lunes, 31 de octubre de 2016

San Nuño de Santa María Alvares Pereira – 1 de noviembre

San Nuño de Santa María Alvares Pereira – 1 de noviembre  

«Carmelita portugués, primeramente esposo y padre. Con un remedo de la prodigiosa Excalibur, y amparado por la Virgen, obtuvo grandes victorias. Fue bienhechor de los pobres, artífice de conventos y monasterios»
San Nuño de Santa María Alvares Pereira - © wikimedia commons
San Nuño De Santa María Alvares Pereira - © Wikimedia Commons
(ZENIT – Madrid).- En esta festividad de Todos los Santos, la Iglesia celebra también la vida de este portugués, aclamado fervorosamente en su país que lo festeja el 6 de noviembre.
Nació el 24 de junio de 1360, se cree que en Cernache de Bonjardím, Portugal. Pertenecía a la nobleza, ya que era hijo del caballero Álvaro Gonçalves Pereira, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, gran prior del hospital que esta obra había establecido en el convento de Flor da Rosa. Álvaro tuvo diez hijos. Nuño fue fruto de una unión ilícita, pero al año de nacer lo reconoció legalmente. Ello permitió al muchacho disfrutar de los beneficios que le proporcionaba su ilustre ascendencia. Su infancia transcurrió entre las tropas que estaban al mando de su padre y los libros de caballerías, que hacían furor en la época, sin perder la inocencia de la que estaba adornado. La historia de su vida tiene poco que envidiar a las literarias. Porque el pequeño Nuño, imbuido por las gestas de los caballeros de la Tabla Redonda que las obras ponían a su alcance, se enamoró de los altos ideales impregnados de pureza que atisbaba en los personajes. Soñaba con emularlos, proteger el santo Grial empuñando en sus manos un remedo de la prodigiosa «Excalibur», y convertirse en otro héroe defensor de su país. De hecho, su madre cariñosamente le llamaba «mi Galaaz», nombre de uno de los adalides del rey Arturo.
Realmente, Nuño era valeroso y, como tal, a los 13 años fue armado caballero y designado paje de la reina Leonor Teles. En su corazón ansiaba la vida celibial, pero cuando tenía 16 años, su padre, con la venia del rey, determinó que contrajese matrimonio con Leonor de Alvim, una joven y acaudalada viuda sin descendencia. Tuvieron tres hijos; los dos varones fallecieron en el parto, sobreviviendo la niña, Beatriz, que sería la esposa del primer duque de Bragança, Alfonso, hijo del rey Juan I. Leonor murió en 1388 al poco tiempo de dar a luz a esta única hija, cuya educación fue confiada por su progenitor a la abuela de la niña.
Históricamente, la muerte del rey Fernando I de Portugal vino acompañada de graves conflictos. Partió de este mundo sin dejar herederos varones y Juan, maestro de Avis –hijo, aunque fuera natural, de Pedro I de Portugal, como lo era el legítimo Fernando–, se vio obligado a luchar por la corona de su país contra el rey Juan I de Castilla que pretendía el gobierno luso. La armadura con la que había sido investido caballero Nuño era del maestro de Avis; mantenían una estrecha cercanía. Así que éste lo designó condestable, otorgándole el título nobiliario de conde de Ourém. Al frente de las tropas, Nuño le apoyó en sus aspiraciones monárquicas, y obtuvo varias victorias, algunas de las cuales por ser tan memorables han pasado a los anales de la historia portuguesa como la batalla de los Atoleiros, y especialmente las de Aljubarrota y Valverde. Nuño ya era un gran militar y luchaba con una potente espada, que se conserva, en la que mandó grabar: «Excelsus super omnes gentes Dominus» (El Señor se eleva sobre todos los pueblos), y en la que inscribió, junto a la cruz y una flor de lis, el nombre de María.
El convento del Carmen fue mandado construir por él en terrenos de su propiedad en cumplimiento de la promesa efectuada tras ganar la batalla de Aljubarrota. Porque en medio de los conflictos bélicos, este héroe no abandonaba las prácticas de piedad. Vivía de manera tan ejemplar que invitaba a proceder honestamente a quien se hallaba a su lado. Adoraba al Santísimo Sacramento, sentía una profunda devoción por la Eucaristía, y por la Virgen María, a la que consideraba indudable protectora en el combate y artífice de sus victorias, oraba fervientemente, socorría caritativamente a los pobres, y no consentía gestos licenciosos a su alrededor. Jamás tuvo reparos en mostrar a todos el signo externo de su fe plasmando impresos los rostros de Cristo crucificado, de la Virgen María, del apóstol Santiago y de san Jorge en el estandarte que llevaba. Muchas iglesias y monasterios se deben a su generosidad.
Beatriz falleció en 1414. En agosto de 1422 el santo ingresó en la Orden carmelita, justamente en el convento que él había mandado erigir en Lisboa, aunque su deseo hubiera sido recluirse en una comunidad alejada de Portugal. No pudo hacerlo porque don Duarte, hijo del rey, no lo consintió. Era un hombre eminentemente mariano, y en el hecho de elegir el Carmelo para pasar allí el resto de sus días, pesó su devoción por la Santísima Virgen. Al dar este paso, se desprendió de todos sus bienes y tomó el nombre de fray Nuño de Santa María. No quiso para sí ninguna prebenda; eligió ser un simple «donado» escogiendo una apartada y humilde celda para llevar a cabo su intensa ofrenda de amor. No solo mantuvo intactos los pilares que hasta entonces habían jalonado su vida espiritual, sino que acentuó su oración, ayuno y penitencias, siendo ejemplar en la vivencia de la observancia. Los religiosos vieron en sus virtudes un modelo a seguir. Murió con fama de santidad el 1 de abril de 1431 acompañado de su entrañable amigo, el monarca Juan I, y de grandes personalidades del reino. Fue beatificado por Benedicto XV el 23 de enero de 1918 y canonizado por Benedicto XVI el 26 de abril de 2009.

VIDEO: Católicos en Qaraqosh celebran su primera Misa en 2 años tras expulsión de ISIS 31102016

VIDEO: Católicos en Qaraqosh celebran su primera Misa en 2 años tras expulsión de ISIS

Por Ana Fuentes

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MADRID, 31 Oct. 16 / 02:30 pm (ACI/Actuall).- La comunidad cristiana de la ciudad iraquí de Qaraqosh ha celebrado este domingo su primera misaen los últimos dos años, después de la expulsión hace pocos días del grupo yihadista Estado Islámico.
“Hoy, Qaraqosh es libre de Estado Islámico”, ha dicho el Arzobispo sirio de Mosul, Mons. Butrus Moshe, nacido en esta ciudad. En la ceremonia, Moshe ha abogado por “acabar con la sedición y los conflictos”.
La Misa ha sido celebrada en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, gravemente dañada por las acciones de los yihadistas, que abandonaron la principal localidad cristiana de Irak en medio de la ofensiva de las fuerzas de seguridad contra Mosul.
La ciudad, situada cerca de las ruinas de las antiguas ciudades asirias de Nimrud y Nínive, se encuentra al sureste de Mosul, informa Europa Press.
Qaraqosh era una ciudad de mayoría cristiana con unos 50.000 residentes antes de la llegada de los yihadistas, que provocó un éxodo en masa hacia la capital de la región semiautónoma del Kurdistán iraquí, Erbil.
Publicado originalmente en ACTUALL.

Solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre) y los fieles difuntos (2 de noviembre)

Solemnidad de Todos los Santos (1 de noviembre) y los fieles difuntos (2 de noviembre)
Para comprender el significado de la solemnidad de todos los santos y la conmemoración de los difuntos hay que saber que existen tres estados en la Iglesia:

1- La iglesia peregrina en la tierra. En ella estamos nosotros hasta el día de nuestra muerte.
2- La iglesia purgante (en el purgatorio), la componen los difuntos que necesitan aún purificación antes de entrar en el Cielo. Por ellos oramos el día de los difuntos, el 2 de Noviembre, para que pronto vayan al cielo. (No rezamos por los que están en el infierno porque su condena es irreversible)
3- La iglesia triunfante, ya glorificada en el cielo. A ellos, los santos, les honramos el 1 de Noviembre.

MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE
Imagínate ahora como si estuvieses en el lecho, a punto de morir y de dejar todas las cosas de este mundo...
Oh Dios mío, dadme una buena y santa muerte, y después la gloria eterna del Cielo...
1.- Soy joven, tengo salud y fuerzas; y casi parece que me he hecho la ilusión de que yo no he de morir. Y sin embargo mi vida pasa. ¡Cuántas veces he visto las aguas de un río, cómo van bajando, bajando hacia el mar! Así mi vida va caminando, caminando hacia el sepulcro. Cada día que pasa estoy un día más cerca de la muerte. Al viajar en ferrocarril, ¿no he visto cómo unos bajan en una estación, otros en otra, hasta que no queda nadie en el tren? Así en esta vida, unos acaban su viaje en la infancia, cuando son aún pequeñitos; otros, en plena juventud. ¿No he visto morir a algunos jóvenes, que quizá eran amigos o conocidos míos? ¿Llegará un día para mí la muerte? Ciertamente que sí. ¿Cuándo será? No lo sé. ¿En dónde moriré? No lo sé. ¿Cómo moriré? No lo sé, no lo sé. Piénsalo unos momentos.
2 ¿Qué es morir? Es separarse el alma del cuerpo. Han vivido siempre juntos, y es necesario separarse. El cuerpo, cada día lo vemos, es llevado al cementerio, en donde se deshace y se pudre. Pero el alma, ¿a dónde va? Este alma que tengo, que me hace conocer, recordar, querer, ¿dónde va? Ella no va al cementerio, sino que en el mismo instante en que se separa del cuerpo, se presenta ante el tribunal de Dios, el cual le pide cuenta de todo lo que ha pensado, dicho y hecho en toda su vida. Si ahora mismo tuvieras que presentarte delante de Dios, ¿estaría tranquila tu conciencia? Piénsalo bien.

3.- ¡Qué terrible ha de ser presentarse delante de Dios en pecado mortal y oír la sentencia de condenación eternal Ya no se puede volver atrás; el mundo ha pasado para siempre y la sentencia de Dios se cumplirá, sin que valgan súplicas ni excusas de ninguna clase. ¡Qué dulce y delicioso debe ser presentarse el alma en gracia de Dios, es decir, sin pecado mortal algunol ¡Qué alegría al ver que se le abren las puertas del Cielo, y que allí vivirá eternamente. Piénsalo bien.

4- ¿Qué prefieres? ¿Qué desearías haber hecho en la hora de tu muerte? Hazlo ahora, porque después quizá sería ya tarde. Forma el propósito de portarte bien, de cumplir los mandamientos de la Ley de Dios, de huir del pecado y de frecuentar devotamente los santos Sacramentos. No te dejes engañar de las vanidades del mundo, que a tantos condenan y que pronto han de acabar; trabaja por salvar tu alma, que no morirá nunca. Mira cómo te has portado hasta ahora; y si ves que no vas por el camino del Cielo, procura enmendarte y cambiar de vida. Piénsalo bien.
P. Luis Rivera
Solemnidad de Todos los Santos (1-11) y los fieles difuntos (2-11)
La solemnidad de Todos los Santos como la conmemoración de los Difuntos, son dos celebraciones que recogen en sí, de un modo especial, la fe en la la vida eterna. Y aunque estos dos días nos ponen delante de los ojos lo ineludible de la muerte, dan, al mismo tiempo, un testimonio de la vida.
El hombre, que según la ley de la naturaleza está "condenado a la muerte", que vive con la perspectiva de la destrucción de su cuerpo, vive, al mismo tiempo, con la mirada puesta en la vida futura y como llamado a la gloria.
La solemnidad de Todos los Santos pone ante los ojos de nuestra fe a todos aquellos que han alcanzado la plenitud de su llamada a la unión con Dios. El día que conmemora los Difuntos hace converger nuestros pensamientos hacia aquellos que, dejado este mundo, esperan alcanzar en la expiación la plenitud de amor que pide la unión con Dios.
Se trata de dos días grandes para la Iglesia que, de algún modo, "prolonga su vida" en sus santos y también en todos aquellos que por medio del servicio a la verdad y el amor se están preparando a esta vida.
Por esto la Iglesia, en los primeros días de noviembre, se une de modo particular a su Redentor que, por medio de su muerte y resurrección, nos ha introducido en la realidad misma de esta vida.
Juan Pablo II
Por los que amamos...
No llores si me amas... Si conocieras el don de Dios y lo que es el cielo... Si pudieras oír el cántico de los ángeles y verme en medio de ellos... Si por un instante pudieras contemplar como yo la belleza ante la cual las bellezas palidecen... Créeme. Cuando llegue el día que Dios ha fijado y conoce, y tu alma venga a este cielo en el que te ha precedido la mía... Ese día volverás a verme... Sentirás que te sigo amando, que te amé y encontrarás mi corazón con todas sus ternuras purificadas. Volverás a verme en transfiguración, en éxtasis, feliz... Ya no esperando la muerte, sino avanzando contigo, que te llevaré de la mano por los senderos nuevos de luz y de vida. Enjuga tu llanto y no llores si me Amas.
Texto de San Agustín

Oración del Papa Francisco por los difuntos

 Dios de infinita misericordia,
 confiamos a tu inmensa bondad
 a cuantos han dejado este mundo para la eternidad,
 donde tú esperas a toda la humanidad,
 redimida por la sangre preciosa de Jesucristo,
 muerto en rescate por nuestros pecados.

 No mires, Señor,
 tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas
 con las que nos presentaremos ante el tribunal
 para ser juzgados para la felicidad o la condena.

 Míranos con la mirada piadosa
 que nace de la ternura de tu corazón,
 y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.

 Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno,
 donde ya no puede haber arrepentimiento.

 Te confiamos, Señor, las almas de nuestros seres queridos,
 y de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental
 o no han tenido manera de arrepentirse
 ni siquiera al final de su vida.

 Que nadie tenga el temor de encontrarte
 después de la peregrinación terrenal,
 en la esperanza de ser acogidos
 en los brazos de la infinita misericordia.

 La hermana muerte corporal
 nos encuentre vigilantes en la oración
 y llenos de todo bien,
 recogido en nuestra breve o larga existencia.

 Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra,
 sino que en todo nos sostengas
 en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente.
 Amen.

Todos los Santos (1 de Noviembre)

Todos los Santos

fecha: 1 de noviembre
hagiografía: El Testigo Fiel

Elogio: Solemnidad de Todos los Santos que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad.
Oración: Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Esta fiesta proviene de la Iglesia Oriental, pero fue adoptada por Roma hacia el 609/10, cuando el Papa Bonifacio IV cambia el Panteón Romano (que venía de tiempos paganos, en homenaje a todos los dioses del Imperio) por un templo a la Virgen y a todos los mártires. La fecha del 13 de mayo, que fue la de la consagración de la nueva iglesia, se celebró a partir de entonces como memoria del triunfo de los santos, a tal punto que llegó a ser fiesta fija anual. Alcuino de York (735-804), teólogo celta de la corte carolingia, fue uno de los grandes promotores de la difusión de esta solemnidad fuera de la diócesis de Roma, así que probablemente se deba a él -que como celta consideraba el 1º de noviembre como fiesta de la llegada del invierno (antecedente del actual Hallowen)- el cambio de fecha, que fue consagrado por el papa Gregorio IV, que en el año 835 transfirió definitivamente la solemnidad al 1º de noviembre y la extendió a todo el imperio.

Apresurémonos hacia los hermanos que nos esperan
De un sermón de San Bernardo, abad

¿De qué sirven a los santos nuestras alabanzas, nuestra glorificación, esta misma solemnidad que celebramos? ¿De qué les sirven los honores terrenos, si reciben del Padre celestial los honores que les había prometido verazmente el Hijo? ¿De qué les sirven nuestros elogios? Los santos no necesitan de nuestros honores, ni les añade nada nuestra devoción. Es que la veneración de su memoria redunda en provecho nuestro, no suyo. Por lo que a mí respecta, confieso que, al pensar en ellos, se enciende en mí un fuerte deseo.
El primer deseo que promueve o aumenta en nosotros el recuerdo de los santos es el de gozar de su compañía, tan deseable, y de llegar a ser conciudadanos y compañeros de los espíritus bienaventurados, de convivir con la asamblea de los patriarcas, con el grupo de los profetas, con el senado de los apóstoles, con el ejército incontable de los mártires, con la asociación de los confesores con el coro de las vírgenes, para resumir, el de asociarnos y alegrarnos juntos en la comunión de todos los santos. Nos espera la Iglesia de los primogénitos, y nosotros permanecemos indiferentes; desean los santos nuestra compañía, y nosotros no hacemos caso; nos esperan los justos, y nosotros no prestamos atención.
Despertémonos, por fin, hermanos; resucitemos con Cristo, busquemos los bienes de arriba, pongamos nuestro corazón en los bienes del cielo. Deseemos a los que nos desean, apresurémonos hacia los que nos esperan, entremos a su presencia con el deseo de nuestra alma. Hemos de desear no sólo la compañía, sino también la felicidad de que gozan los santos, ambicionando ansiosamente la gloria que poseen aquellos cuya presencia deseamos. Y esta ambición no es mala, ni incluye peligro alguno el anhelo de compartir su gloria.
El segundo deseo que enciende en nosotros la conmemoración de los santos es que, como a ellos, también a nosotros se nos manifieste Cristo, que es nuestra vida, y que nos manifestemos también nosotros con él, revestidos de gloria. Entretanto, aquel que es nuestra cabeza se nos representa no tal como es, sino tal como se hizo por nosotros, no coronado de gloria, sino rodeado de las espinas de nuestros pecados. Teniendo a aquel que es nuestra cabeza coronado de espinas, nosotros, miembros suyos, debemos avergonzarnos de nuestros refinamientos y de buscar cualquier púrpura que sea de honor y no de irrisión. Llegará un día en que vendrá Cristo, y entonces ya no se anunciará su muerte, para recordaros que también nosotros estamos muertos y nuestra vida está oculta con él. Se manifestará la cabeza gloriosa y, junto con él, brillarán glorificados sus miembros, cuando transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante a la cabeza, que es él.
Deseemos, pues, esta gloria con un afán seguro y total. Mas, para que nos sea permitido esperar esta gloria y aspirar a tan gran felicidad, debemos desear también, en gran manera, la intercesión de los santos, para que ella nos obtenga lo que supera nuestras fuerzas.

Del Oficio de Lecturas de hoy: San Bernardo abad, Sermón 2 (Opera Omnia, ed. cisterc, 5 [1968], 364-368). El cuadro es la parte superior del fresco del Juicio Final del Beato Angélico
El Testigo Fiel
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Santos del día 1 de noviembre

Santos del día 1 de noviembre
Kalendis novembris
   Todos los Santos (2 coms.) - Solemnidad litúrgica   
Solemnidad de Todos los Santos que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad.
En Tarracina, en la costa del Lacio, san Cesáreo, mártir.
En Dijón, en la Galia Lugdunense, san Benigno, venerado como presbítero y mártir.
En Auvernia, de Aquitania, san Austremonio, obispo, que, según la tradición, predicó en esta ciudad la palabra de la salvación.
En París, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, obispo.
En el territorio de Bourges, en Aquitania, san Rómulo, presbítero y abad.
En Tívoli, en el Lacio, san Severino, monje.
En Milán, de la Lombardía, san Magno, obispo.
En Bayeux, en la Galia Lugdunense, san Vigor, obispo, discípulo de san Vedasto.
En Angers, en Neustria, san Licinio, obispo, a quien el papa san Gregorio I Magno encomendó los monjes que se dirigían a Inglaterra.
En Larchant, ciudad del Gatinais Aquitano, san Maturino, presbítero.
En el territorio de Théouranne, en Flandes, san Audomaro, que, siendo discípulo de san Eustasio, abad de Luxeuil, fue elegido obispo de los Marinos y renovó allí la fe cristiana.
En Borgo Sansepolcro, lugar de Umbría, beato Rainiero Aretino, de la Orden de los Hermanos Menores, que brilló por su humildad, pobreza y paciencia.
En Shimabara, lugar de Japón, beatos Pedro Pablo Navarro, presbítero, Dionisio Fujishima y Pedro Onizuka Sandayu, religiosos de la Orden de la Compañía de Jesús, y Clemente Kyuemon, mártires, que fueron sometidos al tormento del fuego por quienes odiaban la fe.
En la ciudad de Hai Duong, en Tonquín, santos mártires Jerónimo Hermosilla y Valentín de Berriochoa, obispos, y Pedro Almató Ribeira, presbítero de la Orden de Predicadores, que fueron decapitados por orden del emperador Tu Duc.
En La Pobla de Claramunt, Barcelona, beato Eudald d'Igualada (Lluís Estruch Vives), capuchino mártir en la persecución religiosa durante la Guerra Civil.
En Munich, en la región de Baviera, en Alemania, beato Ruperto Mayer, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que fue celosísimo maestro de los fieles, ayuda para los pobres y obreros, y predicador de la palabra de Dios. Sufrió persecución bajo el nefasto régimen nazi, durante el cual le deportaron primero a un campo de concentración y después fue recluido en un monasterio, totalmente incomunicado con sus fieles.
En la ciudad de Mukacevo, en Ucrania, beato Teodoro Jorge Romzsa, obispo y mártir, que, por mantener su fidelidad infatigable a la Iglesia en tiempo de persecución de la fe, mereció alcanzar la palma gloriosa.

San Alonso Rodríguez, religioso - San Antonino de Milán, obispo (31 de octubre)

San Alonso Rodríguez, religioso

fecha: 31 de octubre
n.: 1532 - †: 1617 - país: España
otras formas del nombre: Alfonso Rodríguez
canonización: 
B: León XII 1825 - C: León XIII 1888
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: En la ciudad de Palma, en la isla de Mallorca, en España, san Alonso Rodríguez, que al perder a su esposa e hijos entró como religioso en la Orden de la Compañía de Jesús y estuvo como portero del colegio de aquella ciudad durante largos años, mostrando una gran humildad, obediencia y constancia en una vida penitente.
Patronazgos: patrono de la isla de Mallorca y de la ciudad de Palma.
refieren a este santo: Beata Humiliana

Diego Rodríguez era un comerciante acomodado de Segovia, que tuvo una numerosa prole, de la que el tercero, nacido hacia 1533, fue Alonso. El beato Pedro Fabro y otro jesuita, llegaron a predicar una misión en Segovia y se hospedaron en la casa de Diego. Al terminar la misión, el huésped les propuso que fuesen a descansar unos días en su casa de campo y los misioneros aceptaron. Alonso, que tenía entonces unos diez años, partió con ellos, y el beato Pedro se encargó de prepararle para la primera comunión. A los catorce años, Alonso partió con su hermano mayor a estudiar en el colegio de los jesuitas de Alcalá, pero su padre murió menos de un año después y Alonso tuvo que volver, para ayudar a su madre en la administración de los negocios. Cuando Alonso tenía veintitrés años, su madre se retiró de la administración y le dejó encargado de ella. Tres años más tarde, Alonso contrajo matrimonio con María Suárez.
Los negocios iban mal, y la dote de la mujer de Alonso no era suficiente para mejorarlos. El joven no era mal comerciante, pero la situación no le ayudaba. La hijita de Alonso murió a poco de nacer; su esposa la siguió al sepulcro, después de dar a luz a un niño. Dos años después, murió también la madre del futuro santo. Esa serie de pérdidas e infortunios hizo pensar a Alonso, seriamente, en lo que Dios quería de él en este mundo. Hasta entonces, había sido un cristiano bueno y devoto, pero empezó a caer en la cuenta de que era necesario distinguirse de los otros comerciantes de Segovia, que llevaban una vida ejemplar pero no heroica. Vendió, pues, su negocio a fin de obtener lo suficiente para sostenerse y se fue a vivir, con su hijito, a la casa de sus dos hermanas solteras, Antonia y Juliana, que eran muy piadosas. Enseñaron a su hermano los rudimentos de la oración mental, de suerte que, al poco tiempo, Alonso meditaba dos horas cada mañana y, por la tarde, reflexionaba sobre los misterios del rosario. Pronto empezó a descubrir la imperfección de su vida pasada, viéndola a la luz de Cristo. A raíz de una visión de la felicidad del cielo, hizo una confesión general. Desde entonces, empezó a practicar duras mortificaciones y a confesarse y comulgar una vez por semana. Algunos años más tarde, murió su hijo; Alonso, que se hallaba en el paroxismo del dolor, experimento un gran consuelo al comprender que su hijo se había librado del peligro de ofender a Dios.
Aunque no por primera vez, le vino entonces la idea de abrazar la vida religiosa, y pidió su admisión a los jesuitas de Segovia. Estos le disuadieron sin vacilar, pues tenía ya casi cuarenta años, su salud era bastante mala y su educación no era suficiente para el sacerdocio. Sin perder ánimo, Alonso fue a ver a Valencia, a su antiguo amigo, el P. Luis Santander, S.J., quien le recomendó que empezase a aprender el latín para ordenarse cuanto antes. Así pues, como lo había hecho san Ignacio de Loyola, Alonso empezó a asistir a la escuela con los niños, lo cual constituía no poca mortificación. Como había dado a sus hermanas y a los pobres casi todo el dinero que tenía, hubo de entrar a servir como criado y aun se vio obligado a pedir limosna, de cuando en cuando. En la escuela conoció a un hombre de su edad y de aspiraciones semejantes a las suyas, el cual trató de persuadirle a que renunciase a ser jesuita y se fuese con él a vivir como ermitaño. Alonso le hizo una visita en su ermita de la montaña, pero súbitamente cayó en la cuenta de que se trataba de una tentación contra su verdadera vocación y volvió en seguida a Valencia, donde dijo al P. Santander: «Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis». En 1571, el provincial de los jesuitas, desoyendo el parecer de sus subordinados, aceptó a Alonso Rodríguez como hermano coadjutor. Seis meses más tarde, le envió al colegio de Montesión, en Mallorca, donde pronto fue nombrado portero.
San Alonso desempeñó ese oficio hasta que la edad y los achaques se lo impidieron. El P. Miguel Julián resumió, en una frase, la fama de santidad que alcanzó el hermanito en ese puesto: «Este hermano no es un hombre, sino un ángel». San Alonso consagraba a la oración todos los instantes que le dejaba libres su oficio. Aunque llegó a vivir en constante unión con Dios, su camino espiritual estuvo muy lejos de ser fácil. Sobre todo en sus últimos años, el santo atravesó por largos períodos de desolación y aridez y se veía afligido de graves dolores en cuanto hacía el menor esfuerzo por meditar. Como si eso no bastase, le asaltaron las más violentas tentaciones, como si tantos años de mortificación no hubiesen servido de nada. Alonso intensificó, todavía más la penitencia, sin desesperar jamás y siguió en el escrupuloso cumplimiento de sus obligaciones, convencido de que, llegado el momento escogido por Dios, volvería a gozar de las dulzuras y éxtasis de la oración. Algunos sacerdotes que le conocieron durante varios años, declararon que jamás le habían visto hacer ni decir nada que no estuviese bien. En 1585, cuando tenía cincuenta y cuatro años, hizo los últimos votos, los que renovó en la misa todos los días de su vida. La existencia de un portero no tiene nada de envidiable y, menos tratándose de la portería de un colegio, donde se necesita una dosis muy especial de paciencia. Sin embargo, el oficio tiene sus compensaciones, ya que el portero conoce a muchas personas y es una especie de eslabón entre el exterior y el interior. En el colegio de Montesión, además de los estudiantes, había un ir y venir continuo de sacerdotes, nobles, profesionistas y empleados que debían tratar asuntos con los padres, sin contar a los mendigos que acudían en busca de limosna y a los comerciantes de Palma que iban a vender sus productos. Todos conocieron, respetaron y veneraron al hermano Alonso, en busca de cuyo consejo acudían los sabios y los sencillos, y cuya reputación se extendió mucho más allá de los muros del colegio. El más famoso de sus «discípulos» fue san Pedro Claver que, en 1605, estudiaba en el colegio. Durante tres años se puso bajo la dirección de san Alonso, el cual, iluminado por Dios, le entusiasmó y alentó para trabajar en América. Allí fue donde san Pedro Claver ganó el título de «apóstol de los negros».
San Alonso profesó siempre una profunda devoción a la Inmaculada Concepción. En una época, se creyó incluso que san Alonso había compuesto el «Oficio Parvo de la Inmaculada», por el fervor con que el santo practicaba y propagaba esa devoción. Tampoco fue el autor del «Ejercicio de Perfección y Virtudes Cristianas», que se debe a la pluma de otro jesuita del mismo nombre y apellido, pero no canonizado. Sin embargo, san Alonso dejó varias obras, que escribió por orden de sus superiores. Su doctrina es sólida y sencilla, sus exhortaciones tienen el fervor que se podían esperar de un santo de su talla, y el contenido de esos libros prueba que san Alonso era un alma mística. Cuando tenía ya más de setenta años, y estaba muy enfermo, el rector del colegio, para probar su virtud, le ordenó que partiese a las Indias. San Alonso se dirigió inmediatamente a la puerta y pidió al portero que le abriese, diciendo: «Tengo orden de partir a las Indias». Así lo habría hecho si el rector no le hubiese mandado llamar de nuevo. Arriba indicamos que en sus últimos años sufrió grandes arideces espirituales y violentos ataques del demonio. A esto se añadieron las enfermedades y los sufrimientos físicos. Finalmente tuvo que guardar cama; pero su invencible paciencia y su perseverancia le merecieron entonces consolaciones «tan intensas, que no podía levantar los ojos del alma a Jesús y María sin verles como si estuviesen presentes».
En mayo de 1617, el P. Julián, rector de Montesión, que sufría de una fiebre reumática, rogó a san Alonso que orase por él. El santo pasó la noche en oración y, a la mañana siguiente, el rector pudo celebrar la misa. En octubre de ese año, sintiendo aproximarse su fin, el santo recibió la comunión y, al punto, cesaron todos sus sufrimientos espirituales y corporales. Del 29 al 31 de octubre estuvo en éxtasis y después comenzó su terrible agonía. Media hora antes del fin, recobró el conocimiento, miró amablemente a sus hermanos, besó el crucifijo, pronunció en voz alta el nombre de Jesús y expiró. El virrey y toda la nobleza de Mallorca asistieron a sus funerales, así como el obispo y una multitud de pobres y enfermos, cuyo amor y cuya fe premió el cielo con milagros. San Alonso fue canonizado junto con san Pedro Claver en 1888.
Los documentos publicados para la Sagrada Congregación de Ritos con miras a la beatificación son muy numerosos, debido a que el promotor fidei presentó numerosas objeciones, basadas en la primera parte de la vida y en los escritos del santo. Dichos documentos, así como las notas autobiográficas que san Alonso escribió, por obediencia, entre 1601 y 1616, constituyen los materiales más valiosos. Las notas autobiográficas forman la primera parte de sus Obras Espirituales, editadas por el P. J. Nonnell en Barcelona (1885-1887). El mismo autor escribió en español la mejor de las biografías del santo, titulada «Vida de San Alonso Rodríguez» (1888); el P. Coldie aprovechó mucho esa obra para la biografía que publicó en 1889. En Acta Sanctorarn, oct., vol. XIII, puede verse la biografía más antigua de san Alonso, publicada por el padre Janin en 1644, en latín. Sobre la relación del santo con el Oficio Parvo de la Inmaculada, véase Uriarte, Obras anónimas y seudónimas S.J., vol. I, pp. 512-515. Acerca de la doctrina ascética de san Alonso, cf. Villier, Dictionnaire de Spiritualité, vol. I (1933), cc. 395-402. Como biografía más reciente puede consultarse Saborido, J. L., San Alonso Rodriguez, Bilbao 1998. No debe confundirse este santo con el san Alonso Rodríguez evangelizador del Paraguay, también jesuita, que celebramos el 15 de noviembre.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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can.: pre-congregación
país: Italia - †: c. 661


En Milán, de la Lombardía, san Antonino, obispo, que trabajó esforzadamente para acabar con la herejía arriana de los lombardos.