lunes, 31 de octubre de 2016

Beata Irene Stefani, virgen - Santa María Purísima de la Cruz Salvat Romero, religiosa (321 de octubre)

Beata Irene Stefani, virgen

fecha: 31 de octubre
n.: 1891 - †: 1930 - país: Kenya
otras formas del nombre: Aurelia Mercede Stefani
canonización: 
B: Francisco 23 may 2015
hagiografía: Congregación

Elogio: En Gikondi, diócesis de Nyeri, Kenya, beata Irene Stefani, virgen profesa del Instituto de las Hermanas Misioneras de la Consolata, que entregó su vida al servicio de las víctimas de la peste, como oblación por las misiones.

Irene había nacido en Anfo, Brescia (Italia), el 22 de agosto de 1891, y fue bautizada con el nombre de María Mercedes. Manifestó desde muy niña su inclinación a una vocación misionera, pero no obtuvo en principio el permiso paterno. Sin embargo el 19 de Junio de 1911, a los 19 años de edad deja su pueblo natal, Anfo, en la provincia de Brescia (Italia), donde ya se le conocía como “el angel de los pobres”, y se dirige a Turín donde José Allamano, el fundador del Instituto de los Misioneros de la Consolata, aca­baba de dar inicio también a las Misioneras de la Consolata. El la recibe en el pequeño grupo de las primeras jóvenes deseosas de entregar su vida a Dios para la obra misionera.
Acabada su preparación, con confianza y humilde valentía, hacia finales de 1914, acepta con entusiasmo el mandato para las misiones de Kenya, conciente de las dificuldades que la esperan. Su corazón no tiembla, porque està afianzado en Dios. El 29 de Enero de 1914, día de su consagración a Dios para la misión, Sor Irene habia condensado en pocas lineas su programa de vida:
«¡Sólo Jesús! Todo con Jesús... Toda de Jesús... Todo para Jesús / Nada para mí.»
En Enero de 1915 llega a Kenya, y experimenta la pobreza extrema, la fatiga, la soledad. Tiene que hacer el esfuerzo para aprender un idioma nuevo, penetrar en una cultura muy diferente, deshacer prejuicios. Sor Irene ensancha su corazón, para que en él encuentre espacio aquel mundo al que ella se entrega con todo su ser: es mujer humilde, llena de fe ardiente, de caridad intrépida y esperanza inquebrantable para anunciar que Jesús es el Hijo de Dios y el Salvador de la humanidad.
A los pocos meses de haber llegado a Kenya, la primera guerra mundial hace sentir sus efectos en las colonias inglesas y alemanas e implica directamente numerosos misioneros y misioneras presentes en Africa Oriental.
A partir de Agosto de 1916, Sor Irene desarrolla la tarea de enfermera de la Cruz Roja en Kenya y Tanzania, en los grandes hospitales de campo levantados por los “carriers”, los trescientos mil y más indígenas movilizados por los ingleses para defender y ensanchar sus fronteras. Con piedad y abnegación pasa dias y noches en las grandes carpas donde se amontonan hasta dos mil enfermos y heridos. En aquellas miserables condiciones falta de todo, pero sor Irene suple la falta de remedios y de asistencia médica multiplicando los gestos de caridad y la cercanía afectuosa y maternal a cada uno de esos po­bres jóvenes.
A fines de la guerra Sor Irene vuelve a Kenya entre sus Agikuyus y se entrega totalmente a la obra de evangelización con inagotable espíritu apostólico. Llega a ser maestra, enfermera, partera, visitadora familiar y a todos lleva amor y gestos concretos de solidaridad. Tanto es así que la gente empieza a llamarla con cariño “Nyaatha”, que significa “la madre toda misericordia”.
Al cumplir 39 años de edad, frente a las necesidades incalculables de la obra misionera y siempre más conciente de su pequeñéz, Sor Irene siente la llamada interior a ofrecer a Dios el sacrificio supremo de su vida para la llegada del Reino. Tan sólo dos semanas después de su ofrecimiento, asistiendo a un enfermo de peste que muere entre sus brazos, contrae la misma enfermedad que en pocos días la lleva a la muerte, víctima de su caridad heroica.
Es el 31 de Octubre de 1930. En cuanto la dolorosa noticia de su muerte se difunde, la gente aturdida y consterna­da acude en masa a la misión para ver por última vez su rostro, superando el temor supersticioso hacia los muertos, aún muy arraigado en aquel tiempo.
Después de más  de medio siglo la Iglesia de Nyeri (Kenya) y la de Turín piden a la “Congregación de los Santos” en Roma que sean reconocidas las virtudes heroicas de Sor Irene Stéfani, para gloria de Dios y ejemplo a los fieles. Sus restos, exhumados en 1995, reposan en la iglesia de la Consolata en Nyeri­Mathari (Kenya).
Hay abundante material bio-hagiográfico en la red, en especial relacionado con su congregación, las Misioneras de la Consolata, mayormente en italiano; de entre todos puede ser útil este sitio con muchos testimonios.
fuente: Congregación
accedida 157 veces
ingreso o última modificación relevante: 25-5-2015
Estas biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_5021





Santa María Purísima de la Cruz Salvat Romero, religiosa

fecha: 31 de octubre
n.: 1926 - †: 1998 - país: España
canonización: 
B: Benedicto XVI 18 sep 2010 - C: Francisco 18 oct 2015
hagiografía: P. Carlos Ros

Elogio: En Sevilla, España, santa María Purísima de la Cruz (Maria Isabel) Salvat Romero, religiosa profesa de la Compañía de la Cruz.
María de la Purísima –en el mundo María Isabel Salvat– nació en Madrid de familia bien, pero vivió prácticamente toda su vida en Sevilla, donde murió en 1998. Es pues una santa sevillana.
Curiosamente nació en Madrid en el mismo edificio donde murió el poeta Gustavo Adolfo Bécquer. Una placa puesta por el Ayuntamiento madrileño así lo dice en el número 25 de la calle Claudio Coello, en el barrio de Salamanca. 
El poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer dejará escrito en sus Rimas ese verso que dice:
–Por una sonrisa, un cielo.
Pues la niña, que nació en esa casa madrileña donde el poeta murió, ha rectificado el verso para convertirlo en vida propia y ser especialmente para los pobres de este mundo a los que ella sirvió con heroica virtud:
–Una sonrisa de cielo.
La sonrisa y el cielo.
–Lo hacía todo –cuentan las Hermanas– con la mirada puesta en el cielo y con el pensamiento en la vida eterna.
En María de la Purísima la presencia de Dios era tan natural como el respirar.
Y su sonrisa.
–Una sonrisa de cielo.
Sonrisa que desbordaba alegría humana y espiritual. Todas las Hermanas que han convivido con ella lo dicen. Una sonrisa que producía en su entorno la paz de Dios.
Escribiendo a una de las Hermanas, alumna suya y después religiosa, la exhortaba diciéndole:
–No fomente ¡por Dios! espíritu de tristeza; al contrario, dese alegremente a todos y procure hacer felices a todos sin pensar en sí misma... Siempre alegre, pues no tenemos motivo para otra cosa, ya que es tanto lo que hemos recibido del Señor que esto bastaría para sentirnos felices.
Pero no es solo su sonrisa.
Es santa de las cosas pequeñas. Sin recurrir a actos heroicos, se puede ser extraordinaria en lo ordinario.
La pequeñez.
La pobreza, propia del Instituto.
El amor a los pobres. «Ellos son nuestros amos», decía santa Ángela de la Cruz, fundadora de las Hermanas de la Cruz.
Y la humildad.
Los nueve Teólogos Consultores, que han examinado sus virtudes en Roma y han formulado un dictamen positivo, han visto en María de la Purísima que fue heroicamente humilde, fuerte, obediente, servicial, serena y moralmente transparente como un cristal.
Lo que ha confesado una novicia:
–He vivido con una santa que se puede imitar.
El 9 de junio de 1945, recibió el hábito y comenzó su noviciado que durará dos años. A María Isabel le pusieron de nombre María de la Purísima de la Cruz.
Quisiera especular un poco sobre su nombre de religión.
¿Por qué Purísima y no Inmaculada?
Dicen lo mismo, significan lo mismo, pero el vocablo «Purísima» tiene una connotación muy sevillana. Cuando a principios del siglo XVII Sevilla vivió con pasión el misterio inmaculado, hasta el punto de ganarse con honra el bello título de ciudad de la Inmaculada, comenzó también a propagarse la bonita costumbre de saludarse con el «Ave María Purísima», para contestar «Sin pecado concebida». Y surgen igualmente denominaciones cofrades con el título de la «Pura y Limpia» o de la «Purísima».
A María Isabel –¿lo eligió ella? ¿se lo sugirió la maestra de novicias?– le tocó en suerte el nombre de una denominación muy sevillana. Ella quería, puesto que hizo una novena a la Inmaculada para ablandar el corazón de su padre, llamarse como la Santísima Virgen en su misterio inmaculado.
Y así será desde este momento. Con el añadido «de la Cruz», que todas las Hermanas agregan a su nombre de religión.
María Isabel será desde entonces Sor María de la Purísima de la Cruz. Y ahora, tras su canonización, santa María de la Purísima.
Artículo tomado -con permiso del autor- del blog "Mi parroquia de papel". El P. Carlos Ros es autor de una biografía de la santa «Madre María de la Purísima, una sonrisa de cielo", ediciones San Pablo, Madrid, 2015.
fuente: P. Carlos Ros
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012

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