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martes, 2 de febrero de 2016

“Llamados a ser hombres y mujeres del encuentro”, el Papa clausura el Año de la Vida Consagrada 02022016

“Llamados a ser hombres y mujeres del encuentro”, el Papa clausura el Año de la Vida Consagrada

Clausura del Jubileo del Año de la Vida Consagrada. - AFP
02/02/2016 14:55

 
(RV).- “Gratitud: esta es una palabra que puede sintetizar todo aquello que hemos vivido en este Año de la Vida Consagrada, gratitud por el don del Espíritu Santo, que anima siempre a la Iglesia a través de los diversos carismas”, con estas palabras el Papa Francisco clausuró el Año de la  Vida Consagrada.
En fiesta de la Presentación del Señor al Templo y en una emotiva celebración Eucarística presidida por el santo Padre en la Basílica de San Pedro, el Pontífice recordó en su homilía que “Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre. Es éste el ícono que el Evangelio nos ofrece al final del Año de la Vida Consagrada, un año vivido, resaltó el Papa, con mucho entusiasmo”.
“La fiesta de hoy, sobre todo en Oriente, dijo el Papa, es llamada fiesta del encuentro. Contemplamos el encuentro con el viejo Simeón, que representa la espera fiel de Israel y el regocijo del corazón por el cumplimiento de las antiguas promesas. Admiramos también el encuentro con la anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño, exulta de alegría y alaba a Dios. y el futuro, lleno de esperanza”. En ello se puede ver el inicio de la vida consagrada.
“Los consagrados y las consagradas están llamados ante todo a ser hombres y mujeres del encuentro, afirmó el Obispo de Roma. La vocación, de hecho, no toma las mociones de un proyecto nuestro pensado ‘con cálculo’, sino de una gracia del Señor que nos  alcanza, a través de un encuentro que cambia la vida. Quien verdaderamente encuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes. Él es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte  en testimonio y hace posible el encuentro para los otros; y también se hace promotor de la cultura del encuentro, evitando la autoreferencialidad que nos hace encerrarnos en nosotros mismos”.
Antes de concluir su homilía, el Papa hizo notar también a los consagrados que “en la fiesta de hoy aprendemos a vivir la gratitud por el encuentro con Jesús y por el don de la vocación a la vida consagrada”. “Cúan hermoso es cuando encontramos el rostro feliz de personas consagradas,  quizás ya con tantos años como Simeón o Ana,  felices y llenas de gratitud por la propia vocación”. 
(RC - RV)
Texto y Audio completo de la homilía del Santo Padre Francisco en el Jubileo de la Vida Consagrada el 2 de febrero de 2016
 
(Radio Vaticana).- Hoy  ante nuestra mirada se presenta un hecho simple, humilde y grande: Jesús es llevado por María y José al templo de Jerusalén.  Es un niño como tantos, como todos, pero es único: es el Unigénito venido para todos. Este Niño nos ha traído la misericordia y la ternura de Dios: Jesús es el rostro de la Misericordia del Padre. Es éste el ícono que el Evangelio nos ofrece al final del Año de la Vida Consagrada, un año vivido con mucho entusiasmo.  Él, como un rÍo, confluye ahora en el mar de la misericordia, en este inmenso misterio de amor que estamos experimentando con el Jubileo extraordinario.
La fiesta de hoy, sobre todo en Oriente, es llamada fiesta del encuentro. En efecto, en el Evangelio que ha sido proclamado, vemos diversos encuentros  (cfr Lc 2,22-40).  En el templo Jesús viene a nuestro encuentro y nosotros vamos a su encuentro. Contemplamos el encuentro con el viejo Simeón, que representa la espera fiel de Israel y el regocijo del corazón por el cumplimiento de las antiguas promesas. Admiramos también el encuentro con la anciana profetisa Ana, que, al ver al Niño, exulta de alegría y alaba a Dios.  Simeón y Ana son la espera y la profecía, Jesús es la novedad y el cumplimiento: Él se nos presenta como la perenne sorpresa de Dios; en este Niño nacido para todos se encuentran el pasado, hecho de memoria y de promesa, y el futuro, lleno de esperanza.
En esto podemos ver el inicio de la vida consagrada.  Los consagrados y las consagradas están llamados ante todo a ser hombres y mujeres del encuentro.  La vocación, de hecho, no toma las mociones de un proyecto nuestro pensado “con cálculo”, sino de una gracia del Señor que nos  alcanza, a través de un encuentro que cambia la vida. Quien verdaderamente  encuentra a Jesús no puede permanecer igual que antes.  Él es la novedad que hace nuevas todas las cosas. Quien vive este encuentro se convierte  en testimonio y hace posible el encuentro para los otros; y también se hace promotor de la cultura del encuentro, evitando la autoreferencialidad que nos hace encerrarnos en nosotros mismos.
El pasaje de la Carta a los Hebreos, que hemos escuchado, nos recuerda que el mismo Jesús, para salir a nuestro encuentro, no dudó en compartir nuestra condición humana: «Ya que los hijos tienen una misma sangre y una misma carne, él también debía participar de esa condición» (v. 14). Jesús no nos ha salvado “desde el exterior”, no se ha quedado fuera de nuestro drama, sino que ha querido compartir nuestra vida. Los  consagrados y las consagradas están llamados a ser signo concreto y profético de esta cercanía de Dios, de éste compartir la condición de fragilidad, de pecado y de heridas del hombre de nuestro tiempo. Todas las formas de vida consagrada, cada una según sus características, están llamadas a estar en permanente estado de misión, compartiendo «las alegrías y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de hoy, sobre todo de los pobres  y de todos aquellos que sufren» (Gaudium et spes, 1).
El Evangelio también nos dice que «Su padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él» (v. 33). José y María custodian  el estupor por este encuentro lleno de luz y de esperanza para todos los pueblos. Y también nosotros, como cristianos y como personas consagradas, somos custodios del estupor. Un estupor que pide ser renovado siempre; ay de la costumbre en la vida espiritual; ay de cristalizar nuestros carismas en una doctrina abstracta:  los carismas de los fundadores – como he dicho otras veces – no son para sellar en una botella, no son piezas de museo.  Nuestros fundadores han sido movidos por el  Espíritu y no han tenido miedo de ensuciarse las manos con la vida cotidiana, con los problemas de la gente, recorriendo con coraje las periferias geográficas y existenciales. No se detuvieron ante los  obstáculos y las incomprensiones de los otros, porque mantuvieron en el corazón el estupor por el encuentro con Cristo. No han domesticado la gracia del Evangelio; han tenido siempre en el corazón una sana inquietud por el Señor, un deseo vehemente de llevarlo a los demás, como han hecho María y José en el templo. También hoy nosotros estamos llamados a cumplir elecciones proféticas y valientes.
Finalmente, de la fiesta de hoy aprendemos a vivir la gratitud por el encuentro con Jesús y por el don de la vocación a la vida consagrada. Agradecer, acción de gracias: Eucaristía. Cúan hermoso es cuando encontramos el rostro feliz de personas consagradas,  quizás ya con tantos años como Simeón o Ana,  felices y llenas de gratitud por la propia vocación. Esta es una palabra que puede sintetizar todo aquello que hemos vivido en este Año de la Vida Consagrada: gratitud por el don del Espíritu Santo, que anima siempre a la Iglesia a través de los diversos carismas.
El Evangelio concluye con esta expresión: «El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él» (v. 40). Que el Señor Jesús pueda, por la maternal intercesión de Maria, crecer en nosotros, y aumentar en cada uno el deseo  del encuentro, la custodia del estupor y la alegría de la gratitud. Entonces otros serán atraídos por su luz, y podrán encontrar la misericordia del Padre. 
(Traducción del italiano: Raúl Cabrera, Radio Vaticano)
Tienen el fuego de la vida espiritual encendido; no se apagó ese fuego. Sigan adelante, Francisco a los religiosos fuera de la Basílica
Terminada la misa en San Pedro, el Papa salió a la plaza para saludar a tantos religiosos, religiosas y consagrados que no pudieron entrar en la basílica vaticana. Estas fueron sus palabras:
“Queridos hermanos y hermanas consagrados, muchas gracias. Participaron de la Eucaristía con un poco de fresco. Pero el corazón arde. Gracias por terminar así, todos juntos, este Año de la Vida Consagrada. Sigan adelante. Cada uno de nosotros tiene un lugar, un trabajo en la Iglesia. Por favor no olvidar la primera vocación, la primera llamada. Hagan memoria: con ese amor con el que fueron llamados hoy el Señor continúa llamándote. Que no disminuya la belleza y el estupor de la primera llamada. Después, continúen trabajando. Es bello continuar. Siempre hay algo que hacer. Lo principal es rezar, el centro de la vida consagrada es la oración. Rezar. Y así envejecer, envejecer como el buen vino. Les digo una cosa, a mí me gusta tanto cuando encuentro a esos religiosos, religiosas ancianos, pero con los ojos brillantes porque tienen el fuego de la vida espiritual encendido. No se apagó, no se apagó ese fuego. Sigan adelante hoy. Continúen trabajando. Miren el mañana con esperanza pidiendo siempre al Señor que nos envía vocaciones, así nuestra obra de consagración puede seguir adelante. La memoria: no se olviden la primera llamada; el trabajo de todos los días. Después la esperanza de ir adelante y sembrar bien. Que otros que vienen detrás de nosotros puedan recibir la herencia que nosotros le dejaremos”. Francisco los invitó a rezar un Ave María a la Virgen y después les impartió la bendición". Traducción, jesuita Guillermo Ortiz


lunes, 1 de febrero de 2016

“Profecía, proximidad y esperanza”, el Papa a los Consagrados 01022016

“Profecía, proximidad y esperanza”, el Papa a los Consagrados

Jubileo de la Vida Consagrada, Audiencia del Papa Francisco - Aula Pablo VI. - EPA
01/02/2016 17:55
(RV).- “Evitar el terrorismo de las habladurías, que constituyen una bomba. No pensar en el dinero, que no da la esperanza duradera, la verdadera esperanza está solo en el Señor. Y pidan el don de nuevas vocaciones, para manifestar la cercanía de Dios al prójimo”. Son algunos de los puntos de meditación del Papa Francisco al recibir a los participantes en el Jubileo de la Vida Consagrada, en el Aula Pablo VI del Vaticano.
A vísperas de la fiesta de la Presentación del Señor, y clausura del Año de la Vida Consagrada, el Pontífice hablando desde el corazón expresó su cercanía y esperanza en un nuevo despertar de la Vida Consagrada para el mundo de hoy.
Texto y audio completo del discurso del Papa Francisco
 
Queridos hermanos y hermanas,
he preparado un discurso para esta ocasión sobre los temas de la vida consagrada y sobre tres pilares; existen otros, pero tres son importantes para la vida consagrada. El primero es la profecía, el otro es la proximidad y el tercero es la esperanza. Profecía, proximidad y esperanza. He entregado al Cardenal Prefecto el texto porque es un poco aburrido leerlo y prefiero hablar con ustedes de aquello que me sale del corazón. ¿De acuerdo?
Profecía
Religiosos y religiosas, es decir hombres y mujeres consagrados al servicio del Señor que ejercitan en la Iglesia este camino de una pobreza fuerte, de un amor casto que los lleva a una paternidad y a una maternidad espiritual para toda la Iglesia, una obediencia… Pero, en esta obediencia nos falta siempre algo, porque la perfecta obediencia es aquella del Hijo de Dios – ¡eh! – que se ha abajado, se ha hecho hombre por obediencia hasta la muerte de Cruz. Pero hay entre ustedes hombres y mujeres que viven una obediencia fuerte, una obediencia – no militar, no, no, aquello; eso es disciplina, es otra cosa – ¿De donación del corazón? Y esto es profecía. “¿Pero tú, no tienes ganas de hacer otra cosa? Sí, pero… según las reglas debo hacer esto, esto, esto. Y según las disposiciones esto, esto, esto. ¿Y si no veo claro algo? Hablo con el superior, con la superiora… Pero, después del dialogo obedezco”. Esta es la profecía contra la semilla de la anarquía que siembra el diablo. ¿Tú que haces? “Yo hago lo que me gusta”. La anarquía de la voluntad es hija del demonio, no es hija de Dios. El Hijo de Dios no ha sido anárquico, no ha llamado a los suyos para hacer una fuerza de resistencia contra sus enemigos; también Él le ha dicho a Pilatos: “Pero, si yo fuera un rey de este mundo habría llamado a mis soldados para defenderme”. Pero Él ha obedecido al Padre. Ha pedido solamente: “padre, por favor… No, no, este cáliz no. Si no se haga lo que tú quieras”. Cuando ustedes obedecen una cosa… Tal vez muchas veces no les gusta, ¿eh? A veces como mi italiano es muy pobre, debo hablar el lenguaje de los sordomudos, ¡eh! Esta obediencia… pero se hace. Por lo tanto la profecía. La profecía es decir a la gente que hay un camino de felicidad, de grandeza, un camino que llena de alegría, que es el camino de Jesús. Es el camino de estar cerca de Jesús. Es un don, es un carisma la profecía y que se debe pedir al Espíritu Santo: que yo también sepa decir esa palabra también, en aquel momento justo; que yo haga aquello en aquel momento justo, que mi vida, toda, sea una profecía; hombres y mujeres profetas. Y esto es muy importante. Pero, hagamos como todo el mundo, ¿no? La profecía es decir que hay algo verdadero, más bello, más grande, más bueno al cual todos estamos llamados.
Proximidad
Luego la otra palabra es la proximidad, ¿no? Hombres y mujeres consagrados, pero no para alejar a la gente y tener todas las comodidades… No, para acercarme y entender la vida de los cristianos y de los no cristianos, los sufrimientos, los problemas, las tantas cosas que solamente se entienden si un hombre y una mujer consagrada se hace prójimo: en la proximidad. “Pero, Padre, yo soy una religiosa de clausura, ¿Cómo debo hacer? Pero, piensen en Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las misiones, que con su corazón ardiente era próxima a la gente. Proximidad… Hacerse consagrados no significa salir uno, dos, tres escalones en la sociedad. Es verdad, muchas veces escuchamos a los padres: “Pero, sabe padre, yo tengo una hija religiosa, yo tengo un hijo fraile…” y lo dicen con orgullo: ¡y es verdad! Es una satisfacción para los padres tener hijos consagrados; esto es verdad. Pero para los consagrados no es un estatus de vida que me hace ver a los otros así, ¿eh? La vida consagrada me debe llevar a la cercanía con la gente; cercanía física, espiritual, conocer a la gente. “A si padre, en mi comunidad la superiora nos ha dado el permiso de salir, y buscar en los barrios pobres con la gente” – Y en tu comunidad, ¿hay religiosas ancianas? Si, si. Esta la enfermería en el tercer piso – ¿Y cuántas veces al día tú vas a visitar a tus religiosas, las ancianas que pueden ser tu mamá o tu abuela? Bueno padre, usted sabe, yo estoy muy ocupada en el trabajo y no logro ir… “Proximidad: ¿Quién es el primer prójimo de un consagrado o de una consagrada? El hermano o la hermana de la comunidad. Este es su primer prójimo. Es también una proximidad hermosa, buena, con amor. Yo sé que en sus comunidades jamás se murmura, jamás, jamás… Un modo de alejarse de los hermanos y de las hermanas de la comunidad es propio este: el terrorismo de las habladurías. Escuchen bien, ¿eh? No, las habladurías: el terrorismo de las habladurías, porque quien habla mal es un terrorista. Es un terrorista dentro la propia comunidad, porque lanza como una bomba la palabra contra esto, contra aquello, y luego se va tranquilo. ¡Destruye quien hace esto! Quien hace esto destruye como una bomba y él se aleja. Esto, el apóstol Santiago decía que era la virtud tal vez más difícil, la virtud humana y espiritual más difícil de tener, aquella de dominar la lengua. Si me viene por decir algo contra un hermano o una hermana, lanzar una bomba de habladurías, muérdete la lengua, ¿eh? ¡Fuerte! Terrorismo en la comunidad, ¡no! “¿Pero padre, si hay algo, un defecto, algo que corregir? – Tú lo dices a la persona: tú tienes esta actitud que me fastidia o que no está bien o que no es conveniente – porque a veces no es prudente – tú lo dices a la persona que lo puede remediar, que puede resolver el problema y a ningún otro, ¿entendido? Las habladurías no sirven. ¿Pero en el capítulo? Ahí sí, en público todo lo que sientes que debes decir, porque existe la tentación de no decir las cosas en el capítulo y luego afuera: ¿Has visto a la superiora? ¿Has visto a la abadesa? ¿has visto al superior? ¿Por qué no lo has dicho ahí en el capítulo? Eh, no tienes el derecho. ¿Es claro esto?
¡Son virtudes de proximidad! Y los santos tenían esto: los Santos consagrados tenían esto. Santa Teresa del Niño Jesús jamás, jamás se ha lamentado del trabajo, del fastidio que le daba esa religiosa que debía llevar al comedor, todas las tardes: de la capilla al comedor… ¡Jamás! Porque la pobre religiosa era muy anciana, casi paralitica, caminaba mal, tenía dolores – también yo la entiendo – también un poco neurótica… Jamás, jamás ha ido donde otra religiosa a decir: “¡pero esta como da fastidio!”. ¿Qué cosa hacia? La ayudaba a acomodarse, le llevaba la servilleta, le partía el pan y le hacía una sonrisa. Proximidad se llama esto. ¡Proximidad! Si tu lanzas la bomba de una habladuría en tu comunidad, esto no es proximidad: ¡esto es hacer la guerra! Esto es alejarte, esto es provocar distancias, provocar anarquismos en la comunidad. Y si, en este Año de la Misericordia, cada uno de ustedes logrará no hacerse el terrorista de habladurías, sería un éxito en la iglesia, un ¡suceso de grande santidad! ¡Anímense! La proximidad.
Esperanza
Y luego la esperanza. Y les confieso que a mí me cuesta mucho cuando veo el disminuir de las vocaciones, cuando recibo a los Obispos y les pregunto: ¿cuántos seminaristas tiene? 4, 5. ¿Cuándo voy, a sus comunidades religiosas? – masculinas o femeninas – tienen un novicio, una novicia, dos: y la comunidad envejece, envejece, envejece. Cuando hay monasterios, grandes monasterios, y el Cardenal Amigo Vallejo puede contarnos, en España, cuantos hay, que son llevados adelante por 4 o 5  religiosas ancianas, hasta el final… Y a mí esto me provoca una tentación que va contra la esperanza. “Pero Señor, ¿qué cosa sucede? ¿por qué el vientre de la vida consagrada se hace tan estéril? Algunas congregaciones hacen el experimento de la inseminación artificial: ¿qué cosa hacen? Reciben: si ven, ven, ven… Y luego los problemas que hay ahí adentro… ¡No! Se debe recibir con seriedad! Se debe discernir bien si esta es una verdadera vocación y ayudarla a crecer. Y creo que contra la tentación de perder la esperanza, que nos  da esta esterilidad, debemos rezar más. Y rezar sin cansarnos.
A mi hace tanto bien leer ese pasaje de la escritura, en la cual Ana – la mamá de Samuel – rezaba y pedía un hijo: y rezaba y movía sus labios y rezaba… – Y el viejo sacerdote que era un poco ciego y que no veía bien, pensaba que estaba ebria. Pero el corazón de aquella mujer: “¡Quiero un hijo!”. Yo les pregunto a ustedes: ¿sus corazones, ante este disminuir de las vocaciones, reza con esta intensidad? Nuestra congregación tiene necesidad de hijos, nuestra congregación tiene necesidad de hijas… El Señor que ha sido tan generoso no faltará a su promesa.  Pero debemos pedirlo. Debemos tocar la puerta de su corazón. ¡Porque hay un peligro! Y esto es feo, pero debo decirlo. Cuando una congregación religiosa ve que no tiene hijos y sobrinos y comienza a ser más pequeña y más pequeña, se apega al dinero. ¡Y ustedes saben que el dinero es el estiércol del diablo! Cuando no pueden tener la gracia de tener vocaciones e hijos, piensan que el dinero salvara la vida y piensan en la vejez, que no me falte esto, que no falte este otro… ¡Y así no hay esperanza! La esperanza solo en el Señor. El dinero no te la dará jamás. Al contrario: ¡te tirará abajo! ¿Entendido?
Esto quería decirles, en vez de leer las notas que el Cardenal Prefecto les dará luego…
Y les agradezco mucho por todo lo que hacen. Los consagrados – cado uno con su carisma – y quiero subrayar las consagradas, las religiosas: ¿qué sería de la Iglesia si no existirían las religiosas? Esto lo he dicho una vez: cuando tú vas al hospital, a los colegios, a las parroquias, en los barrios, en las misiones, hombres y mujeres que han dado su vida… En el último viaje en África – esto lo he contado, creo, en una audiencia – he encontrado a una religiosa de 83 años, italiana: ella me ha dicho: “desde cuando tenía, no recuerdo si me ha dicho 23 o 26 años que estoy aquí. Soy enfermera en un hospital – pensemos desde los 26 años hasta los 83 – y he escrito a los míos en Italia que ¡no regresare jamás!”. Cuando tú vas a un cementerio y ves que hay muchos misioneros religiosos muertos y tantas religiosas muertas a 40 años porque se han enfermado, estas fiebres de estos países, han quemado sus vidas… Tú dices: “¡Estos son santos! ¡Estos son semillas!”. Debemos decir al Señor que baje un poco sobre estos cementerios y vea que cosa han hecho nuestros antepasados y nos dé más vocaciones, porque tenemos necesidad.
Les agradezco mucho por esta visita, agradezco al Cardenal Prefecto, al Mons. Secretario, a los sub secretarios por aquello que han hecho en este Año de la Vida Consagrada. Pero, por favor, no se olviden la profecía de la obediencia, la cercanía, el prójimo es más importante, el prójimo más próximo es el hermano y la hermana de la comunidad, y luego la esperanza. Que el Señor haga nacer hijos e hijas en sus congregaciones. Y recen por mí. Gracias.

    viernes, 29 de mayo de 2015

    El Espíritu Santo es creativo y genera Nuevas Formas de Vida Consagrada 29052015

    El Espíritu Santo es creativo y genera Nuevas Formas de Vida Consagrada

    Año de la Vida Consagrada - AFP
    29/05/2015 13:26
    (RV).- “Abriendo caminos, estructuras de comunión y de gobierno”, es el lema del III Encuentro de Nuevas Formas de Vida Consagrada se lleva a cabo en Roma este 29 y 30 de mayo. En el marco del Año de la Vida Consagrada, este evento internacional “reúne a los Institutos y Asociaciones de derecho pontificio y diocesano para profundizar los aspectos propios de estos nuevos carismas en la Iglesia”. Lo específico de este III Encuentro es “reflexionar sobre los elementos de comunión y de gobierno de los Institutos congregados en una única realidad, pero que han nacido con inspiraciones diversas”.
    Al respecto, algunos miembros del Equipo de Coordinación, explican a los micrófonos de Radio Vaticano la importancia de este evento internacional. El servicio es del jesuita Guillermo Ortiz:
    Lucia Herrerías Guerra, Presidente de la Fraternidad Misionera “Verbum Dei” y del equipo de organización, destaca que “este encuentro ayudará a las nuevas comunidades a intercambiar experiencias sobre la identidad comunitaria, las estructuras de comunión y sus posteriores formas de gobierno”.
    También, el padre José Manuel Panesteros, Vicepresidente de los Misioneros y Misioneras Identes, resaltó “la importancia de las nuevas formas de vida consagrada que van surgiendo en la Iglesia, y dijo que, es una realidad que va creciendo en diversas partes del mundo”.
    Asimismo, María Isabel Chacón, Misionera Idente, explicó que es necesario seguir “abriendo caminos, que ir por donde no se ha caminado antes y por eso necesitamos la colaboración y la oración de todos, que es lo que va a abrir nuestra mente y nuestro corazón a los caminos que el Espíritu Santo sugiere”.
    (RM – RV)


    sábado, 13 de diciembre de 2014

    Año de la Vida Consagrada: ¿Qué impulsa a un joven a responder al llamado de Dios? 12122014


    Año de la Vida Consagrada: ¿Qué impulsa a un joven a responder al llamado de Dios?

    Por Bárbara Bustamante


    Imagen referencial / Ordenación sacerdotal. Foto: Flickr Jesuitas del Perú (CC-BY-NC-ND-2.0)
    Imagen referencial / Ordenación sacerdotal. Foto: Flickr Jesuitas del Perú (CC-BY-NC-ND-2.0)

    SANTIAGO, 12 Dic. 14 / 02:29 am (ACI/EWTN Noticias).- En el marco del Año de la Vida Consagrada, convocado por el Papa Francisco desde el 30 de noviembre de 2014 hasta el 2 de febrero de 2016, el Obispo de Villarrica (Chile), Mons. Francisco Javier Stegmeier, reveló la razón que impulsa a los jóvenes a dejarlo todo para dedicar su vida entera a Jesucristo.
    En declaraciones a ACI Prensa, Mons. Francisco Javier Stegmeier aseguró que se trata de “la gracia que le hace ver que Él es el Todo”.
    La gracia, continuó Mons. Stegmeier, impulsa al joven “a amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser, es decir, a darse por completo a quién es la razón de la propia existencia y, aún casi sin darse cuenta, experimenta que solo Él llena su vida”.
    Las declaraciones se dieron en el marco de Expo-Carismas 2014, organizado por la Diócesis de Villarrica para pedir al Espíritu Santo que suscite más vocaciones. En el evento participaron diferentes congregaciones religiosas, colegios, parroquias, jóvenes y familias.
    Con stands informativos y presentaciones artísticas y musicales, los participantes del evento pudieron conocer y experimentar la alegría de responder a la vocación religiosa.
    Mons. Stegmeier señaló además que “la gracia de la vocación religiosa y sacerdotal es la llamada a dejarlo todo por Cristo y entregarse a Él de un modo exclusivo. El amor del Corazón de Jesús es origen, sustento y plenitud de la vocación  y del amor sacerdotal y religioso”.
    El Obispo agregó que la riqueza de la vocación sacerdotal y religiosa para la Iglesia consiste en la “fidelidad por amor a la voluntad de Dios”.
    “En el aquí y ahora de la historia personal, Dios manifiesta  de un modo misterioso, pero claramente, su voluntad. Hace ver a la persona qué camino debe seguir para alcanzar la vocación primera de salvación y vida eterna”.
    El Prelado subrayó que “en el caso de los jóvenes a quienes el Señor llama para ser sacerdotes o religiosas, les ilumina y les mueve con su gracia a entregarse totalmente, en cuerpo y alma, a Jesucristo”.
    El Obispo también reflexionó sobre el papel de los padres ante la inquietud vocacional de sus hijos e hijas hacia la vida consagrada o sacerdotal, y señaló que deben “abrirlos a Dios, a que lo conozcan, lo amen, busquen sinceramente conocer y realizar su voluntad”.
    “Los padres tienen el derecho y el deber de hacer ver a sus hijos la razón de ser de su existencia y la finalidad para la que han sido creados, que es algún día contemplar, amar y gozar de la Santa Trinidad en el Cielo”.
    Ese fin, indicó, “se alcanza a través de la fidelidad a la propia vocación. Por lo tanto, los padres tienen que poner a sus hijos ante el Señor, para que Él les muestre su voluntad y, conociéndola, la sigan por amor”.