San Juan de Mata, presbítero y
fundador
fecha: 17 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 8 de febrero
n.: c. 1160 - †: 1213 - país: Italia
otras formas del nombre: Jean de Matha
canonización: Conf. Culto: Alejandro
VII 1665
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert
Thurston, SI
Elogio: En Roma, en el monte Celio, san Juan de Mata,
presbítero, que, francés de origen, fundó la Orden de la Santísima Trinidad,
para la redención de los cautivos.

San Juan nació en Fauçon, en los límites de la Provenza. Siendo joven fue
enviado a Aix, donde aprendió gramática, el uso de las armas, equitación y
otros ejercicios adecuados a su posición. Su principal interés, sin embargo,
estaba en las obras de misericordia y en la oración. Al regresar a su casa, se
retiró a una pequeña ermita no lejos de Fauçon, con la intención de vivir
alejado del mundo, unido a Dios por la penitencia y la contemplación. Sin
embargo, su soledad era turbada con tanta frecuencia, que obtuvo permiso de su
padre para estudiar teología en París, donde se graduó de doctor y se ordenó
sacerdote. Durante su primera misa resolvió, por especial inspiración de Dios,
dedicarse a la tarea de rescatar esclavos cristianos de los musulmanes; obra que
le gustaba en especial por ser una de las más caritativas, puesto que
beneficiaba tanto las almas como los cuerpos. No obstante, antes de embarcarse
en tan importante empresa, pensó que era conveniente pasar algún tiempo en el
retiro y la oración. Así pues, habiendo oído hablar del santo ermitaño san Félix de
Valois, fue a verlo a Cerfroid y le rogó que le admitiera en su
soledad y lo instruyera en el camino de la perfección.
Un día, sentados juntos a orillas de un arroyo, Juan le contó a Félix su
plan de rescatar cristianos que estuvieran cautivos de los musulmanes, y habló
con tanta elocuencia, que Félix se ofreció para unírsele en la empresa.
Salieron para Roma en pleno invierno (era a fines del año 1197) para obtener la
bendición del papa Inocencio III, quien, convencido de que estos dos hombres
estaban guiados por el Espíritu Santo, dio su consentimiento para la fundación
de una nueva orden religiosa, y nombró a san Juan el primer superior general.
Fue consagrado obispo de París y se señaló al abad de san Víctor para que
formulara la regla, que el Papa aprobó después por una bula, en 1198. Les
indicó a los religiosos que usaran un hábito blanco con una cruz roja y azul
sobre el pecho y que tomaran el nombre de Orden de la Santísima Trinidad. Los
dos fundadores volvieron a Francia y se presentaron al rey Felipe Augusto,
quien autorizó el establecimiento de la orden en sus dominios, mientras que
Gaucher III, señor de Chatillon, les cedió Cerfroid, que se convirtió en el
centro de operaciones de la Orden.
En los años que siguieron, los dos santos fundaron otros conventos en
Francia y enviaron a varios de sus religiosos a acompañar a los condes de
Flandes y Blois y otros señores a las Cruzadas. En 1201, san Juan envió a
Marruecos a dos miembros de la orden para que rescataran ciento ochenta y seis
esclavos cristianos. Al año siguiente, el mismo Juan fue a Túnez, donde compró
la libertad de ciento diez cautivos más. Regresó a Provenza, donde recibió
regalos que llevó a España para rescatar a un buen número de prisioneros que
los invasores tenían cautivos. En un segundo viaje a Túnez sufrió mucho de
parte de los infieles, que estaban encolerizados por su celo y su éxito para
exhortar a los pobres esclavos a ser constantes en su fe. Cuando volvía con
ciento veinte cristianos que había rescatado, los musulmanes destruyeron el
timón de su barco y rasgaron las velas. Los musulmanes estaban ciertos de que
el navío y su cargamento humano perecerían en el mar, pero el santo, lleno de
confianza en Dios, suplicó que Él fuera su piloto, y después de haber colocado
las capas de sus compañeros en lugar de las velas utilizadas, se puso a rezar
su salterio, arrodillado sobre cubierta con un crucifijo en las manos. Tuvieron
un viaje próspero y desembarcaron sanos y salvos en Ostia. Ya para entonces se
había propagado la orden en Italia, gracias a los cuidados de Félix, y se había
obtenido para ella una fundación en París, en el sitio de una capilla de San
Mathurin, de donde en Francia los religiosos toman el nombre de Maturinos. San
Juan vivió dos años más en Roma, y murió allí. Su culto fue aprobado en 1666.
El relato anterior,
tomado de Alban Butler, resume lo que puede encontrarse en las biografías
tradicionales, y por así decirlo, oficiales, acerca de san Juan de Mata. Hay
todavía más detalles: en los Petits Bollandistes y en las vidas escritas por
Gil González de Avila y el P. Calixte, se nos narra una misión a Dalmacia
adonde se supone que fue enviado el santo por el papa Inocencio III, en 1199,
como legado. El hecho es, como ha señalado Paul Deslandres en su admirable obra
«L'Ordre des Trinitaires pour le rachat des captifs» (1903), que los religiosos
en cuestión no habían tenido el cuidado de conservar ningún archivo.
Prácticamente los religiosos no sabían nada de la historia de su fundador, y en
los siglos quince y dieciséis, sintiéndose menos por esta ignorancia y
aguijoneados por la rivalidad con los mercedarios, hospitalarios y otros de
carisma semejante, ciertos escritores de su orden deliberadamente compilaron un
registro ficticio, al que pretendían darle valor documental. Este proceder es
mucho más de lamentar, porque no tuvo lugar en la época de la Edad Media, sino
en tiempos relativamente modernos. Parece claro que unos cuantos individuos,
con el pretexto de edificar, no tuvieron escrúpulo en inventar una crónica de
hazañas gloriosas, recamadas a cada paso con supuestos milagros y revelaciones
sobrenaturales, y ponerla en manos de sus cándidos lectores, como una historia
de los comienzos de la Orden. Penoso como es este hecho, merece recordarse
porque justifica la actitud en extremo crítica y severa de los hagiógrafos
científicos de la actualidad. Además, cabe hacer notar que una vez que se ha
entrado por la vereda de la falsificación histórica, se desvanece todo
escrúpulo y el hábito crece aceleradamente. A la crónica falsa de Gil González
de Ávila siguieron las aún más extravagantes de Figueras y Domingo López.
Tenemos a mano un ejemplo convincente:
Para el español o
provenzal del siglo diecisiete, la Gran Bretaña era una «Última Thule» sobre la
cual era probable que nadie supiera mucho. Se escogió este sitio, que ofrecía
todas las características para elaborar el romancero, pues los detalles
ficticios no serían fácilmente descubiertos. Así pues, tenemos un volumen
infolio de 600 páginas, «Noticias históricas de las tres provincias del Orden
de la SS. Trinidad en Inglaterra, Escocia y Hibernia»(Madrid 1714), en el cual
Fray López trata de las casas trinitarias en Inglaterra en tiempos del rey
Enrique VIII. De acuerdo con López, había cuarenta y cuatro casas trinitarias
en las Islas Británicas cuando comenzó la persecución de Enrique; eran ricas y
prósperas y contaban con unos 300 a 400 religiosos, cada uno de los cuales
entregó su vida por la fe. No es necesario subrayar el hecho de que los
trinitarios era una de las órdenes menos notables en las Islas Británicas.
Solamente tenía diez casas, la mayoría en condiciones precarias, y no hay razón
fundada para pensar que uno solo de los religiosos fuera martirizado.
Sin lugar a dudas, las
declaraciones hechas por López, sea cual fuere la fuente de donde las sacó, son
un tejido de fábulas. Al examinar la lista detallada de referencias con
nombres, fechas, títulos, etc., se prueba que todo es una mera farsa; aunque
algunos nombres de personas y sitios relacionados con los trinitarios son
auténticos, se han mezclado unas cosas propias con otras ajenas.
Desgraciadamente, está claro que la biografía tradicional de san Juan de Mata
es una obra de otra índole, no se puede dudar de que tal persona existió, que
vino de Provenza, que era un hombre excepcionalmente santo y celoso, que fundó
la Orden Trinitaria para la redención de cautivos, que obtuvo la aprobación de
su regla del Papa Inocencio III, y que murió en Roma el 17 de diciembre de
1213. Pero fuera de esto sabemos muy poco.
La obra ya citada de
Paul Deslandres parece haber dicho la última palabra sobre todos estos asuntos.
Para información sobre el punto de vista Trinitario, el lector puede consultar
a Antonino de la Asunción, en Monumenta Ordinis Excalceatorum SS Trinitatis
Redemptionis captivorum ad provinciam S.P.N. Joanis de Matha spectantia (1915)
y su Les origines de L'Ordre de la T.S. Trinité d'après les documents (1925) en
esta última cf. la Analecta Bolandiana, vol. XLVI (1928), pp. 419-420. El libro
de D. López mencionado arriba, fue objeto de un artículo por el P. J . H. Pollen en The Month (junio 1895) titulado Spurious Record of Tudor
Martyrs.
Imagen: San Juan de Mata
y san Félix de Valois obtienen la aprobación pontificia de la Orden, cuadro en
la iglesia de Santo Tomás en Formis.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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