miércoles, 31 de agosto de 2016

San Gil (o Egidio), abad. 1 de septiembre,

De San Gil y una medalla

Pregunta: Le felicito por su pagina, es mi lectura favorita. Mi pregunta es la siguiente, San Egildo aparece representado con una cierva y en la mano derecha sostiene dos bolas blancas. Quiero saber que son o que significan. Aquí la medalla de San Egidio, realmente no pudimos precisar que sostiene en su mano derecha. Pertenece a una hermana Italiana, ella conoce de mi amor a los Santos y me envió la foto. Quiero decirte que la lectura de las Vidas de los Santos me apasiona. Hasta estoy haciendo todo lo posible por llegar algun dia, aunque sea un poquito, acercarme a ellos y a Jesus y Maria. Vivo en Puerto Rico y soy novicia de la Bienaventurada Virgen Maria del Carmelo. Un abrazo de hermana.

San Gil.
Abadía de Saint-Gilles.
Respuesta: Gracias por tantos elogios y alabanzas (no están publicados aquí), pero solo hago lo que puedo y el tiempo me permite. Como se supondrá, a mi tambien me apasiona la lectura de Vidas y leyendas de santos. Y vamos al tema: primero me gustaría decir algo del santo, ya que ayudará a entender los atributos del santo en la medalla:

San Gil (o Egidio), abad. 1 de septiembre, 15 de junio (invención de las reliquias) y 8 de agosto (entre los 14 santos auxiliares).

Su memoria aparece en los prestigiosos martirologios de Beda, Usuardo, Adon, y otros. La vida de San Gil la escribió el obispo Fulberto, con muy buena intención, pero poco criterio, porque recogió leyendas, tradiciones, escritos varios hasta compilar una "vitae" con varios errores. El más garrafal fue confundirlo con San Gil de Arlés, que vivió 200 años antes a nuestro San Gil. Es interesante, como no, el estudio que han hecho los Bolandistas y la Congregación Benedictina de San Mauro para aclarar este error, aunque no del todo, pues aún se le continúa llamando abad, cosa que no fue; y en numerosos sitios se les continúa confundiendo.

Los orígenes y vida del santo se pierden en leyendas. Según estas, San Gil nació en Atenas, a finales del siglo VII, y sus padres se llamaban Teodoro y Pelagia. Siendo niño ya destacaba por su caridad con los pobres, aplicación al estudio y por sus milagros. En una ocasión, yendo con sus padres a la iglesia, vio un mendigo enfermo, al que dio su túnica y, al vestirla, el mendigo recuperó la salud. Otra vez sanó a uno que había sido mordido por una serpiente y, en otra ocasión liberó a un poseso del demonio que le atormentaba. Muy joven quedó huérfano, vendió sus bienes en favor de los pobres. Como la vida le prometía fama y dinero, decidió dejarlo todo por Cristo y se embarcó en el primer navío que vio salir de Atenas. Se levantó tormenta, hizo oración y la tormenta se calmó, haciendo que todos reconocieran la santidad de Gil. A los días el barco llegó a la Galia, donde Fulberto y otros después de él, le hacen encontrarse con San Cesáreo de Arlés (27 de agosto), quien le nombra abad de un monasterio a las afueras de la ciudad. También lo envió en 514 al papaSan Símaco (19 de julio), por asuntos de tierras y beneficios. Pero lo dicho, este San Gil de Arlés (1 de septiembre, también) es anterior al nuestro y su tumba puede venerarse aún en Arlés (1).


San Gil y la cierva herida.
Allí en Francia sanó a muchos enfermos de fiebres, parálisis, mordeduras, convirtió tierras de estériles a fértiles, repartió alimentos a los pobres, resucitó muertos, sanó niños... y un largo ect. Cansado de tanta fama y veneración públicas se internó en un bosque, cerca del Ródano y comenzó a hacer vida de eremita. Allí le persiguió la fama y se trasladó, también como eremita, a Nimes, donde vivió muchos años entregado a la oración, la penitencia y la caridad con los que se le acercaban a pedirle oraciones o consejos. En su cueva-ermita le acompañaba una cierva, cuya leche era el único alimento que consumía el santo. En una ocasión, estando perseguida por el príncipe de Francia (el rey Childeberto dicen algunos, Carlos Martel dicen otros, pero sería un príncipe local mas bien) y sus monteros, la cierva se refugió en la cueva del santo, que la protegió haciendo oración. Los perros retornaron a sus amos. Días más tarde pasó lo mismo, y un ballestero, viendo que los perros no se atrevían a seguir, disparó una flecha que hirió al santo. Se acercaron a la cueva y le vieron tendido, con la flecha en el pecho y la cierva a sus pies. Sabiendo esto el príncipe, fue allí, le pidió perdón y mandó le curasen la herida, pero el santo pidió y obtuvo de Dios, que la herida no sanase nunca, para sentir y padecer algún dolor por Cristo. 

Luego de esto, el príncipe le ofreció riquezas para compensarle, pero Gil le recomendó construyese un monasterio de religiosos para que orasen por la conversión del mismo príncipe (sabía Gil que el príncipe tenía un pecado oculto del que se arrepentiría luego) y la paz del reino y sus habitantes. Así se hizo y Gil fue su primer abad, durante algunos años y en este ínterin sería ordenado sacerdote. Este pecado era tan grave, que el príncipe no se atrevía a confesarlo, por lo que San Gil oraba a Dios para alcanzar su perdón para el gobernante. Un día, se le apareció un ángel con un pergamino con el pecado y la promesa de perdón si de veras estaba arrepentido. San Gil lo comunicó al príncipe y este hizo contrición verdadera, desapareciendo el pecado del pergamino. Esta leyenda motivó la creencia que la devoción a San Gil, y su intercesión, borraba los pecados, sin necesidad de confesión. Incluso los abades podían expedir una cédula de perdón a aquellos que hubieran hecho alguna devoción al santo, como oraciones, limosnas, etc. El Concilio de Trento erradicó esta devoción y prohibió se siguiera enseñando a los fieles.


Volviendo al santo: Dios le reveló su proxima muerte, que ocurrió el 1 de septiembre, entre el 700 y el 720. La verdad es que el sitio donde Gil tuvo su ermita se convirtió en el siglo IX, en un monasterio benedictino, luego cluniacense y luego de canónigos regulares. Allí reposaron sus reliquias hasta que la amenaza de los albigenses hizo que se trasladaran a la iglesia de San Saturnino de Tolosa, donde quedaron hasta hoy, amén de las numerosas reliquias que se dice hay en el mundo, como una supuesta cabeza que se "halló" en el siglo XIII, cuya invención se recuerda el 15 de junio. Urbano IV le canonizó oficialmente al poner su memoria en el Calendario Universal de la Iglesia.


San Gil goza de gran devoción y sus iglesias u hospitales, altares e imágenes suelen verse en Francia, España, Inglaterra, Polonia, Italia, Alemania, etc. Es patrón de mendigos, herreros, lisiados, paralíticos, marginados, los ermitaños, los leprosos, los guardabosques, pobres, fabricantes de flechas. Es un santo sanador, de los más invocados contra el cáncer de pechos, la lactancia materna, heridas incurables, úlceras, dolores de pecho, epilepsia, miedo a la oscuridad, pesadillas, locura y enfermedades mentales, esterilidad, peste negra, fobias, enfermedades de caballos y demás animales. No en balde es uno de los 14 SantosAuxiliares (8 de agosto).
Medalla de San Gil.
Logia 5243.
Y ahora a la medalla, que tiene su interés, porque es una medalla de una logia masónica, cosa que no suelen tener las religiosas. Gracias a un amigo masón que me ha averiguado, le digo que la medalla pertenece a la Logia San Gil de Camberwell, que toma el nombre de la parroquia anglicana en que se ubica. Esta logia, la número 5243, fue consagrada en 11 de junio de 1931 y suprimida en 1996, por la escasez de miembros. El origen de la parroquia San Gil es muy antiguo, aunque la iglesia sea del siglo XIX, de estilo neogótico. Fue fundada allá por el medioevo, junto a una fuente de aguas milagrosas donde algunos enfermos habrían obtenido la curación por intercesión de San Gil, patrono de paralíticos y enfermos de la piel. De hecho Carmberwell vendría a ser "fuente arqueada" o "fuente del arco".

En la medalla puede verse al fondo la iglesia parroquial y al santo con sus atributos típicos: la cierva y la flecha de la leyenda y unos panes en la mano derecha, que recuerdan su solicitud por los pobres. En la iglesia de San Gil de Malestroit, Francia, hay una serie de vitrales, y en uno de ellos se ve al santo en su infancia, repartiendo pan a los pobres.



Fuentes:

-"Año cristiano": Septiembre. JEAN CROISSET. S.I. Barcelona, 1863.
-"Die vierzehn Nothhelfer". WILHELM HEINRICH RIEHL.
-"Regulations of the parish of St. Giles Camberwell". WILLIAM GREENAWAY POOLE.



(1) En el siglo XII el Códice Calixtino recomienda visitar la tumba de San Gil en Arlés, pero ya vimos que es una confusión. Por otro lado, la leyenda española le hace recalar en el Valle de Nuria, donde residiría unos años, hasta la invasión de los árabes. Allí, en su ermita dejaría escondidas una olla, una cruz y una campana la imagen de Nuestra Señora de Nuria, que fueron hallados en el 1079. Pero está claro que la imagen es muy posterior, de los siglos XII o XIII. Vamos, que por leyendas no será.


A 1 de septiembre además se celebra a Santa Teresa Margarita Redi, virgen carmelita.

 Ramon Rabre   

Las algarrobas de los puercos (Mater Dei) 01092016

Las algarrobas de los puercos

Hambre extrema debió pasar aquel hijo pródigo cuando decidió ofrecerse como cuidador de cerdos, viendo que ni siquiera su mendicidad por las casas del pueblo movía la compasión de las gentes. Eran tiempos de gran necesidad y poco podían dar a aquel forastero al que, tiempo atrás, habían visto malgastar de mala manera su fortuna. Entonces, nunca se preocupó de aliviar la necesidad de nadie, y más de una vez trató con indiferencia y desprecio a los que mendigaban para malvivir. Ahora todos se veían obligados a almacenar y racionar la última cosecha, con la avaricia de saciar la propia hambruna y necesidad. Preocupados de saciarse a sí mismos con las algarrobas de su autosuficiencia, aquellos aldeanos preferían vivir con el hambre mucho más dura que llevaban en el alma. Sólo aquel hombre le ofreció una mísera ocupación, más por acallar la cansina y lastimera insistencia del joven que por compasión y remedio de su necesidad. Viéndose, ahora, entre los cerdos, el joven sintió hasta el extremo la indigencia y la miserable condición a la que el hambre le había llevado. Aquellos animales tenían algarrobas que comer, y él los servía como porquerizo, rodeándoles de cuidados y atenciones.
Tú y yo mendigamos del mundo esas pocas algarrobas de reconocimiento, aprobación y prestigio que nos hagan salir de la condición indigente y menesterosa en la que nos coloca el anonimato de nuestra vida ordinaria. Preferimos seguir viviendo como porquerizos, que se alimentan de esas algarrobas, antes que salir de nuestra fe instalada y comodona para ponernos en camino de conversión. Ten cuidado: que tu alma no se acostumbre a saciarse y contentarse con el sabor rancio y desabrido de las algarrobas de la tibieza y mediocridad.
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Con tu caricia divina pacifica, sosiega, aplaca, suaviza (Los cinco minutos del Espíritu Santo) 01092016

Los cinco minutos del Espíritu Santo

Con tu caricia divina pacifica, sosiega, aplaca, suaviza

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1 septiembre 2016
Con tu caricia divina pacifica, sosiega, aplaca, suaviza
El Amor todo lo perdona.
"Ven Espíritu Santo, como caricia que calma.
Muchas cosas se rebelan dentro de mí cada día, cosas que me molestan, que me inquietan, que me resienten.
A veces mi interior se perturba por cosas que no son tan importantes, y me lleno inútilmente de una inquietud que me hace daño.

Ven Espíritu Santo, y acaríciame por dentro. Pasa por esos sentimientos que se sublevan, y cálmalos con tu caricia santa.
Pasa por mi cuerpo lleno de tensiones, y serénalo con tu caricia suave.

Pasa por mi piel que se resiste a tantas cosas, y apacíguala con tu caricia tierna. Pasa por mi corazón que se trastorna, y aquiétalo con tu caricia tibia.
Pasa por mis pensamientos que se alborotan, y tranquilízalos con tu caricia delicada.
Pasa por mis afectos que me queman, y apágalos con tu caricia fresca.

Ven Espíritu Santo, acaricia lentamente todo mi ser, y con esa caricia divina pacifica, sosiega, aplaca, suaviza.
Ven Espíritu Santo.
Amén."

Santa Teresa Margarita Redi, virgen carmelita.(1 de septiembre)

Santa Teresa Margarita Redi, virgen carmelita.

Dios es amor... y no es amado.

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1 septiembre 2016
Santa Teresa Margarita Redi, virgen carmelita.
Santa Teresa Margarita Redi.
Santa Teresa Margarita Redi, virgen carmelita. 1 de septiembre. 
Niñez.
Nació Ana María en Arezzo, el 15 de julio de 1747 en la célebre familia Redi. Fue bautizada por su tío al día siguiente, festividad de la Virgen del Carmen. Era la segunda de una familia numerosa, pues llegaron a ser trece hermanos, aunque algunos murieron pronto. Debido a la poca salud de su madre, Margarita fue una segunda madre para sus hermanitos. La piedad en la casa de los Redi era cosa cotidiana, por ello no es de extrañar que la pequeña con solo tres años se gozara en rezar el Avemaría y que a los seis ya se hubiera propuesto ser santa, para lo cual oraba constantemente. "Dios es amor", fue la frase bíblica que marcó para siempre su espiritualidad: Amar a Dios, hacerle amar y amar a los demás como Dios. Diariamente visitaba la iglesia, oraba y a los siete años se confesó por primera vez, por extraño privilegio, pues no era lo común hasta los doce o trece, cuando se comulgaba por primera vez.

Internado.
A los nueve años la internaron con las benedictinas de Florencia, para que se educara en la piedad, letras, labores, artes, etc. Era despierta, obediente, laboriosa y por supuesto, muy piadosa. Era el ángel de las religiosas, que la querían muchísimo. Y por esto, le permitieron adelantar su primera comunión, que recibió el 15 de agosto de 1757, con gran alegría propia y de su familia. Si ya antes era devota, ahora lo sería más, alimentada con la Eucaristía, aunque no fuera con la frecuencia que ella deseara. Por esta época su vocación religiosa se fue haciendo patente, hallando en la reciente devoción al Sagrado Corazón de Jesús la fuente y culmen de sus aspiraciones de amor. Al Corazón de Cristo se confió y tomó de modelo, entregándose completamente. En los años de internado avanzó tanto en las virtudes, que su confesor y director, el P. Pedro Pellegrini, le autorizó a comulgar todas los domingos y fiestas, "privilegio" solo permitido a algunas religiosas.

Carmelita.
A los 16 años las niñas habían de volver a su casa a prepararse al matrimonio (algunos ya concertados), o dedicarse en soltería a cuidar de padres o parientes, o también ingresar en un convento. Las opciones no eran muchas. Ana María quería ser religiosa, pero la vida benedictina solo la admiraba, pero no la llamaba. No conocía de otras monjas, por lo cual, como solía hacer, se confió al Corazón de Cristo. Ocurrió que una amiga suya, María Tedesci, la visitó en el internado para despedirse, porque se iba al Carmelo. Cuando la joven se fue, Ana María oyó una voz que le dijo: "Soy Teresa de Jesús y te quiero entre mis hijas". Quedó sorprendida, y estando en oración, tuvo la misma locución interior. Lo confió a su director, el cual la alentó a ello, arregló las cosas, y propició su entrada en "el palomarcico" descalzo de Florencia a 1 de septiembre de 1764, unos meses luego de su salida del internado.
Apenas entró al postulantado, sufrió de un abceso mal cuidado en la rodilla, que casi la deja lisiada. Tuvo que sufrir una dolorosa cura de raspado del hueso, abriéndole las carnes, que soportó con entereza y dando ejemplo de paciencia y resignación. Tomó el hábito el 11 de marzo de 1765, con el nombre de Teresa Margarita del Sagrado Corazón, su gran devoción y fortaleza. Y mucho que la necesitó en el noviciado, pues su primer oficio fue cuidar de las monjas ancianas, la mayoría, pues este Carmelo era pobre y con pocas vocaciones jóvenes: 13 religiosas como mandaban las constituciones, y nueve de ellas ancianas o enfermas. Muchas noches pasó en vela cuidando a las más ancianas, lo que no evitaba que al día siguiente cumpliera estrictamente con los horarios de coro y trabajo. Además, le encomendaron varios oficios, como portera, cocinera… Tantos oficios "bajos", que llegó a creer que su vocación era ser "freila", o sea, monja lega y no de coro.

Profesó sus votos el 12 de marzo de 1766, como monja de coro, asignándole el oficio de sacristana además continuar como enfermera. Para poder cumplir sus devociones y penitencias, robaba tiempo al sueño y se las agenciaba para penitenciarse a la par que descansaba: dormía con la ventana abierta en invierno, se tendía sobre el suelo, dormía con el cilicio puesto, etc. Su caridad era inmensa, siempre dispuesta, siempre sonriente, siempre obediente.
"El amor no es amado".
En julio de 1768 tuvo un éxtasis al oír las palabras de la carta de San Juan: "Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor". (1 Jn 4, 8), reviviendo toda su mística del amor de Dios. Desde entonces, como su coterránea Santa María Magdalena de Pazzi (25 de mayo) vivió en un constante padecer porque las almas no sabían del amor divino, ni le correspondían. Escribirá: "Le digo de manera confidencial que me encuentro muy dolorida porque no correspondo como debiera a las exigencias del amor de Dios; me siento reprochada por mi Soberano Bien y soy muy sensible al menor movimiento contrario al amor y al conocimiento de Aquel que me ama. No sé que hacer, ni interior ni exteriormente para impulsar aún más mi amor y no se puede usted imaginar lo terrible que es vivir sin amor cuando en realidad, se está ardiendo en deseos de Él. Esto es una tortura para mí y, por mucho que me esfuerzo, lo veo tan poco que temo que Dios esté disgustado conmigo."
Este padecer por no amar a Dios como Él ha de ser amado es un "paso" o "grado" en la escala que muchos místicos suben en busca de la unión con Dios. Consciencia de ese amor es lo primero, búsqueda y manifestación es lo segundo y lo tercero, constatación de la nada que se es. Es el momento donde puede venir la tentación de abandonar, la depresión o la llamada melancolía. Los escrúpulos y la confusión se hacen presentes. Pero la fe permanece y es esta la luz que les guía en esa noche oscura. Una buena dirección espiritual fue calmando el alma de Teresa Margarita que, aún sabiéndose nada, siguió lanzándose al infinito amor del Corazón de Jesús. Y esta fase fue previa a la de su unión con Cristo en matrimonio espiritual, fenómeno místico del que ya he hablado en otras ocasiones. Los estudiosos de la mística carmelitana coinciden en que Teresa Margarita vivió esa unión definitiva con Cristo, manifestada en ella con la vivencia íntegra del "Dios es amor" bíblico.

Final e inicio.
En 1770 tuvo la inspiración de que su unión esponsal con Cristo llegaría a su culmen pronto, de que la "tela del dulce encuentro" pronto se rompería. El 4 de marzo hizo confesión general y recibió la comunión con especial devoción. El 6 de marzo cayó desplomada en el claustro mientras iba a su celda, con motivo de un terrible dolor abdominal. El médico diagnosticó un "cólico doloroso, pero sin peligro para la vida". Pasó la noche sola, en vela y soportando un dolor terrible. Al día siguiente sus órganos dejaron de funcionar, se le practicó una sangría y la sangre brotó casi coagulada. Solo decía "Jesús, María". No era un cólico, era una peritonitis que, al no ser diagnosticada correctamente, se la llevó al cielo en menos de 24 horas, el 7 de marzo de 1770, con veinticuatro años.
La peritonitis ocasionó una descomposición prematura del cuerpo, por lo que las monjas pensaron enterrarla sin más, pero al final la dejaron los tres días acostumbrados, para organizar bien los funerales de una religiosa tan ejemplar. Y ocurrió lo inesperado, según avanzaban los días, el cuerpo fue cambiando, deshaciendo la corrupción, retomando color y suavidad, desapareciendo el terrible olor que despedía. Tanto así, que el 10 de marzo, parecía que estaba dormida. Luego de los servicios fúnebres, fue sepultada en el cementerio de la comunidad.
La Gloria.
En 1783 el cuerpo fue exhumado, para iniciar el proceso de canonización, pues la fama de santidad y los milagros ocurridos por su intercesión ya lo demandaban. Se halló el cadáver totalmente flexible, lívido y sin corrupción aparente, lo que fue certificado por varios médicos, como siempre. Fue puesto en una caja de plomo y madera, y llevada a la iglesia conventual, donde estuvo hasta 1929, cuando fue beatificada por Pío XI, en 9 de junio. Entonces se puso el cuerpo en una urna de cristal donde puede venerarse actualmente. Fue canonizada el 13 de marzo de 1934 por el mismo Pío XI.

Fuente:
- "Nuevo Año Cristiano". Tomo 9. Editorial Edibesa, 2001.

A 1 de septiembre además se celebra a San Gil, abad.

Beata Juana Soderini de Florencia – 1 de septiembre

Beata Juana Soderini de Florencia – 1 de septiembre

«Terciaria Servita. Discípula de santa Juliana Falconieri, a quien sucedió en el gobierno de la Orden y de la que fue su principal apoyo. Desde su infancia fue agraciada con diversos dones singulares»
Beata Soderini de Florencia
Beata Soderini De Florencia

(ZENIT – Madrid).- Pertenecía a una de las familias de la alta nobleza florentina: los Soderini, que influyeron notablemente en la sociedad entre los siglos XIV y XVI. Culminaron su hegemonía al ser expulsados por haber mostrado su oposición a otra poderosa estirpe, la de los Medici, en un conflicto de bandos que enrarecieron la paz ciudadana. Pero los Soderini se hallaban en pleno apogeo cuando nació Juana en Florencia en 1301. Y también coincidió que en ese momento se iniciaba una época caracterizada por disensiones políticas con el enfrentamiento de grupos rivales encabezados por los Bianchi (Blancos) y los Neri (Negros). Hasta el pontífice Bonifacio VIII tuvo que mediar en 1300 a través del cardenal Matteo d’Acquasparta, a quien envió con la misión de apaciguar los ánimos. No prosperaron sus intentos; los conflictos se dilataron en el tiempo, y encima lo que se juzgó inadmisible injerencia del papa tuvo una repercusión negativa para él.
En mayo de 1300 Bonifacio VIII remitió una carta al prelado de Florencia recordando que tenía facultades para actuar a través de un vicariato al que quedaría sometido la Toscana. Ni ésta misiva ni otros escritos dirigidos a gobernantes europeos tuvieron efecto alguno. Por otro lado, los enfrentamientos ya habían calado en el ambiente con las consiguientes repercusiones económicas, agravadas por la epidemia de «peste negra» extendida por gran parte de Europa, y de la que no se libraron los florentinos.
Este era el ambiente que acogió a Juana, única hija que colmó de gozo el hogar. Creció, como era usual para los de su alcurnia, bajo el amparo de una niñera, Felicia Tonia, que debió llenarla de mimos y atenciones. La pequeña, que fue agraciada con dones diversos, muy tempranamente supo por revelación de la pronta muerte de su aya, y así se lo dio a conocer, con la inocencia y claridad propias de la infancia, y más en ella que mostraba su amor a Dios y recitaba fervorosamente las oraciones que le habían enseñado. Esta advertencia de la niña acerca del fin de sus días ayudó a Felicia a prepararse para ese momento. Llegada a la adolescencia, lo que menos pensaron sus padres es que Juana elegiría la vida religiosa. En sus planes entraba desposarla con un caballero de ilustre abolengo y buena posición, como correspondía a una aristócrata, pero se encontraron con la negativa radical de la joven. Les costó lo suyo, pero no les quedó más remedio que dar su beneplácito para que Juana ingresase en una comunidad, como era su deseo.
Contemporánea de santa Juliana Falconieri, que en esa época impulsaba la «Orden de las Siervas de María», aglutinando en torno a sí jóvenes deseosas de seguir a Cristo según el carisma de los servitas, la beata se unió a ellas. Al igual que Juliana, también la primogénita de los Soderini se entregó a mortificaciones y severas penitencias. Deliberadamente elegía las tareas domésticas más humildes y pesadas, y se ocupaba de los enfermos que solicitaban la ayuda de la comunidad. En su itinerario espiritual no faltaron las pruebas y tentaciones que afrontó con su oración. Era obediente y dócil; una persona digna de confianza porque testificaba con su virtud la autenticidad de su vocación. Juliana se fijó especialmente en ella; mostraba los rasgos que convenían a una persona de gobierno: era abnegada, vivía desasida de sí misma, atenta a las necesidades de los demás, y se convirtió en el brazo derecho de la santa. Junto a ella permaneció fielmente, auxiliándola y proporcionándole consuelo en la enfermedad.
Juana fue testigo directo de las lesiones que las extremas mortificaciones de la fundadora causaron en su organismo. Veló para que sufriera lo mínimo, de forma respetuosa, tratando de paliar su dolor, edificada por el testimonio que cercanamente constataba día tras día. El aparato digestivo de Juliana estaba gravemente afectado; hubo un momento en el que no pudiendo deglutir los alimentos cayó sumida en gran debilidad y precisaba continua asistencia. Ni siquiera podía trasladarse de un lado a otro por sí misma. Entonces Juana se convertía en su «bastón». Por eso es creíble, tal como suele afirmarse, que fuese ella la que descubrió el prodigio obrado en el pecho de la santa antes de morir al apreciar en él la huella de la hendidura por la que debió penetrar la Sagrada Forma. Y es que, antes de exhalar el postrer aliento, Juliana deseó ardientemente recibir la Eucaristía. Como era previsible que en sus condiciones no pudiera contener el Cuerpo de Cristo, su anhelo se cumplió milagrosamente. Y Juana, que la amortajaría, debió ver el hecho sobrenatural en la visible cicatriz que éste dejó en la santa.
Después de la muerte de la fundadora, ella le sucedió en el gobierno de la comunidad. Permaneció al frente de la misma más de veinte años, hasta el fin de sus días. Juana fue bendecida con dones singulares, entre otros el de profecía. Murió el 1 de septiembre de 1367. Su cuerpo fue sepultado en la iglesia de la Annunziata de Florencia, y numerosos peregrinos lo veneraron durante largo tiempo. Pasados varios siglos, la sombra de los Soderini seguía siendo alargada. Y en 1828 uno de los descendientes, el conde Soderini, influyente y poderoso como sus antepasados, obtuvo del papa León XII la confirmación del culto. En la iconografía la beata suele aparecer al lado de san Felipe Benizi o bien en solitario portando a veces en sus manos un lirio y otras un libro.

El principio gana-gana (Leonardo Boff)

El principio gana-gana

2010-04-09


  Si miramos el mundo como un todo, nos damos cuenta de que casi nada funciona como es debido. La Tierra está enferma. Y como, por ser humanos, también somos Tierra —hombre viene de humus—, nos sentimos asimismo en cierta manera enfermos.
Parece evidente que no podemos proseguir en ese rumbo, pues nos llevaría a un abismo. Hemos sido tan insensatos en las últimas generaciones que hemos construido el principio de autodestrucción, al que hay que sumar el calentamiento global irreversible. Esto no es una fantasía de Hollywood. Entre aterrados y perplejos, nos preguntamos: ¿cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo vamos a escapar de esta situación global sin salida? ¿Qué colaboración puede aportar cada persona?
En primer lugar, hay que entender cuál es el eje estructurador de la sociedad-mundo, principal responsable de este peligroso itinerario. Es el tipo de economía que hemos inventado, con la cultura que la acompaña, que es de acumulación privada, de consumismo no solidario al precio de saquear la naturaleza. Todo se ha hecho mercancía para el intercambio competitivo. Dentro de esta dinámica sólo el más fuerte gana. Los otros pierden, o se agregan como socios subalternos o desaparecen. El resultado de esta lógica de competición de todos contra todos y de la falta de cooperación es la transferencia fantástica de riqueza para unos pocos fuertes, los grandes consorcios, al precio del empobrecimiento general.
Hay que reconocer que durante siglos, este intercambio competitivo ha conseguido abrigar a todos, mal que bien, bajo su paraguas. Creó mil facilidades para la existencia humana. Pero hoy, las posibilidades de este tipo de economía están agotándose como lo ha puesto en evidencia la crisis económico-financiera de 2008. La gran mayoría de los países y de las personas se encuentran excluidas. Brasil mismo no pasa de ser un socio subalterno de los grandes, para el cual se reserva la función de ser un exportador de materias primas y no un productor de innovaciones tecnológicas que le darían los medios de moldear su propio futuro. Todavía no nos hemos descolonizado totalmente.
O cambiamos o la Tierra corre peligro. ¿Dónde buscar el principio articulador de otra forma de vivir juntos, de un sueño nuevo hacia delante? En momentos de crisis total y estructural debemos consultar la fuente originaria de todo: la naturaleza. Ella nos enseña lo que las ciencias de la Tierra y de la vida hace mucho nos están diciendo: la ley básica del universo no es la competición, que divide y excluye, sino la cooperación, que suma e incluye. Todas las energías, todos los elementos, todos los seres vivos, desde las bacterias a los seres más complejos son interdependientes. Una urdimbre de conexiones los envuelve por todas partes, haciéndolos seres cooperativos y solidarios, contenido mayor del proyecto socialista. Gracias a esta urdimbre hemos llegado hasta aquí y podemos tener futuro por delante.
Aceptado este dato, estamos en condición de formular una salida para nuestras sociedades. Hay que hacer de la cooperación, conscientemente, un proyecto personal y colectivo, cosa que no se vio en Copenhague en la COP-15 sobre el clima. En vez del intercambio competitivo donde sólo uno gana y los demás pierden, debemos fortalecer el intercambio complementario y cooperativo, el gran ideal del «bien vivir» (sumak kawsay) de los andinos, mediante el cual todos ganan porque todos participan. Hay que asumir lo que la mente brillante del Nóbel de matemáticas John Nesh formuló: el principio gana-gana, por el cual todos, dialogando y cediendo, salen beneficiados sin que haya perdedores.
Para convivir humanamente inventamos la economía, la política, la cultura, la ética y la religión. Pero hemos desnaturalizado estas realidades «sagradas» envenenándolas con la competición y el individualismo, desgarrando así el tejido social.
La nueva centralidad social y la nueva racionalidad necesaria y salvadora están fundadas en la cooperación, en el pathos, en el sentimiento profundo de pertenencia, de familiaridad, de hospitalidad y de hermandad con todos los seres. Si no realizamos esta conversión, preparémonos para lo peor.

Santos del día 1 de septiembre

Santos del día 1 de septiembre
Kalendis septembris
Conmemoración de san Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, que al recibir la imposición de manos por Moisés fue lleno del espíritu de sabiduría, y a la muerte de Moisés introdujo de modo maravilloso al pueblo de Israel, cruzando el Jordán, en la tierra de promisión (Jos 1,1).
En Reims, de la Galia Bélgica, san Sixto, considerado primer obispo de esta ciudad.
En Capua, de la Campania, en la vía Acuaria, san Prisco, mártir.
En Todi, de la Umbría, san Terenciano, obispo.
En Dax, de Aquitania, san Vicente, celebrado como obispo y mártir.
   Santa Verena (3 coms.)   
En Zurzach, junto al Rin, en la región de los tigurinos de Germania, santa Verena.
En Cenomanum (Le Mans), en la Galia Lugdunense, san Victorio, obispo, de quien habla san Gregorio de Tours.
En Aquino, del Lacio, san Constancio, obispo, cuyo don de profecía elogia el papa san Gregorio Magno.
En la región de Nimes, de la Galia Narbonense, san Egidio o Gil, cuyo nombre adopta la población que después se formó en la región de la Camarga, y donde se dice que el santo había erigido un monasterio y completado el curso de su vida mortal.
En Sens, de Neustria, san Lupo, obispo, que fue desterrado por haber dicho ante un jerarca local que convenía al pueblo ser regido por un sacerdote y obedecer a Dios antes que a los príncipes.
En Venecia, beata Juliana de Collalto, abadesa de la Orden de San Benito.
En Florencia, en la toscana, beata Juana Soderini, virgen de la Orden Tercera de los Siervos de María, preclara por su oración y austeridad de vida.
En Madrid, en España, beatos Cristino (Miguel) Roca Huguet, presbítero, y once compañeros, mártires, de la Orden de San Juan de Dios, fusilados durante la guerra por odio a la religión. Sus nombres son: beatos Proceso (Joaquín) Ruiz Cascales, Eutimio (Nicolás) Aramendía García, Canuto (José) Franco Gómez, Dositeo (Guillermo) Rubio Alonso, Cesario (Mariano) Niño Pérez, Benjamín (Alejandro) Cobos Celada, Carmelo (Isidoro) Gil Arano, Cosme (Simón) Brun Arará, Cecilio (Enrique) López López, Rufino (Crescencio) Lasheras Aizcorbe y Faustino (Antonio) Villanueva Igual, religiosos.
En Paterna, en la provincia de Valencia, en España, beato Alfonso Sebastiá Viñals, presbítero y mártir, que, estando al frente de la escuela de una institución social valenciana, recibió la corona gloriosa del martirio durante la misma persecución religiosa.
En Barcelona, también en España, beatos mártires Pedro Rivera, presbítero, de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, y María del Carmen Moreno Benítez y María del Refugio Carbonell Muñoz, vírgenes, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, que en la misma persecución, a imitación de la pasión de Cristo Esposo, llegaron al premio de la paz perpetua.
En Mataró, provincia de Barcelona, beato Josep Samsó i Elias, presbítero y mártir, encarcelado y fusilado por su condición de sacerdote.