miércoles, 30 de noviembre de 2016

El hombre paradójico (segunda reflexión del ciclo "La Ciudad Peregrina") Marina Korotchenko


El hombre paradójico


Toda la sociedad es el viento,

Dao corre como el rio.

Usando a tu mente,

vas a rechazar el camino.

No debes tener el rencor,

encendiendo al sol de tu vela.

Acompañar al Creador

es unir al cielo con la tierra.

(“Zhuongzi comentado por Matteo Ricci”)

El filosofo chino Zhuongzi escribió en el siglo III a. C. que el hombre de verdad no ama a la vida y no teme a la muerte, no olvida sobre su origen, pero no intenta averiguar al final: “Esto es lo que yo llamo no utilizar la mente para rechazar el Camino, no utilizar al ser humano para ayudar al Cielo”. Según este sabio, los hombre de este nivel no necesitan ningunas ceremonias, porque “acompañan al Creador en el vagar por el ambiente único de cielo y la tierra”.



El cardenal Matteo Ricci traduce todo el Canon Confuciano, estos cuatro libros que debería conocer a la memoria cualquier alto funcionario chino. Su prodigiosa memoria construye su “palacio de los significados” alrededor de cada jeroglífico. Los sentidos no vagan por el bosque de los símbolos, sino están rodeados por las murallas de las fortalezas y esos “miles de significados” ya no escapan a Ricci, sino van ordenados en las filas como los guerreros. Parece que “verdadero” y “paradójico” es lo mismo. Después de los veinte años en China esto está más que claro. Matteo pregunta a Confucio: “¿Cómo podemos definir al hombre paradójico?” y Confucio le responde: “Él
solo parece paradójico en comparación con otros hombres, pero es el compañero del Cielo”.


Matteo Ricci salió de la costa portuguesa en un barco en 1578 y nunca más volvió a Europa. Ahora él era más que paradójico con su pelo largo, barba confuciana, en la bata de la seda azul, el vestido del “compañero del Cielo”. Él ya hablaba el mandarín mejor que el italiano, reconociendo en sus cartas que le ya costaba escribir en el italiano sin erratas y que prefería expresarse en castellano o en portugués, los idiomas más comunes de los misioneros de Macao. En esta tierra él ya había sido suyo, siguiendo siendo “ajeno”. Su sabiduría, conocimientos mnemotécnicos, matemáticos y astronómicos despertaban el amor y la admiración de la élite gobernante, pero las mismas cualidades engendraron el miedo en los círculos más bajos, taoístas o budistas, donde a Ricci le consideraban un alquimista que estaba capaz producir oro y el mercurio.

Lo que Ricci no estaba capaz es vivir de los beneficios del contrabando de Macao que alimentaba parcialmente a las misiones, él prefería dar las clases de matemática y astronomía, considerando el conocimiento de las leyes de creación como uno de los caminos hacia el Señor. ¿Acaso no decía Santo Tomás de Aquino que solo Dios y los ángeles no necesitaban a conocer la geometría? Quizá porque los propios ángeles ya eran unas formas eternas, creadas antes del tiempo y del espacio. Los mandarines chinos no eran los ángeles y en la casa del cardenal en Pekín les asombraba absolutamente todo: astrolabios, una colección de los vidrios prismáticos, la carta del mundo dibujada por Ricci que demostraba que China no era el único Imperio “bajo el Cielo”, pero sí que estaba casi en el centro del pergamino. En una pequeña vitrina estaba expuesto un reloj de la piedra que el cardenal hizo el mismo y estaba tan orgulloso por el éxito de su labor que incluso escribió sobre esto a su profesor del Colegio Romano Christoforus Clavius, indigne astrónomo y el reformador del calendario gregoriano.


En la mansión de su amigo Ricci enseñó a uno de sus instruidos criados cómo hacer a los relojes, pero la alegría por esta divulgación del conocimiento no duró mucho, porque al salir el cardenal nadie ya sabía dar una cuerda o reparar al reloj. Los relojes del palacio estaban parados, recordando sobre alguien que se alojaba aquí, pero ya partió. Había que regresar. Por mucho Renacimiento e Ilustración el mundo necesitaba a su Relojero de un modo permanente. Una situación normal para un misionero. “El hombre paradójico regresa sin queja alguna”, - escribía Zhuongzi. Y Ricci daba la cuerda a todos los relojes tantas veces cuando había necesario. En todos los palacios del Renacimiento el hombre actúa según el modelo del Creador.

El famoso Colegio Romano se comparaba con “el Caballo Troyano que mandaba a los “milites”-jesuitas a la conquista de las tierras paganas”. ¡Hasta no estaba en el estilo de Santo Bernardo de Claraval, sino más bien sonaba como algunas ardientes visiones de Pedro el Ermitaño! Lo que no era muy buen presagio. Ricci odiaba a las guerras de la aristocracia italiana. Pero China, “el único Imperio bajo el firmamento”, le pareció caótico y engañoso, hasta la propia lengua te engañaba, cambiando el sentido de las palabras con una simple subida o bajada de tono. Él y su amigo Ruggieri vagaban en el bosque de los significados como unos niños perdidos. Ricci recordó a la vieja “Retórica” de Quintiliano y empezó a colocar a los jeroglíficos con sus escurridizos sentidos como las estatuas de la memoria en los palacios del Renacimiento. De repente, las “rejas” y las “barras” de tinta cobraron a la vida y empezaron a hablar por sí mismos.

El mar de más de 25.000 significados se convirtió en una roca. Este implacable mar que cobraba tantas vidas que el propio hecho que Ricci llegó aquí ya fue un milagro. “Si crees, caminarás sobre el mar, pero en cuanto dudas, te hundirás” (Comentarios de Matteo Ricci a los “Ejercicios” para sus alumnos chinos). Ricci hacia los “Ejercicios” cuando la nave no se movía, la comida ya empezó a pudrirse, un poco más y había que bautizar a los esclavos-galeotes, porque ellos acogían al cristianismo solo antes una muerte segura. “Un hombre que tenga una fe firme en el camino podrá caminar sobre las aguas dóciles como si fueron una roca”. El viento lleno a las velas, pero más de la mitad de los barcos no llegan ni a Goa, ni a Macao, los parientes de los viajeros se visten de luto después de despedirse en el puerto.


Alguien otra vez le dio su mano y los jeroglíficos chinos se colocaron en los mismos nichos donde él solía contemplar a las imágenes de los “Ejercicios” de Santo Ignacio. A través de los esquemas exóticos a Ricci miraba el mismo Rostro y todo iluminaba la luz de la Trinidad. Y esto no le asombró, él ya estaba acostumbrado “contemplar como las tres personas miraban toda la
planicie y redondez de todo el mundo lleno de hombres” (“Ejercicios Espirituales”, nº101-109). Entonces, todos estos jeroglíficos también tienen su significado sagrado. “Como cada lengua en la que puede ser escrito el Nombre Divino”, - le dijo un rabí, quizá Jesús Ben Sira, él siempre estaba en el tercer nicho a la izquierda, detrás de un jeroglífico que denominaba a “una mujer ricamente vestida de las tierras lejanas”, pero ella no molestaba al rabí. Otra reina de Saba, no hay nada nuevo en el mundo.

Luz pasando a través de los vidrios triangulares demostraba el arco iris de los colores que vivían dentro de él. Los jeroglíficos mostraban a su simbólica cotidiana, sagrada, de este tiempo, antaña e incluso ya olvidada. Los símbolos son como las personas: nacen, maduran, envejecen, mueren y resucitan. Los ritos y los símbolos fluyen por “el rio de la esencia” desde el tiempo del Imperio Romano, cuando Quintiliano reunió en su compendio a todas las figuras de la retórica. Pero como sus “casos” siguen conservando a su sentido, lo van a tener y estas “rejas”, incluso cuando desaparecerá la dinastía Ming, “eterna e inmortal”.


Ricci comprendió que él no estaba en un mundo desordenado, sino dentro de un edificio, cuyos principios de la construcción aún no estaban claros para él, como estas señales cuadradas en el fino papel de arroz. Esta papel era una maldición: ella se doblaba, trasparente y frágil. Era igual de insegura como este rio con sus aguas amarillas que, año tras año, salía de sus orillas y hundía todo a su alrededor. Ricci no tenía mucho dinero, pero compró para la misión a una preciosa Biblia Plantina: paginas de pergamino, encuadernación en las láminas de oro, unas hojas minadas donde la perspectiva te llevaba fuera de tu espacio. Durante la siguiente inundación esta Biblia se deslizó de las manos del acolito que estaba en el barco y cayó en las aguas amarillas del rio, pero los pescadores la sacaron rápido. Las hojas estaban sólo un poco mojadas, las letras no se borraron y no se despegaron las láminas. Esta Biblia ya había sido “bautizada” en el río chino y el cardenal se hundió en los textos de Confucio.

La profundidad del pensamiento confuciano era como el abismo del destino que le mandó a estas tierras. Cada frase contenía una gran verdad. A veces Ricci incluso empezaba a idealizar a esta tierra en sus cartas: “Ellos todo consiguieron por sus propios esfuerzos. A veces me parece que aquí ya se realizó el ideal de la Republica de Platón, solo les falta el Cristo”. Ricci tenía muchos amigos, como sus cristianos Xu Guagqi o Li Zhi o como sus alumnos de las ciencias. ¿Por qué a través de la amistad no puedo hacer mi amigo el amigo del Cristo? Ni conquistas, ni caballos troyanos. Amistad como el eterno dialogo renacentista en este deseo de conocer más, de conocer al “otro”. En Pekín Ricci como un letrado, versado en astronomía y matemática, estaba en el servicio del emperador. A él el cardenal confuciano dedicó su tratado “De amistad”: “no puede vivir un país sin amigos”; “soy el amigo de tu país”.

A través de las cien sentencias sacadas de las diferentes fuentes se ve el mensaje, el Rostro del Rey Eterno. “El ideograma “amigo” está compuesto de dos “como” para significar que el amigo es como yo y yo soy como él”. Claro, porque al próximo debes amar como a sí mismo: “si no puedes ser amigo de ti mismo, no podrás ser amigo de otros”. Amistad es “la alegría del mundo” y “solo la virtud duradera es su fundamento”. En el próximo está el Señor, aunque los chinos aún no le reconocen en la Cruz, en su forma de esclavo, pero él ya está aquí: “él amigo que no cambia aún con aquello en que yo cambio”.



Y sin esta amistad el jeroglífico no significa nada, solo se queda una línea como una mancha de tinte: “en la escritura antigua la palabra “amigo” estaba compuesta de “dos manos”, la palabra compañero” estaba compuesta de “ala y ala”, es decir dos alas, con los cuales sólo el pájaro puede volar”. Es una mística amistad de la Compañía de Jesús: “la mayor parte de las cosas en el mundo por sí solas son inútiles, pero puestas juntos, convierten a ser útiles”. Aquí es importante todo, sobre todo el verbo “convierten”. Aunque Dios es simple, el mundo es su imagen compleja que solo en la unidad puede reflejar a la imagen de su divino Creador, como las aguas primeras que ya eran bautismales para el mundo.

“Una nación no puede estar sin amigos”. Es que nadie puede estar solo y el Señor sale a buscar a cada oveja perdida, como este hombre que salía de su casa y no regresaba “sin haber buscado hacerse de un nuevo amigo”. Para esto entra en los palacios el cardenal Ricci, para eso cambia el traje budista a la bata de seda confuciana, para eso atraviesa a los mares, ríos y textos. No puede volverse a su casa celestial sin hacerse de unos nuevos amigos. Pacto y amor entre los amigos para Ricci es una música, las melodías dl clavicordio en su gabinete.

Pero hay que tener cuidado con el pecado y con el mal, porque una taza de porcelana rota, ya no servirá como antes, sino debe hacerse de nuevo. “El odio de los enemigos es más profundo que el amor de los amigos, porque el mundo es débil para el bien y fuerte para el mal”. Sin embargo, la fuerza del mal es solo el fruto de nuestro odio y pecado que ya están vencidos por la amistad del Cristo, de “nuestro emperador que mató a sí mismo por nosotros”,
- como lo explicaba Ricci a un eunuco de la aduana que con el horror miraba a la imagen del Cristo crucificado.

Y en el tratado “De la amistad”, dedicado al otro emperador, Ricci describirá a la llegada del Reino del emperador verdadero: “Cuando se considera al amigo como a sí mismo, entonces el lejano se avecina, el débil se fortalece, quien padece súbita desgracia vuelve a la prosperidad, el enfermo sana y - ¿qué necesidad hay de tantas palabras? – el muerto está como si estuviera vivo”. No hay ninguna necesidad de tantas palabras, porque es la Resurrección y la irrupción del Reino, un comienzo de una verdadera eterna dinastía.

Ricci no entraba en las discusiones, siempre era atento y silencioso: “ojos profundos con destellos amarillos como los de un gato” (Gu Qiyuan “Conversaciones con los amigos”). No le gustaba oponerse a nadie, sino dialogar y escuchar, ganando el pan con su astronomía y cartografía. “El rey quería comprar la amistad del letrado, pero el letrado no la vendía”, - escribió Ricci una sentencia sobre el sabio Focio y Alejandro Magno. Él tampoco vendía su amistad, sino regalaba a través de ella a la amistad de su Amigo. Igual que a través de los mapas y astrolabio. Él regalaba a sus alumnos los relojes como un símbolo del mundo donde reinaba el Relojero.


Como Platón y Aristóteles estaban en el fundamento del cristianismo occidental, de la misma manera Confucio debería constituir el núcleo para el cristianismo chino. Los antiguos conquistadores dejaron a sus espadas y caballos y entraban con toda cautela en el contenido de una cultura rica y profunda. La fe debe encarnarse, revestirse en lo humano, cada persona y cada pueblo ya tienen en el Dios a su imagen. Hay que saber distinguir entre el sentido y su expresión. Ricci en su tratado “Sobre el Dios verdadero” llamó al Salvador “Than-Chou”, el Señor del Cielo, pero el mismo Matteo Ricci ya se llamaba Li Madou.

El chino nombre de Dios y los ritos del homenaje a Confucio y a los antepasados eran una causa principal de la famosa polémica sobre los ritos chinos que llegó hasta el Vaticano y Sorbona. Los jesuitas construían su defensa en la afirmación que se trata de los valores éticos, pero no religiosos. El famoso misionero dominico Domingo Fernández Navarrete proclamaba que los mencionados cultos no eran unas meras ceremonias formales, sino estaban relacionadas con la conciencia de los chinos. “Solo un perfecto puede hacer ceremonia”. Y tenía toda la razón incluso desde el punto de la vista de la antropología contemporánea. El propio Matteo Ricci, alias Li Madou, no discutiría con esto, porque sus amigos siempre eran sinceros y auténticos: y ante el Dios, y ante el Estado.


Lo que pasa es que Dios a veces llega bajo una imagen desconocida, como esta estatua que encontró el apóstol Pablo en el Areópago de Atenas. Y el Estado Moderno ya no es el “Corpus Christi” medieval, ni incluso “el Cuerpo de Rey”, sino una institución basada en los pactos y convenios. Su “paz civil” y “bien común” es el esfuerzo de todos los ciudadanos. Y en el mismo tiempo el Reino es una realidad que siempre estaba presente en la fe de los que se revistieron al Cristo, independientemente de cualquier Estado. Sin embargo, uno no suprime y no priva de importancia al otro y no entra con este en una contradicción.

Sobre estos principios ya discutían Hobbes y Espinosa: ¿pueden tener las ceremonias políticas el significado religioso? El jesuita Luis de Comte consideraba que en unos países saludando levantan al gorro y en los otros se descalzan ante el emperador y que todo esto no tiene ningún sentido profundo, sino solamente es un gesto conventual. No estamos seguros que para Ricci todo había sido así de sencillo. ¿Para que con tanto esfuerzo conservar algo que es “meramente convencional”? Para Ricci los chinos no eran gobernados ni por las ceremonias, ni por las dinastías que establecían a estas ceremonias, sino por su ley moral, por su bondad y conciencia ética.

Su amigo Li Zhi era el autor del tratado “Cinco formas de morir”, donde se proclamaba que “un hombre verdadero-paradójico” puede morir por una causa digna (1), en la batalla defendiendo a la Patria (2), en el martirio (3), para defender el honor de su nombre del calumnio (4) y del cansancio después de una obra bien hecha (5). Li Zhi se suicidó en la cárcel, acusado injustamente, él clavó el cuchillo en su cuello. Ante un Seneca, Sócrates o Cicerón debes empezar a hablar con las nociones de Aristóteles y con las figuras de Quintiliano. Este camino ya es conocido, este labor ya hicieron contigo hace muchos siglos.


La muerte del cardenal en 1610 será del último tipo. Ricci era una primera persona extrajera homenajeada con el entierro imperial. Ahora su tumba está en el jardín de la Escuela Central del Partido Comunista. Nadie no tocó ni una piedra, ellos explican esto así: “Estamos ante la tumba del único extranjero que ha ayudado a nosotros mismos a comprender nuestra noción”. El honor que recibe el cardenal no depende de gobernantes o dinastías, con todo el derecho le podemos llamar como el primer jerarca de la transición hacia el Estado Moderno.

A Ricci le afectó el suicidio de su amigo, nadie debe morir en la cárcel. En su tratado “El verdadero significado del Señor del Cielo” aparece la imagen del niño que crece en la cárcel: “sin saber que hay cosas tales como montañas y ríos, una raza humana, un universo. Una vela grande le servirá de sol y una pequeña de luna. Las pocas personas que vea en la cárcel serán la raza humana para él. Pero si su madre le hablará de esplendor de las estrellas, de la gran expansión y maravilla del mundo, de la belleza y la grandiosidad del firmamento… A partir de ese momento, ¿no dejará de desear que ese sea su hogar?” (Comentarios de Matteo Ricci a los “Ejercicios” para sus alumnos chinos). ¿No saldrá de la cárcel de la muerte su noble amigo que murió defendiendo a su honor? Está claro que saldrá, porque la misma forma de los jeroglíficos se parece a una reja de la cárcel, pero detrás está el Rostro.

Te agradezco, mi amigo desconfiado,

por tu incomprensión que es muy cierta.

Sin estas dudas somos unas velas apagadas.

La fe sería un palacio sin su cimiento.

(un verso basado en el comentario de Ricci sobre las dudas del apóstol Pedro)

Literatura: Jonathan D. Spence “El Palacio de la memoria de Matteo Ricci”, Barcelona, 2002;

Matteo Ricci “De la amistad”, México, 2007;

Julia Sun Su Ming “El Padre Domingo Fernández Navarrete y el problema de los ritos chinos”, Madrid, 1981;

Agustín Udías Vallina “Los jesuitas y la ciencia”, Mnsajero, 2014;

Philippe Buc “Dangereux rituel”, Paris, 2002 ;

Santiago Rupérez “Matteo Ricci : el amigo de China”, en Infochina 11;

Santiago Madrigal “Matteo Ricci, la sabiduría universal de la mistad”, en Razón y Fe, 262

Eugenio Gallego “La China de Mateo Ricci”, en Claves, abril 2011;

P. Adolfo Nicolás “Matteo Ricci: la amistad como estilo misionero”, en Información SJ, 244;

Elisabetta Corsi “La fábrica de las ilusiones: los jesuitas y la difusión de la perspectiva lineal en China, 1698-1766)”, México, 2004 (de esta obra están escogidas nuestras ilustraciones: “El jardín de tinta de la familia Cheng”, obra de los famosos hermanos Cheng Dayue, a los que Ricci encargaba sus láminas sagradas; y los cuadros de Giuseppe Castiglione SJ, el primer pintor de la perspectiva en China. También están las fotos de la tumba del cardenal Ricci y su monumento con su amigo Xu Guagqi.



No hay comentarios:

Publicar un comentario