domingo, 19 de enero de 2020

‘Jesús, Jesús de Nazaret de Galilea’.(Domingo 2º del T.O. Ciclo A (19.01.2020): Juan 1,29-34) y “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29) (Domingo 8º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (19.01.2020): Hch 7,1-53)


El Bautismo de Jesús en el Cuarto Evangelio
Espero que te lleguen bien estos comentarios de los dos relatos evangélicos para el domingo día 19 de enero. Últimamente tengo alguna que otra gresca con el 'enviador' que hasta ahora ha enviado todo a su tiempo y sin rechistar. Todo normal. Y de buenas a primeras se ha dedicado a enviar estos comentarios cuando y a quien le parece. Y no se acaba de arreglar del todo. Toco todo y me encomiendo a la 'suerte' que me he deseado para este nuevo año 2020.

Como bien sabes y esperas, comento dos textos del Evangelio. El primero que comento es el texto que se nos anunciará en las liturgias de la misa eucarística, el de Juan 1,29-34. Aunque no se caiga en la cuenta en la primera escucha o lectura, en este relato el cuarto Evangelio cuenta el Bautismo de Jesús. Cuenta el mismo hecho de la vida de Jesús que se leía el domingo pasado en el Evangelio de Mateo.  Y ambos textos no se parecen en casi nada. En casi nada.

Si la autoridad de la liturgia nos hubiera propuesto leer la continuación del Bautismo de Jesús en el Evangelio de Mateo, en este domingo leeríamos el relato de las tentaciones de Jesús en el desierto. Pero esto no se nos propondrá hasta el primer domingo de la Cuaresma. De esta manera nunca sabremos encajar en su lugar los relatos de uno y de otro Evangelio. Un desastre de secuenciación.  Lo diré otra vez. El sacramento se vuelve a comer el Evangelio.

El segundo texto que comento es el relato del Libro de los Hechos 7,1-53. Un texto largo, pero muy sabroso. Un discurso que el Evangelista Lucas ha puesto en labios de su personaje llamado ESTEBAN, un apóstol con mayúscula. Un ‘victorioso’, que esto es lo que significa Esteban en su lengua original que es el griego.

Este ‘victorioso’ Esteban, curiosamente, va a morir apedreado por condenado. ¿Dónde está o estuvo su victoria? En su tarea evangelizadora. Este hombre, y muchos otros con él, se atrevió a ser como Jesús de Nazaret que ‘hacía y decía’. Por eso los judíos importantes, los del Sanedrín, se lo quitaron de en medio como también lo habían hecho con Jesús. Por ser griego, las autoridades del Sanedrín judío no consultaron para nada con las autoridades de Roma como sucedió con Jesús. Creo yo, me digo. Pero lo importante que deseo reafirmar es que este victorioso Esteban hablaba y actuaba, evangelizaba y servía, como Jesús. En cambio los DOCE, los famosos para la historia, solo hablaban, que se sepa, como se dice en este Libro.

Creo que es suficiente por ahora con este par de apuntes de ambos textos del Evangelio. Hechos, también es buen texto Evangélico, aunque tan desconocido... Tienes a continuación los dos comentarios.

  

‘Jesús, Jesús de Nazaret de Galilea’. Medito y lo escribo CONTIGO,

En este domingo del nuevo año dos mil veinte (veinte veinte) se nos lee en la liturgia del Ciclo dedicado a Mateo un brevísimo texto del Evangelio de Juan: 1,29-34. Ya saben los lectores de este comentario que no me parece oportuna esta decisión de la autoridad litúrgica vaticana. Por dos motivos. El primero, por abandonar la lectura del relato de Mateo. Y el segundo...

El segundo motivo es más curioso de explicar. Lo voy a intentar. Quien lea en su propia biblia Juan 1,29-34 caerá en la cuenta de que el relato comienza con estas tres palabras: “Al día siguiente”. Estas tres mismas palabras las encontrará el lector en Juan 1,35 y más tarde en Juan 1,43. Es decir, el Evangelista Juan ha organizado su relato en tres apartados perfecta e intencionadamente delimitados por la expresión anafórica ‘Al día siguiente’. Las gentes de la celebración nunca escucharemos toda la narración completa de Juan 1,29-51. ¿Me engañan?

¿Alguien pretende ocultar al pueblo mensajes del Evangelio? Nadie lo pretende, creo yo, pero el hecho es que se silencia la voz de muchos relatos evangélicos. Me he vuelto a leer tres veces este precioso texto evangelizador escrito por el cuarto Evangelista en Juan 1,29-51 y me sigue admirando la capacidad creativa para presentar a Jesús de Nazaret y hablar de él.

Y el primero que se atreve a presentar a este laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret es Juan el Bautista. Ningún otro Evangelista lo hace así. En los versículos que nos toca meditar críticamente (1,29-34) el escritor y Evangelista llama a Jesús por su nombre, ‘Jesús’.  Puede sonar a una simple simplicidad, pero es toda una declaración de sus evidentes intenciones.

Inmediatamente después, Juan el Bautista llama a este ‘Jesús’ del Evangelista Juan con un nombre que es preciso explicar si no se desean decir cosas improcedentes. El Bautista llama ‘Cordero de Dios’ a quien fue en sus días sencillamente Jesús.  ¿No se celebraba la Pascua judía como una comida de familia en torno a ‘un cordero’ para recordar la liberación de la esclavitud del pueblo en Egipto? No hay otra Pascua que ser  y vivir con y como Jesús: ¡Y me leo Jn 13,35!

Más de un entendido me recordará que este calificativo de ‘Cordero’ aplicado a Jesús de Nazaret evoca la realidad penitencial que se vivía en el pueblo de Israel. Una vez al año se escogía en Jerusalén un cordero, carnero o cabrito y se descargaban simbólicamente sobre él todos los pecados del pueblo. Luego, este animal con todos los pecados era abandonado en el desierto de Judea para que desapareciera, él y toda su universal carga pecadora.

En Juan 1,29-34 se anuncian otros varios asuntos más, no menos importantes. Este cuarto  Evangelista pone en labios de su Juan el Bautista la confesión pública de que Jesús de Nazaret fue un hombre sobre quien reposaba el Espíritu Santo (1,32 y 1,33). Y acaba diciendo también que su Jesús era el Hijo de Dios o el Elegido (1,34), según se lean unos u otros manuscritos.

Sé que mis lectores me dejarán confesar, creer con consciencia, que todo ser humano nacido en la realidad de este mundo es un hijo, un viviente y un elegido por la Vida que siempre permanece inagotable como el amor: ‘Amaos unos a otros, es mi único mandamiento’ (13,35).
Carmelo Bueno Heras

Domingo 8º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (19.01.2020): Hch 7,1-53
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Nos toca avanzar en la lectura del relato de Hechos de los Apóstoles. En este paso hacia adelante nos seguimos encontrando con el apóstol ESTEBAN. Lo he escrito intencionadamente en mayúscula. Es un apóstol. No de los pertenecientes al grupo de los DOCE, sino al grupo de los SIETE. ¿Por qué los Doce tuvieron un horizonte tan alargado que llega hasta nuestros días? ¿Por qué el grupo de los SIETE tuvo tan poca suerte y fue olvidado pronto dentro de la iglesia?

Recuerdo que este grupo de los SIETE fue el responsable de solucionar los primeros problemas serios dentro del grupo de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Y problema serio fue el enfrentamiento y las distancias de los ‘griegos’ y ‘hebreos’, de los hombres y mujeres,  de los esclavos y libres. La última frase que leímos en el comentario anterior decía esto: “Todos los miembros del Sanedrín miraron a  Esteban, y su rostro les pareció el de un ángel” (Hch 6,15).

La continuación del relato sorprende con lo que acabamos de leer: “El Sumo Sacerdote preguntó a Esteban: ¿es verdad que has dicho que Jesús de Nazaret destruirá el Templo y la Ley? Y Esteban contestó...” (Hch 7,1). Y la respuesta que leemos de este ‘victorioso-ESTEBAN’ comienza en 7,2 y acaba en 7,53. ¿Estuvo presente el narrador Lucas cuando ESTEBAN pronunció el discurso que acabo de leer una vez más? Nadie sabe nada, pero no es complicado imaginar y creer que fue el propio narrador Lucas quien escribió las palabras que hoy leemos como pronunciadas por este testigo de la memoria de Jesús de Nazaret.

El discurso es una pieza maestra de la literatura narrativa y religiosa que tan bien maneja el Evangelista Lucas. En Hch 7,2-53 podemos leer y comprender la historia del pueblo de Israel desde sus orígenes en la persona del Patriarca Abraham hasta los mismísimos días de la persona de Jesús de Nazaret, llamado aquí el Justo de Dios.

Después de Abraham, la historia de este pueblo pasa por la inmensa figura de Moisés, el hombre del agrado de Dios, y la experiencia de su esclavitud en Egipto y la posterior liberación hasta la llegada a la tierra de Canaán, puesta en manos del pueblo por este Yavé liberador.

El texto narrativo de 7,44-50 es otro más de los ejercicios de síntesis que Lucas realiza con espectacular maestría. Desde ‘la tienda del encuentro’, que acompaña al pueblo en el desierto, hasta la inauguración del Templo de Salomón en Jerusalén, todo lector se hace consciente contemplativo de la obra de Dios, el Altísimo, que sigue haciendo todo con sus manos, como en los orígenes de la creación, que leemos en Génesis 2, sobre todo.

Como si fuera un profeta, ESTEBAN denuncia explícitamente que el Sanedrín judío se haya apropiado hasta la misma casa donde habita su Dios (7,49-50) y además acusa con descaro a todos los presente en el juicio que fueron ellos los que recibieron una Ley que no practican (7,53). Las palabras finales que Lucas pone en boca de su ESTEBAN, testigo de Jesús, acaban siendo la causa de su sentencia: “Duros de cabeza, de corazón y de oídos... Vosotros habéis traicionado y asesinado a Jesús de Nazaret, el Justo”  (Hch 7,51-53). Dejo para el siguiente comentario la narración del final de este ESTEBAN, otro JESÚS para el narrador Lucas, creo yo.
Carmelo Bueno Heras


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