El Bautismo de
Jesús en el Cuarto Evangelio
Espero que te
lleguen bien estos comentarios de los dos relatos evangélicos para el domingo
día 19 de enero. Últimamente tengo alguna que otra gresca con el 'enviador' que
hasta ahora ha enviado todo a su tiempo y sin rechistar. Todo normal. Y de
buenas a primeras se ha dedicado a enviar estos comentarios cuando y a quien le
parece. Y no se acaba de arreglar del todo. Toco todo y me encomiendo a la
'suerte' que me he deseado para este nuevo año 2020.
Como bien sabes y
esperas, comento dos textos del Evangelio. El primero que comento
es el texto que se nos anunciará en las liturgias de la misa eucarística, el
de Juan 1,29-34. Aunque no se caiga en la cuenta en la primera
escucha o lectura, en este relato el cuarto Evangelio cuenta el Bautismo de
Jesús. Cuenta el mismo hecho de la vida de Jesús que se leía el domingo pasado
en el Evangelio de Mateo. Y ambos textos no se parecen en casi nada. En
casi nada.
Si la autoridad de
la liturgia nos hubiera propuesto leer la continuación del Bautismo de Jesús en
el Evangelio de Mateo, en este domingo leeríamos el relato de las tentaciones
de Jesús en el desierto. Pero esto no se nos propondrá hasta el primer domingo
de la Cuaresma. De esta manera nunca sabremos encajar en su lugar los relatos
de uno y de otro Evangelio. Un desastre de secuenciación. Lo diré otra
vez. El sacramento se vuelve a comer el Evangelio.
El segundo texto
que comento es el relato del Libro de los Hechos 7,1-53. Un texto
largo, pero muy sabroso. Un discurso que el Evangelista Lucas ha puesto en
labios de su personaje llamado ESTEBAN, un apóstol con mayúscula. Un
‘victorioso’, que esto es lo que significa Esteban en su lengua original que es
el griego.
Este ‘victorioso’
Esteban, curiosamente, va a morir apedreado por condenado. ¿Dónde está o estuvo
su victoria? En su tarea evangelizadora. Este hombre, y muchos otros con él, se
atrevió a ser como Jesús de Nazaret que ‘hacía y decía’. Por eso los judíos importantes,
los del Sanedrín, se lo quitaron de en medio como también lo habían hecho con
Jesús. Por ser griego, las autoridades del Sanedrín judío no consultaron para
nada con las autoridades de Roma como sucedió con Jesús. Creo yo, me digo. Pero
lo importante que deseo reafirmar es que este victorioso Esteban hablaba y
actuaba, evangelizaba y servía, como Jesús. En cambio los DOCE, los famosos
para la historia, solo hablaban, que se sepa, como se dice en este Libro.
Creo que es
suficiente por ahora con este par de apuntes de ambos textos del Evangelio.
Hechos, también es buen texto Evangélico, aunque tan desconocido... Tienes a
continuación los dos comentarios.
‘Jesús, Jesús de Nazaret de Galilea’. Medito y lo escribo CONTIGO,
En este domingo del
nuevo año dos mil veinte (veinte veinte) se nos lee en la liturgia del Ciclo
dedicado a Mateo un brevísimo texto del Evangelio de Juan: 1,29-34.
Ya saben los lectores de este comentario que no me parece oportuna esta
decisión de la autoridad litúrgica vaticana. Por dos motivos. El primero, por
abandonar la lectura del relato de Mateo. Y el segundo...
El segundo motivo
es más curioso de explicar. Lo voy a intentar. Quien lea en su propia
biblia Juan 1,29-34 caerá en la cuenta de que el relato
comienza con estas tres palabras: “Al día siguiente”. Estas
tres mismas palabras las encontrará el lector en Juan 1,35 y más tarde en Juan
1,43. Es decir, el Evangelista Juan ha organizado su relato en tres apartados
perfecta e intencionadamente delimitados por la expresión anafórica ‘Al
día siguiente’. Las gentes de la celebración nunca escucharemos toda la
narración completa de Juan 1,29-51. ¿Me engañan?
¿Alguien pretende
ocultar al pueblo mensajes del Evangelio? Nadie lo pretende, creo yo, pero el
hecho es que se silencia la voz de muchos relatos evangélicos. Me he vuelto a
leer tres veces este precioso texto evangelizador escrito por el cuarto
Evangelista en Juan 1,29-51 y me sigue admirando la capacidad creativa para
presentar a Jesús de Nazaret y hablar de él.
Y el primero que se
atreve a presentar a este laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret es Juan
el Bautista. Ningún otro Evangelista lo hace así. En los versículos que nos
toca meditar críticamente (1,29-34) el escritor y Evangelista llama a Jesús por
su nombre, ‘Jesús’. Puede sonar a una simple simplicidad, pero es toda
una declaración de sus evidentes intenciones.
Inmediatamente
después, Juan el Bautista llama a este ‘Jesús’ del Evangelista Juan con un
nombre que es preciso explicar si no se desean decir cosas improcedentes. El
Bautista llama ‘Cordero de Dios’ a quien fue en sus días sencillamente Jesús.
¿No se celebraba la Pascua judía como una comida de familia en torno a
‘un cordero’ para recordar la liberación de la esclavitud del pueblo en Egipto?
No hay otra Pascua que ser y vivir con y como Jesús: ¡Y me leo Jn
13,35!
Más de un entendido
me recordará que este calificativo de ‘Cordero’ aplicado a Jesús de Nazaret
evoca la realidad penitencial que se vivía en el pueblo de Israel. Una vez al
año se escogía en Jerusalén un cordero, carnero o cabrito y se descargaban
simbólicamente sobre él todos los pecados del pueblo. Luego, este animal con
todos los pecados era abandonado en el desierto de Judea para que
desapareciera, él y toda su universal carga pecadora.
En Juan
1,29-34 se anuncian otros varios asuntos más, no menos importantes.
Este cuarto Evangelista pone en labios de su Juan el Bautista la
confesión pública de que Jesús de Nazaret fue un hombre sobre quien reposaba el
Espíritu Santo (1,32 y 1,33). Y acaba diciendo también que su Jesús era el Hijo
de Dios o el Elegido (1,34), según se lean unos u otros manuscritos.
Sé que mis lectores
me dejarán confesar, creer con consciencia, que todo ser humano nacido en la
realidad de este mundo es un hijo, un viviente y un elegido por la Vida que
siempre permanece inagotable como el amor: ‘Amaos unos a otros, es mi
único mandamiento’ (13,35).
Carmelo Bueno Heras
Domingo 8º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (19.01.2020): Hch 7,1-53
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Nos toca avanzar en
la lectura del relato de Hechos de los Apóstoles. En este paso hacia adelante
nos seguimos encontrando con el apóstol ESTEBAN. Lo he escrito
intencionadamente en mayúscula. Es un apóstol. No de los pertenecientes al
grupo de los DOCE, sino al grupo de los SIETE. ¿Por qué los Doce tuvieron un
horizonte tan alargado que llega hasta nuestros días? ¿Por qué el grupo de los
SIETE tuvo tan poca suerte y fue olvidado pronto dentro de la iglesia?
Recuerdo que este
grupo de los SIETE fue el responsable de solucionar los primeros problemas
serios dentro del grupo de los seguidores de Jesús en Jerusalén. Y problema
serio fue el enfrentamiento y las distancias de los ‘griegos’ y ‘hebreos’, de
los hombres y mujeres, de los esclavos y libres. La última frase que
leímos en el comentario anterior decía esto: “Todos los miembros del
Sanedrín miraron a Esteban, y su rostro les pareció el de un
ángel” (Hch 6,15).
La continuación del
relato sorprende con lo que acabamos de leer: “El Sumo Sacerdote
preguntó a Esteban: ¿es verdad que has dicho que Jesús de Nazaret
destruirá el Templo y la Ley? Y Esteban contestó...” (Hch
7,1). Y la respuesta que leemos de este ‘victorioso-ESTEBAN’ comienza en 7,2 y
acaba en 7,53. ¿Estuvo presente el narrador Lucas cuando ESTEBAN pronunció el
discurso que acabo de leer una vez más? Nadie sabe nada, pero no es complicado
imaginar y creer que fue el propio narrador Lucas quien escribió las palabras
que hoy leemos como pronunciadas por este testigo de la memoria de Jesús de
Nazaret.
El discurso es una
pieza maestra de la literatura narrativa y religiosa que tan bien maneja el
Evangelista Lucas. En Hch 7,2-53 podemos leer y comprender la
historia del pueblo de Israel desde sus orígenes en la persona del Patriarca
Abraham hasta los mismísimos días de la persona de Jesús de Nazaret, llamado
aquí el Justo de Dios.
Después de Abraham,
la historia de este pueblo pasa por la inmensa figura de Moisés, el hombre del
agrado de Dios, y la experiencia de su esclavitud en Egipto y la posterior liberación
hasta la llegada a la tierra de Canaán, puesta en manos del pueblo por este
Yavé liberador.
El texto narrativo
de 7,44-50 es otro más de los ejercicios de síntesis que Lucas
realiza con espectacular maestría. Desde ‘la tienda del encuentro’, que
acompaña al pueblo en el desierto, hasta la inauguración del Templo de Salomón
en Jerusalén, todo lector se hace consciente contemplativo de la obra de Dios,
el Altísimo, que sigue haciendo todo con sus manos, como en los orígenes de la
creación, que leemos en Génesis 2, sobre todo.
Como
si fuera un profeta, ESTEBAN denuncia explícitamente que el Sanedrín judío se
haya apropiado hasta la misma casa donde habita su Dios (7,49-50) y además
acusa con descaro a todos los presente en el juicio que fueron ellos los que
recibieron una Ley que no practican (7,53). Las palabras finales que Lucas pone
en boca de su ESTEBAN, testigo de Jesús, acaban siendo la causa de su
sentencia: “Duros de cabeza, de corazón y de oídos... Vosotros habéis
traicionado y asesinado a Jesús de Nazaret, el Justo” (Hch
7,51-53). Dejo para el siguiente comentario la narración del final de este
ESTEBAN, otro JESÚS para el narrador Lucas, creo yo.
Carmelo
Bueno Heras
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