Santa Margarita de Hungría, virgen
fecha: 18 de enero
fecha en el calendario anterior: 26 de enero
n.: 1242 - †: 1270 - país: Hungría
canonización: Conf. Culto: Pío VI 28 jul 1789 - C: Pío XII 19 nov 1943
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 26 de enero
n.: 1242 - †: 1270 - país: Hungría
canonización: Conf. Culto: Pío VI 28 jul 1789 - C: Pío XII 19 nov 1943
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Buda, en Hungría, santa
Margarita, virgen, la cual, hija del rey Bela IV, fue prometida por sus
progenitores a Dios en voto para liberar a la patria de los tártaros, por lo
cual, siendo niña aún, entró en el monasterio de monjas de la Orden de
Predicadores, donde hizo profesión a los doce años, y allí se consagró
totalmente a Dios, dedicada a imitar generosamente a Cristo crucificado.
La vida de santa Margarita es
particularmente interesante, ya que poseemos, por fortuna excepcional, una
copia completa de los testimonios de su proceso de beatificación, que comenzó
menos de siete años después de su muerte. No hay duda ninguna de que fue hija
de Bela IV, rey de Hungría y campeón de la cristiandad, cuando las hordas de
los tártaros amenazaban acabar con la Europa Central. El noble linaje de
Margarita hace resaltar todavía más los detalles de su extraordinaria vida de
abnegación. La Orden de Santo Domingo, a la que Bela y su esposa, la reina
María Lascaris, favorecieron mucho, tuvo por otra parte buen cuidado de guardar
memoria de una de sus primeras y más ilustres hijas. Pero quien se tome el
trabajo de leer los testimonios que dieron unas cincuenta de sus compañeras
acerca de la mortificación y caridad de Margarita, quedará plenamente
convencido de que su valor en la lucha contra el mundo y la carne no podían
menos que ejercer una profunda influencia en quienes la rodeaban. Se ha
descrito a Bela IV como «el último genio de la Casa de Árpád»; si la
determinación tiene una influencia real en la historia, las cualidades de
Margarita prueban que ella había heredado no poco del genio de su padre.
Margarita nació cuando Hungría, acosada
por sus enemigos, atravesaba por momentos difíciles, y se cuenta que los padres
de la niña prometieron consagrarla a Dios, si éste les concedía la victoria.
Sus oraciones fueron oídas, y Margarita, a los tres años de edad, fue confiada
al convento de las religiosas de Santo Domingo, de Veszprem. Poco después, Bela
y su esposa construyeron un convento en una isla del Danubio, cerca de
Budapest, donde Margarita, a los doce años de edad, hizo profesión ante el
beato Humberto de Romans. Por terribles que sean los detalles sobre el ansia de
penitencia de la joven, y sobre su decisión de vencer todas las repugnancias de
la naturaleza, la cantidad de los testigos hace imposible poner en duda su
autenticidad. Margarita parece haber sido excepcionalmente bella; la mejor
prueba de ello es que el rey Ottokar de Bohemia aspiró a su mano, después de
haberla visto con hábitos de religiosa. Indudablemente que hubiera sido fácil
obtener la dispensa de Roma, y Bela se inclinaba a ello por razones políticas;
pero Margarita declaró que estaba dispuesta a arrancarse la nariz y los labios,
antes de abandonar el claustro. A juzgar por los testimonios de sus hermanas
sobre la energía de su carácter y sobre su valor, no se puede dudar de que la
santa habría cumplido su promesa.
La mayoría de las religiosas en aquel
convento del Danubio pertenecían a la nobleza, y trataban a la princesa
Margarita con especial consideración. Ella, al advertirlo, reaccionó en forma
exagerada: en toda ocasión escogía los trabajos más humildes, repugnantes y
fatigosos. Su caridad y ternura con los enfermos que padecían los males más
repulsivos, eran extraordinarias. Pero será necesario omitir detalles, porque
el lector moderno no tiene paciencia para oírlos todos. Margarita tenía una
profunda simpatía por los pobres. Varios de sus actos dejan la impresión de que
el amor a Dios y el deseo de inmolación de Margarita, no carecían de cierto
elemento de obstinación. Sin duda que la salud y aun la virtud de la santa
habrían ganado, con su superior o un confesor capaz de dirigirla realmente;
pero era casi inevitable que los superiores de Margarita la dejasen proceder
libremente, dado que era la hija del rey, a quien el convento le debía todo.
Por lo demás, el relato que hicieron las
hermanas de Margarita sobre ella, no carece de pormenores humanos y agradables.
La sacristana cuenta que Margarita le acariciaba la mano y le prodigaba todos
los halagos posibles para que dejase abierta la puerta de la capilla durante la
noche, a fin de pasar ante el Santísimo Sacramento las horas que habría debido
consagrar al descanso. Margarita tenía una confianza ilimitada en la oración, y
sus peticiones a Dios tenían algo de imperioso. Varias religiosas narran un
incidente acaecido cuando la santa tenía apenas diez años: dos frailes
dominicos habían ido de visita al convento, y Margarita les rogó que
prolongasen su estancia. Ellos replicaron que debían partir inmediatamente,
pero la niña dijo: «Yo voy a obtener de Dios que haga llover en tal forma, que
no podréis iros». Aunque los frailes aseguraron que no había lluvia capaz de
detenerles, Margarita se dirigió a la capilla a orar y la tormenta que se
desató en seguida fue tan violenta que impidió que los buenos frailes partieran
de Veszprem. Esto recuerda el famoso incidente de santa
Escolástica y san Benito. Y no es necesario suponer una
intervención sobrenatural; pero las compañeras de santa Margarita atestiguaron
bajo juramento tantos casos del mismo tipo, que resulta difícil atribuirlos
todos a simples coincidencias. Aunque los testigos hablaron de muchos éxtasis y
milagros, hay en sus declaraciones un tono de moderación que inspira confianza.
Casi todos los testigos contaron que las oraciones de Margarita habían salvado
a una sirvienta que se había caído en un pozo. La misma sirvienta, llamada
Inés, dio testimonio de ello. Cuando le preguntaron los jueces qué sabía de la
santa, Inés se contentó con responder: «era buena, santa y edificante, y se
mostraba más humilde que nosotras las sirvientas». Por lo que toca al
accidente, Inés contó que la noche era tan oscura, que «si alguien la hubiese
abofeteado, no habría podido identificarle», y que la boca del pozo estaba
descubierta y sin travesaño, por lo que cayó hasta el fondo. Por tres veces
salió a la superficie del agua hasta que consiguió asirse a la pared y más
tarde le echaron una cuerda y la sacaron.
Es indudable que Margarita acortó su vida
con sus penitencias. Al fin de cada cuaresma, el ayuno y la falta de sueño la
reducían a un estado lamentable. Un Viernes Santo llevó su indiscreción al colmo,
lavando los píes no sólo de las setenta religiosas de coro del convento, según
el privilegio que le correspondía como a hija del fundador, sino también de
todas las sirvientas. Para enjugar los pies empleó su propio velo. A pesar de
la fatiga consiguiente para una mujer que no había comido ni dormido en mucho
tiempo, se quejó a sus hermanas de que aquel Viernes Santo había sido el día
más corto del año, pues no habían tenido tiempo de orar ni de practicar todas
las penitencias que hubiese deseado. La fecha de la muerte de la santa parece
haber sido el 18 de enero de 1270, cuando ésta no tenía sino veintiocho años.
El proceso de beatificación, al que nos hemos referido, no se terminó nunca,
pero el culto a Margarita fue aprobado en 1789. La canonización tuvo lugar en
1943.
Ver Acta Sanctorum, 28 de enero; y
especialmente G. Fraknoi, Monumenta Romm Episcopatus Visprimiensis, vol. I, pp.
163-383, donde se hallan las deposiciones de los testigos, Cf. M. C. de Ganay.
Les Bienheureuses Dominicaines, pp. 69-89; y Margait Princess of Hungary
(1945), por S.M.C.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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