo...».

Pero de estos deberes morales tendremos ocasión de hablar en otros momentos. Termino con un recuerdo cinematográfico. Hay dos grandes historias de iceberg llevadas a la gran pantalla. Una es la del Titanic, que conocemos bien..., la otra la relata la película de Kevin Kostner Rapa Nui, de hace algunos años. Una leyenda de la isla de Pascua, situada en el Océano Pacífico, dice que el iceberg es en realidad una nave que cada ciertos años o siglos pasa junto a la isla para permitir al rey o al héroe del lugar encaramarse a ella e ir hacia el reino de la inmortalidad.

Existe un iceberg en la ruta de cada uno de nosotros, la hermana muerte. Podemos fingir que no lo vemos o no pensar en ello como la gente despreocupada que, en el Titanic, estaba de fiesta esa noche, o podemos estar preparados para subirnos y dejarnos conducir hacia el reino de los santos. El tiempo de Adviento debería servir también para esto...

Hoy 30 de noviembre no es un Día cualquiera

Hoy 30 de noviembre no es un Día cualquiera

 

             Y un viernes más, heme aquí con el “Día cualquiera” que algunos de Vds. habrán podido escuchar esta madrugada en el interesante programa que dirige Javier Angel Ramírez “Diálogos con la Ciencia”, en Radio María, una sección en la que les narro los episodios interesantes que se han producido cualquier año de la historia pero necesariamente tal día como hoy, o sea, un 30 de noviembre.
  
            Efemérides
             En 1031, con el asesinato por el vulgo de Hisham III en Córdoba, acaba el período histórico denominado “Califato de Córdoba” iniciado por Abderramán III en 929: un siglo que marca el máximo esplendor del islam español, con grandes realizaciones en todos los campos del arte y del saber, que no incluyen, sin embargo, contra lo que el discurso de lo políticamente correcto y también el mismísimo Barak Obama en su lamentable discurso de Yakarta,  intenta hacernos creer, ni la tolerancia religiosa ni la convivencia interreligiosa.
             En 1227, Fernando III el Santo arrebata definitivamente Baeza a los musulmanes españoles. La temprana recuperación de la ciudad jiennense permitirá la construcción en ella de la única iglesia románica andaluza que ha llegado a nuestros días.
             En 1803, al mando del doctor Francisco Javier de Balmis y Berenguer zarpa de La Coruña la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna, que llevará la vacuna de la viruela no sólo a las posesiones españolas en Hispanoamérica y Filipinas, sino incluso a la China y, en un rasgo de generosidad propio del carácter español, hasta algunas posesiones dela Corona inglesa, con la que España se hallaba en guerra.
             Ese mismo día de 1803, en el subcontinente norteamericano, España cede a Francia la Luisiana, gigantesco territorio que constituye prácticamente toda la frontera de las ciudades norteamericanas independizadas un cuarto de siglo antes. Sólo veinte días después, Francia, a su vez, la cede a los Estados Unidos. Indicativo de la inmensa extensión del territorio es que de él saldrán 13 de los 50 estados norteamericanos que constituyen hoy día la Unión.
             En 1833, Javier de Burgos, Ministro de Fomento, aprueba el decreto que divide el territorio español en 49 provincias. La división de las Islas Canarias casi un siglo después en dos provincias, cierra la definitiva división de España en 50 provincias.
             En 1853, Rusia destruye en Sinope la flota turca: cuatro meses después Gran Bretaña y Francia le declaran la guerra, conocida como guerra de Crimea, la cual, aunque termina con la derrota de Rusia, supondrá pocos cambios territoriales. Uno de los aspectos más recordados del evento serán las aportaciones que a la enfermería de guerra hará durante su curso la británica Florence Nightingale, precedentes de la fundación de la Cruz Roja sólo diez años después, tras la batalla de Solferino en el marco de la Guerra de unificación italiana.
             En 1916, el Imperio Otomano perpetra la última etapa del conocido como “Holocausto griego”, el genocidio de las poblaciones griegas de la región del Pontos, con la masacre de casi 400.000 griegos ejecutada por la administración del grupo denominado “Jóvenes Turcos”, a imagen de la realizada simultáneamente con el pueblo armenio, que podría ascender a 2 millones de personas.
             En 1936, el fuego destruye el Crystal Palace, el gigante de cristal sede de la Gran Exposición de 1851, un diseño de Joseph Paxton llamado a ser la torre Eiffel londinense.
             En 1939, simultáneamente al comienzo de la II Guerra Mundial, pero fuera de ella todavía pues no entrará en la misma hasta que el 22 de junio de 1941 Hitler comience la invasión del país, la Unión Soviética bombardea las principales ciudades finlandesas dando inicio a la llamada “Guerra de Invierno”. Ciento cinco días después, la guerra terminaba con la cesión finlandesa a la URSS de Petsamo, Salla y la mayor parte de Karelia, un 10% de su territorio.
             Es un día importante en el campo de la música moderna, pues en 1979, se publica en Reino Unido el LP “The Wall”, de la banda británica Pink Floyd; en 1982, Michael Jackson presenta Thriller, el álbum más vendido en la historia de la música; y en 1984, Phil Collins lanza a la venta en Estados Unidos su delicado “One More Night”, que están escuchando Vds.

             Natalicio
             En el capítulo del natalicio, nace en 1466 el gran marino italiano al servicio de la corona de España Andrea Doria, protagonista de las exitosas campañas en el Mediterráneo que cobran para España plazas como Túnez o Argel.
             En 1508, el gran : arquitecto italiano Andrea Palladio, autor de la Basilica de Vicenza, la iglesia veneciana de San Giorgio Maggiore y numerosos palacios como el Palacio Chiericati, autor también de los llamados “Cuatro libros de arquitectura”.
             Es un gran día para la literatura en lengua inglesa, pues en 1667 nace en Dublín Jonathan Swift, autor de “Los viajes de Gulliver”, y en 1835, en la solo catorce años antes españolísima Florida, Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, autor de “Las Aventuras de Tom Sawyer” y “Las Aventuras de Huckleberry Finn”. Conocido como “el padre de la literatura norteamericana”, nace curiosamente durante la visita del cometa Halley de 1835 y muere en 1910, en que se produce la siguiente visita del cometa, cosa que al parecer, él mismo había profetizado.
             Y es un día excelente para nacer si lo que se quiere es ganar un premio nobel, porque fíjese Vd.: en 1817 nace Theodor Mommsen, historiador alemán, nobel de literatura 1902, autor de la “Historia de Roma” que aún al día de hoy es obra de referencia sobre el tema; en 1869, el ingeniero sueco Nils Gustaf Dalen, nobel de física 1912 por su invento de la llamada “válvula solar”, capaz de encender y apagar de forma automática la llama de las farolas; en 1889, el británico Edgar Douglas Adrian, nobel de medicina 1932 por sus trabajos sobre la función de las neuronas y las células nerviosas motoras; en 1898, Albert John Lutuli, más conocido como Mvumbi, político sudafricano de raza negra, nobel de la paz 1960 por su lucha no violenta contra el apartheid; en 1915, el canadiense Henry Taube, nobel de química 1983 por sus trabajos sobre los mecanismos de las reacciones de transferencias de electrones, especialmente entre metales; y en 1926, el estadounidense Andrew Victor Schally, nobel de medicina 1977 por sus investigaciones en el área de los péptidos hormonales.
  
            Obituario
             En el capítulo del obituario, muere en 1694, en Roma, Marcello Malpighi, fisiólogo italiano fundador de la Histología, o ciencia que estudia los tejidos orgánicos.
             En 1751, el francés Jean-Philippe Loys de Chéseaux, descubridor de ocho nebulosas y dos cometas, que intenta calcular la fecha de la crucifixión de Jesús de Nazaret a partir de observaciones astronómicas registradas en la Biblia.
             En 1900, en París, el novelista británico Oscar Wilde, exiliado en Francia tras cumplir dos años en la cárcel de Reading por mantener relaciones sexuales con el hijo del Marqués de Queensberry.
             En 1935, el escritor portugués Fernando Pessoa, que amén de profuso traductor del inglés, escribirá en portugués desde distintas personalidades a las que denomina “heterónimos”, entre los cuales, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares o Ricardo Reis.
             En 1947, el genial cineasta germano estadounidense Ernst Lubitsch, autor de la película “Ser o no ser”, en la que, en clave cómica, relata la reacción que suscita en un pueblo holandés la próxima llegada de los soldados de los tercios españoles, los hombres muertos de miedo, las mujeres inquietas e ilusionadas.
             En 1952, Joan Rubió, arquitecto español discípulo del simpar Gaudí, autor de obras como la Casa Golferichs o la Casa Pomar, ambas en Barcelona.

             Cumpleaños
             Felicitamos hoy a Andrew Victor Schally, nobel de medicina 1977 a quien ya nos hemos referido en el natalicio, que cumple la friolera de 92 ¡¡¡y todavía trabajando en la investigación!!! ¡¡¡Felicidades maestro!!!
             Y al cineasta británico Ridley Scott, director de películas emblemáticas como “Blade Runner” y “Alien, el octavo pasajero”, que cumple 81.
             Y a nuestras guapas, -perdón por el piropo, arte que conoce sus peores momentos en los albores de su próxima deslegalización y hasta penalización… hoy la preciosa Cherry Currie, componente del grupo “The Runaways” formado sólo por chicas en tiempos tan tempranos como los 70, que cumple 59.
             Y a la no menos guapa Aoi Miyazaki, actriz y modelo japonesa a la que han podido ver Vds. en filmes como “Hatsukuoi”, o “Gin-iro no Kami no Agito”, o también en “Tada, Kimi wo Aishiteru” o “Umi de no Hanashi” o “Kamisama no Karute”, extraordinarias películas todas las cuales recomiendo vivamente a Vds. Y si pueden en versión original… que cumple preciosos 33.
             Hoy es el Día Internacional de la Seguridad de la Información, tema de candente actualidad que, con la irrupción en el panorama de los nuevos medios de comunicación basados en internet, junto a expresiones muy positivas para la libertad de expresión y la variedad informativa, están inundando también el panorama de las comunicaciones con noticias falsas y apócrifas.
             Y sin más por hoy, queridos amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos.
  
            ©L.A.
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San Ansano de Siena, mártir. (1 de diciembre)

San Ansano de Siena, mártir.

San Ansano.
San Ansano.
San Ansano de Siena, mártir. 1 de diciembre.
Fue Ansano natural de Roma, e hijo de Tranquillino, un patricio, imperando Diocleciano. A los 12 años se convirtió al cristianismo a escondidas de su padre. Fue instruido por el presbítero San Protasio (5 de diciembre) y en su bautismo su “madrina” fue la diaconisa Santa Máxima (2 de diciembre). Un tiempo después ambos fueron apresados y flagelados con látigos de plomo. Máxima falleció durante los azotes, pero Ansano sobrevivió y pudo escapar a Siena. Durante esta fuga se le acercó un joven ciego al cual restituyó la visión.

En Siena no ocultó su condición de cristiano, antes bien, todo lo contrario, se dedicó a predicar a Cristo, bautizando a muchos, lo que le valió el título de “El Bautista de Siena”. El prefecto Lisias mandó apresarlo y de nuevo fue sometido a interrogatorios y diversos tormentos, como ser sumergido en una tina de agua hirviendo o el fuego, que se extinguió apenas tocó su cuerpo. Finalmente fue decapitado en el año 303 a las afueras de la ciudad, junto al río Arbia. Es patrono de la ciudad de Siena, donde se conserva un oratorio dedicado a su memoria, levantado en el sitio del martirio. Posteriormente las reliquias serían trasladadas a la catedral.


Fuente:
-“La leyenda de oro para cada día del año. Vida de todos los Santos”. Volumen 3. Barcelona, 1853.

Me penetras con tu gracia y me transformas con tu presencia (Los cinco minutos del Espíritu Santo) 01122018

Me penetras con tu gracia y me transformas con tu presencia


Espíritu Santo, tú eres vida, tú eres necesario para mí como el aire que respiro. Te doy gracias por el don de la vida, porque es maravilloso existir. Permíteme respirar contigo, Señor.
Te adoro Espíritu Santo, porque así como el aire me rodea y penetra en mí, así también estoy rodeado por ti, me envuelves con tu presencia, lleno de vida en plenitud y de pura alegría, me penetras con tu gracia y me transformas con tu presencia. 
¡Gloria a ti, Señor, Espíritu de vida! Junto con el aire que sale de mis pulmones, llévate todo lo que no me hace feliz, arroja fuera de mí toda impureza, expulsa todas mis angustias y tristezas, todos mis rencores y malos recuerdos, todo egoísmo y mala intención. Llévate todo Dios mío, y déjame sólo tu gracia, tu vida. Quédate tú invadiendo todo mi ser y reinando en mí con tu gozo en medio de mis tareas. Amén."

Las vírgenes feas (Lidoly CHÁVEZ GUERRA)

Las vírgenes feas

Lidoly CHÁVEZ GUERRA




A la victoria del FMLN, en El Salvador

La Manuela había espachurrado ajo toda la mañana, así que de la cocina salía un olor envolvente que yo sabía le iba a durar en los dedos por lo menos tres días. La vi llenar un cuenco de ajos machacados, y luego otro y otro, y no me alarmaba mientras pensaba que era para la sopa. Pero cuando vi a la Manuela caminar al cantero y amasar el ajo con tierra húmeda en un cazo, le dije «ah, ahora sí que vos estas soreca, tata ¿vamos a comer suelo aliñado?». «No juegues», me dijo, «que ahorita cuando se nos acabe la poca tortilla que queda, voy a pensar en unos tamalitos de barro», y se rió. A mí siempre me gustaba aquella risa linda de la Manuela, como si no le tuviera miedo a nada en el mundo. «Ven», me llamó, «¿ves cómo espanta a los zompopos?». Yo no veía nada, pero ella decía que por tanto zompopero hacía tiempo que no teníamos flores. El ajo es bueno, dijo.
La miraba, día tras día, velar el cantero. Se acercaba con la puntita del cuchillo a ver si había brotado algún retoño, pero en vano. La tierra estaba muerta y los zompopos seguían su pachanga como si nada. Una mañana, antes de que saliera el sol, la Manuela me tiró de la cama. Andate, dijo, que vamos adonde la virgen, y le vi el rosario entre los dedos. Se puso una mantilla blanca y el único vestidito decente que usaba para ir a Coatepeque. Pensé que algo malo había pasado, pero no me atreví a preguntarle una palabra. Trataba, por mi parte, de descubrirle algún gesto revelador por entre los pliegues casi azulosos del tul.
De la iglesia siempre me sorprendía el contraste entre el bullicio de los vendedores de estampas o velas, y aquel silencio de espanto en la nave. Manuela caminaba con paso firme y de vez en cuando se persignaba frente a las imágenes. Me jalaba por el brazo y mi impulso la chocaba cuando se detenía en seco. «¡La cruz!», me susurró finalmente. Entonces empecé a imitarla y hacía como si me agachara frente a las santas. Llegó a un banquillo y yo me arrodillé junto a ella. La oía murmurando cerca de mí aquellos rezos que aún hoy me pregunto qué podrían haber dicho. «Cierra los ojos», me dijo primero, y luego «¡Vamos ya!». La seguí casi a las carreras. Traté de igualar mi paso corto a su estilo distinguido y su frente en alto, pero estaba aún demasiado expuesta a los asombros. «Flores, señoritas», insistió un hombre interrumpiendo el paso. «Ya tenemos, gracias», dijo Manuela, y solo entonces vi el ramo enorme de dalias que llevaba en la mano contraria.¿De dónde las había sacado? «Ma, seguro que es pecado robarle las flores a la virgen». Ella no contestó. Yo no sabía si poner cara pícara, como que habíamos hecho una travesura, o un gesto grave de consternación. Yo no quería que la virgen me castigara por la complicidad en el delito. Pero descubrí a unos cuilios cerca de la esquina y temí, porque la virgen estaba demasiado lejos para condenarme, y aquellos tenían unos cañonotes largos colgados al hombro. Yo miré a la Manuela, y la mirada pétrea, de una dureza impenetrable, avanzaba de prisa rasgando el aire. Los cuilios le silbaron y le dijeron groserías. No las entendía, pero había aprendido a distinguirlas por el tono. Era de las primeras enseñanzas que nos inculcaban a las nenas. Manuela siguió, y yo me puse muy nerviosa, pensé que nos iban a prender por robarle las flores a una santa. «Anda, deprisa», dijo Manuela y no paramos hasta la casa.
Entonces la vi desparramar el mazo en pequeños ramilletes. Allí, sobre los anaqueles del armario viejo, existía un altar que nunca había imaginado. Una veintena de estampas, amarillas ya, descansaban junto a vasijas con flores secas. Me acerqué, detallé los rostros del panteón de la Manuela. No eran ángeles nevados los que estaban ahí, mirando desde el cartón. No, como la Santa Rita, de nariz filosa y ojos azules, o la inmaculada Santa Liduvina, que yo había visto en una cartilla de Semana Santa, todas cheles y bellas y limpias, con los mantones brocados hasta el piso. En aquellas postales las vírgenes reían a veces, o miraban tristes así, a la nada. Una tocaba guitarra, y otra estaba vestida de militar, con botas de hombre y un fusil contra el piso. Eran indígenas, o gordas, o rugosas, como la tierra seca que no quería florecer.
La Manuela cambió con ternura el agua de los vasos, acomodó los nuevos ramilletes junto a sus santas, les conversó y lloró como niña junto a ellas. Tomó algunas estampas en sus manos y mencionaba nombres, como si hubieran sido sus hermanas, más que yo. Un día tras otro la vi traer flores. A veces lo hacía sin mí. Su altar se poblaba cada vez más con nuevas caras. En ocasiones eran casi cipotas. «No podemos sufrir más», la oí decir, y algo como «lucha» o «guerrita» o «guerrilla». Y era tanta la fuerza, o… no sé… la fe tan grande que depositaba en esas extrañas oraciones, de las que nunca había oído en misa, que estuve segura de que alguna vez, alguna de esas muchas santas manchadas, la iba a oír.

Lidoly Chávez Guerra
La Habana, Cuba

Santos del día 1 de diciembre

Santos del día 1 de diciembre
Kalendis decembris
Conmemoración de san Nahúm, profeta, que predicó a Dios como el que gobierna el devenir de los tiempos y juzga con justicia a los pueblos.
En Milán, ciudad de la Transpadania, san Castriciano, obispo.
En Poitiers, de Aquitania, santa Florencia, virgen, que, convertida al Dios verdadero por el obispo san Hilario durante su destierro en Asia, le siguió luego al regresar a su tierra.
En Frejus, de la Provenza, san Leoncio, obispo, que favoreció la vida monástica de san Honorato en la isla de Lérins, y a quien san Juan Casiano, su amigo, le dedicó las diez primeras Colaciones.
En Cenomanum, hoy Le Mans, en Neustria, san Domnolo, obispo, que antes había sido abad del monasterio de San Lorenzo de París, y que resplandeció por la fuerza de sus milagros.
En Verdún, de Austrasia, san Agerico, obispo, que edificó iglesias y bautisterios, y, habiendo convertido su iglesia en asilo de prófugos, tuvo que padecer mucho por parte del rey Teodorico.
En Noyon, de Neustria, san Eloy, obispo, que siendo orfebre y consejero del rey Dagoberto, edificó monasterios y construyó monumentos a los santos con gran arte y elegancia, y más tarde fue elevado a las sedes de Noyon y Tournai, donde se dedicó con gran celo al trabajo apostólico.
En la ciudad de Cotiniola, en la Emilia, beato Antonio Bonfadini, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, predicando la Palabra de Dios, durante largo tiempo recorrió diversas regiones de Italia y lugares de Tierra Santa.
En Colchester, en Inglaterra, beato Juan Beche, presbítero de la Orden de San Benito y mártir, el cual, siendo abad del monasterio de San Juan, por mantener la fidelidad al Romano Pontífice fue acusado de crimen de traición y condenado a la pena capital por el rey Enrique VIII, causa por la que acabó en el patíbulo.
En Londres, también en Inglaterra, santos Edmundo Campion, Rodolfo Sherwin y Alejandro Briant, presbíteros y mártires durante el reinado de Isabel I, eximios por su fortaleza y carácter. San Edmundo, que de joven había profesado la fe católica, después de ser admitido en Roma en la Orden de la Compañía de Jesús y ordenado sacerdote en Praga, regresó a su patria, donde de palabra y por escrito consolidó en gran manera las almas de los fieles, y por esto, después de muchos tormentos, fue ajusticiado en el patíbulo de Tyburn. Con él también sufrieron los mismos suplicios san Rodolfo y san Alejandro, este último admitido con mérito en la Orden de la Compañía de Jesús, cuando estaba ya en la cárcel.
En York, también en Inglaterra, beato Ricardo Langley, mártir, que bajo el reinado de la misma Isabel I fue condenado a la pena capital y ahorcado, por haber hospedado a sacerdotes.
En Lisboa, Portugal, beata María Clara del Niño Jesús, virgen, fundadora de las Hermanas Franciscanas Hospitalarias de la Inmaculada Concepción.
En Tamanrasset, Argelia, beato Charles de Foucauld, presbítero.
En el campo de concentración de Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia, beato Casimiro Sykulski, presbítero y mártir, que, durante la guerra, por mantener con fortaleza la fe ante los perseguidores de la Iglesia, fue fusilado.
En la ciudad de Dire-Daua, en Etiopía, beata Liduina (Elisa Anagela) Meneguzzi, virgen del Instituto de San Francisco de Sales, que, cual espejo de humildad y caridad cristiana, mostró la misericordia de Dios entre los pobres, enfermos y cautivos.
En Isiro, en la República Democrática del Congo, beata Clementina Nengapeta Anuarite, virgen de la Congregación de Religiosas Misioneras de la Sagrada Familia y mártir, que en la persecución que se desató durante la guerra civil fue apresada junto con otras religiosas, a las que exhortó a que vigilaran y oraran, y al resistirse con gran fuerza a la torpe pasión del capitán de los soldados, éste, enfurecido, la mató a causa de Cristo, su Esposo.
En Ferrara, Italia, beata María Rosa de Jesús (Bruna) Pellesi, virgen, religiosa de las Hermanas Franciscanas Misioneras de Cristo.