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martes, 15 de noviembre de 2016

Comentario a la liturgia dominical – Solemnidad de Cristo Rey 15112016


Comentario a la liturgia dominical – Solemnidad de Cristo Rey

TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN – CLAUSURA DEL AÑO DE LA MISERICORDIA

Mosaico de Cristo, en el apside de la basílica de San Pablo (Foto ZENIT cc)
Mosaico De Cristo, En El Apside De La Basílica De San Pablo (Foto ZENIT Cc)
TRIGÉSIMO CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN – CLAUSURA DEL AÑO DE LA MISERICORDIA
Ciclo C – Textos: 2 Sam 5, 1-3; Col 1, 12-20; Lc 23, 35-43
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principalChristus vincit, Christus regnat, Christus ímperat.
Síntesis del mensaje: Hoy celebramos la Solemnidad de Cristo Rey. Así cerramos no sólo el año de la Misericordia, sino también el año litúrgico. El próximo domingo comenzamos el Adviento del ciclo A. Esta fiesta de Cristo Rey antes se celebraba el último domingo de octubre, desde el año 1925 en la que la instituyó el Papa Pío XI. Pero en la reforma de Pablo VI, el 1969, se trasladó al último domingo del año litúrgico, el domingo 34 del Tiempo Ordinario. Esta fiesta nos invita a ver nuestra historia como un proceso del Reino que todavía no se manifiesta, pero que se está gestando y madurando hasta el final de los tiempos.
Puntos de la idea principal:
En primer lugarveamos a nuestros reyes terrenos y a nuestro Rey, CristoLos reyes del mundo van rodeados de grandes séquitos, de armas, de delegados, de fasto y pompa, de terciopelos, de valiosas joyas, de lujosos tronos, esplendorosos salones. Sus proclamaciones suelen estar rodeadas de espectaculares ceremonias, brillantes festejos y general regocijo.Los Evangelios nos presentan un Rey cuyo trono es la cruz y cuyo cetro es un clavo que atraviesa su mano. Demasiado fuerte, demasiado escandaloso, demasiado insoportable para el hombre. Más aún: si algo está lejos de lo que es ser Rey, según el sentir humano, es ese Jesús de la Cruz; si algo es imposible conciliar es que Jesús sea Dios y Rey en la Cruz. Pero los evangelistas no se dejan llevar por los prejuicios humanos, no quieren suavizar las cosas para conseguir adeptos; los evangelistas saben que aquí no se puede remozar la realidad, ni siquiera como técnica pedagógica. A la hora de la verdad, ésta es nuestra fe: ante un hombre que está siendo ejecutado como un malhechor entre malhechores, el cristiano proclama que ése y no otro es nuestro Salvador; ése y no otro es el Hijo de Dios; ése y no otro es nuestro Salvador. Que aquí estamos rozando el Misterio de Dios es innegable; y en esta situación no tenemos otra salida que la confianza, porque este Rey es un Rey lleno de misericordia.
En segundo lugarveamos las reacciones ante este Cristo Rey MisericordiosoEl pueblopresencia la escena, probablemente esperando a ver en qué quedaba todo aquello. Las autoridades religiosas hacen sarcásticos comentarios sobre el crucificado: “A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios”; hay que reconocer que saben “poner el dedo en la llaga”, que lo que dicen está lleno de lógica; pero precisamente por eso, porque están convencidos de que Dios tiene que ser como su lógica les dicta, son incapaces de reconocer a Dios tal y como Él se presenta; y el hecho de que no se presente como el hombre esperaría, no es motivo para rechazarle; pero sí lo fue para aquellas autoridades religiosas. Los soldados romanos, encargados de la ejecución, se burlan de aquel hombre que moría bajo el título de “Rey de los judíos”; ellos sí sabían bien lo que era un rey; y además conocían cuál era la verdadera situación de los judíos; en aquel estado de cosas, pensar que aquel hombre fuese rey era un disparate descomunal en el que ellos, lógicamente, no iban a caer. Sólo un hombre es capaz de leer tras las apariencias, de interpretar los acontecimientos que ante sus ojos se están desarrollando; un ladrón que, en otra cruz, comparte el suplicio y el destino más próximo de Jesús: la muerte. Un hombre al que la ley del Estado no ha dado respuestas en su vida, un hombre al que la lógica humana ha considerado indigno de seguir vivo entre los vivos, irrecuperable, sin solución, inservible para el género humano, y por tanto, digno de ser destruido, eliminado. Este es el único que, a pesar de su situación -¿sería atrevido afirmar que, más bien, gracias a ella?- ya no espera nada de la lógica humana, pero no ha perdido toda esperanza. Le queda una esperanza más definitiva, más absoluta, que iba más allá de lo que la vista y la mente podían alcanzar. Por eso se dirige a Jesús Misericordioso para pedirle: “Acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”. Y por eso encuentra una respuesta en Jesús: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”.Antes aquel “buen ladrón” ha tenido que ser capaz de superar ideas preconcebidas sobre Dios y reconocerle presente en aquel compañero suyo de suplicio; ha tenido que superar el dejarse esclavizar por los valores al uso en su sociedad y reconocer que, verdaderamente, aquél era Rey y Rey Misericordioso.
Finalmente¿a qué nos compromete esta solemnidad? Es necesario que Cristo reine en primer lugar en nuestra inteligencia, por el conocimiento de sus enseñanzas y la recepción amorosa de esas verdades reveladas; es necesario que reine en nuestra voluntad, por la obediencia e identificación cada vez más plena con la voluntad divina. Es preciso que reine en nuestro corazón, para que ningún amor se anteponga al amor de Dios; y en nuestrocuerpo, que es templo del Espíritu Santo; en nuestro trabajo, en nuestro camino de santidad. Celebrar la fiesta de Cristo Rey implica un compromiso: trabajar con todo empeño para que la voluntad de Dios –como nos dice san Pablo en la 2ª lectura- se manifieste en todas las cosas. En nuestro corazón en primer lugar, y desde allí a todo lo que está a nuestro alrededor, hasta que llegue el día en que el Reino se manifieste en total plenitud, cuando todas las cosas estén definitivamente ordenadas al servicio del hombre nuevo, y Dios sea todo en todos, como dejó escrito el Papa Pío XI en la encíclica “Quas primas”.
Para reflexionar: ¿Es Cristo el Rey de mi corazón, de mi inteligencia y de mi voluntad? ¿Qué hago para llevar el Reino de Cristo a todas partes, ese Reino de justicia, amor, verdad y paz?
Para rezar¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey universal. Todo lo que ha sido hecho, ha sido creado para Vos. Ejerced sobre mí todos vuestros derechos. Renuevo mis promesas del Bautismo, renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras, y prometo vivir como buen cristiano. Y muy en particular me comprometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de Dios y de vuestra Iglesia. ¡Divino Corazón de Jesús! Os ofrezco mis pobres acciones para que todos los corazones reconozcan vuestra Sagrada Realeza, y que así el reinado de vuestra paz se establezca en el Universo entero. Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org.

domingo, 14 de agosto de 2016

Comentario a la liturgia – Solemnidad de la Asunción de María 15082016

Comentario a la liturgia – Solemnidad de la Asunción de María

15 de agosto Ciclo C Textos: Ap 11, 19 a ; 12, 1-6 a.10ab; 1 Co 15, 20-26; Lc 1, 39-56
Maria piazza di spagna
(ZENIT – México).- P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor de Humanidades Clásicas en el Centro de Noviciado y Humanidades y Ciencias de la Legión de Cristo en Monterrey (México).
Idea principal: Esta fiesta es la explosión de la victoria de Dios. El dragón y Dios frente a frente, ¿quién ganará?
Síntesis del mensaje: La fiesta de la Asunción es un día de alegría. Dios ha vencido. El amor ha vencido. Ha vencido la vida. Se ha puesto de manifiesto que el amor es más fuerte que la muerte, que Dios tiene la verdadera fuerza, y su fuerza es bondad y amorMaría fue elevada al cielo en cuerpo y alma. En Dios también hay lugar para el cuerpo. El cielo ya no es para nosotros una esfera muy lejana y desconocida. En el cielo tenemos una madre. Y la Madre de Dios, la Madre del Hijo de Dios, es nuestra madre. Él mismo lo dijo. La hizo madre nuestra cuando dijo al discípulo y a todos nosotros:  “He aquí a tu madre”. En el cielo tenemos una madre. El cielo está abierto; el cielo tiene un corazón.
Puntos de la idea principal:
En primer lugarel dragón quiso devorar a esa Mujer –símbolo de María- y el fruto de sus entrañas, Jesús (1ª lectura). ¿Qué pasó en esa batalla? La “mujer vestida de sol” es el gran signo de la victoria del amor, de la victoria del bien, de la victoria de Dios. Un gran signo de consolación. Pero esta mujer que sufre, que debe huir, que da a luz con gritos de dolor, también es la Iglesia, la Iglesia peregrina de todos los tiempos. En todas las generaciones debe dar a luz de nuevo a Cristo, darlo al mundo con gran dolor, con gran sufrimiento. Perseguida en todos los tiempos, vive casi en el desierto perseguida por el dragón. Pero en todos los tiempos la Iglesia, el pueblo de Dios, también vive de la luz de Dios y —como dice el Evangelio— se alimenta de Dios, se alimenta con el pan de la sagrada Eucaristía. Así, la Iglesia, sufriendo, en todas las tribulaciones, en todas las situaciones de las diversas épocas, en las diferentes partes del mundo, vence. Es la presencia, la garantía del amor de Dios contra todas las ideologías del odio y del egoísmo.
En segundo lugar, también hoy el dragón quiere devorar al Dios que se hizo niño. No temamos por este Dios aparentemente débil. La lucha es algo ya superado. También hoy este Dios débil es fuerte: es la verdadera fuerza. Así, la fiesta de la Asunción de María es una invitación a tener confianza en Dios y también una invitación a imitar a María en lo que ella misma dijo: “¡He aquí la esclava del Señor!, me pongo a disposición del Señor”. Esta es la lección: seguir su camino; dar nuestra vida y no tomar la vida. Precisamente así estamos en el camino del amor, que consiste en perderse, pero en realidad este perderse es el único camino para encontrarse verdaderamente, para encontrar la verdadera vida.
Finalmente, esta solemnidad nos llena de esperanza y alegría, porque el triunfo de Cristo –primicia de todos los que han muerto, 2ª lectura- y de su Madre se proyecta a la Iglesia y a toda la humanidad. En María se condensa nuestro destino. Al igual que su “sí” fue como representante del nuestro, también el “sí” de Dios a Ella, glorificándola, es un “sí” a todos nosotros, sus hijos; nos espera ese destino donde está la Madre. Reflexionemos en estas palabras de una homilía del Papa emérito Benedicto XVI: “María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros. Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está “dentro” de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios. Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como “madre” -así lo dijo el Señor-, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros. En este día de fiesta demos gracias al Señor por el don de esta Madre y pidamos a María que nos ayude a encontrar el buen camino cada día. Amén” (15 de agosto 2015).
Para reflexionar: ¿Tengo fe en que mi cuerpo también resucitará? ¿Me acompaña María en mi caminar hacia Dios y me hace desear el cielo, donde Ella nos espera como Madre e Intercesora? ¿Durante mi trayecto a la eternidad voy entonando el “Magnificat”, junto con María o voy quejándome y maldiciendo mi suerte?
Para rezar:
Alégrate y gózate Hija de Jerusalén
mira a tu Rey que viene a ti, humilde,
a darte tu parte en su victoria.
Eres la primera de los redimidos
porque fuiste la adelantada de la fe.
Hoy, tu Hijo, te viene a buscar, Virgen y Madre:
“Ven amada mía”,
te pondré sobre mi trono, prendado está el Rey de tu belleza.
Te quiero junto a mí para consumar mi obra salvadora,
ya tienes preparada tu “casa” donde voy a celebrar
las Bodas del Cordero:
Hoy, tu sí, María, tu fiat, se encuentra con el sí de Dios
a su criatura en la realización de su alianza,
en el abrazo de un solo sí.
Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org.

lunes, 30 de mayo de 2016

Comentario a la liturgia – Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús (P. Antonio Rivero) 30052016

Comentario a la liturgia – Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Ciclo C – Textos: Ez 34, 11-16; Rom 5, 5-11; Lc 15, 3-7
Vitral del Sagrado Corazón (San Gioacchino in Prati, Roma. © Foto ZENIT cc).
Vitral Del Sagrado Corazón (San Gioacchino In Prati, Roma. © Foto ZENIT Cc).
P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor en el Centro de Humanidades Clásicas de la Legión de Cristo, en Monterrey (México).
Idea principal: Contemplemos el amor loco de Cristo. El corazón tiene motivos que la razón no comprende –diría Pascal.
Síntesis del mensaje: En este año de la misericordia la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús debería celebrarse con grande alegría y mayor fervor, pues en el Sacratísimo Corazón de Jesús están encerrados todos los tesoros de ternura, compasión y misericordia divinas para todos los hombres y mujeres. ¡Menos mal que Dios en Cristo se hizo amor misericordioso y loco para salvarnos! De lo contrario, ¿dónde estaríamos ahora?
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, todas las lecturas nos invitan a contemplar la locura del amor de Cristo. El amor que manifiesta su Corazón es un amor humano loco, que revela un amor divino todavía más loco. Los escribas y fariseos del evangelio de hoy no entienden esta locura de amor de Jesús con los pecadores y publicanos, tienen el corazón cerrado en el legalismo y en pergaminos. ¿A quién se le ocurre dejar las 99 ovejas e ir a buscar a la oveja perdida e indócil que se ha alejado del rebaño? Sólo a quien tiene un amor loco. La pérdida de la oveja provoca en el pastor un sentimiento de privación que invade todo su corazón y le hace olvidar todos los otros afectos. Y cuando la encuentra, se alegra, la sube a sus hombros, la acaricia, y cuando llega a casa, hace fiesta, y comparte su alegría con los vecinos. Gestos todos de un corazón loco y lleno de misericordia. Humanamente, este comportamiento del pastor es criticable, porque no es justo reservar más amor a quien merece menos. No es razonable este comportamiento. Pero el amor de Dios no hace cálculos, razonamientos. Lo que quiere es salvar a todos. ¡Cuánto tuvo que luchar Jesús en su vida pública con esos hombres acartonados en la ley, pero sin caridad! Pero el mensaje de Jesús era justamente esto: el amor misericordioso. ¿No estamos celebrando el Año Jubilar de la Misericordia para tomar más conciencia del núcleo del evangelio de Jesús?
En segundo lugar, Pablo en la segunda lectura vuelve a la misma verdad: “Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores” (Rm 5, 6). Ya sabemos que los pecadores –y cada uno de nosotros lo es- no merecen sino castigos. No es razonable que un inocente se ofrezca a sí mismo a la muerte, y a una muerte infame –clavos, espinas, bofetadas, desprecios…-, en beneficio de unos hombres culpables. Desde el punto de vista de la razón, morir por otro, aunque se trate de un justo, es ya un exceso. Nadie se ofrece a sí mismo voluntariamente a la muerte; un hombre muere cuando se le impone la muerte. El Corazón de Jesús no siguió la lógica de la razón, sino la del amor divino. Y sigue entregándose a sí mismo por nosotros en la Eucaristía: nos entrega su Cuerpo y su Sangre derramada por nosotros en remisión de los pecados. Su muerte en la cruz es la mayor locura de amor que se pueda concebir. Y en cada confesión, la sangre de Cristo se derrama por nuestra alma, lavándonos, purificándonos, renovándonos y santificándonos. ¿No es esto amor misericordioso?
Finalmente, algunos cristianos santos y mártires sí comprendieron este amor loco. Preguntemos a san Maximiliano María Kolbe. En 1941 es nuevamente hecho prisionero y ésta vez es enviado a la prisión de Pawiak, y luego llevado al campo de concentración de Auschwitz (campo de concentración construido tras la invasión de Polonia por los alemanes). Allí prosiguió su ministerio a pesar de las terribles condiciones de vida. Los nazis siempre trataban a los prisioneros de una manera inhumana y antipersonal, de manera que los llamaban por números; a San Maximiliano le asignaron el número 16670. A pesar de los difíciles momentos en el campo, su generosidad y su preocupación por los demás nunca le abandonaron. El 3 de agosto de 1941, un prisionero escapa; y en represalia, el comandante del campo ordena escoger a 10 prisioneros para ser condenados a morir de hambre. Entre los hombres escogidos estaba el sargento Franciszek Gajowniczek, polaco como San Maximiliano, casado y con hijos. “No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). San Maximiliano, que no se encontraba dentro de los 10 prisioneros escogidos, se ofrece a morir en su lugar. El comandante del campo acepta el cambio. Luego de 10 días de su condena y al encontrarlo todavía con vida, los nazis le colocan una inyección letal el 14 de agosto de 1941. ¿No es esto amor loco por parte de Maximiliano María Kolbe?
Para reflexionar: ¿Cómo es mi amor por Jesús: sólo sentimental, esporádico, interesado, inconstante? ¿O es fuerte, firme, demostrado en obras? ¿Qué estaría dispuesto a hacer por Cristo, si se me pidiera un duro sacrificio: huiría, protestaría, claudicaría? ¿O pondría mi pecho para dar la vida por Cristo y por los hermanos?
Para rezar: recemos con el cardenal, ya beato, John Henry Newman:
Amado Señor, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya. Inunda mi alma de espíritu y vida. Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida sólo sea una emanación de la tuya. Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma. Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor. Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí. La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tú, quien ilumine a los demás a través de mí. Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean. Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org

martes, 3 de mayo de 2016

Comentario a la liturgia dominical – Séptimo domingo de Pascua Solemnidad de la Ascensión del Señor 03052016

Comentario a la liturgia dominical – Séptimo domingo de Pascua Solemnidad de la Ascensión del Señor

Ciclo C Textos: Hech 1, 1-11; Heb 9, 24-28; 10, 19-23; Lc 24, 46-53
Mosaico con una representación de Jesús de Nazaret, existente en la antigua Iglesia de Santa Sofía (Estambul), fechada cerca de 1280.
Mosaico En La Antigua Iglesia De Santa Sofía (Estambul).
(ZENIT – Monterrey).- Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, director espiritual y profesor en el Centro de Humanidades Clásicas de la Legión de Cristo, en Monterrey (México).
Idea principal: La Ascensión del Señor nos invita a “volar” al cielo con la mente y con el corazón.
Síntesis del mensaje: Este misterio glorioso de la vida del Señor se resume así: Jesús, después de su vida en la tierra, de haber dejado instituida su Iglesia y habernos regalado su presencia resucitada y perpetua en los sacramentos, volvió al cielo, de donde había bajado para realizar la salvación de la humanidad, para sentarse a la diestra del Padre y ser nuestro intercesor. Y desde allá nos enviaría el Espíritu Santo que guiaría a la Iglesia y nos guiaría a cada uno a ese cielo prometido y anhelado por todo corazón humano.
 Puntos de la idea principal:
En primer lugaren este día el hombre debería anhelar “volar” al cielo. Cuenta la mitología que el primer hombre que realizó el sueño inmortal de todos los mortales, volar, fue Ícaro, hijo de Dédalo, el ingeniero constructor del laberinto de Creta. Gracias a unas alas de pluma y mimbre, que le construyó su padre y se las pegó con cera a las espaldas, Ícaro despegó un día de la isla de Creta rumbo al Olimpo, que era el cielo de los dioses paganos. Pero, al sobrevolar el mar Egeo, atravesó las nubes, le pegó el sol, le derritió la cera, le despegó las alas y, ¡todo su gozo en un pozo!, el pobre Ícaro cayó al mar entre las islas de Samos, patria chica del teorema de Pitágoras, y la de Patmos, destierro del evangelista san Juan. Pero con el fracaso de Ícaro no se les acabaron a los hombres las ganas de despegar de la tierra y subir al cielo. El 12 de abril de 1961, el cosmonauta ruso Juri A. Gagarin despegó de la base siberiana de Baikonur a las 9.07 a.m. y, a bordo de su cápsula espacial Wostok, en 89 minutos trazó una elipse de 175 y 327 kms de altura alrededor de la tierra. Y aunque este ruso se burló de Dios diciendo: “Estuve por el cielo y no he encontrado a Dios”, sin embargo, el hombre sigue anhelando el cielo. Y es una verdad de fe que el cielo existe. Y que allí está Dios. Y que Jesús, un día como hoy subió al cielo por la vertical del Olivete.
En segundo lugar, Jesús no es ni un Ícaro ni otro Gagarin. Pero esta gran noticia de la Ascensión del Señor es de un evento teológico de primera magnitud, que desvió el curso de la historia humana, trastornó los planes de los hombres y hoy nos tiene a nosotros de testigos. Enseña lo siguiente: han terminado las páginas de la historia en que algunos hombres y mujeres privilegiados vivieron la cercanía inmediata y sensible de Jesús resucitado, y ahora hay que pasar página. Ya nunca más ningún mortal volverá a verle, oírle, tocarle, sentirle…de carne y hueso. Pasemos página. Y ahora comienza la historia de la presencia resucitada, mística, pero real de Cristo que dijo: “Yo estaré con vosotros hasta la consumación del mundo” (Mt 28, 19-20). Comenzó la era de la Iglesia de Jesús, que dijo:“Seréis mis testigos…hasta los últimos confines de la tierra” (Hech 1, 8), y lo somos. Ésta es la era del Espíritu de Jesús, que dijo: “Seréis bautizados con el Espíritu Santo” (Hech 1, 5), y lo fuimos. Cuando Jesús les habló por última vez, no volvieron a verle más con los ojos del cuerpo, pero comenzaron a sentir su presencia con los ojos de la fe y pensaron: realmente subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre. Esto es la Ascensión.
Finalmentey los hombres de hoy, ¿será que sienten esta presencia de Cristo y anhelan el cielo? Algunos tienen ojos que miman y ceban y no hartan. Y por eso, no miran al cielo. Otros entre tantas diversiones hacen pesado el corazón y no se elevan a las alturas celestiales. Viven el consejo del poeta Horacio: “Carpe diem”, disfruta el día, y lo estrujan como a un limón, hasta la última gota; y después experimentan la resaca, la soledad, el hastío y el asco. ¿Y el cielo? Nada. No obstante, hay cosas todavía que levantan el ánimo y nos invitan a mirar hacia arriba: la sonrisa limpia de un niño, un poco de belleza en un atardecer, un “te quiero” pero bien dicho, un adiós con sincera nostalgia, una llamada de un amigo, el espectáculo del mar sereno, un minuto de libertad, un rato de oración íntima en una capilla donde está prendida la vela del Santísimo. Todo esto nos invita a mirar y a “volar” al cielo, al menos por momentos. Y alegrar y dar sentido a nuestra existencia, a nuestros dolores y fatigas, a nuestros actos de generosidad y bondad. No, la vida no acaba acá. Después de nuestra pasión y muerte, vendrá la resurrección y la ascensión. Como con Jesús. Ascendemos para entrar en Dios, encontrarnos con Él y disfrutar de su presencia amorosa. Y Él nos está esperando. Y Cristo, ya nos preparó una morada. En este día se acaban las nostalgias y las penas, pues hemos llegado a nuestro cielo natal. Allí todo es alegría y júbilo y amor. Pero con Dios y los amigos de Dios.
Para reflexionar: ¿Cuántas veces pienso diariamente en el cielo? ¿Qué es lo que más me gusta del cielo? ¿Qué hago para poder llegar un día a ese cielo que Cristo nos abrió con su Ascensión? ¿La certeza del cielo me hacen llevaderos el sufrimiento y la cruz en mi vida? ¿Qué hago para llevar a todos mis seres queridos al cielo?
 Para rezar: recemos con Fray Luis de León en su Oda en la Ascensión:
¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, obscuro,
con soledad y llanto;
y tú, rompiendo el puro
aire, te vas al inmortal seguro?…
¿Qué mirarán los ojos
que vieron de tu rostro la hermosura,
que no les sea enojos?
Quien oyó tu dulzura,
¿qué no tendrá por sordo y desventura?…
Dulce Señor y amigo,
dulce padre y hermano, dulce esposo,
en pos de ti yo sigo:
o puesto en tenebroso
o puesto en lugar claro y glorioso.

Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email:arivero@legionaries.org